Gaza en dos tardes y media

por Rafael L. Bardají, 20 de noviembre de 2012

De Javier Solana a Mariano Rajoy, el grueso del espectro político español reconoce que Hamás no tiene ningún derecho a bombardear Israel, lo que está bien; pero igualmente están de acuerdo en que Israel debe mostrar una actitud de "contención" y evitar un "conflicto abierto".
 
Por lo general, las mentes políticas europeas y occidentales entienden bastante mal la lógica imperante en aquella región del mundo, por lo que tienden a ofrecer recetas irreales, desequilibradas y hasta perniciosas. No hemos mejorado mucho, y, aunque se acepta con la boquita pequeña que los agresores han sido los palestinos de Gaza, la culpabilidad última de lo que pueda suceder se hace recaer una vez más sobre los dirigentes de Israel.
 
He aquí unas ideas básicas para estas mentes preclaras; para que puedan entender el actual conflicto, bien "abierto":
 
1. Es importante saber cuándo y cómo empiezan las guerras
 
No es cierto que este conflicto lo iniciara Israel al eliminar, el pasado día 14, a Hamed al Jaabari, líder militar de Hamás. De buscarse una fecha concreta, habría que remontarse unos cuantos días, si es que no se quiere tener en cuenta todos los misiles lanzados contra Israel desde Gaza en los meses anteriores.
 
El pasado día 8 una patrulla israelí descubrió por casualidad un túnel utilizado por los militantes de Hamás para infiltrarse en Israel desde el Sinaí. El túnel fue volado por Hamás, para así impedir que fuera rastreado en su integridad. Israel autorizó un ataque único en represalia. Dos días más tarde, el 10, un comando de Hamás atacó un jeep israelí con un misil similar al Milán antitanque. En la réplica, Israel se valió precisamente de un tanque. Posteriormente, decenas de misiles de corto alcance fueron lanzados contra el sur de Israel, al tiempo que los dirigentes de Hamás se refugiaban en sus escondites.
 
2. Es importante saber por qué empiezan las guerras
 
Aquí el panorama se complica, porque por lo general se habla de israelíes y palestinos, o de Hamás como una organización monolítica, cuando no lo es. Hamás pudo optar por la escalada por varios motivos; por ejemplo, por uno que nada tiene que ver con su odio a Israel, sino con la necesidad de reforzar su liderazgo como grupo combatiente frente a los múltiples enanos que le están creciendo en la propia Franja, responsables de muchos de los ataques contra Israel. Otro motivo que tampoco tiene que ver directamente con Israel: la lucha de poder que se desarrolla en el seno de Hamás entre una facción muy vinculada a los Hermanos Musulmanes y encaramada a la ola suní que está recorriendo toda la región y otra asociada a Irán.
 
Esta fisura parece ser que es lo que está detrás de las actuales hostilidades y da todo su sentido a las mismas. Así, mientras que hasta 2006 la influencia de Irán entre los palestinos se canalizaba a través del grupo libanés Hezbolá y su Unidad 1800, que recibía sus instrucciones desde Damasco, a partir de ese año los servicios de inteligencia pudieron observar cómo nacía una facción proiraní en Gaza no supeditada a los dirigentes de Hamás en Siria. Este grupo estaba liderado por Jalid Mashal, quien encargó a su hombre de confianza en Gaza, Al Jaabari, la constitución de una fuerza, los Morabitos o Almorávides, al servicio directo de Irán. La lucha interna estaba servida.
 
Con la pérdida de apoyo en Siria a causa de la guerra civil que vive dicho país y la triunfante revolución de los Hermanos Musulmanes en Egipto, el delicado balance de fuerzas en el seno de Hamás empezaba a bascular. Un conflicto con Israel podía servir a los intereses de los radicales de la organización, catapultándolos a la vanguardia de la retórica y las actividades antiisraelíes y exponiendo la falta de apoyo a su causa por parte de los dirigentes egipcios, como se ha podido comprobar en estos días. El problema es que han podido cometer un error de juicio sobre la potencial respuesta de Jerusalén.
 
3. Es muy importante saber cuáles son los objetivos que se persiguen en una guerra
 
Suele denunciarse que Israel pretende ocupar Gaza, de donde, hay que recordarlo, se fue voluntariamente en 2005 y que no quiso reconquistar en 2009. También se dice que aspira a acabar con el poder de Hamás en la Franja. Pocos parecen prestar atención a las palabras de los líderes judíos y a los objetivos declarados de Israel, siempre mucho más limitados.
 
Ahora bien, más allá de lo dicho, hay unas pautas que indican con razonable lógica lo que se busca, al menos desde el lado israelí. Y lo que busca Jerusalén no es más que favorecer a la facción pro Hermanos Musulmanes frente a la proiraní de Hamás. De hecho, los líderes a los que se está atacando están todos vinculados a esta última. Es decir que, lejos de querer acabar con Hamás, lo que persigue es fortalecer a la parte de ella con la que se puede llegar a un entendimiento, por frágil que éste pueda ser. Ismail Haniyeh puede ser un interlocutor válido; Mashal o Jaabari, nunca. De hecho, el primero llamó a evitar la escalada en una reunión de dirigentes de Hamás hace apenas dos días, temeroso de que una confrontación total arruinase su poder por completo.
 
4. Es muy importante tener una idea de cómo se quiere que acaben las guerras
 
La amenaza de una invasión terrestre y el recrudecimiento del conflicto no parece ser plato del gusto de nadie, salvo de los extremistas proiraníes de Hamás. Ciertamente, las guerras se empiezan de una forma y suelen escapar al control de la razón con demasiada frecuencia, pero todo indica que ni Haniyeh ni el Gobierno de Jerusalén contemplan con ardor una lucha terrestre.
 
Ahora bien, para que una amenaza pueda alterar el cálculo político del enemigo tiene que resultar creíble, y para que sea creíble tiene que ser realizable. De ahí que las IDF llamen a 75.000 reservistas y amasen una cantidad significativa de medios terrestres en torno a Gaza. Las palabras solas no bastan.
 
Por eso es tan importante que todas las almas cándidas y de buena voluntad que aspiran a que la zona se convierta en un mar de calma entiendan que eso sólo será posible si se está en condiciones de forzar a los líderes de Hamás al moderantismo y se elimina a la facción más extrema y violenta. De ahí que los llamamientos a la contención, por muy bien motivados que puedan estar, sean contraproducentes en términos estratégicos. La contención la tiene que mostrar Hamás, no Israel. Cuanto más miedo tengan los terroristas a Israel, más fácil será alcanzar una paz duradera. Cuanta más solidaridad se muestre a Israel, antes podrá conseguirse una paz duradera. Todo lo demás es una perversidad política y estratégica completamente inútil.