¿El perdón de sus pecados medioambientales?

por Victor Davis Hanson, 7 de junio de 2007

(Publicado en National Review Online, 17 de mayo de 2007)

¿Qué comparten las élites izquierdistas, laicas en su gran mayoría, con los pecadores medievales?
 
Se sienten mal porque su manera de vivir, como que a veces no encaja con el dogma que profesan.
 
Muchos en la iglesia medieval fueron criticados por los reformistas internos y por el público en general debido a su polémica forma de conceder indulgencia, especialmente a ricos y poderosos. De forma creciente, el clero ofrecía la absolución de los pecados ordenando que el culpable se confesara. Mejor aún, a veces se pedía a los pecadores adinerados que pagaran dinero a la iglesia o que hicieran buenas obras que luego pudieran servir como depósito de compensación por su pecado.
 
Por supuesto, los críticos de esta práctica argumentaban que las confesiones en serie simplemente alentarían los pecados en serie. El pecador calculador haría buenas obras en un lugar para compensar su premeditado mal en otro. La corrupción que rodeaba a estas cínicas penitencias e indulgencias contribuyeron a la indignación de Martín Lutero y provocaron la Reforma.
 
Era quizá inevitable que la vieja práctica de la absolución pagada atrajera a los baby boomers pertenecientes a la élite - una clase y una generación que siempre parece quererlo todo a la vez y lo quieren lograr compartimentando sus vidas. La única diferencia es que a los nuevos pecadores no les preocupa tanto la ira de Dios sino su reputación ante sus críticos dioses progres.
 
Analicemos la idea de los “créditos de carbono” que popularizó Al Gore. Si los bien intencionados activistas del medio ambiente y los famosos no pueden o simplemente se rehúsan a abandonar sus aviones privados o sus enormes casas devoradoras de energía, aún pueden encontrar una forma de justificar su inaceptable consumo.
 
En vez del sacerdote de la parroquia del barrio, las compañías ecologistas existen para que uno se confiese y para que tabulen los pecados medioambientales. Entonces, éstas ofrecen a los pecadores una solución a su sensación de malestar para que al mismo tiempo puedan continuar con su ostensible consumo.
 
Ud. puede dar dinero a un servicio de intercambio que haga el bien medioambiental en igual medida en la que Ud. hace el mal. O, al estilo “Hágalo Ud. mismo”, puede medir cuánta energía acapara - y luego cumplir con su penitencia plantando árboles o montando un aerogenerador.
 
De cualquier manera, su vida de millonario sigue adelante sin interrupciones.
 
Algunos destacados activistas verdes pagan su penitencia medioambiental en efectivo, trueque o simbolismo para seguir viviendo la buena vida. Al Gore, por ejemplo, aún sigue utilizando 20 veces más electricidad en su mansión de Tennessee que el hogar medio. 
 
Veamos también el caso de Laurie David, la activista verde y esposa de Larry David, co-creador de la serie de televisión “Seinfeld”. Ella recientemente ha generado muchísima publicidad con su tour para promover el ecologismo en un autobús que funciona con combustible biológico. Pero en otras circunstancias, David sigue volando en jets privados que consumen enormes cantidades de combustible.
 
Lo mejor de la idea medieval de la penitencia es que ahora pueden reacondicionarla y presentarla como una nueva versión, la políticamente correcta “compensación”. Durante las últimas décadas, la vuelta de estas indulgencias modernas se ha popularizado de distintas formas.
 
El candidato presidencial progresista John Edwards, por ejemplo, vive en una casa de de 2800 metros cuadrados, paga 400 dólares por un corte de pelo y recientemente ganó una pila de dinero trabajando para un implacable hedge fund que sólo busca ganar dinero. ¿Cómo se supone que Edwards pueda aliviar su culpabilidad por esto? ¡Presto! Puede dar una ponencia sermoneando a otros sobre las desigualdades de un sistema americano que injustamente ha creado dos sociedades dispares - su nación rica y la nación pobre de los demás.
 
Don Imus, controvertido comentarista de radio, fue advertido muchas veces de que sus bromas soeces y a veces racistas finalmente lo meterían en problemas. No obstante, él siguió como si nada profiriendo su bazofia dirigida contra judíos, mujeres y negros al mismo tiempo que donaba dinero generosamente, llegando incluso a crear organizaciones benéficas para veteranos heridos en la guerra y para niños pobres.
Así, cuando inevitablemente se pasó de la raya con sus epítetos la última vez,  Imus no sólo admitió su error y se disculpó, sino que inevitablemente pidió indulgencia debido a sus buenas obras pasadas con la esperanza de compensar sus malas obras de hoy.
 
Estas variedades de compensación contemporánea podrían ser ampliadas. Pero creo que Ud. cae en la cuenta de la ambigüedad moral que encontramos aquí. La penitencia, tanto la antigua como la moderna, se consideraba viciada porque la promesa de dejar de cometer el pecado no era ni sincera ni genuina.
 
Gracias a las créditos de carbono, Al Gore se queda con su mansión - y encima  se siente bien al mismo tiempo que le advierte a los demás que no todos podemos vivir como él lo hace.
 
John Edwards prefiere compensar sus propios privilegios sermoneando sobre las injusticias en Estados Unidos.
 
¿Y quién puede olvidarse de George Soros? El multimillonario puede financiar pródigamente causas progresistas como por ejemplo centros de investigación política de izquierdas, páginas web y organizar iniciativas electorales - y de ese modo compensa los millones que gana a través de la especulación de los tipos de cambio y que llevan a la bancarrota a pequeños inversionistas. Se ha convertido en un héroe para aquellos que por lo general describen como diabólica esa piratería financiera si la practican otras personas. 
 
Es decir, las “compensaciones” son simplemente un eufemismo para palabras como cinismo e hipocresía. Así es que, ayude a salvar el planeta, preocúpese de los pobres, cree organizaciones para practicar la caridad, ¡faltaría más! Pero ahórrenos la idea medieval de que semejante penitencia sirve para eximirle de sus propios excesos.


 

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2007 Victor Davis Hanson
©2007 Traducido por Miryam Lindberg