El terremoto Petraeus

por Charles Krauthammer, 4 de octubre de 2007

(Publicado en The Washington Post, 28 de septiembre de 2007)

Ahmadinejad en Columbia proporcionó el entretenimiento, pero Sarkozy en la ONU puso la sustancia. En el mayor escenario posible -- la Asamblea General de la ONU -- el Presidente Nicolas Sarkozy puso en guardia a Irán. Su predecesor, Jacques Chirac, había dicho que Francia podría convivir con una bomba nuclear iraní. Sarkozy dijo que Francia no puede. Declaró 'un riesgo inaceptable para la estabilidad de la región y del mundo' las ambiciones nucleares de Irán.
 
Su Ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, había dicho anteriormente que el mundo hace frente a dos opciones -- diplomacia exitosa para detener el programa nuclear de Irán o la guerra. Y el propio Sarkozy no alberga grandes esperanzas en el Consejo de Seguridad, donde China y Rusia están bloqueando cualquier acción eficaz contra Irán. Sí espera que la Unión Europea se una a Estados Unidos imponiendo sanciones serias.
 
'La debilidad y la renuncia no conducen a la paz', advertía. 'Conducen a la guerra'. Esta advertencia sobre el apaciguamiento estaba pensada para Alemania en particular, que por motivos comerciales se viene resistiendo a la presión norteamericana para apoyar las sanciones eficaces.
 
Sarkozy no es ningún perrito faldero americano. Al igual que cada presidente de la quinta República, comienza con la noción del excepcionalismo francés. Pero mientras que el Gaullismo tradicional tendía a definir el grandeur francés como establecimiento de un contrapeso al poder norteamericano, Sarkozy no es contrario a ver la aserción francesa ejercida en coordinación con Estados Unidos. En palabras de Kouchner, 'el antiamericanismo permanente' es 'una tradición que estamos trabajando por superar”.
 
Este giro radical francés genera un cambio crucial en el equilibrio de fuerzas dentro de Europa. Los europeos del Este son naturalmente pro-americanos por motivos históricos (recuerdos recientes del papel de América en la derrota de sus ocupantes soviéticos) y geográficos (proximidad geográfica con una Rusia agresiva y recién reanimada). Europa Occidental es intrínsecamente recelosa del poder americano y culturalmente antiamericana por reflejo. El cambio de Francia de Chirac a Sarkozy, del Ministro de Exteriores Dominique de Villepin (que presionó activamente a países del Tercer Mundo para que se opusieran a América en materia de Irak) a Kouchner (que apoyó la invasión norteamericana por motivos humanitarios) representa un enorme cambio en la relación de la Vieja Europa con los Estados Unidos.
 
Gran Bretaña es un aliado natural. Alemania, teniendo en cuenta su historia, es más seguidor que líder. Francia puede definir la política europea, y Sarkozy pretende hacerlo.
 
El tirón francés es solamente parte del cambiante paisaje que ha inyectado nueva vida a las políticas de Bush en Irán e Irak en los cada vez menos meses restantes de su administración. Los ánimos del Congreso también han variado significativamente.
 
Apenas esta semana, la Cámara aprobaba de manera aplastante una resolución pidiendo sanciones muy contundentes contra Irán e instando a la administración a designar entidad terrorista a la Guardia Revolucionaria de Irán. Una medida similar salía del Senado el miércoles por 76 a 22, declarando que 'es un interés nacional crítico de los Estados Unidos' impedir que Irán utilice a las milicias chiítas dentro de Irak para derrocar al gobierno de Bagdad respaldado por Estados Unidos.
 
Hace unos cuantos meses, la pregunta era: ¿obligará a una retirada de Irak el Congreso Demócrata? La pregunta en el Congreso hoy es: ¿qué se puede hacer para lograr el éxito en Irak -- más concretamente, contener a Irán, que está a la espera de vernos caer?
 
Este cambio en los ánimos y los temas es enteramente producto de los cambios sobre el terreno. Para que la realidad se filtre a un debate en Washington se necesita tiempo. Pero tras el testimonio Petraeus-Crocker, la realidad del éxito relativo de nuestra estrategia de contrainsurgencia  y la posibilidad renovada de éxito final en Irak no pueden seguir negándose.
 
Y esa realidad queda plasmada hasta en la retórica de Hillary Clinton, el más políticamente sofisticado de los candidatos presidenciales Demócratas. Ella sí vota contra la financiación de la guerra con el fin de alterar la política del presidente (y apaciguar a la izquierda), pero eso es como Senadora. Cuando es preguntada acerca de lo que haría como presidenta, vacila estudiadamente. Dice que dependerá de la situación sobre el terreno en ese momento. Por ejemplo, de si nuestra alianza con las tribus sunitas tiene éxito derrotando a Al Qaeda en Irak o no. Pero cuando es preguntada por ABC News si traerá a casa a las tropas norteamericanas para enero del 2013, rehusaba 'entrar en hipótesis y hacer promesas”.
 
La Presidencia de Bush -- y la política exterior -- fueron declaradas muertas la mañana después de las elecciones del 2006. No es así. Francia está a punto de unírsenos en un esfuerzo desesperado por encontrar una solución no militar al problema iraní. Y en Irak, el éxito relativo del incremento ha granjeado al Presidente Bush el oxígeno político para continuar con la estrategia de contrainsurgencia de Petraeus hasta el final de su mandato. El Congreso, y los Demócratas realistas, están por fin empezando a pensar en serio en hacer que esa estrategia tenga éxito y haciendo planes para lo que venga después.


 

 
 
Charles Krauthammer fue Premio Pulitzer en  1987, también ganador del National Magazine Award en 1984. Es columnista del  Washington Post desde 1985.
 
 
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