¿Hará algo el mundo con la Solución Final definitiva?
por Charles Krauthammer, 18 de abril de 2008
(Publicado en The Washington Post, 11 de abril de 2008)
El martes 8 de abril Irán anunciaba que instalaba 6.000 centrifugadoras más -- obtienen el uranio enriquecido, el ingrediente clave de un arma nuclear -- además de las 3.000 ya funcionando. El mundo bostezó.
Es hora de admitir la verdad. La tentativa de la administración Bush por detener el programa nuclear de Irán ha fracasado. Estrepitosamente. La última ronda de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que se tardó un año lograr, es cómicamente débil. Representa el final del camino de las sanciones.
Bush va a tener que traspasar a su sucesor un Irán al borde de ser nuclear. Esto desestabilizará profundamente Oriente Medio, amenaza a los árabes moderados con la hegemonía iraní, y deja a Israel en alerta permanente.
Este fracaso, sin embargo, puede ser paliado. Puesto que aparentemente no va a haber desarme de Irán a través de la prevención o a través de las sanciones, tendremos que depender de la disuasión para evitar que los mulás, algunos de los cuales son apocalípticos y mesiánicos, utilicen armas nucleares.
Durante la Guerra Fría, evitamos un ataque no solamente contra Estados Unidos sino contra los aliados de América extendiendo el paraguas nuclear americano -- es decir, anunciando que cualquier ataque contra nuestros aliados sería considerado un ataque contra Estados Unidos.
Tal amenaza nunca es creíble al 100%. No obstante, hizo que los soviéticos se pensasen dos veces atacar a nuestros aliados europeos. Mantuvo la paz.
Deberíamos hacer lo mismo para mantener la paz nuclear en Oriente Medio. Sería infinitamente menos peligroso (y por tanto más creíble) que la disuasión de la Guerra Fría, porque no habrá ninguna amenaza de aniquilación a Estados Unidos por parte de Irán. Al contrario que la Unión Soviética, Irán tendrá un arsenal relativamente reducido incapaz de alcanzar Estados Unidos.
¿Cómo crear la disuasión? De la manera en que lo hizo John Kennedy durante la crisis de los misiles cubanos. El Presidente Bush debería adoptar el mismo lenguaje de Kennedy cambiando los nombres de los malhechores:
Será la política de esta nación calificar cualquier ataque nuclear contra Israel por parte de Irán, u originado en Irán, como un ataque por parte de Irán a Estados Unidos, exigiendo una respuesta de represalia total contra Irán.
Esto debería acompañarse de una explicación simple: 'Como faro de la tolerancia y como líder del mundo libre, Estados Unidos no va a permitir que se perpetre un segundo Holocausto sobre el pueblo judío'.
Esta política -- la Declaración del Holocausto -- establecería en firme un objetivo que sobreviviría a esta administración. Cada futuro presidente -- y cada candidato presidencial serio -- tendría que afirmar públicamente si apoya o no la Declaración del Holocausto.
Es una cuestión importante a plantear porque no está exenta de controversia. Se argumentará que la Declaración del Holocausto es redundante o, bien al otro extremo, provocativa.
Redundante, se dirá, porque Israel puede tomar represalias por su cuenta.
El problema es que Israel es un país muy pequeño con un arsenal nuclear que podría ser destruido en un primer ataque. Durante la Guerra Fría, tanto Estados Unidos como la URSS fabricaron flotas de submarinos enormes e invulnerables para garantizar la represalia y, de esa manera, la disuasión. La invulnerabilidad y el tamaño inimaginablemente masivo de este arsenal nuclear americano harían la disuasión norteamericana mucho más contundente y garantizada que cualquier facsímil israelí -- y por tanto más probable que mantenga la paz.
¿Sería provocativa tal declaración? Por el contrario. La disuasión es la menos provocativa de todas las políticas. Este es el motivo de que sea la alternativa predilecta de aquellos que se oponen a un ataque preventivo contra Irán. Lo que hace la Declaración del Holocausto es convertir la disuasión de un eslogan en una política.
No es, por supuesto, seguro en absoluto que la disuasión funcione con el Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad y los demás jihadistas. Pero la disuasión animaría a los actores iraníes racionales, de los cuales hay unos cuantos, a contener o incluso deponer a los líderes como Ahmadinejad, que sacrificarían la existencia de Irán como nación con el fin de justificar su obligación divina de exterminar a 'la asquerosa bacteria' del estado judío, 'esta vergonzosa mancha [sobre] el mundo islámico'.
Por primera vez desde los tiempos de Jesucristo, Israel es la casa de la comunidad judía más grande del mundo. Un enemigo implacable ha manifestado abiertamente intenciones genocidas contra ella -- en clara violación de la carta de la ONU -- y está buscando los medios para cumplir esa intención. El mundo no hace nada. Algunos, como los rusos, están proporcionando combustible al fuego literalmente.
Para aquellos que creen que América representa algo en el mundo -- que la nación que ha liberado a más pueblos que ninguna otra tiene la vocación moral más remota siquiera -- no puede existir una causa más acuciante que evitar la aniquilación nuclear de una democracia aliada, el último refugio y esperanza de un pueblo arcaico amenazado abiertamente con la Solución Final definitiva.
Charles Krauthammer fue Premio Pulitzer en 1987, también ganador del National Magazine Award en 1984. Es columnista del Washington Post desde 1985.
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