El partido de Europa. Los Demócratas son difíciles de distinguir de los europeos

por Daniel C. Twining, 22 de septiembre de 2004

(Publicado en Weekly Standard, volumen 010, edición 02 ,
20 de septiembre del 2004)
 
'Me he reunido con líderes extranjeros que no pueden dar un paso al frente y decir esto públicamente, pero muchacho, te miran y dicen, 'Tienes que ganar, tienes que batir a este tío, necesitamos una política nueva', cosas así'.

Senador John Kerry, 6 de marzo del 2004  
 
'Como el presidente ha dejado muy claro, hay diferencia entre liderar una coalición de muchos y someterse a las objeciones de unos pocos. George W. Bush nunca solicitará un papelito de autorización para defender al pueblo norteamericano'. 

Vicepresidente Dick Cheney, 1 de septiembre del 2004  
 
'[Los Demócratas] acentúan que Norteamérica necesita la ayuda de sus amigos para combatir un mal que nos amenaza a todos, que nuestras alianzas son tan importantes para la victoria como nuestros ejércitos. Estamos deacuerdo. Y, como hemos sido un buen amigo de otros países en momentos de peligro compartido, tenemos buenas razones para esperar su solidaridad con nosotros en esta lucha'. 

Senador John McCain, 30 de agosto del 2004  
'Kerry dejaría a París decidir cuando América necesita defensa. Quiero que Bush decida'. 

Senador Zell Miller, 1 de septiembre del 2004
 
La calidad de las relaciones de los Estados Unidos con aliados clave y el papel que juegan esos aliados en la toma de decisiones de política exterior norteamericana ha demostrado ser un tema de alto nivel en la campaña presidencial de este año. Pero quizá esto no sea sorprendente. Importará profundamente -- para los norteamericanos, para nuestros aliados, y para nuestros enemigos -- quien gane en noviembre, una discusión corroborada por una nueva encuesta  importante acerca de las actitudes transatlánticas realizada por el Marshall Fund of the United States alemán y la Compagnia di San Paolo de Italia. 
 
En materia de relaciones transatlánticas, los norteamericanos vienen de Marte y los europeos de Venus. Pero de igual forma hay divisiones peliagudas dentro de Estados Unidos con respecto a cómo conduce nuestro país sus asuntos en el mundo. Casi se podría decir, junto con John Edwards, que hay 'dos Américas'. Y una de estas Américas es europea.
 
La América de muchos votantes Demócratas es claramente europea en su preferencia por soluciones multilaterales, su deseo de ver el ascenso de una nueva superpotencia europea, y su ambivalencia en la legitimidad del uso de la fuerza militar. La otra América -- la de muchos votantes Republicanos -- celebra el apoyo aliado pero prefiere actuar en solitario cuando debe hacerlo, apoya el uso de la fuerza militar para proteger intereses vitales con o sin aprobación multilateral, quiere que Estados Unidos siga siendo la única superpotencia, y cree firmemente en que el poder militar es una fuerza para la justicia y la paz. 
 
Puede que los europeos tengan razón al esperar que una administración Kerry  tome un enfoque más respetuoso con los aliados de América y esté menos dispuesta a recurrir a la fuerza en ausencia de consenso internacional. ¿Pero estaría el pueblo norteamericano mejor si las riendas del poder de Norteamérica para luchar contra el terrorismo, terminar con las dictaduras, y potenciar la libertad las llevara una opinión del mundo en la Casa Blanca que fuera, en una palabra, europea?. ¿Y elegir a un presidente cuyo fundamento parecería sentirse como en casa dentro de la Unión Europea es realmente el modo de reparar las relaciones transatlánticas?.
 
Esto último no es una exageración. Nuestra encuesta concluyó que las opiniones de los votantes Demócratas en un abanico de temas recuerdan profundamente a las opiniones de toda Europa. Los Demócratas (el 62 por ciento) son aún más proclives que los europeos (el 40 por ciento) a desaprobar fuertemente la política exterior del Presidente Bush (los países encuestados incluyen al Reino Unido, Francia, Alemania, los Países Bajos, Italia, Polonia, Portugal, España, y Eslovaquia). Dado que presumiblemente los Demócratas culpan a Bush del estado de las relaciones transatlánticas, están más determinados a apoyar una fuerte dirección europea en el mundo, quizá como antídoto al poder americano. Los Demócratas creen con mayor intensidad que los Republicanos que un fuerte liderazgo europeo es muy deseable. Del mismo modo, bastantes más Demócratas (el 67 por ciento) que Republicanos (el 48 por ciento) creen que la relación norteamericano- europea debería ser más próxima. Pero este es un amor no correspondido: Tan sólo el 33 por ciento de los europeos piensan lo mismo. Los Demócratas quieren acercarse a Europa en un momento en que la mayoría de los europeos desea actuar de modo más independiente.
 
En nuestra encuesta americana, la división absoluta emerge acerca de si Estados Unidos debe seguir siendo la única superpotencia mundial, o si una superpotencia europea es deseable. Los Republicanos son el partido de la hegemonía: el 52 por ciento quiere que los Estados Unidos sigan siendo la única superpotencia, mientras que una mayoría relativa (46 por ciento) de Demócratas daría la bienvenida al ascenso de una superpotencia europea. Y el 81 por ciento de los Demócratas que apoyan el auge de un súper estado europeo lo favorecerían incluso si se opusiera a veces a la política norteamericana. Los Demócratas, en bloque, están deseando ver el ascenso de un centro de poder alternativo en el mundo y tolerar su oposición al liderazgo norteamericano; Los republicanos generalmente creen que el mundo es un lugar mejor cuando predomina América.
 
Comparados con los republicanos, los Demócratas y sus confrères europeos muestran distintos grados de voluntad a la hora de utilizar la fuerza, dependiendo de la naturaleza de la amenaza. Los Republicanos están más dispuestos a utilizar la fuerza contra amenazas 'difíciles' como el terrorismo, mientras que es más probable que Demócratas y europeos apoyen el uso de la fuerza en misiones 'suaves' como la ayuda humanitaria. Pero vemos un división clara entre los Republicanos, por una parte, y los Demócratas y europeos, por la otra, acerca del uso de la fuerza sin un mandato internacional. Muchos norteamericanos y europeos apoyan el uso de la fuerza militar para diversas causas, proporcionada la aprobación internacional de la ONU o de algún otro organismo. Sin embargo, en ausencia de tal aprobación, los Republicanos (el 71 por ciento) aún apoyarían aplastantemente el uso de la fuerza, mientras que los Demócratas (el 56 por ciento) y europeos (el 70 por ciento) no .
 
En conjunto, la mayoría de los norteamericanos pasaría por encima de la ONU para proteger intereses vitales de Estados Unidos. La mayoría de los Demócratas no. El ochenta y cuatro por ciento de los Republicanos y el 59 por ciento de los independientes, pero solamente el 40 por ciento de los Demócratas afirman que saltarse a la ONU está justificado cuando hay intereses vitales en juego. Los demócratas están incluso menos dispuestos a saltarse a la ONU que los europeos, y son bastante menos dados a apoyar actuar sin un mandato de la ONU que el público de Gran Bretaña, los Países Bajos, Polonia, Portugal, o Eslovaquia, en donde las mayorías más sensatas no esperarían la aprobación de la ONU. Cuando John Kerry dice que nunca daría a la ONU un veto en materia de política norteamericana, habla por él mismo y una élite de halcones Demócratas -- pero no por la mayoría de los votantes Demócratas.
 
Los Demócratas (el 81 por ciento) son también más proclives que los europeos (el 71 por ciento) a ver favorablemente a la ONU. La mayoría de los Republicanos (el 56 por ciento) no. El apoyo Demócrata a la ONU ha aumentado en los últimos dos años, su apoyo a Kofi Annan y compañía compite con su cólera por las políticas de Bush.
 
Al igual que muchos europeos, los Demócratas creen que nunca debemos ir a la guerra, como en Iraq, sin las bendiciones de la ONU. El ochenta y uno por ciento de los Demócratas y el 82 por ciento de los europeos (pero solamente el 26 por ciento de los Republicanos) creen que sería esencial un mandato de la ONU para una operación del tipo de Iraq en el futuro. En cifras idénticas, los Demócratas (el 80 por ciento) y los europeos (el 80 por ciento) no creen que la guerra en Iraq valiera la pena; el 77 por ciento de los Republicanos cree que sí. Mencionar que la guerra de Iraq 'liberó al pueblo iraquí' disminuye en realidad el apoyo Demócrata a la guerra en 3 puntos porcentuales, incluso si eleva el apoyo independiente a la guerra y disminuye la oposición europea a la guerra.
Si John Kerry es elegido presidente, la presión dentro de su partido para que retire las fuerzas norteamericanas de Iraq será intensa. El sesenta y tres por ciento de los Demócratas desaprueba la presencia de tropas de su país en Iraq, en comparación con los fuertes niveles de apoyo entre los Republicanos (el 83 por ciento), los independientes (54 por ciento), y la mayoría de nuestros aliados europeos principales, Gran Bretaña y los Países Bajos. El apoyo Demócrata al compromiso de fuerzas norteamericanas en Afganistán, el 53 por ciento, es también preocupantemente bajo -- Afganistán fue, después de todo, una guerra clásica de autodefensa, y es un país que pide a gritos una construcción de la nación al estilo Clinton. Muchos públicos europeos muestran un apoyo más robusto a sus misiones en Afganistán. 
 
A pesar de la oposición de la mayoría de los Demócratas a tener tropas en Iraq, nuestra encuesta muestra que la legitimidad dada por la aprobación de la ONU disiparía las dudas de los oponentes Demócratas -- y europeos -- a la misión. Un mandato de la ONU para una fuerza multinacional en Iraq hace que el apoyo Demócrata a nuestras tropas pase del 35 por ciento al 66 por ciento. En los países europeos cuyos gobiernos se opusieron más a la política norteamericana en Iraq, el apoyo público a contribuir con soldados a una fuerza de la ONU llega al 63 por ciento en Francia, 66 por ciento en España, y 57 por ciento en Alemania. Para los votantes Demócratas, como para los votantes franceses, alemanes y españoles, cuyos gobiernos continúan oponiéndosenos en Iraq, la bendición de la ONU disuelve mágicamente nuestras diferencias. Pero esto es demasiado bueno para ser verdad -- dado que la ONU ya ha aprobado la misión de la fuerza liderada por Estados Unidos en Iraq. Desafortunadamente, no hay tropas francesas, alemanas, o españolas a la vista.
 
En el corazón de la división partidista con respecto a la política exterior, igual que la división transatlántica a propósito de la guerra de Iraq, hay diferencias profundas con respecto al papel del poder en temas mundiales. La mayoría de los Republicanos (el 66 por ciento) creen firmemente que la guerra es a veces necesaria para hacer justicia, pero apenas una minoría de Demócratas (el 35 por ciento) y de europeos (el 14 por ciento) lo creen. Preguntados acerca de si la mejor manera de asegurar la paz es a través de la fuerza militar, el 73 por ciento de los Republicanos está de acuerdo, en comparación con solamente el 48 por ciento de los Demócratas y el 28 por ciento de los europeos. La mayoría de los Republicanos (el 63 por ciento) está bastante de acuerdo con que la acción militar es el modo más apropiado de luchar contra el terrorismo, en comparación con apenas el 23 por ciento de los Demócratas y el 21 por ciento de los europeos. Los Demócratas, como los europeos, son más proclives a creer que el poder económico es más importante que el militar en temas mundiales, y son mucho más dados a creer que la ayuda económica para mejorar los estándares de vida a ultramar es el modo más efectivo de luchar contra el terrorismo. 
 
Los demócratas son casi cuatro veces más dados a creer que su país gasta demasiado en defensa que los Republicanos, mientras que los Republicanos son dos veces más dados a creer que no se está gastando suficiente que los Demócratas. Como los europeos, los Demócratas creen más apropiado basar su voto en las próximas elecciones en cómo maneja los temas económicos y nacionales un partido, mientras que los Republicanos tienden mucho más a votar según un partido maneje la política exterior y el terrorismo.
 
Como muchos europeos, muchos Demócratas parecen inquietos por el papel del poder militar en las relaciones internacionales. No hace falta mencionar que nuestros enemigos carecen de tales escrúpulos.
 
Los europeos critican a menudo a la administración Bush por su voluntad de utilizar la preponderancia militar norteamericana para solucionar problemas internacionales. Si hubiera un presidente Demócrata que solucionara a su modo la papeleta, nuestros amigos del otro lado del Atlántico mostrarían probablemente menos preocupación por las cualidades Hobbesianas de América, puesto que los Demócratas son bastante menos dados que los Republicanos a creer que la guerra, el poder militar, y la fuerza en ausencia de consenso aliado son instrumentos válidos -- o incluso necesarios -- en política internacional. ¿Pero quién se beneficiaría de la aversión de las democracias occidentales a ejercer el poder que les protege de los bárbaros a las puertas?.
 
Si el Presidente Bush es reelegido, el desafío para los europeos será ayudar a reformar las instituciones existentes o crear nuevos mecanismos de cooperación que puedan reconciliar la determinación de los norteamericanos a actuar audazmente en el exterior con la determinación de los europeos a influenciar la forma del orden mundial que los americanos aspiran a construir. Las buenas noticias para los europeos son que los Republicanos aún quieren ser buenos socios, a pesar de nuestras diferencias: el 79 por ciento conviene en la importancia de actuar de cerca con aliados en materias de seguridad nacional, el 72 por ciento cree que una dirección europea fuerte en el mundo es deseable, y el 63 por ciento cree que Estados Unidos y Europa comparten bastantes valores comunes para cooperar. Los Republicanos son de hecho más proclives que los Demócratas a creer que Europa es más importante para los intereses norteamericanos que Asia. Y en Iraq y Afganistán, es probable que los Republicanos aprecien profundamente el apoyo continuo de muchos países europeos a sus tropas estacionadas allí. De hecho, en una segunda administración Bush hay una base fuerte para la cooperación transatlántica , a pesar de nuestras diferencias.
 
Irónicamente, si John Kerry gana, la tarea de Europa puede ser más dura. Si Kerry gobierna según las preferencias de su base, en lugar de seguir los mejores instintos de la élite de la política exterior Demócrata, el desafío para Europa no será refrenar un Leviathan norteamericano a la carga, sino  llenar el vacío dejado por una América en retirada -- de Iraq, entre otros lugares -- mediante una voluntad europea mayor de actuar internacionalmente cuando una administración norteamericana se siente menos cómoda ejerciendo el poder que no ejerciéndolo. Los europeos y una nueva administración Demócrata tendrían que reconciliar su alto respeto por la multilateralidad y su ambivalencia mutua con respecto al uso del poder militar con su real obligación de actuar asertivamente contra terroristas internacionales -- que probablemente se envalentonarían por la repugnancia de las democracias occidentales a desplegar tal poder de modo decisivo contra autodeclarados enemigos.
 
Dadas estas realidades, es difícil confiar en que el mundo gozaría de niveles más altos de seguridad, estabilidad, y libertad si el Presidente Bush fuera derrotado en noviembre. Quizá una restauración Demócrata ofrezca un mundo más armonioso y pacífico, y durante un tiempo saborearíamos la ilusión de la cortesía y de la estabilidad. Con cálidas relaciones transatlánticas restauradas y el poder norteamericano educadamente refrenado, probablemente saldríamos al extranjero con menor frecuencia a la caza de monstruos que destruir, y quizá, durante un tiempo, no vendrían buscándonos. 
 
Quizá Estados Unidos y Europa coincidirían en los retos internacionales del día, valorando el consenso sobre las divisiones aliadas causadas por la guerra de Iraq, y optando por ejercitar juntos formas más suaves de poder e influencia, en lugar de ejercitar el poder puro y duro que ha causado tanta tensión transatlántica durante los últimos años. Quizá, como John Kerry ha dicho, emprendamos una guerra 'más sensible' contra el terrorismo, y nos ayudaría a salir adelante.
 
¿Pero realmente estaríamos más seguros?.
 
Daniel C. Twining, ex consejero de política exterior del Senador John McCain, es director del Marshall Fund alemán. Estas son sus opiniones personales. Los resultados completos de la encuesta 'Transatlantic Trends 2004' se pueden consultar en www.transatlantictrends.org