Hollande, peligroso espejismo

por Juan F. Carmona y Choussat, 8 de mayo de 2012

(Publicado en La Gaceta, 7 de mayo de 2012)

La victoria de Hollande, político de piel de cordero que sólo ha dirigido el partido socialista francés, presagia serias consecuencias. Bajo una apariencia blanda y de hombre “normal” su modelo es el radical Mitterrand de 1981.

Su programa es inaplicable. Ni en Francia ni en Europa hay alternativa al control del gasto público, condición necesaria para el crecimiento. Hollande revocará, si puede, el tratado europeo de estabilidad presupuestaria. Tal actuación podría dar el pistoletazo de salida para la disolución del euro. Si el problema de los estados del bienestar es el peso del estado en la economía (56,6% en Francia), la deuda pública acumulada (un 90% del PIB) y la ausencia de productividad privada no hay elemento que no agravará Hollande. El tentador espejismo de la palabra taumatúrgica de la hora presente, “crecimiento”, oculta tras sí la ruina y amenaza con la miseria a quien siga a esta Francia.
 
Hay algo más grave. Una clase de franceses, llamémosles neo-franceses, no se sienten integrados en el país vecino. Descendientes de inmigrantes, no son extranjeros, votan y son mayoritariamente musulmanes aunque con muy diversos grados de adhesión. Con ellos ha formado una alianza de hecho la izquierda. En el primer mítin tras la primera vuelta, el candidato del Frente de Izquierda Mélenchon fue recibido con banderas palestinas, no francesas. A las ocho y un minuto pidió el voto para Hollande. Fue el único derrotado en dar una consigna tan clara e inmediata: “Echar” a Sarkozy.
 
Porque Sarkozy representaba a los franceses que no desean dejar de ser occidentales.
 
Paradójicamente el oscuro futuro que pinta el programa de Hollande, si lo cumple, será la prueba del nueve del fracaso de la socialdemocracia. Pero quién sabe lo que hundirá con ella.