Es la hora de la imparcialidad y la inclusión en nuestras universidades

por David Horowitz, 24 de diciembre de 2004

Este artículo fue publicado originalmente en La Revista de Libertad Digital.
 
Han aparecido dos estudios que revelan una corrupción seria de la empresa académica en Norteamérica, y una situación preocupante en nuestros campus. El primero, del profesor Daniel Klein, de la Universidad de Santa Clara, descubre una parcialidad implacable en la contratación del claustro. Según los resultados del profesor Klein, a partir de una muestra de más de 1700 académicos de ciencias sociales, entre el ochenta y el noventa por ciento (dependiendo de la selección de campos) se identificaban como “liberales” y eran votantes Demócratas. En la siguiente generación, el desequilibrio será aún más extremo. En una encuesta entre el personal licenciado de la facultad en Stanford y Berkeley, el profesor Klein demuestra que el cociente de “liberales” frente a conservadores en los campus universitarios es de 30 a 1.
 
Pongo comillas en el término “liberales” porque las prácticas de estos profesores demuestran ser de todo menos tolerantes y abiertas, como implicaría la palabra “liberal”. La exclusión de los conservadores del proceso de contratación es en sí mismo un logro antiliberal. Sin embargo, es en las aulas en donde la intolerancia deja su huella más indeleble.
 
Según un informe publicado por el Consejo Americano de Administradores y Alumnos (ACTA), el 46% de los estudiantes dijo que sus profesores “utilizan la clase para presentar sus opiniones políticas personales”, sin importar el tema. En otras palabras, un gran número de profesores abusa de sus posiciones como educadores para convertir sus aulas en plataformas políticas, y adoctrinar a sus estudiantes en materias en las que ellos mismos carecen de experiencia académica. Una cifra ligeramente mayor de estudiantes (el 48%), informa de que las presentaciones de temas políticos en los campus son “totalmente desequilibradas”.
 
Según el testimonio de los propios estudiantes, esto incluye escatimar la nota de estudiantes que muestran opiniones conservadoras en clase, pero permitiendo a los estudiantes de comentarios comunistas y socialistas salirse con el aprobado. Incluye exámenes en mitad del curso que presentan preguntas como “Explique por qué George Bush es un criminal de guerra”, según lo sucedido en una universidad de Colorado. (Un estudiante que escribió por qué Saddam Hussein era un criminal de guerra obtuvo un suspenso en su examen). Incluye profesores que abusan de sus estudiantes conservadores en clase, como el profesor de derecho de la Universidad de Colorado que dijo a la clase que la “R” de Republicanos viene de “racista”, al tiempo que denigraba a un estudiante que objetaba diciéndole “tenemos demasiados Nazis como usted en el campus”.
 
Para remediar esta situación y restaurar las buenas maneras en la universidad, he elaborado la Academic Bill of Rights, que está siendo evaluada para incorporarse a la legislación en veinte estados. Los críticos han respondido afirmando que no hay problema en absoluto. Explican el desequilibrio del claustro diciendo, simplemente, que los conservadores no buscan carreras académicas en la misma proporción en que lo hacen los izquierdistas. Bien, ¿por qué deberían si sus profesores -- políticamente correctos y sensibles hacia los sentimientos de todos -- piensan nada menos que en llamarles racistas y Nazis en clase?. Incluso si, en la mejor de las circunstancias, más liberales (sin comillas) eligieran una carrera académica, ¿el cociente sería de 30 a 1?.
 
El trasfondo es este: No puedes estar recibiendo una educación sólida, si solamente te están contando la mitad de la historia, ni siquiera si eres 'liberal'. El efecto del actual estado monopartido en los campus universitarios es el de reducir la experiencia académica para todos, 'liberales' y conservadores por igual. También es perjudicial para nuestro tejido nacional. Si cada institución es política de un modo divisivo como el nuestro, entonces, como resultado, cada institución será cada vez más pobre.
 
¿Con qué fin?. ¿Realmente sería tan duro introducir los principios de la diversidad intelectual, la imparcialidad, y la inclusión en nuestras instituciones de educación superior?. A mí, personalmente, me gustaría pensar que no.