El papel de China en el genocidio

por William R. Hawkins, 20 de abril de 2006

Dirigiéndose a los reporteros el 11 de marzo, la Secretario de Estado Condolezza Rice advertía que China podría convertirse en 'una fuerza negativa' en la región Asia Pacífico como resultado de su creciente poder militar y económico. Esto tuvo lugar a la sombra de los informes anuales del Departamento de Estado en materia de derechos humanos, documentando un ascenso en la opresión nacional de China el año pasado.
 
Las predicciones optimistas a lo largo de la última década de que el creciente comercio e inversión occidentales promoverían el liberalismo en Beijing han demostrado ser erróneas. El comercio ha florecido, con Estados Unidos gestionando un déficit en el 2005 por valor de 201 billones de dólares, pero los elevados beneficios para China han sido utilizados por el régimen comunista para legitimar su dictadura.
 
Los informes sobre abusos nacionales son indicadores útiles de lo despiadadas que son las élites en ultramar, un rasgo que pueden también exhibir en sus acuerdos exteriores. En el caso de China, los resultados son muy claros, como muestra la implicación de Beijing como 'fuerza muy negativa' en el genocidio de Sudán-Darfur.
 
China lleva implicada en África desde los años sesenta, apoyando a regímenes criminales y grupos revolucionarios en concordancia con una temática 'antiimperialista' (anti occidental). Las relaciones de Beijing con Sudán escalaron en los años 90 con la explotación de enormes reservas petroleras. Ha invertido alrededor de 10 billones de dólares en Sudán. La China National Petroleum Corp., propiedad del estado, posee el 40%, el porcentaje más grande, en la Greater Nile Petroleum Operating Co. (GNPOC). La China Petroleum Engineering and Construction (CPEC), de propiedad estatal, ha construido un oleoducto desde los campos de la GNPOC hasta el Mar Rojo, y un complejo refinero a las afueras de Jartoum.
 
La CNPC posee la mayor parte del campo en Darfur y el 41% de un campo en Melut Basin. Otra firma china, Sinopec, está construyendo un oleoducto hasta Port Sudan en el Mar Rojo, donde la CPEC está construyendo una terminal de carga. Cerca del 70% de las exportaciones petroleras de Sudán van a China, y suponen el 10% de las importaciones petroleras de China. A cambio del petróleo, Beijing proporciona armamento y apoyo diplomático. China has suministrado a Sudán tanques, artillería, helicópteros y aviación de combate. China ha inundado Darfur de minas antipersona. Se estima que hasta el 80% de los beneficios petroleros de Sudán van a la compra de armamento, al tiempo que la población general continúa siendo una de las más pobres del mundo.
 
Beijing también ha ayudado a Sudán a construir sus propias fábricas para la manufactura de municiones y armas ligeras, el verdadero armamento de destrucción masiva de la campaña de limpieza étnica de Jartoum. Helicópteros armados de fabricación china son operados por las petroleras chinas desde aeródromos.
 
También se ha informado de que las fuerzas de seguridad chinas han ido más allá de sostener simplemente una postura defensiva entorno a los campos del petróleo. Podrían estar apoyando activamente las operaciones de las tropas gubernamentales organizadas y de las milicias criminales a la vez, encaminadas a eliminar las tribus africanas negras no musulmanas que habitan en las zonas del sur del país ricas en petróleo.
 
Un informe del Civilian Protection Monitoring Team financiado por Estados Unidos investiga tales ataques, afirmando que las tropas gubernamentales 'han buscado abrir el camino a la prospección petrolera y crear una zona de seguridad alrededor de los campos de petróleo'.
 
Las instalaciones petroleras son operadas y gestionadas por 'empleados invitados' chinos que garantizan el control de Beijing. David Blair, reportero del London Telegraph ha informado haber visto 'vallas publicitarias en Jartoum mostrando imágenes de empleados petroleros chinos sonriendo y el eslogan: 'CNPC -- Tu amigo íntimo y socio de confianza''.
 
Desde el nuevo estallido de guerra civil en el 2003, al menos 200.000 personas han sido asesinadas por el gobierno o por fuerzas de la milicia, y alrededor de 2 millones de personas -- la mitad de la población de Darfur -- viven en campamentos de refugiados bajo constante amenaza.
 
Rice declaró al Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara el 16 de febrero que el genocidio continuaba en Darfur, como vio ella con sus propios ojos cuando visitaba el país en el 2004. Pero aún así, la administración Bush ha evitado escrupulosamente mencionar China y Sudán en el mismo discurso.
 
El pasado julio, Liang Guanglie, el general en jefe del Ejército de la Liberación del Pueblo Chino garantizaba a su homólogo sudanés Abbás Arabi Abdalá que sus vínculos cercanos se prolongarían, citando su 'fructífera cooperación en los terrenos político, económico y cultural'. El General Liang también agradeció a Sudán su apoyo a la política 'una- China' contra Taiwán (a la que Beijing considera una provincia renegada del mismo modo en que Jartoum piensa en Darfur), y el apoyo de Jartoum a Beijing en materia de derechos humanos.
 
El Consejo de Seguridad de la ONU consideró en septiembre una resolución, la 1564, en la que se amenazaba a Sudán con sanciones petroleras si no ponía freno a la violencia en Darfur. China amenazó de inmediato con vetar cualquier movimiento tendente a la imposición de sanciones, con lo que la amenaza se tornó inútil.
 
Se espera que la situación en Darfur empeore en los próximos meses. La ayuda internacional para los campos de refugiados se demora, y hay un alto riesgo de que se produzca una hambruna en verano. La misión de pacificación de la Unión Africana ha fracasado: sus tropas no pueden hacer frente a la potencia de fuego o a la brutalidad de las fuerzas gubernamentales y las milicias, equipadas con armamento chino. Las propuestas sobre el envío de una significativa fuerza de pacificación de Naciones Unidas no superarán las objeciones de Pekín.
 
La tragedia de Darfur confirma el aserto del Pentágono, en su informe anual sobre el poder militar chino, de que la búsqueda insaciable de recursos será un 'vector estratégico' para Pekín. Ello confirma la futilidad de intentar resolver los problemas internacionales perpetuados por China sin hacer frente a Pekín.

 
 
William R. Hawkins es miembro permanente de Estudios de Seguridad Nacional en el U.S. Business and Industrial Council de Washington, D.C.