La amenaza de Irán, el dilema de Bush

por Max Boot, 20 de febrero de 2006

La decisión iraní de retirar los precintos de la ONU puestos en sus instalaciones de investigación nuclear ha puesto de manifiesto el fracaso de los intentos europeos de persuadir a los mulás para que abandonasen sus sueños atómicos. Lo único que lograron los europeos fue que ganaran tiempo para camuflarse mejor y poder proteger sus investigaciones y lugares de producción.
 
Algunos expertos calculan que Irán sólo necesitará unos 3 años más para construir su primera bomba nuclear pero pasará el punto de no retorno mucho antes. Dentro de 6 a 12 meses, Teherán terminará sus instalaciones de enriquecimiento lo cual hará de la bomba persa un final anunciado. Ya tiene misiles Shahab-3 que colocan a tiro fácil tanto a Israel como a las fuerzas americanas en Irak y Afganistán. Hay en producción un Shahab-4 con el que podría golpear a Europa Occidental y un Shahab-5 que podría llegar a Norteamérica.
 
Un misil de Irán no es ningún prospecto tranquilizador, dado su bien ganado nombramiento por el Departamento de Estado como el principal estado  patrocinador de terrorismo en el mundo. Los mulás sirven de padrinos a Hamás, Hizbolá y la Yihad islámica, entre otras encantadoras organizaciones. Son sospechosos de suministrar armas y entrenar terroristas en Irak. Y han dado protección a altos miembros de Al Qaeda al mismo tiempo que aducen haberlos detenido.
 
Lo que hizo la situación más alarmante aún fue la “elección” como presidente (en un proceso no democrático) de Mahmud Ahmadineyad el año pasado, ex miembro de la Guardia Revolucionaria (Las SS de Irán). Ha estado ocupado apareciendo en las portadas de los periódicos con sus afirmaciones de que el Holocausto nunca ocurrió y que Israel es un “tumor” que debería ser “borrado del mapa”. Algunos analistas occidentales se consuelan diciendo que en realidad él no quiere decir eso; seguramente está sólo presumiendo para una audiencia doméstica. ¿No era eso lo que también decían de Hitler? Cuando los dictadores hacen afirmaciones belicosas, la prudencia dicta que los tomemos en serio.
 
Especialmente porque el dictador en cuestión da todas las señales de ser un genuino fanático religioso que cree en la inminente llegada del Mahdi, (el guiado por la Divinidad), un mesías que anuncia el fin de los tiempos. Ahmadineyad ha afirmado que fue inundado por un aura divina cuando habló ante la Asamblea general de la ONU el año pasado llamando al “prometido, a ese ser humano perfecto y puro” para que regrese a la Tierra.
 
En suma, un estado que patrocina el terrorismo, liderado por un lunático apocalíptico, muy pronto tendrá la capacidad de incinerar Tel Aviv o Nueva York. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) estaba lo suficientemente preocupado como para llamar a una reunión de emergencia el 2 de Febrero para hablar y referir el caso al Consejo de Seguridad de la ONU. Ésta no es una probabilidad que haga temblar a los mulás. Saben perfectamente bien que no es probable que se consideren sanciones serias. Sus socios comerciales, Rusia y China, cuidarán de que eso no suceda. Ni los europeos tienen interés en embargar el principal producto de exportación iraní, el petróleo, cuando el barril está a más de 60 dólares. Lo máximo que puede pasar es que algunos funcionarios iraníes vean congeladas sus cuentas en el extranjero y que se recorten sus viajes al exterior. Eso parece ser un pequeño precio a pagar con tal de lograr la gloria nuclear.
 
¿A estas alturas, qué podría detener a Irán? Algunos conservadores habían puesto sus esperanzas en otra revolución iraní. La CIA y otras agencias deberían hacer todo lo posible para alentar ese levantamiento. Pero las posibilidades de que haya un cambio de régimen a corto plazo no son muy altas. Aún más improbable es que haya una invasión americana, el ejército americano está haciendo excesivos esfuerzos ya como está.
 
Eso nos deja solamente con una opción seria: Ataques aéreos por Israel o Estados Unidos, posiblemente acompañados de incursiones de comandos. Es dudoso que las bombas puedan erradicar el programa nuclear de Irán, pero sí que podría hacerlo retroceder por años, posiblemente el suficiente tiempo para que reviente el gobierno desde dentro.
 
Hay dos grandes inconvenientes que citan los que son contrarios a la acción militar. Primero dicen que un ataque podría llevar a que los iraníes hagan piña con el actual gobierno. Es posible. Pero más bien podría exponer la debilidad de los mulás y por tanto socavar su autoridad. La segunda objeción es más seria. Aún si los ataques aéreos son llevados a cabo por Israel, los mulás ordenarán casi con seguridad que haya represalias terroristas contra Estados Unidos y que preparasen todo tipo de esfuerzos para sabotear nuestras actividades en los vecinos Afganistán e Irak. Esto si es verdaderamente preocupante. Pero... ¿supera las consecuencias de permitir que Irán se convierta en nuclear?
 
Antes de lo que piensa, el Presidente Bush tendrá que enfrentarse a una difícil alternativa: O bien ordena ataques aéreos (o consiente que haya ataques israelíes) o tendrá que aceptar un Irán nuclear. Por mucho que intimidemos con amenazas no lograremos que este difícil dilema desaparezca.
 

 
 
Max Boot es investigador decano del Council on Foreign Relations y ex editor de la página editorial del Wall Street Journal.
 
©2006 Max Boot
 
©2006 Traducido por Miryam Lindberg
 
GEES agradece al Sr. Boot el permiso para publicar este artículo.