Irán: el bombazo de la CIA

por Manuel Coma, 31 de diciembre de 2007

(Publicado en La Razón, el 31 de diciembre de 2007)
 
Ahmadineyad exultante, la administración Bush tambaleándose a la defensiva, los aliados europeos aguantando, rusos y chinos encantados, árabes haciendo convivir la desolación por la peligrosa ingenuidad y el alivio por el alejamiento de la inquietante acción militar. Todo ello producto de un documento de la comunidad de inteligencia americana sobre capacidades e intenciones nucleares de Iran. La esencia: suspendieron el programa militar en el 2003. Claro que la rotundidad es totalmente ajena al lenguaje de las burocracias del espionaje. Una falta de profesionalidad. La Estimación Nacional de Inteligencia  se ocupa del tema en dos páginas y un tercio, en su extracto público, mientras que dedica más amplio espacio a explicar los enrevesados circumloquios de su lenguaje: nunca afirma, asegura, asevera, si no que juzga, estima, evalúa, con tres grados de confianza, que en la práctica se convierten en cinco, puesto que usa los intermedios, media-alta, por ejemplo, y siete grados de probabilidad, desde remota a casi cierta, sin que nada llegue nunca a seguro ni en lo positivo ni en lo negativo. Sus manifestaciones “no son hechos, pruebas o conocimientos” y se basan “generalmente en información recogida que a menudo es incompleta o fragmentaria”. Omiten lo obvio. Que siempre puede ser una intoxicación de los contrarios. Cinco por siete, treinta y cinco grados de cautela que los hacen infalibles, puesto que contienen siempre una admisión de la posibilidad de lo diametralmente opuesto, pero que se esfuman en el fino aire del tratamiento periodístico y las derivas políticas.
 
Ahora “juzgan con confianza alta que en el otoño del 2003 Teherán detuvo su programa de armas nucleares”. No menos infalibles, en su precedente Estimación del 2005 juzgaban, también “con alta confianza”, que Irán “estaba decidido a desarrollar armas nucleares a pesar de sus obligaciones internacionales”, las cuales se refieren al Tratado de No Proliferación, del que es signatario y que violó desde la llegada del régimen islámico al poder hasta, nos dicen ahora, la caída de la hoja de hace cuatro años.  
 
Prescindamos, periodísticamente, del blindaje de alambicados matices. Se equivocaron entonces. ¿Por qué no ahora? ¿O al revés? Creen haber conseguido mejores fuentes y desarrollado métodos de análisis más fiables. Alto secreto al fin y al cabo, no nos lo van a contar. Pero lo escrito escrito está y es todo un poema. Si bien se mira, no es tan incompatible lo de antes con lo de ahora. Podían entonces estar decididos a “desarrollarlas”, pero la mejor manera pudo muy bien haber sido detener el programa en espera de tiempos más propicios, mientras que aceleraban la parte absolutamente claves, común con el esfuerzo pura y supuestamente civil, de dominar las técnicas del enriquecimiento del uranio, lo que ostensible y masivamente están haciendo y con gran probabilidad mucho más allá de las modestas concentraciones del 4.5% que se requieren para producir energía eléctrica en un reactor nuclear,  mientras caminan con paso firme, aunque todavía incipiente, hacia el más de 40% necesario para producir la bomba. De hecho, la sabiduría actual “valora con moderada confianza que Teherán no había reanudados su programa de armas nucleares hacia mediados del 2007”. Pero estamos en diciembre y el documento nos deja in albis sobre lo que estima que desde entonces pueda haber ocurrido. Eso sí, “valora con confianza entre moderada y alta que como mínimo Teherán mantiene abierta la opción de desarrollarlas”. Abierta si, pero ¿llena o vacía? Averígualo Vargas.
 
Las 16 agencias que se zampan 43 mil millones de dólares todos los años y subiendo, “juzgan con alta confianza que la paralización respondió al creciente escrutinio y presión internacional, resultante de la exposición del previo trabajo nuclear no declarado”. ¡Cuentos persas! A la altura del otoño del 03 tal cosa aún no había sucedido! Lo que dicen las crónicas y recuerdan los viejos del lugar es que hubo una guerra en la vecina Iraq por su renuencia en sincerarse con los inspectores de la ONU en sus cosas de destrucción masiva, nucleares o no, siendo así que nadie pretendió que tuvieran las de carácter atómico, si no sólo que hacían lo posible por conseguirlas, fuera ello mucho o poco. Y sabemos que esa malhadada guerra tuvo efectos salutíferos sobre el espíritu de Gaddafi, que destapó y se deshizo de su secreta y esforzadamente adquirida colección de juguetes nucleares, y sobre los paquistaníes, que acabaron con el negocio internacional que su héroe Qadeer Abdul Khan, padre de la bomba atómica local, había montado para pignorar internacionalmente sus altos conocimientos en la materia. Algo debe haber influido también sobre el coreano Kim Yong Il.
 
Entre los satisfechos por la nueva Estimación se cuenta ElBaradei, que se ha propuesto mantener la paz en el mundo no incomodando demasiado a los peligrosos aspirantes atómicos, siempre que mantengan sus secretos aceptablemente escondidos. Pero entre sus expertos en la Agencia de NNUU que se ocupa del asunto hay quien ha dicho públicamente “nosotros no somos tan generosos con Irán”. Y una veterana de la CIA, con veinte años de experiencia en el tema, ha publicado en Middle East Times, al parecer con un alto grado de cofianza, que “esta Estimación huele intensamente a politización en el interior de la comunidad de inteligencia”. Pero esas son ya las implicaciones de otro carácter. Otro día si Dios quiere.