Elecciones EEUU: hacia la recta final
(Publicado en La Razón, 25 de agosto de 2012)
Tras la convención republicana a final de mes y la demócrata a principios de Septiembre, las elecciones americanas entran en la recta final. Desde que en mayo Romney consiguió la retirada de su último rival en la lucha por la candidatura del partido, Santorum, los índices relativos de los dos contendientes por la presidencia se han movido poco. Obama anda por el 46%, sacándole una ventaja de unos 2’5 puntos al exgobernador de Masachussetts. Estamos hablando de promedios de muchas encuestas que pueden dar valores bastante diferentes. Dicha ventaja está dentro del margen de error de los sondeos de opinión, lo que no deja dormir a gusto a los demócratas, pero es para ellos mucho más tranquilizador que si esos resultados un tanto precarios fuesen a favor de los republicanos. Éstos pueden mantener la esperanza, pero les falta terreno por conquistar, y lo que más tiene que preocuparles es que esa diferencia, que no es teóricamente insuperable, se ha mantenido, con pocas fluctuaciones, desde hace meses. Concretamente a viernes 24 el promedio favorecía al presidente en sólo un 1%, cuando las semanas anteriores había estado 4.5 puntos porcentuales por delante. Si la nueva cifra se mantiene, las tornas están cambiando.
Lo único seguro es que el que gane lo hará por un pequeña diferencia. No habrá victoria arrolladora. Es una elección muy igualada, sin entusiasmo por los candidatos y con la conciencia de lo que se juega es mucho, la progresión de enormes déficits y gigantesca deuda con Obama, o el esfuerzo por corregir esos amenazadores desequilibrios con Romney. Un crecimiento sustancial del tamaño de estado y su peso en la sociedad con el actual presidente, o paralizar e incluso comenzar a revertir esa tendencia. Una erosión, en parte voluntaria y programática, de la posición de primacía de los Estados Unidos en el mundo, o un intento de recuperarla y dotarse de los medios para mantenerla. Los republicanos propugnan una restauración de los principios y valores que impulsaron el dinamismo americano y los demócratas el estatismo intervencionista y protector y el igualitarismo de la socialdemocracia europea, que para sus rivales comporta parálisis económica e irrelevancia internacional. Este es el contraejemplo que exhiben los conservadores, si bien prefieren apuntar al interior, a la manifiesta decadencia del otrora estado puntero de California, pionero en la ruta que propugna la izquierda americana, los llamados líberals, para el conjunto del país.
Pero lo decisivo no es el balance nacional de votos populares. Por uno de esos curiosos arcaísmos del país, que fue el primero del mundo en tener una constitución escrita basada en la soberanía popular, y como muestra del federalismo de origen, la elección del presidente no es directa, sino a través de un colegio electoral de 538 miembros: el número de representantes en la cámara baja -435-, más el ciento del senado, más tres por el llamado distrito de Columbia, que es la ciudad de Washington, al margen de la organización estatal. Así que la clave está en conseguir 270 votos electorales, emitidos por unos electores perfectamente desconocidos para el público, que el partido ganador en cada estado designa más que elige, por el sistema winner-takes-all, el ganador se los lleva todos. No hay pues la más mínima proporcionalidad. De nada le vale a un partido barrer en un estado porque no por ello va a obtener más votos electorales. Tampoco le vale la pena al que va a la zaga hacer un gran esfuerzo por reducir la diferencia si no tiene posibilidades de ganar. No tiene consecuencias la magnitud de la derrota. De ahí que todo el esfuerzo económico, publicitario, mitinesco de las campañas se concentre en los estados en los que ambos partidos están relativamente igualados, donde hay que defender la ventaja o conquistar la diferencia, especialmente los estados más grandes, que envían mayor número de compromisarios para el colegio electoral. Por ello es posible que el ganador final tengo menor número de votos de base, lo que ha pasado pocas veces en la historia, por márgenes muy pequeños, porque los cincuenta estados se compensan unos con otros.
En el recuento de los 270 Obama lleva más ventaja, pero en esa aritmética la incertidumbre es considerablemente mayor que en las encuestas nacionales, porque los estados en los que se libra la batalla decisiva (battleground states) son menos predecibles, por estar los partidos al borde del empate, echando el resto en la campaña. Los cálculos del magnífico realclearpolitics.com le atribuyen a Obama 221 compromisarios y a Romney 191. También aquí las distancias se han acortado. Quedarían 126 por dirimir en diez estados más o menos “battleground”, siendo el más importante Florida, con 29 compromisarios. Wisconsin, con diez, puede considerarse a estos efectos un estado medio. De inclinación demócrata, estaba el último de esa pequeña lista en cuanto a posibilidades de cambio. La selección como candidato a vicepresidente republicano de un nativo, Paul Ryan, está cambiando el panorama. Esas decisiones, en las que se busca complementar electoralmente al aspirante presidencial, suelen tener poco impacto. Quizás sea ésta la excepción. En todo caso, ha energizado enormemente la campaña.