El Tercer Reich

por Florentino Portero, 17 de julio de 2002

(Del libro El Tercer Reich, una nueva historia de Michael Burleigh. Madrid. Taurus, 2002. 915 págs. Publicado en El Cultural, 17 de julio de 2002)
 
Los historiadores suelen preferir el enfoque político y la secuencia cronológica para presentar los grandes temas a un público amplio y no estrictamente profesional. Se sobreentiende que la lógica política aporta una mayor capacidad de integración del proceso histórico y que la evolución en el tiempo de los acontecimientos facilita al lector un mejor entendimiento.  Sin embargo, Michael Burleigh, un historiador británico con una obra amplia sobre el tema que nos ocupa, ha rehuido conscientemente este enfoque. Las más de 900 páginas de su Tercer Reich, sin ser una obra sólo para especialistas, dan por hecho lecturas previas de carácter general.  Sólo así podrá quien se adentre en ellas seguir el discurso general, más temático que cronológico.
 
¿Cuántos libros se han escrito sobre el nazismo? ¿Tiene sentido que los historiadores continúen estudiando éste y otros temas de importancia semejante, cuando sabemos que pocas cosas nuevas nos pueden descubrir? Las respuestas a estas preguntas están en los anaqueles de las librerías. Los editores siguen dispuestos a correr el riesgo de sacar al mercado obras de casi mil páginas porque son conscientes de que los ciudadanos sienten la necesidad de leer sobre los momentos más importantes de nuestro pasado. Pero esa demanda está condicionada a dar satisfacción a las preguntas concretas del hombre de hoy, que no son exactamente las mismas del de hace cuarenta años ni del de dentro de treinta. Y es que la historia no es sólo un ejercicio de documentación, de localizar datos, comprobar su veracidad e insertarlos en un discurso coherente. La historia es, sobre todo, un intento de  análisis, de explicación de actuaciones individuales y de comportamientos sociales, con todos los riesgos que ello implica. Reconstruir el pasado requiere distancia e imparcialidad, pero no por ello deja de ser una actividad humana , afectada por tanto por lo más característico de nuestra naturaleza: la moralidad. Los seres humanos tenemos valores y sólo a través de ellos podemos acercarnos a la realidad. Los historiadores no son fríos ordenadores sino personas libres, que han crecido y se han formado en un determinado ambiente cultural y moral.  Desde estos parámetros se acercan una y otra vez al pasado, tratando de hacerlo accesible a las gentes de su propia época.
 
Burleigh nos  presenta un estudio del Tercer Reich que gira en torno a un problema de enorme actualidad: el totalitarismo.  Su narración deja de lado el proceso político o el detalle de las campañas militares para centrarse en cuestiones que siguen vivas, que podemos sentir próximas: ¿Cómo y por qué una sociedad  industrial y desarrollada, con un alto nivel cultural, abandona el sistema liberal parlamentario y entrega el poder a gentes sin escrúpulos? ¿Por qué un licenciado de clase media decide hacerse nazi? ¿Cómo la lógica del nacionalismo radical y del totalitarismo desencadenan una espiral que lleva al asesinato sistemático de enfermos, rivales políticos, judíos, gitanos y prisioneros enemigos? ¿Por qué en un momento dado surge un programa nacionalista radical y se impone, a pesar de violentar el conjunto de valores que informan una sociedad? ¿Por qué una  comunidad acepta un gobierno que le escandaliza y trata de ignorar lo que realmente ocurre?
 
Durante décadas los historiadores han tratado de reconstruir el hundimiento de la experiencia parlamentaria de la República de Weimar -en el marco de la derrota, la humillación, las indemnizaciones a los vencedores, la crisis económica y el miedo al comunismo-, así como el auge de un nuevo tipo de nacionalismo, caracterizado por su afán totalitario, su  racismo, su vocación imperial y por el uso constante de la violencia para amedrentar a los rivales políticos, primero, y a la sociedad en su conjunto, después. El reto ahora va más allá. Se trata de comprender los mecanismos sociales por los que una comunidad llega a ver en la opción totalitaria la solución a sus problemas, siendo al mismo tiempo consciente de la catadura moral de las personas a las que entrega el poder y del peligro que contienen sus disparatadas consignas.
 
Este monumental estudio de la experiencia nazi responde a preocupaciones que no se limitan a la historia de Alemania. Tratando de descifrar las claves de la aventura hitleriana, en un permanente ejercicio de contención y matización, el autor nos traslada a situaciones que reconocemos, salvando las distancias, en la Unión Soviética de Stalin, en la Serbia de Milósevic o en el Bilbao de Arzallus. Irracionalismo, demagogia, violencia y el poder coercitivo del estado ponen a prueba los principios morales de una sociedad, con resultados decepcionantes. El totalitarismo no es sólo un hecho histórico, es un fenómeno social característico del estado moderno, una amenaza presente que sólo podemos contener desde el reconocimiento de su existencia. Asumiendo el riesgo de que situaciones semejantes pueden volver a suceder, los europeos seremos más prudentes a la hora de ejercer nuestros deberes cívicos y más cuidadosos preservando el sistema de convivencia que tanto no ha costado establecer.