El Post-Casadismo

por Rafael L. Bardají, 4 de marzo de 2021

La política -y más la española- es siempre un espectáculo de sorpresas. Por ejemplo, hace algo más de dos años, la continuidad rajoyista encarnada en Soraya Sainz de Santamaría perdió el Congreso del PP y Pablo casado se convirtió en la nueva cabeza de los populares. Su discurso no dejaba dudas: venía a recuperar las esencias de su partido, perdidas en los años de triste gestión de Mariano Rajoy. Se sobreentendía que dichas esencias eran las ideas básicas de la etapa de José María Aznar, el único antecesor de Rajoy al frente del PP (dejando aparte al Fraga de AP). Pues bien, en estos dos años hemos asistido a cómo el propio Casado, flamante dirigente del supuesto “nuevo” PP reculaba y se reconvertía en el exponente del viejo PP de siempre. Porque no ha sabido, porque no ha podido o, como el mismo se excusa ahora, porque las circunstancias no le han sido favorables, aunque ¿cuándo lo son? 

 

En estos días hemos vuelvo a ver lo peor del PP. Y no me refiero a una anunciada hecatombe en Cataluña. No. Hemos visto, por ejemplo, cómo ha corrido a tender puentes con el PNV, a quien ha regalado un puesto de consejero en RTVE no se sabe muy bien en calidad de qué. ¿Como pago porque el PNV rompiera la baraja en su día y dejara caer a Rajoy, posicionándose con Sánchez e Iglesias durante la moción de censura? Pero hay cuestiones de fondo mucho más graves, como la negociación con el PSOE sobre la renovación del Consejo del Poder Judicial. Bajo el falso paraguas de que “no venga Podemos” -cosa de la que como muy bien apunta Echenique ya han claudicado en Televisión- Casado busca un pacto para que Sánchez le permita seguir representando ser el líder de la oposición. Necesita vitalmente que le llamen líder de la oposición y jugar a ser la oposición institucional. O sea, quiere ostentar el rango de ministro de la oposición porque así cree que podrá detener la sangría de votantes que abandonan al PP desde que él llegó. No parece importarle ni a él ni a su equipo que la realidad apunte en otra dirección. Ahí están las catalanas y sus excusas frente a los independentistas.

 

Me da que a la idea inicial que Casado tenía, a saber, que este gobierno o bien estallaba por sus rifirrafes internos o bien lo movían desde Europa, por lo que bastaba esperar que cayese cual fruta madura, ha sido reemplazada por la convicción de que Sánchez va, como Felipe, para largo, pero que para sostenerse en el poder necesita fagocitar a Podemos y apoyarse en el PP. Y como el PP va de capa caída, con el temor a más fugas hacia la derecha del centro que dice representar, cualquier acuerdo institucional le supondría un balón de oxígeno en sus ansias de revivir el bipartidismo. Por muy bienintencionada que sea esta forma de entender el panorama político español, no deja de ser una ingenuidad. Aunque sólo sea por la estupidez de creer que Sánchez se va a prestar a salvarle los trastos a Casado. Bien lo ha dicho el alcalde-portavoz Almeida: “A Sánchez no le compraría un coche de segunda mano”.

 

El Casadismo ha consistido, básicamente, en una política circular, de giros continuos, con o sin sentido, hasta llegar al punto de partida, Esto es, un giro de 360 grados. Y esa es la paradoja: el Casadismo se convierte él solo en post-Casadismo, fusión sincrética de blanco y negro, de A y B, de antes y después. Eso sí, enfureciendo a muchos y satisfaciendo a pocos. Podría parecer paradójico que los rumores de golpe palaciego por parte de algunos barones contra Génova, emerjan cuando hemos llegado a que Pablo Casado es Post-Casado y Pre-Casado. ¿a qué espacio querrían llevar al PP los Núñez Feijoó o los Moreno Bonilla, reconocidos rajoyistas?

 

Hemos pasado de un Casado que ofrecía formar gobierno con Vox a un Casado que patea a la primera oportunidad a ese partido. Hace bien Abascal es mirar impasible la escena, porque es producto de la desesperación de quien, como Aznar en su confesión ante Évole afirma, carece de proyecto. A su izquierda sigue Ciudadanos y a su derecha, Vox. El futuro de Ciudadanos puede que esté en cuestión, pero Génova se equivoca si apuesta por la desaparición de Vox.  Su problema es que imitarle tampoco le funciona, porque las imitaciones, imitaciones son. 

 

Bin Laden dijo una vez que cuando alguien ve a un caballo perdedor y a un caballo ganador, siempre apuesta por el ganador. Si yo estuviera ahora en Génova me preguntaría muy seriamente si el PP es el caballo ganador o el perdedor. Si si es éste último, el por qué. Excusándose en que las circunstancias son muy complicadas y adversas (ni por asomo tan complicadas y adversas como las de Vox, que sigue creciendo en apoyos) el único papel que podrá desempeñar el nuevo-viejo líder popular es el de enterrador del PP. Que sea al menos una ceremonia honrosa.