La cáscara vacía de la democracia afgana ante el fracaso de una OTAN dividida

por Jorrit Kamminga, 3 de abril de 2008

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se enfrenta en este momento al espinoso reto de asegurar la seguridad y la democracia en Afganistán y además garantizar la propia existencia de la Alianza Atlántica. En febrero de este año, el secretario de Defensa estadounidense Robert Gates todavía habló de la posibilidad de una OTAN dividida, pero desde hace mucho tiempo la ruptura del consenso en la organización ya es realidad. Dividida entre los países miembros que sufren lo peor de los combates en el sur del país y los que están desplegados en las zonas más seguras, la Alianza Atlántica no sólo pone en riesgo su propia existencia y credibilidad, sino el futuro de la democracia en Afganistán y la región vecina.
 
Aunque el futuro de la OTAN podría ser importante para sus países miembros en temas de la defensa común contra amenazas como el terrorismo internacional, no es precisamente el tema principal de lo que se preocupe el pueblo afgano. Al contrario, siete años después del comienzo de nuestra presencia en el país surasiático, los afganos todavía están más preocupados con las necesidades básicas que les faltan: el alimento, un refugio y la seguridad pública mínima para poder tener una vida digna. Las condiciones en las que actualmente vive la mayoría de la gente afgana han convertido nuestra promesa de reconstrucción y desarrollo en una cáscara vacía.
 
No es solo la promesa de reconstrucción y desarrollo que no hemos cumplido. Las perspectivas democráticas también tienen que ser puesto en tela de juicio. La situación de creciente inseguridad está poniendo en peligro la celebración de las próximas elecciones presidenciales. Según la Constitución afgana, el presidente Karzai tiene que convocar elecciones presidenciales antes del 21 de abril del año que viene. Sin embargo, la situación de seguridad actual no permite la convocación de dichas elecciones. La razón principal es la falta estructural de tropas internacionales en las zonas más violentas del país. Muchos países - incluido España - se resisten a enviar refuerzos al sur de Afganistán. La fuerza de la Alianza Atlántica en Afganistán se compone de unos 43.000 soldados, mientras los expertos en temas de defensa dicen que hacen falta al menos 80.000 tropas para conseguir una victoria duradera contra los talibanes y para tener al mismo tiempo suficientes tropas que pueden trabajar en proyectos de reconstrucción en todo el país.
 
Las tropas españolas están realizando un trabajo excelente bajo circunstancias muy difíciles en el oeste de Afganistán. No obstante, cuando la OTAN pierde la lucha contra los talibanes en el sur y el sureste del país, todos los esfuerzos realizados hasta ahora en otras partes de Afganistán también han sido en vano. Es clave recordar que fuimos al país surasiático a finales del año 2001 para evitar que nunca más en la historia fuera a ser un refugio para grupos terroristas como Al Qaeda. Antes de ese año, cuando dejamos a la suerte al pueblo afgano después de la victoria contra la Unión Soviética en 1989, las semillas del terror fueron plantadas en Afganistán y todo el mundo conoce las consecuencias terribles del 11-S y indirectamente del 11-M.
 
Por tanto hay mucho en juego en Afganistán tanto para España como para el resto de la comunidad internacional. España y los otros países miembros de la OTAN se han comprometido a apoyar al pueblo afgano para mejorar la vida de los afganos, combatir la pobreza y el desempleo, y para fomentar la democracia. Esta tarea no ha sido terminada y tenemos que seguir en Afganistán por lo menos hasta que las fuerzas de seguridad afganas estén listas para asumir su responsabilidad de una manera eficaz y sostenible.
 
Sin embargo, si la OTAN no logra restablecer la seguridad para asegurar la celebración de las elecciones presidenciales en 2009, el asunto de Afganistán tiene que volver a la agenda del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y tendremos que encontrar soluciones diferentes para salir de la crisis.

 
 
Jorrit Kamminga es jefe de investigación del Consejo de Senlis en Kabul, Afganistán. En este momento está haciendo una encuesta de opiniones en las provincias de Helmand y Kandahar sobre la insurgencia actual de los talibanes.