ETA y nuestra mejor primavera

por Miguel Ángel Quintanilla Navarro, 28 de febrero de 2006

Por lo que llevamos sabido o entrevisto parece que la posición del Gobierno y del PSOE acerca de la negociación con ETA puede sintetizarse así:
 
1.      ETA está explorando la posibilidad de obtener de una sola vez, sin necesidad de actuar clandestinamente y con la garantía de la mejoría significativa de la situación penal y carcelaria de sus miembros lo que hasta ahora sólo contemplaba obtener poco a poco, clandestinamente y con coste penal. Al parecer, el Gobierno entiende que eso es “poner fin”, aunque más bien sería un “de una vez por todas”. En el “nuevo escenario” ETA obtiene lo que quiere “y además” se le restituye todo el coste que aún es posible restituir. El negocio es redondo, porque se lleva la mercancía y el medio de pago. Si ETA ha de obtener lo que quiere, parece razonable que al menos pague por ello. Puestos a ser derrotados, podríamos dar a los terroristas la oportunidad de mostrar su heroísmo condicionando su victoria a su permanencia en prisión hasta el cumplimiento de sus penas. Pero a juicio del Gobierno el nuevo escenario es mejor para todos y debe llenarnos de esperanza.
 
2.      La esperanza tiene su origen en el hecho de que de la nueva situación puede seguirse que ETA no mate más. Incomprensiblemente, aunque quizás coherentemente con el conocimiento de los fundamentos del sistema económico que habitualmente exhibe, el Gobierno supone que el aumento del valor de un producto ha de conducir al cese de su producción y no a su aumento. Algunos creemos, sin embargo, que la legitimación de la violencia como medio de expresión y de resolución de conflictos conducirá a una “fiebre del plomo” o de lo que estén hechas las balas. La violencia es de producción fácil y universal, si el Gobierno la acredita como medio de obtener una interlocución privilegiada o premia la renuncia a ella, su aumento será vertiginoso. Respóndase a esto: ¿qué efecto tendría la atribución de un valor de 500 euros a las hojas de los árboles? Para el Gobierno, eso haría posible la mejor primavera de nuestra historia, porque la gente se daría cuenta de lo que valen las hojas y las respetaría más. Los árboles estarían más verdes que nunca. Pruébese, estamos a tiempo; hágase al menos en un parque y mídase su aspecto unas semanas después. Y luego póngase precio a la vida, piénsese en el efecto de impulsar esa iniciativa con balas percutidas sobre seres humanos vivos en lugar de hojas.
 
3.      Para el Gobierno, estimar que si ETA prefiere la nueva situación a la antigua es porque le conviene y no porque le perjudica, constituye un acto miserable de sabotaje. Sabotaje contra algo que el Gobierno dice no estar haciendo, lo que, extrañamente, no impide que pueda ser saboteado. Una nueva aportación gubernamental: la posibilidad de que la nada sea entorpecida o contemplada con esperanza, ayudada por la política, informada por los servicios secretos, promovida por intermediarios, rechazada, desvelada a la oposición minoritaria y ocultada a la mayoritaria y a la opinión pública, merecedora de esfuerzos y sacrificios y objeto de acciones viles patrocinadas por la oposición.
 
4.      Finalmente, la política del Gobierno sobre el terrorismo considera que el apoyo a las víctimas constituye un atentado contra la posibilidad de la paz. Muestra, además, a algunas víctimas que apoyan la iniciativa gubernamental, inexistente pero, al parecer, digna de respaldo. El asunto es ligeramente más complicado. Las víctimas merecen respaldo en la medida en que lo que piden es justicia, y dejan de merecerlo cuando piden otra cosa. No se trata de enfrentar modos diferentes de entender el asunto patrocinados por diferentes grupos de víctimas, tarea a la que parece concienzudamente dedicado el Gobierno, sino de animar al cumplimiento de la ley justa. “Ser víctima no da más razón política”, se afirmaba hace unos años con motivo de una película, lo que es cierto: pero las víctimas no pierden su capacidad de distinguir lo justo de lo injusto por el hecho de serlo. Cuando piden lo justo se convierten en un ejemplo extraordinario que merece ser respaldado, porque del respeto a la justicia cuando más difícil es respetarla depende el futuro de nuestra vida civil. Cuando piden otra cosa, no.
 
El Gobierno dice estimar mucho a las víctimas, tanto que su primer deseo es que no haya más, por eso negocia. Pero si para que no haya más hay que negociar, entonces es que si no se negocia habrá más. Y en esas condiciones no hay negociación “derivada de la decisión previa de abandonar definitivamente toda clase de violencia”, sino chantaje. Es decir, la constancia de se está ante alguien que si no te mata es porque tu vida le resulta útil y te lo hace saber. Eso, se ponga como se ponga, es rendirse. Y la consecuencia de rendirte no es que mandas tú, sino que manda el otro, que ya no verá utilidad alguna en que sigas con vida. Si te rindes estás muerto.