Es hora de parar la guerra 

por Rafael L. Bardají, 21 de julio de 2022

Seis meses desde el arranque de la invasión rusa de Ucrania y ninguno de los dos bandos está hoy cerca de alcanzar sus objetivos militares: a Putin le cuesta incluso hacerse con las zonas prorusas del Este de Ucrania; y a Zelenski le resulta imposible expulsar a las tropas rusas de su suelo patrio.  No obstante, si hay alguien quien lleva ventaja, es Putin. El tiempo le acompaña, posee los medios y no duda sobre lo que quiere lograr.

 

Zelenski, por contra, tiene una gran actitud de defensa de la integridad de su nación, pero no cuenta con los medios militares para lograrlo. Toda la ayuda occidental se resume en sistemas de armas que impidan el colapso súbito de Kiev, pero nada que permita a los ucranianos pasar a la ofensiva.

 

Estamos en una guerra de desgaste porque el principal aliado de Kiev, el Washington de Joe Biden pretende desgastar al maximo el poder de Rusia. Bajo la apariencia de una guerra justa,  Estados Unidos  usa Ucrania para unos fines bien distintos a los declarados por Zelenski. 

 

La verdad es que desde la invasión rusa la simpatía por el régimen de Kiev se disparó en todo el mundo.  Los más ingenuos porque piensan que la vida es crear muchos hastaghs con los que lavar su conciencia.  Otros, como la OTAN y la UE porque no podían quedarse callados ante la violación de unos de los principios más queridos: la inviolabilidad de las fronteras mediante el uso de la fuerza.  Pero del respeto a la norma internacional rápidamente pasaron a una retórica y acciones agresivas cuyo único fundamento era demostrar quien de los dos era más determinante en este desgraciado conflicto, la OTAN con Joe Biden, o la UE con van Derleyen y Borrel a la cabeza.

 

Quizá ésta sea la guerra más irreflexiva de todas las recientes para el mundo Occidental. Desde los Balcanes, Kosovo, Irak y Afganistán, cientos de horas de debate parlamentario se emplearon en discutir sobre las bondades y necesidades de dichas intervenciones, así como cobre la idoneidad de las contribuciones nacionales.  Los ministros de defensa y de exteriores, así como el presidente de gobierno comparecían semanalmente para exponer sus motivos, compartir información, actualizar la situación y explicar las actuaciones del gobierno. Por no mencionar las miles de preguntas que sus señorías plantearon a los distintos gobiernos con cada operación militar en la que España estaba involucrada.

 

Ese debate sobre el origen, la evolución y el compromiso español está hoy ausente en la guerra de Ucrania. Una guerra en la que no participamos directamente pero cuyo coste para los españoles es el más alto de todas las habidas hasta ahora. Basta mirar la evolución de los precios de la energía y la crisis económica.

 

Cierto, no tofo es achacable a la guerra, como nos quiere vender Sánchez, pero este choque directo y a corto plazo, si lo es. La irreflexión y estulticia del gobierno (como enfadar a Argelia cuando más necesaria no es), es un factor claramente agravante.

 

Decía el historiador económico italiano Carlo María Cipolla, que estúpido es aquel que hace daño a los demás haciéndose daño a sí mismo.  No hay mejor ejemplo que el gobierno español.

 

A este gobierno le importa poco Ucrania y menos los españoles. La ayuda que manda no es que sea escasa es que no sirve para nada y, sin embargo, el precio que nos hace pagar a todos por una bonita foto, como la de la cumbre de la OTAN en Madrid, es insoportable.

 

Los Estados Unidos pueden continuar con su estrategia de desgaste porque se lo pueden permitir. Los europeos empiezan a pensar que el precio es muy alto, aunque de momento solo recurren a paliar las consecuencias con decisiones importantes, como volver al carbón y la energía nuclear. Pero en España, el sectarismo y el ultraizquierdismo de Sánchez, nos lleva de cabeza a la ruina. Por eso hay que parar ya la guerra aunque el precio sea una Ucrania partida. Para los que sinceramente creen que eso alimentaría la agresividad de Putin, haya que decirle que hay muchos otros medios, menos abiertos, menos lineales, para castigar a Moscú, sin que sea a quien hacer pagar por ello. Seguir como hasta ahora, es sólo retrasar su victoria y hacernos pagar un cheque por un dinero que no tenemos.