Integrar en lo común en tiempos de crisis: la prueba de fuego

por Ana Ortiz, 26 de marzo de 2009

Charlar con Mauricio Rojas, es, además de un lujo, toda una oportunidad para aprender de su sensatez, de su visión de las cosas. Un hombre con una experiencia vital que merece la pena conocer. Aunque no descubro nada.
 
Mauricio Rojas es escritor y doctor en Historia Económica. De origen chileno, emigró a Suecia en 1974, donde ha sido parlamentario del Partido Liberal, portavoz en temas de integración. Rojas ha vivido personalmente la experiencia de la migración y se ha especializado durante años en el estudio del fenómeno migratorio. Sin duda, una excelente apuesta del consejero de Inmigración y Cooperación, Javier Fernández Lasquetty, quien ha sabido entender desde el principio que la inmigración es mucho más que grandes palabras.
 
Mauricio Rojas dirige hoy la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación, EPIC. Se trata de un nuevo espacio de la Comunidad de Madrid, gestionado por la Cruz Roja y la propia Comunidad, y que cuenta con el respaldo de la Universidad Rey Juan Carlos. La idea del proyecto es poner a disposición de la ciudadanía la formación, la sensibilización y el debate de ideas y propuestas en los ámbitos de la inmigración y la cooperación al desarrollo. Fomentar un espacio de reflexión y formación en los ámbitos de la inmigración, la integración y la cooperación al desarrollo.
 
La EPIC es una escuela que pretende ser un modelo de referencia en España. Su ambición es contribuir a una exitosa integración de la población inmigrada a una sociedad de acogida abierta y plural. También busca aportar una eficaz gestión de la cooperación al desarrollo. Un punto donde las políticas de integración, y más en un momento de crisis como el que estamos atravesando, son capitales. Aquí es donde tiene pleno sentido la constitución de la EPIC, puesto que se trata de facilitar herramientas a nivel profesional, a aquellos que trabajan con inmigrantes. Personas que estén adecuadamente formadas para trabajar con las personas que ya forman parte de nuestra sociedad.
 
Precisamente de apertura y pluralidad se trata, pero entendidos en términos de diversidad cultural. Ahora ya nos son tiempos de palabras, sino de integración en mayúsculas, dadas las circunstancias económicas en las que estamos inmersos. El último en dar la voz de alarma, el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman. “La perspectiva para España es aterradora”. Krugman no es sospechoso de pertenecer al club de los antipatriotas, antes al contrario, se le presume una ideología más afín a la izquierda.
 
Así las cosas, entre las bombas de relojería que tiene el presidente Zapatero en sus manos está la de la inmigración. No porque los inmigrantes sean en sí un problema, puesto que la inmensa mayoría han llegado con la sana intención de trabajar y formar parte de nuestra sociedad. Sino porque las políticas cortoplacistas desarrolladas hasta ahora han favorecido un crecimiento repentino de la población y de trabajadores que se están encontrando con lo que nunca esperaron y de lo que huían: el desempleo.
 
Lo primero que se propuso a las miles de personas que han venido a España buscando un futuro, cuando antes se las había engatusado con el paraíso terrenal en la tierra, es que se marcharan. Mauricio Rojas recuerda la publicidad que se hizo entonces, que se podía encontrar en cualquier rincón del metro de Madrid, por ejemplo.  Para él, cada vez que leía el cartel del Plan de Retorno Voluntario era como en realidad, estuvieran diciendo “¿Por qué no te marchas?”.
 
El director de la escuela EPIC considera que los inmigrantes, lejos de retornar en su mayoría, “serán los primeros en salir de la crisis, precisamente, porque han venido con el propósito de trabajar, y de trabajar en lo que sea. Es más, se queda todo aquél que está dispuesto a trabajar”.
 
Su manera de pensar tiene lógica. Sabemos que buena parte del contingente migratorio se emplea en tareas que hace algunos años que los españoles rechazan, como son las labores del campo. Mientras algunos salen a la calle pidiendo la ampliación del PER, hay quienes se están dedicando a trabajar en las diferentes campañas de recogida y cosechas del campo español.
 
Tampoco tendrán- ni tienen ahora- problemas con la movilidad geográfica. Ya cubrieron la parte más difícil, que es la de abandonar su país y los suyos, de modo es que buscar trabajo en otro lugar de la geografía española no supone una dificultad, más allá de la incomodidad de empezar de cero en otro sitio una vez más. Incomodidad mucho menor que la de encontrarse sin trabajo. La carencia de redes familiares de apoyo contribuye a que nuestros nuevos vecinos se busquen la vida mucho antes que los que estábamos aquí. No hay más que acercase por algunas plazas de algunos barrios trabajadores de Madrid para comprobar cómo están dispuestos a trabajar por un jornal. Sin que esto sea el ideal, ni mucho menos, lo cierto es que el mercado en ese punto se mueve y está dinámico.
 
Para un español, la movilidad geográfica constituye un problema precisamente por la falta de reformas estructurales que demanda nuestra economía y que no se están enfrentando. La falta de unidad en el mercado, que está dividido en diecisiete trozos, tantos como comunidades autónomas hay; las consecuencias de la burbuja inmobiliaria, que ha traído consigo un enorme endeudamiento de las familias a muchos años a causa de las hipotecas, y que nos atan a nuestros puesto de trabajo sin pensamiento de movernos, son algunas de las trabas que todavía debemos salvar los nacionales, algo con lo que no se encontrarán los inmigrantes.
 
Lo que verdaderamente parece más sensato, según Mauricio Rojas, es desarrollar una política de inmigración más ordenada, sobre todo, en la llegada, pero en ningún caso restrictiva en ese particular para el que viene a trabajar. Una ordenación que comporta un compromiso, tanto para los que llegan, como para los que están. En el camino para la integración, la política de inmigración debería estar basada en la búsqueda de la construcción de lo común. Podría hacerse mediante un contrato de integración, que le dé solemnidad al hecho de hacer algo en común que no viene dado por la sangre y que signifique que: ‘esto es lo que me comprometo a hacer para quedarme’. De esta forma, se le otorga legalidad”.
 
“Este contrato de derechos y obligaciones, debe otorgar derechos de forma escalonada, según se vayan cumpliendo una serie de compromisos.”
 
Algo así como una carta de derechos y obligaciones, lo suficientemente clara y concisa que incluya el compromiso de aprender la lengua común, conocer la cultura y los valores básicos de España. “El siguiente paso debería consistir en que, efectivamente, esto se ha cumplido”.
 
“Pero a estas obligaciones, tiene que haber una serie de derechos que puedan obtenerse de forma paulatina: la residencia, el trabajo y la ciudadanía”.
 
Se trata de crear una realidad común. Una realidad inclusiva, sobre todo teniendo en cuenta a las segundas generaciones, que pueden jugar un doble papel: o integrar o todo lo contrario.
 
El deber de la semejanza
 
Mauricio Rojas comenta la experiencia con la que se está encontrando Suecia, donde la integración de los inmigrantes no se ha hecho como sería deseable, conformándose guetos de muy difícil integración. El quid de la cuestión es que el grueso de los inmigrantes llegados al país nórdico lo hicieron por causas de asilo y menos por cuestiones de trabajo, como es el caso de España. Una política del Bienestar mal orquestada, más que subvencionada y extralimitada, ha contribuido a que se crearan estas bolsas de personas sin integrar. “El trabajo es el primer vehículo de integración”.
 
Ese modelo del Estado del Bienestar llevado al extremo creó un hombre nuevo, a partir de la negación de lo natural, como es la familia. Se fomentó en exceso el individualismo. Y eso, no facilita la integración tampoco.
 
En tiempos de crisis, este particular se agudiza mucho más.
 
Cualquiera que haya escuchado a Mauricio Rojas, sabrá su teoría del “modelo pizza”: lo fundamental es construir a partir de una base común. La multiculturalidad contribuye a hacernos sentir las diferencias, que venimos de mundos distintos. La diversidad cultural implica que podemos construir a partir de una base común, pero buscando los puntos que tenemos la mayoría, respetando las costumbres del otro, siempre y cuando respeten valores que dignifican a la persona, como es la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a la ley, etc.
 
“Precisamente, ahora, en un tiempo de crisis como el que estamos atravesando, los inmigrantes necesitan que se les ayude a integrarse a partir de lo común”. “Ello no implica olvidar las raíces de uno. El derecho a la diferencia tiene la obligación de la semejanza. El deber de la semejanza. Si no, los expondremos a la agresión del mañana”.
 
Toda una filosofía.
 
El éxito de Estados Unidos
 
Uno de los pilares del éxito de la sociedad norteamericana, un país construido por inmigrantes, ha consistido en potenciar una serie de valores comunes compartidos por todos, incluidos los que van incorporándose al país. Por ejemplo, los conceptos de bandera y su significado, la nación. El mismo Obama hizo toda una declaración de amor a lo común cuando tomó posesión de su cargo como presidente.
 
Europa tiene todavía un camino por recorrer en este sentido. En opinión de Mauricio Rojas, “Europa todavía está en la negación de muchos valores, quizá por un complejo colonialista. Al final, lo que se ha conseguido es fomentar una multiculturalidad destructiva, que genera ganancias a corto plazo, pero que a la larga, generará enfrentamientos”. Ya ocurrió en Francia con la segunda generación, y eso que no estábamos pasando la crisis económica que nos afecta ahora.
 
Oportunidades para España
 
España ha disfrutado de unos años de bonanza económica, pero todavía tiene la asignatura pendiente de hacer reformas en el mercado de trabajo que ahora son capitales. “Hoy, España padece una crisis de modernización”.
 
El trabajador español ha tenido la posibilidad de profesionalizarse y especializarse, de avanzar en el mercado gracias, en parte, a los inmigrantes, que han cubierto los nichos de trabajo que los españoles han desechado en los últimos años.
 
Sin embargo, aprendiendo del error sueco, de no integrar y de crear, sin querer, una inmigración excluida tanto estructural como culturalmente, España tiene la oportunidad de seguir avanzando en el camino de la integración por la vía del trabajo.
 
Mauricio Rojas es partidario de que el mercado no se cierre a los nuevos, sino que sea abierto y flexible, con el compromiso, por parte del que llega, de asumir sus derechos y deberes, como se ha especificado.
 
También considera interesante que se aproveche la difícil coyuntura para abrir un debate que contribuya a encontrar sinergias, para trabajar en lo común. Un reencuentro con América.
 
Con respecto al mundo islámico, el director de la EPIC es partidario de un islamismo secularizado. Debemos ayudarles a avanzar en un proceso de modernización y no fomentar aquellas actitudes que están todavía en el siglo XV. Ese camino lo hizo el cristianismo, con sus luces y sus sombras.
 
Rojas considera que la reforma del Islam vendrá desde Europa porque se hará desde los Estados seculares.
 
“No hay que ponerse contra el Islam, sino al lado de los que quieren modernizar el islamismo”.
 
Una buena oportunidad
 
Albert Einstein decía que: 'No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. (…)Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.
 
(…) La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones(…)”.
 
Quizá sea un buen momento para articular políticas con mayúscula, de largo recorrido, para generaciones. En el campo de la inmigración se han terminado los experimentos y la grandilocuencia. Es el momento de integrar, de sumar y de buscar lo común para construir aprovechando la ocasión para dar un paso al frente.
 
¿Quién se anima?

 
Ana Ortiz es Analista Adjunta en el área de Medios de Comunicación.