Iberoamérica. Sopa de letras chavista

por GEES, 7 de diciembre de 2011

En América existe una sola institución que agrupe a la mayor parte de los países del continente: la Organización de Estados Americanos, dirigida desde 2005 por el socialista José Miguel Insulza como secretario general. Pese a que éste respalda las elecciones, las aberraciones legales y los atropellos del bando chavista, como las elecciones en Nicaragua, mientras ha promovido la suspensión de Honduras por la destitución del golpista Manuel Zelaya, el presidente Hugo Chávez no está contento con ella, ya que su admirada Cuba fue expulsada de su seno en 1962 y la sede se halla en Washington.

Desde hace unas décadas, han aparecido otros organismos y proyectos multilaterales pero parciales, como la Comunidad del Caribe (1973), la Comunidad Andina de Naciones (1979), el Mercosur (1991), el Sistema de Integración Centroamericana (1993) y la Unión de Naciones Suramericanas (2008). En torno a ellas han surgido secretarías, parlamentos, tribunales, consejos consultivos... y más puestos para la burocracia de diplomáticos profesionales, políticos retirados y consultores. Chávez, cuya mala salud es cada día más visible, aprovechó la III Cumbre de América Latina y Caribe para anunciar la constitución de un organismo americano que excluya a EEUU y Canadá: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Más letras para la sopa.
Las diferencias con la OEA que quieren los bolivarianos no se limitarían a la exclusión de las potencias anglosajonas, sino a la eliminación de las débiles garantías democráticas del sistema vigente, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Carta Democrática Interamericana. Sin embargo, en esa cumbre de la CELC celebrada en Caracas el 3 y el 4 de diciembre, la sopa de Chávez quedó aguada. La división entre bolivarianos y demócratas volvió a plantearse: éstos no quieren debilitar a la OEA.
Pese a los parabienes y los aplausos de la reunión, la CELAC sufre del mismo defecto que han mostrado la OEA y la ONU en estas décadas: cuando los grandes no pueden controlarlas, se desentienden de ellas. Estados Unidos no desea implicarse en la OEA puesto que su voto vale lo mismo que el de Belice o el de Nicaragua. En el caso de la CELAC, dos de los que más se oponen a la adopción de la regla de la mayoría han sido Brasil y México. Caracas cuenta con un puñado de votos y además con los suministros de petróleo para comprar voluntades, pero las dos repúblicas con más de cien millones de habitantes no quieren quedarse atadas a propuestas de paisitos de menos de diez millones de personas. Sólo el PIB del estado de Sao Paulo supera el de todos los demás países de Sudamérica, incluida la Venezuela del petróleo.
Si al final las decisiones se toman por consenso, los grandes de este ámbito podrán vetar aquellas que les incomoden. Estaríamos ante algo parecido al Consejo de Seguridad de la ONU y al núcleo duro de la UE formado por Alemania y Francia. ¿Y cuánto cuesta un tazón de esta nueva sopa en oficinas y funcionarios?
Frente a la CELAC, se levantan como operativos otros pactos, como la Alianza del Pacífico, formada por Chile, Colombia, México, Panamá y Perú, que busca la integración de sus economías, con el objetivo de penetrar en los mercados asiáticos y norteamericanos. El comercio conjunto de la Alianza del Pacífico supera al comercio exterior de Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). Los presidentes de la Alianza se fueron de Caracas a Mérida (México) para seguir negociando su tratado constitutivo. Seguramente, cuando la Alianza del Pacífico esté funcionando, la CELAC siga sumida en discusiones bizantinas.
El mundo actual camina hacia un predominio de los intereses nacionales sobre los regionales e ideológicos. También Iberoamérica, por mucho que le pese a Chávez.