Filtrar es un delito

por Rafael L. Bardají, 9 de diciembre de 2010

 

(Publicado en La Gaceta, 8 de diciembre de 2010)
 
Cuando alguien pasa a quien no debe un documento clasificado, está cometiendo un delito. Y cuando la persona que lo recibe hace uso de estos documentos clasificados, lo hace siempre –no nos engañemos– persiguiendo un beneficio, no por puro altruismo.
 
La publicación de tal cantidad de informes puede ser megalomanía, venganza o el placer de hacer daño. El ingeniero de WikiLeaks, el australiano Julian Assange, no es distinto: ha cometido un crimen movido por un antiamericanismo genético causado quién sabe por qué trauma infantil y, como todo delito, tiene que ser juzgado por ello.
 
Realmente, detrás de la filtración de todos estos documentos no hay amor a la verdad que se oculta, porque ésta es anodina; y no hay escándalo que destapar en aras de la democracia o la libertad de expresión, pues, en estos documentos sólo se expone la rutina de la vida diplomática y lo que todo el mundo ya sabía o sospechaba.
 
Sin embargo, la página de filtraciones de Julian Assange hace mucho daño alimentando la idea de que el mundo debe ser totalmente transparente. No debe serlo de la mano de un mentiroso y un criminal.