El ruiseñor de Bagdad

por Florentino Portero, 30 de diciembre de 2003

(Publicado en ABC, el 30 de diciembre de 2003)
 
Las noticias sobre las informaciones que Sadam Husein está proporcionando a los servicios de inteligencia deben ser tratadas con prudencia. No son portavoces de la CIA, del Pentágono o de la Autoridad Provisional, sino dirigentes iraquíes quienes están comunicando los datos y éstos pueden ser interesados. Ridiculizar a Sadam, presentarle como un cobarde dispuesto a confesar para lograr un pacto que salve su vida, es una política dirigida a minar la voluntad de los núcleos baasistas.
 
De ser ciertos los datos confirmarían las primeras impresiones del momento de la captura, cuando Sadam salía del zulo demandando una negociación. A pesar de sus declaraciones anteriores, él nunca consideró el suicidio, porque no es la dignidad sino el poder lo que ha dado sentido a su vida. Hoy puede parecer imposible que recupere el poder perdido, pero el instinto le lleva a porfiar hasta el final.
 
Una de las características de los dictadores es la confusión entre el yo y el Estado, entre la hacienda propia y la común. Irak era él, con sus recursos humanos y materiales. Siempre supimos que tenía una importante red de sociedades ficticias que administraban una ingente fortuna, con la que se adquirían armas o se doblegaban voluntades. Aparentemente, Sadam ha valorado esos fondos en 40.000 millones de dólares, una cantidad enorme pero posible, dado el tiempo que llevaba en el poder y las formidables reservas petrolíferas explotadas desde hace décadas.
 
La recuperación de ese monto es fundamental. Supondría devolver a los iraquíes lo que es suyo, además de una significativa ayuda para la reconstrucción. Esa cantidad representa la mitad de lo que el contribuyente norteamericano se va a gastar en Irak durante la presente legislatura.
 
Confiemos en que, con el paso del tiempo, el ruiseñor afine su trino y que las informaciones faciliten la pronta reconstrucción de un país cuyos habitantes aspiran a ser ciudadanos.