La centralita de George Bush

por Mark Steyn, 30 de mayo de 2006

He aquí dos titulares de finales de la semana pasada. Puede que le suene el primero. En palabras de Matt Lauer, del The Today Show:
 
'¿Tiene el gobierno su lista de llamadas? Esta mañana, un impactante informe de que la Agencia de Seguridad Nacional ha estado recopilando en secreto los historiales telefónicos de decenas de millones de americanos'.
 
El segundo titular procede del Reino Unido, y con la hiperventilación de Lauer se le puede haber pasado. Es el informe oficial de los atentados del 7 de julio contra el metro y el bus. Como resumía las conclusiones el Times of London:
 
'Mohammed Sidique Jan, líder de la célula terrorista, había sido objeto de la atención del MI5 [la agencia de Inteligencia interior de Gran Bretaña] en cinco ocasiones, pero nunca fue seguido como sospechoso serio...
 
'La falta de comunicación entre las unidades de la Rama Especial de la policía, el MI5 y otras agencias dieron al traste con la operación de recogida de información;
 
'Hubo falta de cooperación con los servicios de Inteligencia extranjeros y cobertura inadecuada de la Inteligencia en...'
 
Etc., etc., ad nauseam.
 
De modo que hoy hay dos plantillas básicas en la cobertura mediática del terrorismo:
 
·        Plantilla A (nota a los editores: a utilizarse después de toda atrocidad terrorista): 'Familiares furiosos, expertos y políticos de la oposición exigen saber porqué el complaciente gobierno no unió los puntos'.
 
·        Plantilla B (nota a los editores: a utilizarse inmediatamente después de la próxima atrocidad terrorista): '¡Un chocante informe nuevo filtrado al New York Times para su nominación al Premio Pulitzer a la Filtración del Año revela que funcionarios paranoicos del gobierno están intentando unir los puntos! Ver las páginas 3, 4, 6, 7, 8, 13-37'.
 
¿Cómo se unen los puntos? Por poner un ejemplo de aquello de lo que hablamos, dos días antes del 11 de Septiembre, un hombre muy valiente, el líder de la resistencia anti-Talibán, Ahmed Shah Massoud, era asesinado en Afganistán por criminales que se hicieron pasar por periodistas. Sus asesinos eran argelinos que viajaban con pasaporte belga y que habían llegado a esa parte del mundo con visados emitidos por la Alta Comisión Paquistaní en el Reino Unido. Eso son tres países más que muchos americanos han visitado. Los jihadistas no son 'primitivos'. Son parte de un entramado sofisticado: recorren el mundo, ven lugares interesantes, se reúnen con gente interesante -- y la matan. Están tan globalizados como McDonald's -- pero, en conjunto, rellenan menos papeleo. Son muy buenos en operaciones departamentales: no dejan huellas, apenas una pisada en el País A de la zona horaria B y otra pisada en el País E de la zona horaria K. Tienes que examinar cuidadosamente millones de puntos para discernir dos que puede valer la pena unir.
 
Soy un firme creyente en el derecho a la privacidad. No veo el motivo por el que los americanos están obligados a entregar al gobierno los detalles de sus cuentas bancarias y los activos ingresados, cuando otras agencias fiscales de otras sociedades libres no exigen ese nivel de transparencia. Pero, puesto que la gente de Estados Unidos está perfectamente cómoda con eso, es difícil ver el motivo por el que las listas de números telefónicos marcados (es decir, la factura detallada mensual) sin información de identificación adjunta es un orden de magnitud tan enormemente distinto. Por definición, 'unir los puntos' implica llegar a ver los puntos antes de nada.
 
El Senador Pat Leahy (D-Vt.) opina distinto. 'Vea este titular', bramaba el aspirante Demócrata en el Comité Judicial del Senado. 'La recolección secreta de historiales de llamadas telefónicas de decenas de millones de americanos. Bien, ¿me está diciendo que decenas de millones de americanos están involucrados en al-Qaida?'
 
No. Pero la próxima vez que vuele de D.C. a Burlington, Vt., la tarde de un viernes, podría examinar la fila de seguridad: ¡decenas de millones de americanos tienen que quitarse sus abrigos y zapatos! ¿Me está diciendo que decenas de millones de americanos ordinarios que llevan zapatos están involucrados en al-Qaida?
 
Por supuesto que no. Quince de los diecinueve asesinos del 11 de Septiembre eran ciudadanos de Arabia Saudí. De modo que descartemos las decenas de millones de historiales telefónicos respetuosos de la ley, y digamos que sólo queremos examinar las facturas telefónicas de larga distancia de, digamos, jóvenes de origen saudí residentes en Estados Unidos. ¿Puede imaginar lo que dirían a eso Leahy y Lauer? ¡Oh, no! ¡Fichado racial! La intromisión del gobierno en la gente cuyo único crimen es 'llamar en árabe'. En un país cuyo personal de la Administración de Seguridad en el Transporte sacó recientemente del avión a Daniel Brown como amenaza para la seguridad porque había trazas de pólvora en sus botas -- era un Marine americano de uniforme camino a casa procedente de Irak -- en tal cultura, cualquier medida de seguridad va a implicar a 'decenas de millones de americanos': de nuevo por definición, si uno no puede fichar según la religión o el origen nacional o cualquier otro perfil identificativo con potencial de agravio identitario colectivo, todo programa tendrá que ser al menos nominalmente universal.
 
La semana pasada, con motivo del caso Moussaoui, destaqué lo absurdo de que las víctimas del Blitz londinense[i] denunciasen ante un tribunal británico a los autores materiales alemanes. Melanie Phillips, columnista del Daily Mail de Londres y autora del nuevo y alarmante libro Londonistán, respondía tajantemente, 'Ah, pero es que si estuviéramos librando la Segunda Guerra Mundial hoy, la perderíamos'.
 
Puede que esté en lo cierto. Es ciertamente difícil imaginar a Pat Leahy como Franklin D. Roosevelt o Harry Truman o cualquier otro Demócrata en pie de guerra de los de hace tiempo. Cierto, la mayor parte de los votantes del Vermont de Pat diría que no hay guerra; es simplemente un montón de miedo incitado apilado por Bush y Cheney con el fin de distraer la atención de los votos que robaron en Florida o lo que sea. Y están en lo cierto -- si por 'guerra' usted se refiere a batallas de tanques en el desierto del Norte de África y fuerzas aéreas bombardeando ciudades británicas noche tras noche. Pero ningún país del mundo hoy puede librar ese tipo de guerra contra América. Si eso es todo lo que es 'la guerra', entonces (por definición una vez más) no puede haber guerra. Si busca debilitar, desmoralizar y desangrar hasta la muerte a Estados Unidos y sus aliados, sólo puede hacerlo asimétricamente -- matando a miles de personas y exigiendo después un juicio criminal, confraternizando con grupos terroristas en Afganistán y Pakistán y exigiendo después que el gobierno deje de inspeccionar su historial telefónico.
 
No oculto a nadie mi antipatía hacia el gobierno, pero no todo el mundo que está en nómina federal es un estúpido, un oportunista, un resabiado políticamente motivado o un director suministrador de filtraciones al New York Times. Suponga que es usted un experimentado tío de Washington de cargo medio, que acaba de descubrir un patrón, y cree que podría haber algo en él. Pero hablar con sus jefes exige enorme voluntad para que acuerden investigar más, y todo el mundo por encima en la cadena piensa, vaya, si esto sale a la luz, ¿me llevará Pat Leahy ante el Senado y se cargará mis perspectivas de ascenso? Hubo un montón de eso antes del 11 de Septiembre, y murieron miles.
 
¿Y en cinco años?

 
Mark Steyn escribe sobre política, arte y cultura y sus textos se pueden leer en en medios de habla inglesa en todo el mundo. Es columnista de The Chicago Sun-Times, el quinto diario más leído en America, también aparece en The New York Sun, The Washington Times, y The Orange County Register en California. Mark realiza colaboraciones habituales para The Jerusalem Post.
 
Copyright © Mark Steyn, 2006
 
Nota


[i] Bombardeos Nazis de Londres.