Europa: ¿regreso al pasado?

por Rafael L. Bardají, 2 de junio de 2014

(Publicado en el Diario de las Americas, 1 de Junio de 2014)

 

 Puede parecer una paradoja que 2014, el año en que Europa esperaba conmemorar el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín, vaya a estar dominado por la tensión con la Rusia de Putin sobre el destino de Ucrania y otros países que en su día estuvieron bajo el totalitarismo soviético. 

Lejos de ser 2014 la celebración de la reunificación europea y de la expansión de la libertad, pasará a ser el año en que volvimos a una "little Cold War". Pero no sólo. El salto al pasado no se queda en 1989 ó 1947, fechas del final y el arranque de la Guerra Fría de verdad. 

Tras los resultados de las elecciones al parlamento europeo del pasado 25 de mayo, Europa parece haber retrocedido hasta los años veinte y treinta, cuando la inestabilidad política y la crisis económica se llevó por delante la República de Weimar y dejó paso libre al nazismo y la Segunda Guerra Mundial. 

La elección europea ha traído por primera vez en su historia un panorama político harto problemático: los partidos tradicionales, conservadores y socialdemócratas, han sido duramente castigados por unos ciudadanos distanciados de unas instituciones que sólo les prometen peores salarios o paro. 

La crisis económica ha alimentado no sólo la frustración sino el auge de radicalismos de todo tipo, en la izquierda y en la derecha, una importante fragmentación política y un aumento significativo del nihilismo antisistema. 

Terribles acontecimientos como el atentado en el museo judío de Bruselas, con cuatro muertos, los ataques en plena calle en Francia contra estudiantes judíos o los numerosos tuits de índole antisemita tras la victoria por el Macabi de Tel Aviv del campeonato europeo de básquet, sólo pueden explicarse por el caldo de cultivo que está generando la cultura de los extremos en Europa.

Cierto que el sistema electoral al Parlamento Europeo favorece un tipo de voto que no siempre encuentra acomodo en las elecciones de los estados miembros de la UE. 

Pero hay dos rasgos de estas elecciones que las hacen diferentes: la victoria del Frente Nacional en Francia hace peligrar la senda de la austeridad recientemente inaugurada por el nuevo primer ministro Valls. 

Es más que imaginable que para contrarrestar su caída, Hollande se vuelva más expansionista en el gasto público, no más austero y con ello no sólo acabe por hundir definitivamente la economía gala, sino que haga peligrar el futuro del euro otra vez. 

En segundo lugar, el auge del independentismo en España va a acrecentar las expectativas de los catalanes que esperan decidir sobre su futuro fuera de España en el próximo mes de noviembre. 

En un momento de frágil recuperación económica, lo que ni Francia ni España ni Europa necesitan es mayor ingobernabilidad e inestabilidad. Pero eso es lo que van a tener tras estas elecciones.