El PP y el espejismo de Bruselas

por Rafael L. Bardají, 19 de octubre de 2018

El presidente del gobierno y el presidente del PP están de gira por Bruselas. Ambos llevan bajo el brazo los presupuestos que el vicepresidente en la sombra, Pablo Iglesias, ha cocinado para el PSOE. Unas cuentas públicas ficticias, de las que ya se admite desde el ministerio de Economía que no cuadran, pero a las que no dan ningún valor más que el trámite, ya que piensan saltárselas a la torera cuando y como le convenga al gobierno y a sus socios bolivaristas.

 

Para exponer el dislate que llevará a la destrucción de empleo, más desconfianza internacional, a un endeudamiento mayor y, finalmente, a una crisis más severa, Pablo Casado ha hablado con sus homólogos del Partido Popular Europeo a fin de que Bruselas enmiende el presupuesto del gobierno español.  Explicar el peligro del gobierno del doctor Frankestein/Sánchez allí donde se tercie, es un deber de cualquier español responsable. Confiar en que Bruselas nos saque las castañas del fuego, un gravísimo error.

 

En primer lugar, porque los dirigentes actuales del PP, que ya vienen con una experiencia en los cargos de responsabilidad de años, deberían saber que la UE siempre tiende a alinearse con los gobiernos en curso y no con los partidos de oposición. Si la UE llegase a enmendar el presupuesto de Sánchez/Iglesias no será por lo que le susurre el PP, sino porque sus expertos así lo creen y sus mandamases políticos se lo aceptan. 

 

En cualquier caso -y mucho más grave- es la profunda creencia, casi entrega, que los responsables del nuevo PP tienen respecto a Bruselas. Ir a Bruselas con un informe para que se pare la locura presupuestaria de la izquierda española es como gritar “que inventen otros”, esto es, “que lo arreglen otros”. No sólo supone comprar la pérdida de soberanía nacional frente a los tecnócratas de Bruselas, que eso el PP ya lo hizo hace años y sigue haciendo aún con las nuevas generaciones en su cúspide, sino que supone reconocer un fracaso interno a nivel parlamentario y político nacional: yo no soy capaz de pararlo, que lo paren desde más arriba, los hombres de negro de la UE adoctrinados por la canciller Angela Merkel.

 

Esta renuncia a dar la batalla frontal para salvar a España del desastre aquí, que es donde está el tablero de juego, es una dejación por parte del Partido Popular a hacer lo que debiera hacer. A saber, forzar unas elecciones anticipadas. Si se lo propusiera de verdad, con o sin aritmética parlamentaria, podría hacerlo. Bastaría con movilizar a sus bases y coordinarse con el resto de las fuerzas políticas que sí lo están demandando, de Ciudadanos a Vox. El hecho de no hacerlo pone de relieve -una vez más- que la cúpula del PP sigue aferrada a consideraciones tácticas que tiene que ver, me temo, más con la consolidación del poder por parte de los ganadores del pasado congreso, que con el bien de España.

 

A Pablo Casado se le ha echado encima el PSOE por sus contactos en Bruselas y desde el gobierno se le ha tildado de antipatriota. No le debiera importar lo más mínimo, viniendo los insultos de donde vienen, del gobierno más antiespañol de nuestra Historia. Pero sí debiera preocuparle, creo, con fiar excesivamente en lo que considera una fortaleza, su interlocución en Bruselas. Porque, para mí, es más la expresión de una debilidad. Nadie va a venir desde fuera a sacarnos las castañas del fuego y su esperanza a que sean otros los que detengan la masacre económica que planea Podemos a través de Sánchez me parece, sinceramente, una irresponsabilidad. La batalla hay que darla aquí, como la están dando muchos otros y como los españoles esperan. Elecciones ya.