El secuestro de Su Majestad Felipe VI

por Rafael L. Bardají, 29 de octubre de 2019

Al rey de España lo quiere secuestrado y domesticado el gobierno socialista de Pedro Sánchez. No quiere más posicionamientos en contra del separatismo antiespañol, como el que su majestad expresó en 2017 frente al golpismo anti constitucionalista catalán.

 

La próxima prueba de la estrategia socialista de sometimiento de la Corona es el viaje que le han organizado a Cuba, justo al día siguiente de las elecciones del 10 de noviembre, todavía en segura interinidad del gobierno, con el pretexto de la celebración del 500 aniversario de la fundación de La Habana.

 

Posiblemente Felipe VI no pueda rechazar frontalmente esta visita a Cuba a pesar de que encierra dos frascos de veneno que tendrá que tragar. El primero, el deseo del gobierno de Sánchez de desacreditar a Su Majestad frente a quienes de verdad le apoyan en España y que se revuelven ante una visita que sólo servirá para legitimar una trágica dictadura que ha llevado de la mano de los Castros y sus secuaces a la ruina económica y moral del pueblo cubano. Aún peor, esta visita entra dentro del juego de pataleta de nuestros prebostes de izquierda contra Trump, quien, convencido de que la apertura de Obama hacia Cuba no se ha visto acompañada por una mayor libertad en la isla, ha vuelto a introducir las restricciones en la relaciones de los americanos con Cuba.

 

El segundo frasco envenenado es servir de legitimador de un régimen que no está embarcado en ninguna transición  democrática, sino en su propia supervivencia. Tras los Castro no hay más libertad, sino más represión; no hay mayor bienestar, sino más corrupción; no hay menos injerencia en los asuntos de la región, sino la cubanización de países como Venezuela, cuyo régimen –ese al que cantan tanto los de Podemos como sus modernas facciones, tal que Más País-  está directamente sostenido por la extensión del aparato de seguridad y represor cubano.

 

Su Majestad no se merece ese trato ni este trago. Lo normal es que el gobierno reculara y pospusiera la visita real para otras fechas en el futuro. Pero no lo hará porque este viaje es sólo una pieza más en su estrategia de debilitar las instituciones de España. Ahora bien, aunque nuestro monarca no pueda oponerse a los designios del señor Sánchez, por malévolos y malintencionados que sean, sí puede rechazar ser el altavoz de la izquierda española. Bastaría con que en sus palabras en Cuba hiciera una mención a la oposición política y democrática cubana; a los presos políticos del castrismo; a la necesidad de llevar la libertad a Cuba; y de la desgracia de tener unas élites dirigentes que sólo piensan en sí y para sí mismas.

 

España y Cuba tienen una especial relación. Por desgracia para el pueblo cubano, las más de la veces en años recientes ha sido la de reírle las gracias al dictador Fidel Castro y a su hermano Raúl, y la de nuestras empresas donde han encontrado una forma relativamente fácil de hacer dinero, mirando hacia el otro lado de la realidad de la isla, eso sí.  Ya es hora de una posición moral y de valentía para denunciar la reliquia que es el sistema comunista de Cuba, de los daños que ha causado y de la necesidad de reemplazarlo con el aire fresco de la democracia y la libertad.  Su majestad podría hacer por el pueblo cubano lo mismo que hizo por el pueblo español hace dos años. Servir de esperanza y guía. Justo lo contrario de lo que quieren los socialistas de todos los países, incluido el nuestro.