El verdadero mensaje de los ataques de Bombay
por Amir Taheri, 25 de julio de 2006
Si el terrorismo es un medio de comunicación, ¿Cuál fue el mensaje que deseaban transmitir aquellos que atacaron el sistema ferroviario de Bombay el martes? Asimismo, ¿a quién se dirigía el mensaje, y quién lo enviaba?
Al igual que en todas las operaciones terroristas, el mensaje de Bombay tiene múltiples capas.
La capa exterior consiste de un recordatorio a la India y Pakistán, y más allá de ellos al resto del mundo, de que la reciente fusión de las relaciones entre los dos países no ha puesto fin a casi 60 años de tensión terrorista. Los terroristas vinieron a decir que aún estaban vivitos y coleando. Esto, el lenguaje diplomático, se denomina un acte de presence.
La siguiente capa del mensaje se dirigía a las principales organizaciones cachemires que, habiendo luchado contra el gobierno hindú durante décadas, ahora forman parte del proceso político en el estado en disputa. Aquellos que perpetraron los ataques del martes querían mostrar que incluso si grupos armados tales como la Lashkar Tayyibah (El Ejército del Bueno) o la Jaish Mohammed (El Ejército de Mahoma) se reciclaban en organizaciones políticas, siempre habría otros para continuar la lucha violenta contra la India.
El mensaje tenía una tercera capa, dirigida al Presidente de Pakistán Pervez Musharraf, que ha puesto su carrera, por no decir su vida, en primera línea con la esperanza de lograr una paz duradera con la India. Los terroristas dicen a Musharraf que el monstruo que en gran medida fue creado por Pakistán no va a obedecer siempre a su creador.
El mensaje del martes se dirige también, en parte, al reducido pero significativo electorado de los países musulmanes y las comunidades islámicas en Occidente que aún apoyan el terrorismo, aunque con algunas condiciones y excepciones. El mensaje es: seguid recaudando donaciones para 'la causa'.
Los ataques de Bombay podrían haberse programado para coincidir con la cumbre del fin de semana del G-8 en San Petersburgo, donde la India estaría presente como invitado. Los ataques suicida del pasado julio contra la red de transporte público de Londres también fueron programados para coincidir con la cumbre del G-8 en Gleneagles, celebrada por Gran Bretaña. Durante semanas, los canales islamistas terroristas en el ciberespacio han estado zumbando con amenazas de otro ataque a coincidir con el G-8. ¿Fue la India objetivo porque los terroristas no pudieron organizar una operación en Rusia o en otros miembros del G-8?
Habiendo dicho todo eso, el mensaje del martes también puede verse como un mensaje de desesperación. En los últimos tres años, el movimiento islamista del terror ha sufrido un revés tras otro.
En primer lugar, perdió su principal base (al-Qaeda) cuando los Talibanes fueron derrocados en Afganistán.
A continuación, fue expulsado de lugares seguros en Sudán, Somalia e Irak.
En Argelia, la guerra de una década de duración contra el terrorismo islamista logró destruir las organizaciones terroristas con éxito.
En Egipto, casi todas las organizaciones terroristas han admitido la derrota, y algunas están intentando ingresar en el proceso político.
La internacional islamista del terror también sufrió un revés en la provincia de Aceh, en Indonesia, donde los líderes de la insurgencia alcanzaron un compromiso con el gobierno.
El movimiento del terror también ha perdido en las Filipinas, porque la comunidad musulmana ya no está dispuesta a apoyar una lucha violenta contra el estado.
En Tailandia, los esfuerzos por parte de Al Qaeda por fomentar una guerra total entre la minoría musulmana y las autoridades de Bangkok han sido infructuosos, a pesar de los egregios errores cometidos por el anterior gobierno tailandés.
El movimiento islamista del terror también ha fracasado en Uzbekistán y Chechenia. El motivo de este fracaso es simple: en su uso de la violencia, los terroristas trascendieron todos los límites, forzando así a la población local a alinearse con el orden imperante en calidad del menos malo de los dos males.
Desde el 2003, el movimiento terrorista ha dedicado gran parte de sus recursos a luchar contra la emergente democracia en Irak. Ha utilizado cada truco de libro y ha intentado cínicamente fomentar una guerra sectaria. Y, aún así, no ha logrado interrumpir el proceso político iraquí ni un solo momento.
La campaña que el movimiento del terror lanzó contra Arabia Saudí en el 2003 también ha sufrido duros reveses. Las fuerzas de seguridad saudíes han matado a casi todos los terroristas designados en la lista de busca y captura de la policía, y capturado a centenares de otros, incluyendo militantes no saudíes. Lo que es más importante, el público saudí ha comenzado a mostrar repulsa hacia aquellos que predican la violencia en nombre de la religión.
Los terroristas lo han pasado mal en muchos otros países.
En Marruecos, La guerra silenciosa que las fuerzas de seguridad han emprendido contra el terrorismo islamista ha llevado a la captura de más de 700 militantes, muchos de ellos con largos historiales criminales.
Por su parte, Pakistán ha intensificado sus ataques contra los escondrijos y los asilos terroristas en la región de Waziristán, matando o capturando a cientos de militantes solamente en el año pasado. Según informaciones de Inteligencia occidentales y paquistaníes, los terroristas han sido 'eliminados' en alrededor del 60% de Waziristán.
La decisión de Libia de poner fin a décadas de apoyo a los movimientos del terror también ha supuesto un golpe para los militantes islamistas, tanto en términos de moral como de financiación.
El movimiento del terror es objeto de creciente presión en la provincia afgana de Hirmand, en la frontera iraní, donde los restos de los Talibanes, apoyados por el Hizb Islamí (Partido Islámico) de Gulbuddin Hekmatyar y el islamista uzbeko Tahar Yuldash, han tenido refugio desde el 2002. Un contingente británico acaba de llegar a Hirmand para expulsar a los terroristas y meterlos en una vereda que no pueden ganar.
Docenas de simpatizantes y operativos terroristas han sido capturados también en España, Francia, Italia, Holanda, Alemania, Bélgica y Gran Bretaña, por nombrar unos cuantos de los países involucrados en la guerra global contra el terror.
A lo largo de todo el año pasado, los terroristas fueron incapaces de hacer fructificar cualquiera de los muchos planes en las democracias occidentales. A pesar de los esfuerzos por organizar otro ataque espectacular dentro de Estados Unidos, los terroristas no han sido capaces de atacar propiamente América desde la tragedia del 11 de Septiembre.
En las últimas semanas, algunos iconos del movimiento del terror, sobre todo el jordano Abú-Mussab al-Zarqawi y el checheno Shamil Basayev, han sido abatidos o capturados mientras muchos otros han sido detenidos en Afganistán o Pakistán.
Tanto en términos militares como en políticos, el equilibrio ya se ha decantado contra el movimiento islamista del terror.
La estrategia de ataques espectaculares de Osama bin Laden en Occidente ha producido pocos resultados. Su principal asistente, Aymán al-Zawahiri, no ha salido mejor parado. Su estrategia de hacerse con el poder en algunos estados islámicos vulnerables también ha fracasado.
Donde aún pueden lanzar ataques, los terroristas se ven forzados a buscar objetivos más fáciles. Provocar un baño de sangre en aeropuertos, parlamentos y ubicaciones industriales o empresariales importantes se hace más y más difícil. También se hace más difícil organizar tentativas de asesinato contra importantes figuras políticas y otras figuras públicas.
Este es el motivo por el que los terroristas recurren cada vez más a los ataques suicida de matanzas indiscriminadas contra objetivos fáciles, como redes de transporte, mercados callejeros, autobuses escolares o mezquitas.
Todo esto no significa que debamos subestimar la capacidad de los terroristas de infringir más tragedias a las sociedades que eligen como objetivo. Proscritos en un país, los terroristas se reagrupan en otro. Después, los recientes descubrimientos de células terroristas islamistas en incubación en diversas naciones latinoamericanas demuestran que ya no hay parte del mundo que esté segura. Puede que el monstruo esté muriendo, pero aún tiene vida suficiente para provocar más tragedias. Y ése fue el mensaje más importante de los ataques el pasado martes en Bombay.
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.