Israel se enfrenta a la muerte otra vez

por Rafael L. Bardají, 1 de julio de 2014

 Vaya por delante mi más sincero pésame para las familias de los tres adolescentes israelíes  brutalmente secuestrados y asesinados por terroristas palestinos en Cisjordania el pasado 12 de junio y cuyos cuerpos sin vida han sido encontrados hoy en las cercanías de Hebrón. Naftali Frankel, Gilad Shaer y Eyal Yifrach han sido asesinados por ser tres chicos judíos en una tierra donde los enemigos de Israel sólo aspiran a generar terror y donde sólo sueñan con apoderarse por la fuerza del Estado judío. Matar judíos es acabar un poquito con el Estado de Israel en su perversa mente.

 
Israel sabe muy bien qué es el sufrimiento. Los pogroms antijudíos empezaron hace casi cien años, bien antes de que Israel existiera o que los asentamientos, hoy tan discutidos,  hubieran comenzado a desarrollarse. Si en Haifa o Hebrón se quiso acabar en 1921 o en 1936 y 1939 con las comunidades judías fue porque los árabes nunca han aceptado lo que la Biblia y la Historia nos enseña: que el pueblo judío hunde sus raíces en Palestina desde tiempos inmemoriales. Miles de años antes de que Yassir Arafat se inventara en 1967 el término "pueblo palestino". La misma causa de por qué los árabes no quisieron aceptar el plan de partición en dos estados de 1947, uno para los árabes y otros para el pueblo judío, porque uno de ellos era eso, para el pueblo judío. La misma causa de las tantas otras guerras, las intifadas y el terror, las inmorales campañas de deslegitimacion sobre el derecho a existir de Israel y las repetidas amenazas de Irán de "borrar del mapa a Israel".
 
Desgraciadamente estos tres nuevos asesinatos se producen en un contexto cada vez más problemático tanto para Israel como para muchas comunidades judías en el mundo. Israel es una isla de libertad y prosperidad en medio de un mar cada vez más amenazante y turbulento.  Las banderas negras del EIIL se ven en funerales en Gaza; la guerra de Siria desestabiliza al Líbano, Jordania e Irak; Fatah y Hamas forman un nuevo gobierno de coalición palestinos sin que el mundo reaccione ni con firmeza ni coherencia contra una Autoridad palestina que se alía con el terrorismo; y el acuerdo con Irán que Obama está cocinando no garantiza que Teherán abandone sus actuales capacidades para fabricar una bomba atómica.
 
Al mismo tiempo, las campañas de manipulación informativa llevadas a cabo con gran éxito por los palestinos, el odio de una izquierda que no  entiende ni el sentido religioso e identitario de Israel ni su voluntad de defenderse cuando las circunstancias lo exigen, y el tradicional antisemitismo de una derecha carpetovetónica, están alimentando una auténtica guerra legal y económica contra los intereses de Israel en la forma de denuncias de individuos, boycotts y presiones para que académicos y artistas no pisen suelo de Israel. Nunca ningún país ha tenido que combatir a sus enemigos en tantos frentes simultáneamente.
 
El secuestro de los tres adolescentes ha pasado sin pena ni gloria fuera de Israel. Muchos dirán que otras noticias tenían más relevancia, como el colapso de Irak. Pero yo estoy convencido de que eso es sólo otra excusa. Insultar, amedrentar, atacar e incluso asesinar hoy a judíos ha pasado a ser algo cada vez más habitual. Y rara vez se condena. Ahí están las autoridades belgas intentando negar el ataque al museo judío de Bruselas como un atentado terrorista antisemita, por ejemplo.
 
El silencio de los corderos es el producto del miedo. Y en Europa se tiene miedo, y mucho, a ser visto como pro judío y proisraelí. La semana pasada, por ejemplo, se expulsó a una delegación norteamericana de judíos de la cumbre de Estados Africanos a la que habían sido previamente invitados. Porque los delegados de la Liga Árabe no soportaron verles cubrir sus cabezas con la tradicional kipá. ¿Algunos de nuestros líderes, incluyendo al presidente de gobierno español, hizo el más mínimo gesto de disgusto o reprobación? No. Demasiados intereses, demasiados temores.
 
Pero asesinar a judíos no puede pasar desapercibido ni quedar impune. Y no es algo que pueda quedar únicamente en las manos de las autoridades israelíes. Los cadáveres encontrados en Hebrón también se habían encontrado ya en Bruselas o en Francia.
 
Hoy hay una nueva esvástica, anidada en una irracional extrema derecha, alimentada por una izquierda descreída, pacifista y multiculturalista, y aprovechada por palestinos, hermanos musulmanes, salafistas y jihadistas, en Europa y en medio mundo. Incluidas muchas universidades americanas.
 
Por eso este brutal e injustificable asesinato de tres jóvenes cuyo error fue hacer autoestop para volver a casa, no nos puede dejar indiferentes. El pueblo judío tiene todo el derecho de vivir en paz e Israel de defenderse para poder también lograrlo. Hace 70 años el mundo consintió  el horror nazi del Holocausto. Es nuestra obligación moral no permitirlo nunca más. Es más, es nuestro propio interés el que debería llevarnos a defender a Israel frente a la barbarie.
 
Descansen en paz y mantengámoslos en nuestros corazones.