El oro y el moro

por Rafael L. Bardají, 24 de abril de 2019

Después de tragarme los dos debates amputados a cuatro, excluyendo a Vox, no se si apoyaría por ley su obligatoriedad. En cualquier caso, sí les cambiaría de nombre para denominarlos “Vamos a contar mentiras”, porque eso es lo que en realidad fueron, una sarta de mentiras una tras otras. Primero Sánchez, para intentar ocultar que es un mentiroso genético a quien no se puede creer nada toda vez que empezó su investidura prometiendo convocar elecciones inmediatamente y que de no ser por el rechazo a sus presupuestos, aún seguiría gobernando a golpe de decreto y desde las alturas de “su” Falcon.

 

Luego Pablo Iglesias, escondido en una piel de cordero de la moderación y la sensatez, que apenas cubría sus insensateces, como el asalto a la propiedad privada con la que sueña, siempre que no sea la suya, claro,  subir el sueldo a todos los españoles, se supone que tras haberles expoliados con sus disparatadas  subidas de impuestos, y subsidiar aún más a todo emigrante ilegal que se cuele por nuestras inexistentes fronteras.  Eso sí, con nuestro dinero y sin que le molesten en sus bien protegidos aposentos de Galapagar, pagados con una hipoteca de dudosa concesión y defendidos con el dinero de todo y el sacrificio  de los cuerpos de seguridad del Estado, a quienes no hace tanto quería ver pisoteados por manifestantes radicales.

 

Pablo Casado dice ahora lo que nunca se atrevió a decir antes, peroi alabando tanto la gestión de su anterior jefe, Mariano Rajoy, que cabe preguntarse que si no se hubiera producido la moción de censura que puso fin a su presidencia, ¿qué nos estaría contando hoy en tanto que vicepresidente y responsable de comunicación de ese PP de antes de ayer? Pues lo mismo: que el PP nos sacó de la crisis y que acabó con el golpe de estado en Cataluña, ambas unas evidentes mentiras. La renovación personal que quiere condensar Casado se ha quedado justamente en eso, en una cambio de careta, pero no de políticas. Promete hacer. Al igual que Rajoy, lo que pudieron haber hecho y no quisieron hacer. Y las excusas que encontrará para no realizar sus promesas serán las mismas que las de Rajoy y Montoro. Tan justo, democrático y liberal quiere presentarse este PP que calla que ha interpuesto una reclamación ante la Junta Electoral para impedir que una ONG como Hazte Oir use en vallas publicitarias las frases de algunos de sus actuales dirigentes, como Andrea Levy y Javier Maroto, en las que defienden, básicamente, las mismas políticas de género que la izquierda. Pero cuando dicen lo que dicen por algo será. 

 

Y qué decir de Albert Rivera, quizá el más ocurrente de los cuatro en estos debates. Pues que su prometida regeneración política obvia que ha estado apoyando a unos y otros, incluida una Junta de Andalucía que, como se está poco a poco destapando, construida y sostenida a base engaños y corrupción.  Sus continuas peticiones para formar gobierno con un partido al que acusa, con acierto, de no hacer nada y de hacer justo lo contrario de lo que decía, suenan algo patéticas.

 

Lo más sorprende, con todo, es que ninguno, ninguno, lamentase en aras de la transparencia y la limpieza democrática, que Vox no pudiera estar presente. Bueno, presente si que estuvo ya que les fue imposible no aludir casi constantemente a la formación de Santiago Abascal, excluida de poder participar activamente. Se explica, lógicamente, porque el establishment no quiere elementos extraños y que le suponen la más grave amenaza a la que se han tenido que enfrentar nunca.  

 

Más allá de las anécdotas, han sido unos debates aburridos donde los candidatos han prometido más de lo mismo. Cada cual con su receta. Aznar tiene razón al firmar que a él estos candidatos no le duraban ni un asalto. Incluido su retoño Pablo casado. Todos prometieron el oro y el moro, pero un momento ya en el que los españoles saben que el oro es para ellos y el moro para el resto. La nueva política ha resultado ser una vieja prematura. Y da igual si las caras cambian si no se alteran los postulados. 

 

Afortunadamente, frente a esa España moribunda incapaz de resolver los retos a los que nos enfrentamos ha surgido con fuerza un España viva, que dice basta a tanta corrección política de desastrosas consecuencias; a tantos desmanes de políticos instalados en un sistema del despilfarro, profundamente corrupto; a desvaríos políticos y legales tras desvaríos, que hace de la víctima y el inocente los culpables; de tanta confusión moral que borra lo bueno de lo malo; a tanta manipulación educativa que hace de lo marginal y anormal lo central y normal.

 

Y todo eso, esta gran nación puesta patas arriba, se debe a quien nos ha gobernado desde 1978. Y a quien por ser moderno, cree que el Siglo XXI, la globalización y Europa es mejor que España. La España de siempre, que no es una nación fijada en el tiempo, sino en constantemente evolución y enriquecimiento.

 

Los cuatro de ayer son parte del problema. Y por eso no pueden aceptar a Vox. Los resultados del domingo con toda seguridad les abrirá los ojos a la realidad y tendrán que admitir lo que los cuatro creen inaceptable.