Gobierno de Serbia: entre aceite y agua

por Mira Milosevich, 22 de mayo de 2007

El 14 de febrero de 2007 el Parlamento Serbio encargó al Partido Demócrata (PD), por ser el más votado entre los partidos del llamado bloque democrático -PD, Partido Demócrata Serbio (PDS), y el G 17 -, la tarea de crear el nuevo Gobierno. Se suponía que, a pesar de los enfrentamientos personales entre el líder de PD, Borisav Tadic, y el de PDS, Vojislav Kostunica, la creación de un Gobierno de coalición,  muy semejante al anterior, era posible (además de muy urgente).  Su posibilidad residía en el hecho de que el bloque democrático había ganado 147 escaños (PD- 64; PDS -47; G-17-19),  frente a los 97 que sumaban los herederos del antiguo régimen: el Partido Socialista Serbio (PSS) de Slobodan Milosevic (16 escaños), y el Partido Radical Serbio (PRS- 81 escaños). EL PRS, la fuerza más votada en las últimas elecciones generales es un partido de signo ultranacionalista en cuyo programa se afirma que es mejor ser una provincia de Rusia que miembro de la UE. Su fundador fue Vojislav Seselj, actualmente preso del Tribunal Penal Internacional, (TPI) de La Haya, procesado por crímenes de guerra. 
 
La formación del nuevo Gobierno era urgente por dos razones: 1) Los delegados serbios en las negociaciones sobre el estatuto final de Kosovo -el asunto que más preocupa hoy  la república- no tienen representatividad  gubernamental. 2) La continuidad de las negociaciones con la UE están bloqueadas por la resistencia a entregar los criminales de guerra al TPI, y es obvio que éstos no pueden ser entregados si no hay un Gobierno que dé esa orden.
 
A pesar de que urgía la formación de gobierno, los líderes del bloque democrático no se han puesto de acuerdo hasta el último día -14 de mayo-, que es la fecha límite para ello según la Constitución. La irresponsabilidad de los líderes políticos habla por sí misma. A parte de haber causado una enorme desilusión de los ciudadanos, una malísima impresión en los medios de comunicación internacionales y la desconfianza de los políticos europeos, ha perjudicado seriamente la toma de decisiones respecto a las inversiones extranjeras y ayudas económicas tan necesarias para Serbia. El nuevo Gobierno tiene 22 ministerios que atienden más a las expectativas partidistas de colocar a sus clientelas que a las necesidades de los serbios. Vojislav Kostunica sigue como Primer Ministro, Borisav Tadic como presidente de Serbia. Aparentemente se trataría de un Gobierno de continuidad. Entonces, ¿cuál era problema que retrasaba su formación?
 
Había dos motivos principales para la tardanza, además de la general inmadurez  democrática. En primer lugar, se ha demostrado que el PDS y su líder Vojislav Kostunica, aunque se definen como demócratas, son un residuo del antiguo régimen. Los políticos occidentales les definen como “nacionalistas moderados”, pero su “moderación” es la misma que la del PNV  en el País Vasco - negocian con los radicales para mantenerse en el poder, considerando tal actitud  como patriótica. El PDS había apoyado la elección de Tomislav Nikolic, candidato de los nacionalistas radicales como presidente del parlamento serbio. Kostunica acusó a Borisav Tadic y PD de traidores, por actuar bajo presión de la UE, mientras su grupo traicionaba las bases mismas del bloque democrático. Pero tal comportamiento favoreció su posición porque le hizo imprescindible a la vez para los nacionalistas radicales y para los demócratas, convirtiéndolo en clave del desbloqueo del sistema. Se supo que en los últimos tres meses Kostunica había negociado no sólo con los demócratas, sino también con los radicales. Aunque su partido había obtenido menos escaños que el Partido Demócrata, Kostunica se ha comportado como ganador absoluto, lo que demuestra que es el político más hábil de Serbia, así como que Tadic no ha sabido rentabilizar en la práctica su victoria en las urnas.
 
Además de la lucha por los ministerios, el otro problema que impedía la creación del Gobierno era la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre Tadic y Kostunica sobre el control de la llamada Agencia de Seguridad, que comparten el Ministerio de Interior y el de Defensa y Policía. Es una especie de Servicio Secreto que fue creado el pasado año para coordinar la búsqueda de los criminales de guerra, sobre todo la  de Ratko Mladic y Radovan Karadzic. Su presidencia correspondería en pura lógica al presidente de Serbia, que es Borisav Tadic, pero Kostunica reclamaba este puesto para sí o, por lo menos, exigía poner al frente de los dos ministerios a hombres de su confianza, lo que Tadic no podía permitir, toda vez que esto implicaba lo contrario del compromiso  de plena colaboración con La Haya que había asumido, porque Kostunica es remiso a la entrega de los criminales de guerra. El acuerdo que ha permitido formar finalmente gobierno supone que Tadic controlará la Agencia de Seguridad como presidente, pero un hombre de Kostunica estará al frente de la Policía. Como hasta ahora. Más allá de su rivalidad por el control de los mecanismos de colaboración con el TPI, los políticos serbios siguen fascinados por los servicios secretos, como sucede en todos los países ex comunistas donde éstos tuvieron un papel fundamental en el mantenimiento del poder totalitario. El ejemplo de Rusia, donde el poder político está concentrado en manos de la gente de la antigua KGB (empezando por Vladimir Putin) es ilustrativo y demuestra que el sistema -como sucede también en Serbia- es reticente al principio de separación de poderes. Por otra parte, está claro que Kostunica no quiere afrontar otra experiencia como la que sufrió con el difunto Zoran Djindjic, cuando éste entregó a Slobodan Milosevic al TPI sin informarle siquiera de su detención.
 
El nuevo gobierno serbio refleja la profunda crisis política y social que vive la sociedad. La inminente independencia de Kosovo impuesta por el “Plan Ahtisari” parece haber bloqueado a los líderes políticos, y ha despertado al nacionalismo serbio en buena parte de la población. El nuevo gobierno, creado bajo la presión de la UE y de la desilusión de  los ciudadanos que habían votado a los demócratas, es más precario que el anterior, porque su problema no es ya el de los desacuerdos personales y la lucha por el protagonismo entre Tadic y Kostunica, sino el choque de dos ideologías políticas y de dos visiones, muy diferentes del futuro de Serbia. Una coalición de estas características no podrá durar mucho tiempo. 
 
Los historiadores serbios suelen usar, para describir la sociedad serbia actual, la metáfora del aceite y agua, refiriéndose a la imposibilidad de armonizar los intereses de los principales grupos políticos y sociales del país. En otros países los polos opuestos se vinculan habitualmente a ideologías de izquierda y derecha. En Serbia,  sin embargo, prevalece la oposición de rusófilos y europeístas. Desde la creación del Estado serbio, en la segunda mitad del siglo XIX, una gran mayoría de la población estuvo a favor de la “Madre Rusia”. Hablaban el antiguo eslavo-ruso y se oponían a otro gran Imperio, el austro-húngaro. Rusia, es cierto, ayudó a los balcánicos en la lucha contra los imperios otomano y austro-húngaro. Defendía así sus propios intereses, lo que no impidió la creación del mito de la infalible protección rusa (nunca confirmada por la historia) en que se basa la creencia actual de que Rusia usará su derecho de veto en el Consejo de la ONU para impedir la secesión de Kosovo. Rusia juega el papel de la gran potencia que ya no es, aunque ni los americanos ni los europeos puedan ignorarla, a causa del control  absoluto del poder por los miembros de la antigua KGB, como  señala  Reuel Marc Gerecht, analista de AEI, en un reciente artículo.[1] Las fuerzas europeístas nunca han conseguido imponerse hasta ahora en Serbia. Aceite y agua no se pueden mezclar. Sin embargo, los serbios deberían ser conscientes de que sólo la opción por Europa tiene futuro, pero, por ahora, exceptuando la victoria serbia en el festival de Eurovisión, no hay síntomas que permitan pensar en un cambio de las preferencias rutinarias.

 
 
Mira Milosevich es profesora e investigadora del Instituto Universitario Ortega y Gasset.
 
 
Notas


[1] Reuel Marc Gerecht, “A Rogue Intelligence State? Why Europe and America Cannot Ignore Russia”, in European Outlook, Nº 2, April, 2007.