Enviar a los mercenarios

por Max Boot, 20 de junio de 2006

Así que Estados Unidos ha arbitrado una tregua entre las diversas facciones de Darfur, y el Consejo de Seguridad de la ONU ha autorizado el despliegue de una fuerza pacificadora. Para alguien placenteramente no familiarizado con la historia, esto suena como una medida decisiva que pondrá fin de una vez a la violencia que ha dejado al menos 200.000 muertos y 2 millones de desplazados.
 
Al contrario, éste no es el primer acuerdo de alto el fuego en Darfur. En el 2004 se alcanzó un acuerdo similar e inmediatamente fue violado. No hay motivo para pensar que el actual tratado saldrá mucho mejor parado, especialmente porque uno de los principales grupos rebeldes de Darfur ha rechazado firmarlo.
 
Los trozos de papel, sin importar lo prometedores que sean, exigen poder para ser implementados. La cuestión es: ¿Quién proporcionará ese poder en Darfur? Las fuerzas de la Unión Africana desplegadas en el 2004 han demostrado ser profundamente inadecuadas. Sus 7000 soldados carecen de las cifras, el entrenamiento y el equipamiento para patrullar una región subdesarrollada del tamaño de Francia. Ni siquiera tienen un mandato para poner fin a la limpieza étnica; tan sólo se supone que monitorizan la situación.
 
Si usted escucha a los pomposos de Turtle Bay, la salvación llegará del despliegue de un mayor número de efectivos de cascos azules. Y qué más. ¿Qué hay en la historia de las fuerzas de paz de Naciones Unidas que brinde a alguien confianza alguna en que puedan detener a algún adversario?
 
Son mucho más elevadas las probabilidades de que los representantes de la ONU sean en su lugar raptados por criminales sangrientos, como ocurrió en Bosnia-Herzegovina en 1995 o en Sierra Leona hace cinco años. O que, en lugar de proteger a la gente, las fuerzas de paz se aprovechen de ella -- como presuntamente ha sucedido en Kosovo, Sierra Leona, Liberia, Guinea o el Congo, todos lugares en donde los cascos azules han sido acusados de una horrible letanía de abusos sexuales, pedofilia, violación y prostitución incluidos.
 
Incluso si estos escenarios pesimistas no llegasen a suceder, es probable que la ONU se muestre incompetente ante la postura determinada. Mire lo que está sucediendo en el Este de Timor, donde, tras siete años de gestión de la ONU, la capital se ha paralizado a causa de las luchas entre pequeñas bandas armadas. La situación en Haití es peor aún, donde una fuerza de la ONU bajo dirección brasileña ha hecho poco por detener el creciente caos. Es aún peor en Somalia - el país con menos ley sobre la Tierra - donde un despliegue de la ONU fracasaba a comienzos de los años 90.
 
Y pensar que algunos de los autodenominados realistas tuvieron la temeridad de sugerir que todo habría funcionado en Irak con que solamente el papel principal hubiera sido concedido a la ONU... El Este de Timor y Haití son mucho más pequeños y están más aislados, pero la ONU no ha hecho funcionar su magia multilateral en ninguna parte.
 
Mi idea aquí no es regodearme en la crítica a la ONU gratuitamente, sino simplemente sugerir que deberíamos moderar nuestras expectativas para la fuerza de pacificación que está programado que llegue a Darfur en cuestión de seis a nueve meses. El propio calendario interminable sugiere lo incompetente que es la ONU. Incluso bajo la mejor de las circunstancias, las milicias janjawid dispondrán de otro medio año de rapiña sin interferencia seria.
 
Si las denominadas naciones civilizadas del mundo fueran serias acerca de poner fin a lo que el gobierno americano ha descrito como genocidio, no apaciguarían dejando el caso a la ONU. Enviarían sus propias tropas. Pero por supuesto no son serios. Al menos no así de serios.
 
Pero quizá haya un modo de detener la masacre incluso sin enviar un ejército americano o europeo. Enviar un ejército privado. Un buen número de firmas comerciales de seguridad tales como Blackwater USA están dispuestas, por el precio adecuado, a enviar sus propias fuerzas, compuestas en gran medida de en veteranos de los ejércitos occidentales, para detener el genocidio.
 
Sabemos por experiencia que tales unidades privadas son mucho más eficaces que cualquier pacificación de la ONU. En los años 90, la firma sudafricana Executive Outcomes y la firma británica Sandline hicieron un trabajo rápido con los movimientos rebeldes de Angola y Sierra Leona. Los críticos se quejan de que estos mercenarios solamente ofrecieron un respiro temporal de la violencia, pero eso es todo lo que fueron contratados para hacer. Presumiblemente, contratos de mayor duración crearían seguridad de mayor duración, y a una fracción del precio de una misión de la ONU.
 
Pero esta solución es juzgada completamente inaceptable por los gigantes morales que gestionan Naciones Unidas. Afirman que es cuestionable - cachis - emplear mercenarios. Más cuestionable, parece, que aprobar resoluciones vacías, enviar fuerzas de pacificación incompetentes, o dejar que continúe el genocidio.