España y el Oriente Medio
por Rafael L. Bardají, 18 de febrero de 2009
(Publicado este capítulo en el libro Guía políticamente incorrecta de Israel y Oriente Medio de Martin Sieff. Ciudadela. Madrid, 2009)
No deja de ser una paradoja que España, la nación que se hizo a sí misma luchando contra los moros, haya pasado a convertirse en el adalid del mundo árabe, defendiendo sobre toda las cosas el diálogo con el islamismo y criticando a la menor oportunidad al Estado de Israel y sus políticas. Pero así ha sido. La otrora hazaña nacional, la Reconquista, pasa a ser descrita por el más famoso de los directores del diario El País, Juan Luis Cebrián, como un acontecimiento insidioso, que si no hubiera tenido lugar, habría permitido florecer a una civilización mediterránea producto de las influencias de toda la zona, la norte y la sur, y en la que la cultura occidental no tendría por qué haber sido la dominante. Una suerte de Arcadia mora. De Lepanto, batalla en la que se jugó el destino de la cristiandad al parar los pies a los musulmanes, no se recuerda a penas nada y, desde luego, nada bueno cuando a lo que se aspira es a una alianza de civilizaciones con los derrotados de la Historia.[1]
También es una paradoja que los más anti-israelíes y pro-árabes sean hoy los elementos de la izquierda vociferante, asumiendo con su ignorancia una actitud y una política característica del general Francisco Franco a lo largo de su dilatado régimen. La famosa frase acuñada por el franquismo, la tradicional amistad de España con el pueblo árabe, no dejaba de ser un autoengaño promovido por un régimen dictatorial, aislado internacionalmente en sus primeros años y, más tarde, necesitado del suministro de petróleo desde la región del Golfo. Pero las relaciones de España con los países árabes ni fueron de amistad, ni arrancaban de tradición alguna.[2] Fue uno de esos mitos del franquismo, que hacía de la necesidad virtud.
¿Cómo, pues, unos señores que reniegan de los años del general Franco, asumen sin más las posiciones de su peor ogro político? En realidad no es tan difícil de entender. La izquierda española nunca ha poseído una gran imaginación y en todo lo que ha defendido y defiende sobre el Oriente Medio, el mundo árabe, Israel y la guerra contra el terrorismo islámico, la mayoría de las veces es una vulgar reproducción de lo que otros de su mismo bando ideológico dicen en Europa y, sobre todo, en América.
Originariamente, la izquierda europea fue muy pro-israelí. Al menos desde el establecimiento en 1948 del estado de Israel hasta finales de los 60. No sólo había muchos intelectuales, vinculados al judaísmo, que militaban en la izquierda, sino que, además, el Estado de Israel inició su andadura con un marcado carácter socialista: fuerte centralización; intervención económica; socialización cultural. Para muchos izquierdosos de París, Berlín y Londres, la figura del Kibutz, la vida colectiva de una granja, pasó a ser un hito histórico del socialismo sobre la faz de la tierra.
Pero nada puede ser perfecto eternamente para la izquierda, salvo ellos mismo, y con la guerra preventiva de 1967, la de los Seis Días y, sobre todo, tras la de 1973, o del Yom Kippur, Israel empezó a chocar con la imagen que querían ver los laboristas y demás a la izquierda. No olvidemos que es en estos años precisamente cuando la izquierda europea se rinde ante la necesidad de tener que recurrir al uso de la fuerza y se pasa en masa al pacifismo y al antibelicismo. Y puestos a elegir entre el socialismo en Israel o el desarme ante los árabes, la izquierda optó por lo segundo sin trauma alguno.
Tampoco hay que olvidar que estamos en los años de creciente anti-americanismo, los años anti-Vietnam. El apoyo prestado por los Estados Unidos a Israel en sus guerras contra los agresores árabes, evidenciado en el espectacular puente aéreo de material de guerra durante octubre de 1973, forjaría y solidificaría una de las grandes fusiones ideológicas de la izquierda y de todos los radicales del mundo. A saber, que la lucha contra Israel y la lucha contra los Estados Unidos es lo mismo. Una e indisoluble.[3]
Al mismo tiempo, un hasta entonces oscuro personaje, apenas conocido, empezaba abrirse camino hacia las primeras páginas de los periódicos, Arafat. Él fue el primero en recurrir a la idea del pueblo palestino y en convertir su terrorismo sin escrúpulos en una romántica lucha por la causa palestina. Tras el asalto de milicianos de la OLP a los deportistas olímpicos israelíes en Munich, durante los juegos de 1973, los europeos se rendirían casi de inmediato ante Arafat y comenzarían su largo camino de repudio de las políticas israelíes. La razón era bien sencilla: siendo buenos con los terroristas palestinos se les convencería de que no volvieran a atacar en suelo europeo. Es decir, que su guerra la libraran en otra parte. Para vergüenza de muchos, las autoridades alemanas acabarían dejando en libertad a los pocos terroristas palestinos que habían encarcelado por aquella masacre y los líderes de otros países seguirían su ejemplo sin remordimiento. Por ejemplo, en 1985, tras el secuestro del buque italiano Achille Lauro por terroristas de la OLP bajo el mando de Abu Abbas, donde asesinaron sin piedad a un minusválido por el mero hecho de ser norteamericano, Leon Klinghoffer, la fuerza aérea americana interceptó el avión donde viaja el cabecilla terrorista y logró forzar su aterrizaje en una base italiana. Con lo que no contaban los americanos era con que el gobierno italiano, para evitar ser blanco de más terroristas, dejó marcharse a Abu Abbas sin ningún problema.[4] Nada de confrontación, ni de aplicar la justicia. Apaciguamiento puro y duro.
En el caso concreto español, la izquierda de nuestro país se hace mayor tras la muerte de Franco y la transición de la dictadura a la democracia, por lo que se incorpora tarde a la evolución de la izquierda europea. Esto es, llega a la fase anti-israelí y pro-árabe, sin haber vivido todo lo anterior. Eso sí, lo hace ya con una fuerte carga de anti-americanismo, pues se culpa a los estadounidenses de haber abandonado a los españoles en la Segunda Guerra Mundial y de haber consolidado en el poder a Franco con los pactos de 1953.
Además, todos veníamos de esa tradicional amistad con el mundo árabe y con mucho miedo en el cuerpo a un nuevo schock petrolero en unos momentos donde la inflación minaba las perspectivas de la recién traída democracia a España. Tampoco olvidemos de que bajo la nueva monarquía de Juan Carlos, su relación personal y familiar con los jeques y reyes árabes no sólo servía para garantizarnos un petróleo barato, sino que daba ciertos ecos de sociedad a la relación con los mandatarios árabes. La hacía un poquito más natural.
Sea como fuere, el hecho objetivo es que ni los gobiernos de UCD ni los primeros de Felipe González se atrevieron a un hecho tan simple como el reconocimiento oficial del Estado de Israel. Algo que no se produciría hasta 1986 y que se impuso más que por convicción propia por la inconsistencia de ser miembro de la Unión Europea, organización que sí mantenía relaciones formales con el estado judío. El por qué se retrasó tanto poner fin a una anomalía histórica no hay que buscarlo en la famosa expulsión de los judíos de los Reyes Católicos en 1492, sino en cuestiones muchos más prosaicas: en primer lugar el qué dirían o harían los países árabes (no acabarían no haciendo nada) y, por derivada, el miedo a un alza del crudo (que tampoco se produjo). También había otras consideraciones ideológicas incapaces de reconocer que no tener relaciones con Israel era una lacra derivada del aislamiento del franquismo. El romanticismo pro-árabe y pro-palestino también jugaba.[5]
Curiosamente el reconocimiento de Israel en 1986 se produjo justo cuando España acaba de ser víctima de un atentado que ha pasado a ser considerado el primer golpe del islamismo en nuestro suelo, la bomba colocada en el restaurante El Descanso, a las afueras de Madrid, que causó 18 víctimas mortales y más de 80 heridos. Aquel atentado de 13 de abril de 1985 fue revindicado en el Líbano por la Yihad Islámica, aunque los expertos anti-terroristas se lo atribuyen hoy a Hizboláh.
Tras la invasión de Kuwait por las tropas de Saddam Hussein en agosto de 1990, Felipe González decidiría enviar un pequeño contingente naval, compuesto por tres buques, al Mar Rojo y al Golfo Pérsico (Además de prestar las bases de Morón y Rota para el aprovisionamiento y el bombardeo estratégico por parte de las fuerzas americanas). En la medida en que era la ONU la institución que amparaba la acción contra Saddam y que la coalición estaba compuesta por países de la OTAN y también del mundo árabe, la primera presencia militar española en esa zona pasaría sin pena ni gloria. Salvo los que estuvieron directamente allí desplegados, los demás pueden que sólo recuerden la visita/actuación de Marta Sánchez a nuestras tropas. O la entrega de una medalla a Saddam Hussein en persona, por la extraña delegación capitaneada por Cristina Almeida y Gustavo Villapalos en octubre de 1990.
El incondicional apoyo brindado por el entonces presidente español, Felipe González, al mandatario americano, Georges H. Bush (tal vez anticipando el que le daría José María Aznar a su hijo, George W. Bush, trece años más tarde) le valió a España ser la anfitriona de la famosa Conferencia de Madrid para la paz en el Oriente Medio. Patrocinada por rusos y americanos, y en un clima de embriaguez por la derrota de Saddam, así como por la desaparición del Pacto de Varsovia en Centro Europa y la reunificación alemana, aspiraba a poner en marcha un imposible proceso de paz entre árabes e israelíes. O más exactamente, entre palestinos e israelíes.
La Conferencia tuvo más de show que de sustancia,[6] pero sirvió para que los dirigentes socialistas españoles se creyeran que de verdad España tenía algo que decir y aportar al proceso de paz. Aunque en realidad lo único que lograría es colocar al actual ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por unos meses como embajador ante Israel para pasar, después, a desempeñar el cargo de enviado especial de la UE para Oriente Medio. Más allá de lo personal, nada políticamente relevante para esa región pasó por manos españolas. De los acuerdos de Oslo ni nos enteramos; y a los de Camp David no fuimos ni siquiera invitados.
Los años de gobierno de centro-derecha del Partido Popular no supondrán una ruptura total con la política anterior, ni mucho menos. Cabe pensar que nuestra acción exterior no podía separarse en exceso de la de nuestros socios de la UE, donde se recibía a Arafat en sus viajes cual jefe de estado, pero mucho me temo que el trato que Aznar comenzó dándole al líder de la OLP se alimentaba de toda la mitología que nuestro servicio exterior y la prensa venían alimentando sobre los palestinos desde hacía años. Sólo tras que el jefe de Fatah ordenara la segunda Intifada, con sus despiadados ataques terroristas en zonas comerciales y públicas de Israel, el presidente Aznar perdería el hechizo de Arafat y pasaría a mostrarse más y más próximo a los israelíes.
En todo caso, si hay algo que puede caracterizar la última etapa del gobierno de José María Aznar en relación al mundo árabe, es su decidido apoyo a hacer cumplir a Saddam Hussein con las resoluciones de las Naciones Unidas, aunque hubiera que intervenir militarmente en Irak para ello. Es una falsedad creada por la izquierda española que Aznar nos metiera en la guerra de Irak. El entonces presidente de gobierno apoyó sin reservas el derrocamiento de Saddam Hussein, pero su apoyo fue esencialmente político. En el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y en el ultimátum salido de las Azores.
Pero España, en contra de lo que vocifera aún el PSOE, no realizó ni una sola misión bélica u ofensiva contra el Irak de Saddam. Las tropas que allí llegaron, lo hicieron cuando ya se había acabado la guerra contra el dictador iraquí y tuvieron encomendadas misiones de reconstrucción y ayuda humanitaria.
El PSOE debiera recordar cómo su bien amado líder palestino, Yasir Arafat, envió a comienzos de marzo de 2003, poco tiempo antes del inicio de las hostilidades, una carta en la que encomiaba la labor del presidente español en aras a evitar la guerra.[7]
No sabemos qué hubiera podido ocurrir si en las generales de marzo de 2004 en lugar de Rodríguez Zapatero hubiera salido triunfador Mariano Rajoy y, consecuentemente, las tropas españolas no hubieran huido de aquel país. Presumiblemente los líderes del mundo árabe que en un principio estuvieron encantados de que la coalición les quitara de en medio a un siempre amenazante Saddam Hussein, con el empantanamiento de la situación de seguridad en Irak, se habrían mostrado progresivamente descontentos con una España que se hubiera quedado junto a los americanos. También es verdad que si se hubiera quedado hasta el final -lo que es difícil de imaginar dada la radicalidad del PSOE en este tema que no atendió ni a razones ni a la propia ONU en su día- ahora estaría saboreando las mieles de haber estado en los momentos difíciles junto a sus aliados y viendo ya la luz al final del túnel. Esa luz que también ha visto el candidato demócrata, Barack Obama, en su primera y reciente visita a Bagdad, a pesar de haber basado toda su estrategia política en el rechazo a la guerra y a favor de una retirada drástica y rápida de aquel país.[8]
Pero todo eso es política ficción: si se recuerda a España en Irak no es por el apoyo de Aznar a la guerra, sino por la decisión de Rodríguez Zapatero de salir corriendo del lugar.
De hecho, la vuelta del socialismo español al poder en 2004, esta vez bajo la batuta ultrarradical del joven líder Rodríguez Zapatero, traerá un giro de 180 grados a la política exterior española. Y no sólo respecto a la del PP, sino también a la del PSOE de Felipe González.[9]
Por ejemplo, siendo generosos con la definición geográfica de Oriente Próximo, de tal forma que abarcara desde el Golfo a Marruecos y Mauritania, el gobierno de Rodríguez Zapatero habría traicionado los principios del PSOE en relación al Sahara Occidental y su tradicional apoyo al pueblo saharaui, aceptando todas las tesis de Marruecos sobre su anexión pura y dura de todo el territorio del Sahara. No importa que la ONU diga otra cosa, pues Naciones Unidas es un organismo más que maleable en manos del actual presidente español.[10]
Pero siendo más concretos y refiriéndonos al concepto más tradicional de Oriente Próximo, la niña bonita de la acción exterior del gobierno socialista español ha sido la llamada Alianza de Civilizaciones. Esta propuesta personal del presidente español, fue introducida aprisa y corriendo y a última hora en el avión que le llevaba a su primera aparición en la asamblea general de la ONU, en septiembre de 2004. A alguien de su equipo se le ocurrió que sería bueno recoger la herencia del presidente iraní, Jatami y su dialogo de civilizaciones y elevarlo un punto más.[11]
Pero si Rodríguez Zapatero soñó algún día con la amistad de los dirigentes iraníes, ese proyecto se vería frustrado con la llegada al poder en Teherán de Mahamud Ahmadinejad y la nueva corte de radicales que nada querían saber de diálogos con Occidente. El único apoyo de verdad que la propuesta del presidente español ha encontrado ha sido el de Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro turco. Ya motivado por reciprocar el apoyo español a la entrada de Turquía en la UE, o por oros motivos, el hecho es que ambos dirigentes han escrito conjuntamente en la prensa a favor de la Alianza de Civilizaciones.
Uno de esos ejemplos fue motivado por la reacción islamista a las caricaturas de mahoma publicadas en el diario danés Jyllands-Posten en septiembre de 2005. En plena reacción en cadena, hábilmente orquestada meses después de la aparición gráfica de las caricaturas, Rodríguez Zapatero y Erdogan publicaban un mano a mano en el International Herald Tribune, haciendo un llamamiento al sosiego, peor también al respeto a las creencias de cada uno.[12]
En ese artículo, los autores exponen con claridad en qué consiste la cacareada Alianza de Civilizaciones. A saber, en la obligación de los occidentales, cristianos o no, en respetar las creencias musulmanas e islamizantes, sea o no contrarias a los valores del mundo occidental y el respeto a la dignidad de la persona o los derechos humanos. Sólo un musulmán puede valorar qué es aceptable o no en el compartimiento de los demás.
La Alianza de Civilizaciones, la niña bonita del presidente español durante su primera legislatura, no ha encontrado un gran apoyo internacional. Se ha dejado que viva aletargadamente en el seno de la ONU, a la que el gobierno español ha inyectado unos cuantos millones de euros para sostener tanto al grupo de expertos como pagar la factura del primer foro de la Alianza, celebrado en Madrid a comienzos de 2008. Ni siquiera se ha conseguido que el gran aliado de Rodríguez Zapatero en esta operación, el exsecretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, se interesara por ser el secretario de la propuesta de Zapatero.[13]
El problema de fondo de la Alianza de Civilizaciones es la renuncia al principio de reciprocidad entre las partes. O sea, que todo se queda en la renuncia nuestra a nuestros principios y valores y la necesaria aceptación de la forma de vida, compatible o no con la democracia, de los islamistas. El buenismo de Rodríguez Zapatero ha chocado contra los nuevos vientos que recorren Europa, mucho más críticos y exigentes con el Islam político.
El reconocimiento del fracaso de la propuesta española viene reflejado en le decálogo que el ministro de asuntos exteriores, Miguel Ángel Moratinos, expuso en el Congreso de los diputados durante su comparecencia el 22 de mayo de 2008, la primera de su segunda legislatura. Ni una sola mención a la Alianza de Civilizaciones.[14]
El verdadero instinto del actual gobierno socialista español salió a relucir con motivo de la guerra en verano de 2006 entre Israel y Hizboláh. El reflejo innato anti-israelí salió rápidamente a relucir y en lugar de reconocer el derecho de Israel a defenderse frente a una agresión por parte de los terroristas chiítas del Líbano, Rodríguez Zapatero se solidarizó de inmediato con los milicianos de Hizboláh, posó ataviado con un pañuelo típico palestino, la kefiya, en plenas hostilidades, mientras que su secretario general se permitía acusar a Israel de buscar deliberadamente hacer blanco entre los civiles libaneses para imponerse por el miedo.[15]
La Kefiya de Zapatero, tal y como escribió por aquel entonces Ignacio Cosidó, condensaba a la perfección el poso ideológico del presidente español y sus coadláteres, a saber, la negación del uso a la fuerza para defender las sociedades democráticas de sus enemigos; el radical anti-occidentalismo de la nueva-nueva izquierda quien encuentra en los islamista su añorado proletariado revolucionario perdido ya la clase obrera aburguesada; y el antisemitismo latente que se manifiesta cada vez que Israel actúa para salvaguardad su existencia.[16]
No en vano Rodríguez Zapatero puede vanagloriarse de haber sido el único dirigente europeo felicitado por Hussein Haj Hassan, uno de los líderes de Hizboláh, tanto por su oposición a la ofensiva israelí como por el apoyo a la causa palestina. La propia televisión de Hizboláh agradeció la postura española de condena de Israel.[17] No olvidemos que el gobierno español fue el único que no condenó el secuestro de los soldados israelíes por los terroristas de Hibzoláh y que fue constante en sus criticas a Israel durante la guerra, a quien acusó de violar la ley internacional, de represalias desproporcionadas, etc. [18]
En fin, todos sabemos cómo acabó aquella triste historia para España: apoyando una resolución de la ONU para poner fin a las hostilidades, la 1701, con la falsa promesa de desarmar las milicias de Hizboláh e interrumpir el tráfico de armas que las alimentaba desde Siria. Dos años más tarde, varios muertos españoles en el camino, y sucesivas entrevistas de nuestros dirigentes con los responsables de Hizboláh, el grupo lacayo de Teherán ha conseguido rearmarse más que antes, ha impuesto su poder en el gobierno libanés y espera el momento elegido para volver a lanzarse contra Israel. Y todo bajo los ojos de los soldados de la ONU encuadrados en la FINUL. 1.100 de ellos españoles por obra y gracia de Rodríguez Zapatero.
Pero eso no era suficiente y la Historia nos deja algunos capítulos que rayan en lo esperpéntico: tras el final de los combates, Moratinos realizó un viaje sorpresa a Siria, que vendió mediáticamente como un encargo especial de la Administración Bush. Cuestión que la secretaria de estado norteamericana, Condoleezza Rice, rápidamente desmintió y ante las palabras del ministro español de que Siria debe ser parte de la solución, declaró a la revista Time, que eso era grotesco.[19]
El atentado terrorista que segó la vida a seis soldados españoles de patrulla por el sur del Líbano, en junio de 2007, provocó una reacción alérgica entre los miembros de nuestro gobierno. Por un lado, Moratinos recurrió a Siria para esclarecer los hechos; por otro, un Rodríguez Zapatero que no puede aceptar las bajas de ningún bando, y un gobierno prisionero de su retórica de misiones de paz sí y el no a la guerra, cualquier guerra, pero incapaz de volver a plantearse una salida similar a la de Irak, se topó con la posibilidad de cambiar las reglas de comportamiento de nuestras tropas en la FINUL. A partir de entonces, la orden era clara: evitar cualquier riesgo y enfrentamiento con los milicianos de Hizboláh. El periodista británico Nicholas Blanford llegaría a escribir -sin que nadie lo haya negado hasta la fecha- que las tropas españolas habían recabado la protección de Hizboláh y que a veces se las veían siendo escoltadas por sus milicianos.[20] De algo de eso se supone que también hablaron Moratinos y el número dos de la organización terrorista chiíta, Naim Qassem, en su reunión en Beirut a finales de julio de 2007.
Sea como fuere, lo cierto es que dos años más tarde de su despliegue, pocos en el Líbano y en Israel confían en la capacidad de la FINUL para cumplir su mandato. En buena parte gracias a la blandura de líderes como Rodríguez Zapatero.
Ha habido otras presencias y actuaciones españolas en la zona, pero de menor entidad. Baste con recordar una de ellas: la visita de Felipe González a Irán en septiembre de 2006, tras la cual vino a justificar el derecho de los ayatolas para proseguir con su programa nuclear. Visión que la misma ONU no compartiría cuando elevó pocos meses después el dossier iraní al Consejo de Seguridad y comenzó la senda de la imposición de sanciones contra Irán por violar sus compromisos con la comunidad internacional. Pero sobre qué hacer con Irán, el gobierno español apenas se ha pronunciado. Y eso que posiblemente sea el tema de mayor calado de todo cuanto ocurre en Oriente Medio. Por mucho que los spin-doctors del gobierno quisieran vender un posible encuentro entre el entonces negociador iraní, Lariyani, y Moratinos, como una mediación de España ante Irán y la comunidad internacional, el auténtico papel del gobierno socialista en este tema sólo puede calificarse de bochornoso.[21] Ni una sola iniciativa, ni un discurso coherente y consistente. Seguidismo ante la UE y comprensión hacia Teherán.
Nada detiene en todo caso a un ministro monotemático, obsesionado por los árabes y palestinos. Sólo así se puede explicar la osadía de convencer a su presidente de gobierno para que lanzara una ambiciosa propuesta de paz para la región. Propuesta que debería culminar en un nuevo Madrid II. Merece la pena un breve comentario, ya que deja al descubierto la superficialidad y la frivolidad de la izquierda española hacia una zona tan rica y problemática como es el Oriente Medio.
Así, en medio de la XICX cumbre bilateral entre España y Francia, en noviembre de 2006, Rodríguez Zapatero manifestó a los periodistas allí congregados que España, Francia e Italia no se quedarían impasibles ante los acontecimientos en la zona y que trabajarían conjuntamente en aras de la paz en la misma.[22] No dijo que a Prodi, a la sazón primer ministro italiano, le acaban de llamar por teléfono para contarle su última ocurrencia y solicitarle su apoyo.
La verdad es que poco importa. La propuesta apenas duró unos días en la prensa y mucho menos en la agenda política de verdad. El Primer ministro israelí, Ehud Olmert llegó a declarar su rechazo a lo que consideraba una injerencia española, diciendo que Moratinos entiende mucho menos de lo que cree sobre la política en Oriente Medio.[23] Estados Unidos tampoco recibió con buenos ojos una propuesta de la que no había sido informado. En consecuencia, su paso al olvido.
Tal vez el último varapalo, a pesar de la grandilocuente retórica desplegada por nuestros dirigentes actuales, haya sido la iniciativa de Nicolás Sarkozy de una Unión por el Mediterráneo. Desde que se supo de esta idea del nuevo presidente galo, la diplomacia española se puso de proa, pues temían que sepultase definitivamente el proceso de Barcelona y que acabara, por lo demás, arrumbando a España a un papel de comparsa segundón. Que es lo que hemos acabado siendo, dicho sea de paso. Y si en la cumbre de su lanzamiento, en julio de 2008, España no ha perdido más, no ha sido gracias a su inteligente diplomacia, sino a las resistencias alemas de conceder a rancia todo cuanto querían en este tema.[24]
En fin, no es posible saber si España hubiera podido jugar un papel más activo y relevante en la zona del Oriente Medio, aunque es de suponer que a medida que iba cobrando densidad internacional estaba abocada a ello. Pero llegó la España menguante de Zapatero y el papel de nuestro país ha pasado a ser insustancial y marginal en los grandes temas del mundo. Y por tanto, también en el Oriente Medio. Hoy allí no jugamos nada. Así de simple.
Por el contrario, si bien España no está en el Oriente Medio, es de capital importancia reconocer que Oriente Medio sí está en España. ¿Cómo? A través de una comunidad musulmana inmigrante. Ciertamente, la mayoría de nuestros inmigrantes musulmanes provienen del Norte de África, pero eso cada vez tiene menos importancia. El panarabismo está muerto. Hoy lo que prima es el islamismo y su concepto supranacionalidad de Umma, de comunidad musulmana. De islamistas sin fronteras.
Desde que Rodríguez Zapatero llegara al poder, se han detenido en España cerca de 400 islamistas relacionados con redes terroristas. Muchos de ellos encargados del apoyo logístico y el reclutamiento de terroristas suicidas para Irak.[25] En nuestro país sucede lo que está ocurriendo en el suelo de nuestros vecinos. Esto es, que el proceso de radicalización de los musulmanes en islamista y de ahí a terroristas, tiene que ver más con lo que pasa en sus países de origen y en Oriente Medio, con toda la mitología al uso del sufrido pueblo palestino, el imperialismo yankee y la opresión israelí, que con las condiciones de vida que encuentra en el país que lo acoge.
Quiere decir esto que, en consecuencia, hagamos lo que hagamos, la violencia islamista, la jihad entre nosotros, estará motivada por factores exógenos, que nacen en suelo árabe y del Golfo Pérsico.
Es en ese sentido que aunque nosotros no seamos una potencia en el Oriente Medio, el Oriente Medio sí que puede llegar a determinar nuestra vida y nuestra muerte en nuestra propia casa. Si se leyeran las sucesivas amenazas que Al Qaeda y sus asociados vienen lanzando contra España, así como los diversos llamamientos para recuperar Al Andalus (que no es Andalucía, como muchos piensan, sino la Península Ibérica hasta Poitiers), deberíamos reconocer lo inevitable: lo que allí acontezca, nos afecta y nos seguirá afectando y mucho. Y cada vez más a medida que el número de musulmanes entre nosotros crezca. No se puede decir, porque es políticamente incorrecto, pero es la pura verdad.
De ahí que sea tan importante, vital, elegir bien las opciones y las políticas hacia la zona. Contemporizar con quienes aspiran a ponernos de rodillas y someternos por la fuerza al Corán, no suena a buena opción, por mucho que se empeñe Rodríguez Zapatero. Al menos eso opinaba la desmelenada estrella del gobierno, la ministra de igualdad, Bibiana Aído, cuando condenó el uso del velo en el Islam, antes de ser debidamente reprendida y corregida por la omnipresente vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega.[26]
Lo que España debiera hacer en Oriente Medio es desembarazarse de todos sus prejuicios y trabajar, de verdad, por el progreso, la apertura, la modernización económica, social y cultural, a favor de la tolerancia religiosa. En fin, en pos de la democratización de la zona. ¿Es eso lo que estamos viendo ahora? No. Todo lo contrario. Asistimos atónitos a los encuentros a alto nivel con dictadores y teócratas, cuando no abiertamente terroristas. ¿Es así cómo la izquierda pretende impulsar la libertad? Upps, qué fallo. Si la izquierda nunca impulsa más que su control y cómo perpetuarse en el poder. ¡Y qué tendrá que ver eso con la libertad! Por qué no se irán a dar una vuelta por los países árabes, a ver cuánto duran con todo lo que dicen amar la multiculturalidad
Notas
[1] Cebrián, Juan Luis, conferencia pronunciada en Marrakesh, el 11 de septiembre de 2006, en el acto homenaje a Juan Goytisolo.
[2] Para un recorrido histórico en la etapa del franquismo, véase Portero, Florentino: Las relaciones hispano-israelíes en La Ilustración Liberal nº 36, verano de 2008.
[3] Una fina descripción de la evolución de la izquierda europea sobre Israel y los palestinos, puede encontrarse en Gove, Michael: Celsius 7/7. London, Weidenfeld 6 Nicolson 2006.
[4] Sobre la retaíla de acontecimientos donde los europeos se plegaron preventivamente a los terroristas palestinos, ver Dershowitz, Alan: Why terrorism works. Yale, Yale University Press 2002.
[5] Véase como ejemplo Morán, Fernando: España en su sitio. Barcelona, Plaza y Janés 1990.
[6] Ver Ross, Dennis: The missing peace. The inside story of the fight for Middle East peace. NY, Farrar, Straus and Giroux 2005.
[7] Ayllón, Luis: Yaser Arafat elogia los esfuerzos de Aznar para impedir la guerra en ABC, 6 de marzo de 2003.
[8] The Washington Post editorials: Mr. Obama in Iraq. 23 de julio de 2008, pág. A14.
[9] Para un análisis del giro de Rodríguez Zapatero en materia exterior pueden verse: Bardají, Rafael L. Y Portero, Florentino: La España menguante. Madrid, Papeles FAES nº 2, julio de 2004; y La España menguante
menguada, Madrid, Papeles FAES nº 39, febrero de 2007.
[10] Véanse, por ejemplo: Caño, Antonio: El Sáhara frente a Zapatero, El País 9 de enero de 2006; Lobo, J.L.: Zapatero se desentiende del Sáhara para no irritar de nuevo a Mohamed VI en El Confidencial, 11 de julio de 2008; así como los numerosos análisis publicados por el GEES al respecto.
[11] Ver en este punto Bardají, Rafael: Alianza de Civilizaciones. Elementos para una critica. www.gees.org/articulo/1238/, 26 de marzo de 2005.
[12] Roríguez Zapatero, J. L. Y Erdogan, R. T.: a call for respect and calm, en el International Herald Tribune, 5 de febrero de 2006.
[13] Contra todo pronóstico, sería finalmente el portugués Jorge Sampaio quien ocupara este puesto.
[14] Puede consultarse en http://www.maec.es/es/Home/Paginas/Diezpuntosconsenso.aspx
[15] ABC: Pepiño acusa a Israel de buscar bajas civiles en Líbano. 26 de julio de 2006
[16] Cosidó, Ignacio: La Kefiya de Zapatero en Libertdad Digital, 23 de julio de 2006. http://www.libertaddigital.com/index.php?action=desaopi&cpn=32541
[17] Meneses, Rosa: Zapatero llama a Hizbulá resistentes, Aznar nos trataba como terroristas, declaraciones de Muafak Jamal, responsable de Hizbuláh epara la Bekaa. En El Mundo, 18 de agosto de 2006.
[18] ven, entre otras muchas noticias de aquellos días: Libertad Digital: Todos los líderes occidentales excepto Zapatero condenan los ataques terroristas sobre Israel. 16 de julio de 2006. http://www.libertaddigital.com/index.php?action=desanoti&cpn=1276283721
[19] Libertad digital: EEUU califica de grotesca la gestión del gobierno español para convertir a Siria en un agente de paz. 6 de agosto de 2008. http://www.libertaddigital.com/index.php?action=desanoti&cpn=1276285130
[20] Blandord, Nicholas: Blue helmets blues. Is UNIFILs mission being compromised by efforts to protect its troops? En Now Lebanon, 16b de julio de 2007. http://www.nowlebanon.com/NewsArticleDetails.aspx?ID=6852
También en El País, 24 de junio de 2007.
[21] EFE: Irán negocia con Moratinos y Solana la crisis nuclear. 6 de julio de 2006
[22] Ver nota de prensa de La Moncloa al respecto. http://www.la-moncloa.es/ActualidadHome/161106-Cumbre.htm
[23] Maariv, 25 de noviembre de 2006
[24] Ni siquiera una institución tan pro-socialista como es el CIDOB puede explicar la dejación del gobierno en la defensa de sus propias posiciones. Véase, por ejemplo: Soler i Lecha, Eduard: Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo. Documento de trabajo 28/2008.
[25] Ver al respecto el excelente análisis de Jordán, Javier: Las redes yihadistas en España: Evolución desde el 11-M en Athena Intelligence Journal, vol. 2, nº 3 2007.
[26] El periodista digital: De la vega responde a Aído: La posición del gobierno sobre el velo es respetar las tradiciones culturales. 26 de junio de 2008. http://blogs.periodistadigital.com/politica.php/2008/06/26/de-la-vega-aido-posicion-gobierno-0987