Jefatura del Gobierno: grandeza de espíritu y servidumbres

por Hernando Cortés Monroy, 16 de febrero de 2010

 

Se podrá criticar o no al Presidente Obama, gustar o no su gestión, pero no hay duda de que posee un coraje y una grandeza de espíritu, fuera de lo común. Encerrarse en el “sancta sanctorum” del Ejército norteamericano –la Academia Militar de West Point-, rodeado de todos los cadetes, para explicar como ve el problema de Afganistán requiere valor. ¿Se imaginan al Presidente Zapatero encerrándose en la Academia General Militar, de Zaragoza, con los cadetes para explicar los tremendos desaguisados que afectan a la defensa nacional en España? Inviable, ¿verdad?, imposible e increíble. Y sin embargo, Zapatero tiene un buen ejemplo a seguir en la conducta del ex –Presidente Felipe González, quien al poco de ser elegido se atrevió a engullirse toda una misa de campaña, y los actos consiguientes, en el Regimiento de Infantería Acorazada “Alcázar de Toledo 61”, en el Goloso, en una gélida mañana del mes de diciembre de 1982, cuando todavía coleaban las consecuencias del fallido 23-F.
 
Zapatero no es ni González ni Obama, eso está claro. Pero si descuidar la defensa nacional en tiempo de paz es una irresponsabilidad, hacerlo en tiempo de crisis –y con una guerra, en curso, le guste o no-, es un crimen de estado, cuyas primeras consecuencias vienen siendo ese goteo de víctimas de la incompetencia militar, que están sucediendo en Afganistán, a causa principalmente de la falta de prestaciones del material obsoleto con el que están equipadas las fuerzas españolas allí desplegadas.
 
Ya no vamos a culpar más ni a la ministra Chacón, ni al general hoy jefe del Estado Mayor de la Defensa, que se limita a asentir, sonreír, y decir que él solamente se ciñe al cumplimiento de la misión asignada, apretándose el cinturón ante la crisis actual, y repitiendo con firmeza Sin Novedad. La culpa y responsabilidad últimas es siempre del jefe, y aquí el jefe no es otro que el Presidente del Gobierno.
 
Hubiera sido exponente de una grandeza de espíritu, sin parangón, que el Sr. Rodríguez Zapatero hubiera comparecido –o compareciese en un futuro próximo-, y confesase públicamente que su administración ha fallado en proporcionar en tiempo útil a los soldados españoles los medios que necesitan para el cumplimiento de su misión, una misión que él ha autorizado y sometido a la aprobación del Parlamento. Y que afirmarse su disposición sincera y firme a resolver el tema con carácter inmediato.
 
Es una pena que no suceda así, pero cuando casi van a transcurrir 3 años desde que saltaron todas las alarmas con la muerte de 6 soldados en el Líbano, es inadmisible que solo haya un número mínimo de los nuevos vehículos protegidos desplegados, y que, incluso, los que se han enviado no se utilicen, o como se desprende de lo que cuentan los soldados, todavía están aprendiendo a utilizarlos. Es igualmente inadmisible que un vehículo con más de 30 años, del que ha probado fehacientemente su incapacidad e inadecuación para las misiones a desempeñar, siga en servicio y no se haya dado de baja ya.
 
Es igualmente inadmisible que desde el Ministerio de Defensa se distorsione la realidad, e incluso se anuncien ahora negociaciones para adquirir nuevos vehículos, que, como pronto, tardarían más de un año aún en fabricarse, y entregarse, y eso, si no se producen retrasos, como ha sido la tónica hasta ahora. O anunciar pomposamente la próxima contratación de un nuevo vehículo 8x8, que sustituirá al BMR,… allá nada menos que en 2014, cuando ya se habrán retirado las tropas de Afganistán, como preconiza el Presidente Obama. Es triste pero solo hace pensar que se toma el pelo a las Fuerzas Armadas, con la connivencia de los generales, y con el apoyo de las medidas de engaño y decepción orquestadas desde el Ministerio de Carme Chacón.
 
Desde estas líneas, sólo le pedimos a la autoridad responsable que sea coherente, que no sacrifique innecesariamente a los soldados de España, y que no se engañe sistemáticamente ni a la opinión pública ni a las familias de los caídos. ¡Grandeza de espíritu ante todo, Sr. Presidente!