El problema de Hollywood con los chicos malos
por Max Boot, 10 de enero de 2006
Si lo pensamos bien, la Segunda Guerra Mundial está lejos de ser algo blanco o negro. Sin duda, los belicistas alemanes y japoneses eran malignos pero Gran Bretaña y Estados Unidos también hicieron cosas terribles. Mataron a cientos de miles de civiles alemanes y japoneses, se aliaron con la Unión Soviética que era tan horrenda como el Eje. El resultado fue ambiguo porque aunque Alemania y Japón fueron derrotados, la Cortina de Hierro cayó desde Europa del Este hasta Corea del Norte.
Sin embargo, durante 60 años Hollywood no ha tenido ningún problema haciendo películas que pintan la Segunda Guerra Mundial como la lucha entre el bien y el mal. Y con toda razón. Porque a pesar de todas las culpas de los aliados, ellos eran los buenos.
Por alguna razón, Hollywood no puede adoptar una opinión igual de perspicaz sobre la guerra contra el terrorismo. El actual conflicto, en el que se están midiendo las fuerzas de la libertad contra las del islamofascismo es tan meridianamente claro como el de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, los cineastas de moda insisten en pintar ambos lados de forma neutral, como si los agentes secretos israelíes o los soldados americanos fueran comparables a los asesinos de Al Qaeda. Dos de las películas más serias en estas fiestas navideñas - Syriana y Múnich son ejemplos instructivos del absurdo relativismo moral y la patética pseudosofisticación.
Syriana pretende arrojar luz acerca de la relación entre el petróleo, el terrorismo, Estados Unidos y Oriente Medio. Lamentablemente, la trama casi no tiene sentido. Hasta el título es confuso. El guionista/director Stephen Gaghan afirma que escuchó el término Syriana en think tanks de Washington en referencia a volver a delimitar las fronteras en Oriente Medio. Yo trabajo en uno, con una gran oficina en Washington DC y jamás he oído la palabra. Tampoco ninguno de los expertos en Oriente Medio a los que he preguntado. En cualquier caso, la película no tiene nada que ver con delimitar fronteras. En pocas palabras, el título es un intento de alusión para pasar por persona conocedora de secretos y que sólo sirve para ilustrar la ignorancia de Gaghan.
Si decimos que Syriana trasmite algún mensaje, éste parece ser que los chicos malos en Oriente Medio son las codiciosas compañías petrolíferas, políticos corruptos y malévolos peces gordos de la CIA. Dos de los personajes más positivos son una persona clave de Hizbolá que ofrece tránsito seguro al operativo de la CIA Bob Barnes (George Clooney) y un trabajador pakistaní llevado a convertirse en terrorista suicida después de haber sido despedido por una empresa petrolífera americana.
Se dice que el personaje de Bob está basado en la figura del ex oficial de la CIA Robert Baer, pero Syriana no tiene nada en común con sus memorias, See no evil en las que describe su pugna en los años 80 contra Hizbolá y en los 90 contra Saddam Hussein.
En la vida real, Baer se metió en problemas por planear el asesinato de Saddam, en la vida del celuloide, Bob se mete en problemas por tratar de matar a un simpático príncipe del Golfo Pérsico que aparentemente ofende a Washington por querer vender petróleo a una compañía china, no a una americana. ¡Vaya diferencia! Noticia de último minuto para Gaghan: Canadá ha decidido vender petróleo a China y la CIA no está liquidando líderes canadienses.
Múnich es una película más convincente pero es tan moralmente engañosa como la otra. Cuenta la historia de un equipo de ataque del Mossad enviado para vengar los asesinatos de 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos del verano de 1972 matando a 11 terroristas palestinos. Los israelíes se atormentan al pensar en su misión. Como dice uno de los miembros del equipo: Toda esta sangre regresa a nosotros. La película refuerza este tema del ciclo de la violencia con referencias constantes a todos los ataques terroristas llevados a cabo por la OLP después de los Juegos Olímpicos. Lo que insinúa es que si los israelíes no estuviesen matando a operativos de la OLP, éstos dejarían de matar judíos.
El director Steven Spielberg ha dejado en claro que ésa es su opinión contándole a la revista Time que: Una respuesta a una respuesta en realidad no resuelve nada. Sólo crea una máquina en movimiento perpetuo... Lo único que va a resolver este asunto es mentes racionales, mucho sentarse y hablar hasta el cansancio.
¿Dónde ha estado Spielberg los últimos 15 años? Israel ha intentado lo de hasta el cansancio en los años 90 pero el Proceso de Oslo sólo llevó a un mayor derramamiento de sangre. Israel venció a la segunda intifada, no hablando con terroristas sino luchando contra ellos. Múnich representa los asesinatos como algo sin sentido. En realidad, la política de asesinatos selectivos de Israel ha reducido dramáticamente la amenaza de Hamás y otros grupos extremistas.
La lección de la Segunda Guerra Mundial sigue vigente: Los países civilizados deben usar la violencia para derrotar a los bárbaros. ¿Por qué es tan difícil que Hollywood lo entienda?
Max Boot es investigador decano del Council on Foreign Relations y ex editor de la página editorial del Wall Street Journal.
©2006 Max Boot
©2006 Traducido por Miryam Lindberg
GEES agradece al Sr. Boot el permiso para publicar este artículo.