Encuentros en Jaca II
por Rafael L. Bardají, 1 de enero de 1998
Muchas gracias Coronel. Autoridades, General Director de la Academia, señores participantes, después de esta presentación tan cariñosa pocas palabras puedo decir. Cada vez que vengo invitado a algún curso o a participar en alguna actividad de la Academia, soy recibido como si estuviera en mi propia casa, y es un placer y una satisfacción personal el haber sido invitado año tras año desde 1985 -como decía el poeta Gil de Biedma de 'casi todo hace ya 20 años'- a poder compartir con todos ustedes algunas de mis ideas.
El tema de hoy, quizá sea demasiado atrevido incluso para una persona del mundo académico que está acostumbrada a realizar y a hacer prospectiva, como es mi caso. Cualquiera que se arriesga a intentar hacer un poco de futurible, se equivoca, y quizás sea seguramente también mi intervención una intervención confusa, y que con el paso del tiempo se demuestre totalmente errónea, pero aún así, el reto es hoy, yo creo, contestar a dos preguntas básicas.
La primera, ¿tiene futuro la guerra?; y la segunda, si tiene futuro ¿cómo va a ser esa guerra?, o ¿cómo será la guerra del futuro?.
Sobre la primera quizás se extrañen que nos planteemos ahora si tiene futuro la guerra cuando uno enciende la televisión y ve a armenios, azeríes, talibanes, iraníes, sudaneses o ruandeses machacándose utilizando todo tipo de instrumentos y de violencia unos contra otros. Podría parecer que es una pregunta absolutamente absurda. Claro que hay violencia y claro que hay guerra. Sin embargo, yo creo que se trata de una pregunta legítima. Efectivamente, el mundo, por decirlo de alguna manera popular, está que arde, pero no es tan caótico como la televisión nos ofrece sistemáticamente. Nos sentimos demasiado imbuidos de la técnica del videoclip informativo, donde las imágenes de horror se suceden sin explicación de causa-efecto, sino simplemente en su manifestación más burda, más brutal, vemos los machetes usados por los tutsis y los hutus, unos en contra de otros, sistemáticamente en el telediario, y esto es lo que nos hace percibir la realidad de una manera extraña, confusa, que no comprendemos, y nos provoca esta imagen de barbarie en la que parece sumido el mundo.
Estando de acuerdo en que hay violencia y que hay guerras, sin embargo creo que no estamos viviendo en un caos y que incluso hay índices que permiten pensar que la situación actual es bastante mejor que la que teníamos hace 10 años a pesar de, como digo, ese horror que aparentemente vivimos todos los días a lo largo y ancho del globo.
En ese sentido, por ejemplo, el número de guerras no ha aumentado, a pesar de que es lo que parece según las noticias de la televisión. De hecho, más o menos se mantiene constante. En las últimas décadas, desde los años sesenta, el número se sitúa en torno a 25-27 conflictos censados al año, y no ha aumentado en los años noventa. Lo que ocurre es que la definición de conflicto es arbitraria. Yo estoy utilizando para medirlo la que hace el Instituto de Investigación por la Paz de Estocolmo, el afamado SIPRI, quien, en síntesis, dice, son conflictos aquellos en donde se producen más de mil bajas mortales al año.
Ahora bien, lo que sí se ha producido es un corrimiento geográfico de donde estallan estos conflictos. En Europa eran inexistentes prácticamente en los años 70 u 80, o muy bajo el número de ellos, del orden de un conflicto abierto, y en los 90 tenemos entre 9 y 10 conflictos abiertos simultáneamente en nuestro Viejo Continente. Quizás esto sea lo que nos ha supuesto más una situación de impacto que otra cosa. En cualquier caso, si reducimos las bajas de mil a quinientos, entonces el número de conflictos se dispara a 47 en el año pasado, pero como digo, todavía no es una concepción aceptada que una guerra sea la que se produce con 500 víctimas al año. Pero tal vez quizás estemos viendo un nuevo conflicto, que lo trataré más adelante, de menor intensidad en el término de bajas humanas al año, aunque más perverso en otros aspectos sociales.
En cualquier, caso como digo, hay indicios de que vivimos en una situación yo creo que mejor, y en cualquier caso, al menos, algunos vivimos, sin duda, en una situación mejor.
El mundo estaba dividido hace años, como sabíamos, sobre un eje geográfico Este-Oeste ideológico, económico y político, y ahora vivimos en un mundo no dividido según las coordenadas Este-Oeste, o Norte-Sur, sino por una bifurcación entre lo 'postmoderno y premoderno'. Si se me permite el símil, el mundo actual es como un avión donde hay una primera clase y una clase turista, donde unos reciben un tratamiento, una comida y un confort muy diferenciado, muy superior en primera respecto a la otra clase donde viaja otro tipo de personas. Por fortuna España es parte de esa primera clase junto con una veintena de países, y el resto del mundo es esa otra clase turista que viaja por distintas razones, con más incomodidades, y que está sujeta a otra serie de avatares en sus viajes.
Es un mundo, por lo tanto dividido, pero con otra lógica. Es más bien un mundo bifurcado donde una parte de ese mundo avanza hacia el progreso, la paz, la concordia y la cooperación , mientras que otra parte se sume en el caos y aparentemente en ese horror y barbarie.
Por lo tanto, creo que para esa primera clase si tuviera que responder a ¿tiene futuro la guerra? yo diría que no. La guerra es una institución que se ha vuelto obsoleta siempre y cuando circunscribamos la guerra a la concepción clásica de Clausewitz, es decir, una guerra entre estados ejecutada con ejércitos regulares con unos objetivos políticos definidos y con una victoria militar y política clara, y todo lo circunscribamos geográficamente a ese núcleo de países de la primera clase, de ese avión que ya he mencionado.
¿Por qué la guerra se ha vuelto obsoleta?. Bueno, a esa cuestión hay distintas explicaciones. En primer lugar, se dice, porque esos países han evolucionado. Hay una explicación racional desde los años 70, la guerra mayor, la guerra tal como la concebimos en el conflicto Este Oeste, es muy costosa de financiar y además los réditos que da una agresión son muy escasos. En una sociedad avanzada la ocupación del suelo no permite, ni siquiera, explotar las capacidades del conocimiento de la tecnología y de la información que hoy día es el motor del desarrollo. Por tanto hay una explicación racional de por qué el conflicto sólo se produce cuando hay situaciones verdaderamente vitales en el juego.
Hay otras explicaciones ideológicas, la más famosa, quizás, sea la que ofreció el analista de la .Rand Corporation, Francis Fukuyama, al final de los años 80, cuando decía que las ideologías habían sido superadas, que sólo quedaba el liberalismo como triunfante en el mundo y que las democracias liberales no luchaban entre sí, y que eso iba a provocar para cierta parte del mundo una zona de paz y estabilidad, incluso, él decía de aburrimiento.
Hay también explicaciones sociológicas. Hay un libro muy interesante de John Mueller titulado precisamente 'La obsolescencia de la guerra', donde dice que el conflicto entre estados democráticos y avanzados se ha convertido en algo así como 'el duelo', esto es, una institución que ha sido aceptada históricamente como forma de resolver diferencias y conflictos personales, pero que al cabo de ciertos usos y tiempo se entiende que no tiene ningún sentido en la sociedad moderna. Para él la guerra es, como digo, el duelo, y estamos en una fase social donde la población no entiende que para resolver disputas económicas y políticas se recurra al uso de la fuerza. Sería algo así como plantear que para que los camiones españoles no fueran incendiados en la frontera con Francia, invadiéramos el Rosellón. Es poco plausible una contingencia de este estilo.
En mi opinión personal, creo que por un cúmulo de razones ninguno tiene toda la verdad. Todos tienten un poquito de verdad. Efectivamente, en estos países de esencia democrática, con economías de mercado como sistema económico y de grado de postmodernidad en el sentido social de avance y progreso, la sociedad ha dejado de ser una sociedad movilizada en su defensa frente al enemigo del Este, frente al comunismo, frente a las ideologías totalitarias, y se ha convertido poco a poco, en un deslizamiento más o menos consciente, en una sociedad si se quiere postmilitarizada o, si se me permite la barbarie en castellano, 'desbelificada', en el sentido de que no es antimilitar ni antibélica, simplemente que la función defensa de ser concebida y percibida como el corazón, el centro y la base donde se sustenta toda la libertad y el desarrollo de esa sociedad, pasa a ocupar a los márgenes a la hora de entender lo que es el progreso, el bienestar, y lo que es la vida cotidiana de los ciudadanos.
Me parece que esto es un hecho innegable. Cualquier pulso de la opinión pública demuestra que, efectivamente, la función defensa del estado, no ocupa el grado de preocupación ni de atención que podría tener antes, incluso, desde el punto de vista crítico de años anteriores, y que configura este magma extraño en que nos estamos moviendo en el umbral del siglo XXI a nivel social, a nivel sociedad.
Ahora bien esto queda circunscrito, como digo, a una veintena de países como mucho a lo largo del globo y no olvidemos que en ONU ya hay 190 países y que hay algunos más todavía a lo largo y ancho de la tierra. Es decir, que se trata de una minoría en términos numéricos y de una minoría en términos de población, aunque tampoco podemos olvidar que son los países que producen el 80 por ciento de toda la riqueza del planeta.
En la segunda clase de ese avión que he mencionado al principio, nos encontramos con una gran diversidad de países, igual que sucede en un aeropuerto. Tenemos un grupo de países en transición hacia esa primera clase, como pueden ser algunos países centroeuropeos donde lenta pero sistemáticamente se introducen los hábitos de las democracias avanzadas, donde la economía de mercado con dificultades sigue su curso hacia adelante y por lo tanto, ahí hay un grupo de países que poco a poco se van incorporando a esa concepción no belicista o no bélica de las relaciones internacionales común en la primera clase.
Tenemos otros estados, los que están bien desarrollados económicamente pero que políticamente no lo están, como pueden ser algunas monarquías tradicionales del Golfo, o algunos países del sudeste asiático.
Pero sobre todo en términos de seguridad yo quisiera subrayar dos subgrupos de esta segunda clase:
Uno, esos estados de difícil traducción de la terminología sajona, los 'rogue States'.es decir, 'los estados villanos', los estados que son o que tienen una concepción agresiva o confrontacional con los países occidentales.
Y los 'estados fallidos', que son aquellos países, tal vez los que más se ven en los telediarios, donde los gobiernos y el estado y el aparato de la administración y la burocracia se han visto incapaces de garantizar no ya el bienestar y el desarrollo, sino la propia supervivencia de sus ciudadanos. La imagen de los Grandes Lagos me parece paradigmática de estos 'estados fallidos'.
Es en esta zona político-geográfica donde no hay una renuncia a la violencia y a la guerra como un instrumento del estado, o como un instrumento de distintos 'grupos'. Pero también es verdad que no quiero simplificar, es decir; la primera clase está libre de guerra, la segunda se van a matar entre ellos. Sinceramente, es algo más complicado. Creo que a lo que estamos asistiendo en la mayoría de estos países, que desgraciadamente son los 'estados fallidos' es a una transformación de la concepción de la guerra. Nuestra escuela básica es la formada por el libro clásico de Clausewitz 'De la guerra', donde, como decía antes, esta bien definido cartesianamente lo que es un conflicto, por qué se hace, quién lo ejecuta, quién lo ordena, quién realiza la paz y en qué términos. A lo que estamos asistiendo ahora sin embargo, es a una transformación porque donde vemos que hay guerras, y guerras con numerosas víctimas, no hay estados. De hecho, en el censo del año pasado todos los conflictos que estaban abiertos eran guerras civiles, ninguna se producía en el mundo que afectara a dos gobiernos sobre un territorio, sobre una disputa fronteriza, o de cualquier otro tipo.
Incluso, es más, no son guerras civiles como las que conocíamos durante la guerra fría, donde un grupo radical de uno u otro signo quería tomar el poder para consolidar su ideología al frente del aparato del estado. No, ahora mismo lo que no hay es aparato de estado, lo que hay es fragmentación de las fuerzas armadas, fragmentación de grupos sociales, de policías, en definitiva hay una perdida de la esencia de lo que es el estado moderno, el monopolio y el uso legítimo de la violencia, y eso es lo que explica quizás esta sensación de barbarie y premodernidad que nos ofrece la televisión.
Como decía, vemos subgrupos paramilitares, vemos bandas, vemos crímenes organizados que tienen tanta legitimidad y tanta autoridad como una unidad militar cualquiera en el territorio, vemos extrañamente estas vinculaciones en forma de red, tan modernas en términos de tecnología de información que se produce entre mafiosos, bandas de delincuentes juveniles, unidades del ejército que ya no existen, policías que tampoco existen, y que vagan en ciertas zonas como señores feudales.
Esta transformación de la guerra es seguramente demasiado reciente para comprenderla en todos sus efectos, pero, en cualquier caso, es la que existe mayoritariamente hoy en día y que con toda probabilidad será la que siga existiendo en las próximas décadas del siglo XXI. Y no nos quedará más remedio que hacerles frente de alguna forma y habrá que darles respuesta adecuada en términos de personal, orgánica, de objetivos políticos, etc.
Es lógico pensar que junto a esta forma nueva de guerra o nuevos conflictos, como quiera llamarse, seguirán existiendo muy puntualmente conflictos clásicos en el sureste asiático en particular, si esto de la lógica Clausewitzana sigue funcionando, como seguirá funcionando si el proceso de paz no fructífera en el oriente medio.
Pero en cualquier caso esos conflictos de corte clásico que pueden perdurar, van a estar muy circunscritos en mi opinión a dinámicas regionales y no van a afectar, como lo hacían antes, al mundo occidental. Yo creo que hay algunos estados, y se señalan con el dedo, que evidentemente son causa de problemas en el mundo occidental, sobre todo si lo ponemos en la dinámica de proliferación de armas de destrucción masiva, el caso de Irak es palpable, pero como digo, yo creo que en general podemos afirmar que responden a otras dinámicas más especificas en términos regionales que no van a afectarnos en nuestra seguridad o en nuestros intereses vitales.
Me gustaría hacer un paréntesis aquí sobre como liquidar estos conflictos clásicos en alguna medida. El paréntesis se refiere a la revolución tecnológica de las fuerzas armadas. Los americanos no se cansan de hablarnos de eso que llaman ellos ' la revolución de los asuntos militares, 'the Revolutioin in Military Affairs', en las tecnologías que van a configurar las fuerzas del mañana, esencialmente tecnologías de la información para hacer más transparente el campo de batalla en tiempo real, tecnologías de la ocultación para poder penetrar e territorio sin ser detectados, la famosa tecnología. 'stealth' , y las tecnologías para poder aplicar capacidad y potencia de fuego cada vez más lejos del teatro de operaciones. Hemos visto quizás un poco de todo esto, del inicio de estas tendencias, en el bombardeo de los talibanes y de Sudán con los misiles de crucero por los barcos y submarinos norteamericanos.
Yo creo que todo esto, a parte de ser una revolución tecnológica, también es un imperativo moral de las sociedades en que vivimos. No olvidemos que para que un conflicto, incluso en la guerra del Golfo del año 91, obtenga la legitimidad y el apoyo social tiene que configurarse con unas características muy claras: que dure poco, que tenga las mínimas bajas posibles, a ser posible cero, y que además no se exponga la población civil de ninguno de los dos bandos. No solamente la población occidental es contraria a admitir sus propias bajas, sino también a admitir las bajas del contrario cuando se trata de población civil. En este sentido, recordemos las imágenes de la carretera de Basora con los bombardeos americanos, lo que fue un factor clave político a la hora de decidir el alto el fuego en su día.
Estas tendencias tecnológicas y sociales que configuran las fuerzas del mañana van a demandar, pues, unas fuerzas altamente sofisticadas, unas fuerzas que tendrán problemas seguramente en decidir hoy como van a invertir sus escasos recursos porque, no olvidemos que la tendencia de los presupuestos de defensa va a la baja y estos sistemas van a la alza, y que la inflación militar es muy superior a la normal y, evidentemente, tendremos que decir o tendrán que decidir en que se gastan las cosas.
Bueno, pues de todo esto, de estas fuerzas armadas del siglo XXI muy tecnificadas con soldados que además tendrán que actuar casi en soledad en su campo de batalla pero que estarán conectados por todo tipo de sensores y comunicaciones con sus mandos y estos a su vez con los mandos y autoridades políticas, si es necesario, si ese es el estilo de guerra que se va a luchar, creo que tenemos que estar contentos de estar en el caballo ganador, es decir la guerra del golfo se ganó y no hay nada que me haga pensar que una guerra un conflicto de este tipo no va a volver a ganarse, porque la superioridad tecnológica occidental y, particularmente la americana que esta en fase de despegue del resto de los aliados, es muy superior, si tiene la voluntad de actuar y además con el poder necesario, yo creo que no hay enemigo ahora mismo en sus propios términos que pueda ganar en este tipo de conflicto.
Pero también es verdad que la estrategia es el arte de la paradoja y que alguna enseñanza habrán sacado nuestros enemigos de la experiencia del golfo. Ya saben que en los términos de norteamérica, no se puede ganar una guerra a Estados Unidos ni a sus aliados, luego posiblemente sería ingenuo pensar que nos enfrentemos en el futuro a una estrategia muy automática y muy lineal, donde a la evolución de unas tropas muy sofisticadas se van a oponer unas tropas similares, como pasó en el esquema de acción-reacción de Estados Unidos y la Unión Soviética durante la guerra fría. Es posible que lo que veamos sea entonces, si quieren tener algún éxito frente a las coaliciones occidentales, el nacimiento de lo que podríamos llamar 'estrategia asimétrica', es decir, un planteamiento de si yo sé que los Estados Unidos y sus aliados, la Alianza Atlántica, son muy superiores en fuerza aérea, misiles, o en lo que queramos, en entrenamiento de sus hombres, sería suicida plantear una batalla en esos términos y buscaré sus vulnerabilidades en otros terrenos.
Ahora se habla, que está muy de moda, de la 'ciberguerra' como una vulnerabilidad de estos ejércitos y de la sociedad occidental y avanzada en general, dado nuestro grado de dependencia de la tecnología de la información. Yo sé que es el tema de una ponencia de la que se hablará más tarde, pero qué duda cabe que cuantas más tecnologías integremos, y nosotros vivimos atiborrados de tecnologías a lo largo y ancho de nuestra vida cotidiana, cuanta mas tecnología utilicemos, más vulnerables somos a pequeños problemas que puedan pasar.
La 'ciberguerra', desde el punto de vista de los analistas, consiste en luchar a través de internet o en la introducción de virus o robar información, pero puede ser mucho más sencillo, como modificar las estadísticas de producción industrial, o datos económicos en una base de datos como la de la OCDE, para alimentar un espanto en las Bolsas y causar una sorpresa social en la sociedad víctima de ese ataque.
Pero no me quiero ir tanto a estas guerras, a este nuevo campo de batalla que es el de la guerra virtual, que posiblemente se desarrolle, pero del que quizás todavía no estamos muy bien enterados, si tenemos suficientes defensas para poder contenerlas o no. Hoy por hoy, las amenazas van a venir de algo más concreto y material, por lo menos en los próximos años, y podrían pasar, seguramente, por un incremento de las acciones del terrorismo internacional. Es un recurso de los pobres que es muy sencillo de utilizar en contra de las sociedades que más o menos vivimos con ciertas comodidades. Si al terrorismo, además, le sumamos la posibilidad de que estos grupos no estén ya esponsorizados o apoyados por ciertos gobiernos, sino simplemente que tengan acceso a cierto tipos de armas con una capacidad de destrucción , no voy a decir global, pero si al menos muy superior a lo que puede ser una bomba tradicional, una bomba normal, pues empezamos a tener que considerar unos escenarios algo más complicados y distintos.
Creo que quizás esta sea la lógica del futuro, de la próxima guerra, a la que habrá que enfrentarse. Que estemos o no preparados dependerá en gran medida de todas las reflexiones que podamos juntar, porque no hay que olvidar que todas nuestras estructuras aliadas de fuerzas armadas vienen de las 4 ó 5 últimas décadas y somos como un atleta que está solo preparando un gran músculo para una prueba de fuerza y nos encontramos que, de repente, lo que necesitamos es agilidad y capacidad de respuesta en otros terrenos, y tenemos que aprender a readaptarnos seguramente a los nuevos retos, sin saber siquiera cuales son, con certeza, estos nuevos retos.
Lo que si vimos en estos años 90, con toda la proliferación de la guerra producida por los conflictos civiles, han sido, al menos dos respuestas distintas a los conflictos, bien se trate de los conflictos de nueva generación, de las guerras civiles, étnicas y tribales o bien se trate de castigar desde la distancia a los estados irredentos, como pueden ser Irak, Sudan o Afganistán en último caso. Frente a las guerras civiles ¿qué se ha hecho por parte de la comunidad internacional? Bueno, pues se han puesto en marcha las misiones humanitarias o las misiones de paz, como queramos llamarlas. La verdad es que como todos somos prisioneros de nuestras propias palabras, yo no me voy a desdecir de una conferencia que di aquí en este propio marco, donde manifesté hace años mi crítica con el desarrollo de las misiones de paz como una respuesta a los problemas de estas guerras.
Sé que decir que las misiones de paz es un paliativo pero no es una salida política a esta situación, es como ir contra la investigación sobre el cáncer, es decir, no hay nadie hoy que se pueda oponer a las misiones de paz. Sin embargo, si quiero subrayar simplemente tres paradojas que se producen desde mi punto de vista con las misiones de paz.
En primer lugar, cómo se decide si se va a intervenir. Si miramos las hemerotecas, los papeles de cómo se tomaron las decisiones a nivel colectivo o a nivel nacional, veremos que hay una fortísima influencia de la opinión publica a la hora de decidir si un país participa en una misión de ayuda humanitaria o en una misión de mantenimiento o refuerzo a la paz. Yo creo que hay una toma de decisión, si se me permite, un poco irracional, basada en un imperativo moral, mejor, más que en un imperativo en un disgusto moral de las sociedades, de ver que se producen muertes, que se producen desplazamientos de decenas de miles de personas, que se producen actos que no se recuerdan en la historia reciente como pueden ser campos de concentración o violaciones en masa, en fin todo eso que ha llevado y que lleva a su alrededor la limpieza étnica que conocemos en la antigua Yugoslavia y en otras partes del globo.
Yo creo que esta necesidad de que los gobiernos hicieran algo ante el horror, está en la base de la motivación. Si además de nuevo ponemos que la televisión es un medio que en tiempo real nos sitúa ante esta necesidad de hacer algo, los tiempos de reacción de los gobiernos se acortan, la toma de decisiones se vuelve mucho más frenética y posiblemente no se sea consciente de todas las implicaciones.
Y yo estoy convencido de que en la base de 1.992, de la intervención en Bosnia, se encuentra una gran presión social más que un análisis estratégico racional de intereses y de realidades de lo que se podía conseguir. Y me parece que sigue funcionando un poco con esta misma lógica, que no hemos avanzado ni hemos aprendido nada. Cuando vemos la situación en Kosovo lo que nos preocupa son las imágenes de la nieve que llega y que esas imágenes incidan en la población porque es un disgusto moral evidente lo que hay que tener frente a ese horror. Pero no estamos hablando de saber racionalizar ¿qué es lo que se quiere? ¿si tenemos la capacidad para conseguirlo, con que medios, a que largo plazo y con que coste? Se cae fácilmente en una política de la compasión.
Yo creo que se produce esta paradoja a la hora de tomar decisiones uno esta muy dispuesto a actuar aunque luego nos encontramos con la sorpresa de quien es el gendarme y quien es el brazo armado realmente en las misiones de paz: la Alianza Atlántica, no nos equivoquemos. La ONU es un paraguas legitimador pero no tiene el músculo suficiente para poder imponer la paz, o para poder preservar la paz allí donde sea necesaria. Y esto no deja de ser una paradoja porque por otra parte sabemos y vemos todas los días en la prensa que la Alianza Atlántica no puede actuar sin un paraguas legitimador, es decir, por una parte es el motor de las salidas a estos sitios, al menos en la exYugoslavia, pero por otra parte depende de la legitimidad que le conceda el consejo de Seguridad de NN.UU. mediante resolución o mandato para poder actuar. Eso es una paradoja que quizás con la evolución de la Alianza Atlántica, en su 50 aniversario del próximo año, y la redacción de un nuevo Concepto Estratégico se pueda solventar. Es deseable que la Alianza realmente pueda considerarse suficiente, o lo suficientemente legítima, para actuar fuera de sus fronteras tradicionales, siempre bajo el respeto a los principios de NN.UU., por supuesto, pero sin necesariamente un mandato específico del Consejo de Seguridad, para poder actuar y contribuir, así, a recuperar la estabilidad o preservar la paz llegado el caso.
La tercera paradoja que se produce con las misiones de paz afecta más a aspectos técnicos operativos militares. Es verdad que las nuevas tecnologías han contribuido decididamente para poder ejecutar las operaciones de castigo, en el caso bosnio es evidente. Pero hasta qué punto es necesario cambiar las estructuras de fuerzas para actuar en Ruanda, en los Grandes Lagos, hasta qué punto realmente esta estructura de fuerzas está capacitada y adecuada para responder a eso. O, por el contrario, estamos invirtiendo en estructuras y sistemas herencia del pasado. Quizás habría que flexibilizar y cambiar nuestra concepción de las fuerzas a emplear. Esas son preguntas abiertas y en cualquier caso una paradoja aparente. Nosotros tenemos la capacidad de utilizar armamento del siglo XXI en conflictos que no son ni siquiera premodernos, sino más bien etruscos, son conflictos donde el armamento pesado apenas se emplea, aunque cuando se emplea de verdad, en el cerco de Sarajevo, tiene consecuencias letales.
Pero es muy raro ver el uso de armamento pesado en estas nuevas guerras, más bien lo que hay es una proliferación de armas ligeras o el recurso a cualquier tipo de instrumento , recordemos que los hutus y los tutsis empleaban los machetes como arma esencial. El hombre, por desgracia, no tiene limites para infligir daños a sus semejantes. En ese sentido, es verdad, lo que se ha conseguido en estos años ha sido mucho, ha sido evitar el sufrimiento, aliviar el dolor. Pero, desgraciadamente, puede que eso no baste ya, pues también hay una concepción social imperante sobre el empleo de las fuerzas de paz, y es que cualquier intervención tiene que resultar decisiva.
Esta es otra característica de las guerras modernas, desde el punto de vista de la sociedad occidental. Y en estos conflictos nuevos raro es que nuestra intervención logre ser decisiva. Son conflictos que no tienen una victoria clara ni para unos ni para otros, por eso son tan duraderas, por eso emergen cada cierto tiempo y la situación política es tan precaria. Por eso muy difícil, realmente, vender la participación de un país en una misión porque nuestra intervención va a ser decisiva. Al cabo de años se ve que la situación ha mejorado, se ha aliviado el dolor, pero como decía Carlos Westendorp, el otro día en una entrevista, posiblemente en Bosnia tengamos que quedarnos durante una generación o más si queremos realmente que la paz sea duradera y estable. Creo que eso también es una de las contradicciones que provoca en cierta medida la fatiga pública con las misiones de paz.
Con las encuestas en la mano vemos como en el año 1.992 las FAS españolas, por situarnos en nuestro terreno, gozan de un gran apoyo social por la misión humanitaria en Bosnia-Herzegovina, y como ese apoyo va decayendo sistemáticamente hasta las acuerdos de Dayton, cuando otra vez, gracias a que parece que hay un espejismo de paz, al menos una salida, vuelve un pico hacia arriba de apoyo en todos las encuestas y como otra vez, a medida que la situación parece que es más precaria, se miden pequeños baches de apoyo o de percepción en la opinión pública, cuando no se ve que se es decisivo. Pero el apoyo social acaba cayendo, lo cual también es un problema político a la hora de sostener operaciones de largo alcance temporal.
Frente a los estados villanos, por decirlo de alguna manera como se ha considerado a Irak, bueno pues la solución la han dado los americanos de manera unilateral. Yo creo que el ejemplo del Sudan y Afganistan es claro, es decir, ellos van y son capaces de ir sin coaliciones aunque necesiten psicológica y legítimamente el apoyo de una coalición. Creo que veremos cada vez más estas acciones puntuales desde la distancia, donde no hay personal envuelto, sino un gran despliegue tecnológico, misiles de crucero ni siquiera aviación, aunque, bueno, todavía está por ver que la fábrica de medicinas produjera otra cosa que no fuesen medicinas. Pero ahí lo único que puede criticarse es que ha habido una mala inteligencia, o una mala o incorrecta interpretación de la inteligencia del momento. Con lo cual también será una de las características del futuro, la necesidad de contar, en tiempo real, con una excelente inteligencia en términos políticos-militares de todo tipo.
Lamentaba ayer en la cena el reto que supone para los servicios de inteligencia las tecnologías de la información, porque por un lado es una gran ventaja, ya que se obtienen muchísimos datos, que pueden ser analizados en tiempo real. Tanto que a veces te colapsan la pantalla de un ordenador y tanta información que deja de ser funcional, pero por otro también es un reto porque la inteligencia se puede privatizar en gran medida, a medida que todo el mundo tiene acceso a muchísima información, surgen más competidores. Es este un punto que también habría que tener presente para la evolución de la Defensa y de las FAS.
En cualquier caso y por concluir, he intentado dibujar un panorama de luces y sombras. Por un lado nosotros vivimos muy bien, nos podemos ir al cine cuando en Ruanda se están matando, y con cifras espectaculares. Tengo grabada una imagen de unos hutus cortándoles los talones a unos pobres tutsis dejándoles moribundos en el camino para volver después de la borrachera a rematarles. Contra este tipo de horror bueno creo que somos afortunados de vivir en esa 1º clase del avión, y que nuestro reto ahora sería como poder garantizar que para el resto de países, al menos desde un punto de vista realista, se puede exportar algo de tranquilidad, algo de paz, algo de estabilidad.
Es un debate abierto, pero si este es realmente el panorama en el que avanzamos hacia el siglo XXI, ¿que fuerzas vamos a necesitar?, ¿con que pensamiento, en qué estructura, con que sistemas de armas?. No nos equivoquemos, ya sabemos que la evolución de las adquisiciones de los sistemas de armas modernos es lentísima: un ordenador personal hoy cada 18 meses da un salto cualitativo; un carro de combate, o un avión, tarda 18 años. Es decir, que si nos equivocamos ahora en la estructura de fuerzas lo pagaremos dentro de varios años y será tarde para corregir. De ahí la necesidad de reflexionar en profundidad, con cierta pausa y la bondad de este tipo de encuentros que permite también desde cierta distancia, exponer las dudas razonablemente e intentar mejorar poco a poco las objeciones comunes.
Por lo menos esa era mi intención de partida, aunque tengo que avisar que quizás el caso de estudios estratégicos no sea el mejor dotado para hacer predicciones, ya lo decía al principio. Y simplemente concluyo con una anécdota al respecto : Hace varios años fui invitado a EEUU para asistir a una conferencia que se titulaba 'la guerra fría en los próximos 20 años' cuando llegué al hotel por la noche para repasar las notas, encendí la CNN y lo que me encontré fue la caída del Muro de Berlín , en noviembre de 1.989 . Espero que el menos no me equivoque tanto en lo que les he dicho, como me equivoqué entonces en aquella conferencia. Muchísimas gracias.