El necesario fin del marianismo

por GEES, 3 de febrero de 2016

Tanto si Pedro Sánchez logra formar gobierno como si se acude a nuevas elecciones, una cosa está clara: el principal problema que tiene España, el principal factor de inestabilidad interna y de inseguridad externa para la nación es la emergencia del izquierdismo populista y bolivariano que ha encontrado acomodo en un sector de la sociedad española, que capitaliza Podemos y que ha parasitado amplios sectores del PSOE. Pese al ruido mediático, no se trata por lo tanto de los 90 diputados de Podemos, de la ansiosa y desesperada ambición de Pedro Sánchez o los plazos que fija la Constitución para formar gobierno. El verdadero problema para España es el auge de un nuevo socialismo postmoderno, radical y destructivo: es la extensión de una manera de pensar demagógica, populista e irresponsable extendida entre las élites españolas, y de la que ha surgido el neo-bolchevismo podemita como gran catalizador.

Eso es lo realmente preocupante para el futuro de España, porque ataca directamente a la fibra moral e intelectual de una sociedad libre. Y el problema es aquí mayor si se considera que el actual Gobierno y el actual Partido Popular, lejos de encarar de frente esta ideología radical que se encarna en los escraches, la Sextamización televisiva y las campañas en twitter, lleva una década tratando no sólo de apartarse de su camino, sino incluso de fundirse con ella como forma de lograr el poder y aferrarse a él.

En este contexto, si por algo va a pasar a la historia Mariano Rajoy es precisamente por su ineptitud ideológica y su ceguera política a la hora de entender la naturaleza de esta amenaza y sus repercusiones futuras. Quizá tengan razón quienes afirman que la dictadura castrista o chavista no tiene futuro en España: pero lo mismo decían los venezolanos en el año 1999: que Venezuela no era Cuba. Y en todo caso, si la alternativa a esto es la progresiva argentinización de España, que es lo está sucediendo ante nuestros ojos, el panorama no puede ser menos esperanzador.

Por eso es urgente que el Partido Popular deje atrás de una vez por todas y cuanto antes lo que se ha llamado marianismo: hoy es un freno al partido. El marianismo por supuesto no se limita al propio Rajoy, ni con él a todo el equipo que desde La Moncloa y Génova ha pilotado el partido y el gobierno desde el año 2008 hasta el cataclismo electoral de diciembre pasado. Hay que considerar al marianismo en su máxima extensión, como el proyecto político que ha guiado a la derecha en la última década: hoy el Partido Popular es ideológicamente una mezcla difusa de tecnocracia económica, formalismo jurídico y peronismo social. No nos extraña, por lo tanto, su querencia a la búsqueda de una gran coalición, que le proporcione un oasis donde no tener que luchar la batalla política contra la izquierda.

Parece no sólo sorprendente sino escandaloso que a estas alturas y en estas condiciones institucionales, el gran partido de la derecha compita en socialdemocracia con el PSOE, confunda programa con eslóganes pop, y entienda que el liderazgo son las cenas con Bertín y los bailes en el Hormiguero. Y que su política contra el radicalismo se limite a filtraciones calculadas sobre la financiación de Podemos, lo que muestra la impotencia moral e intelectual para encarar a los demagogos profesores de la Complutentese. La falta de ideas políticas ha desembocado en estas mezquindades políticas, que no sólo nos parecen inadmisibles para el PP, sino que ni siquiera hacen mella en el magma populista de la izquierda, que sigue llevando la iniciativa haciendo insolventes los millones de votos populares.

Esta falta de ideas fuertes, de políticas firmes y de claridad moral en el Partido Popular no sólo no es una defensa contra el frentepopulismo, sino que lo alimenta. Cada vez que el Presidente del Partido, su Secretaria General o sus Vicesecretarios salen a escena tratando de congraciarse con el buenismo reinante sumandose a la demagogia no sólo reniegan de los valores de sus votantes: debilitan al partido y alimentan el proyecto de sus oponentes.

El PP se encuentra ante la disyuntiva de seguir siendo la coartada del populismo en su extensión más amplia o de convertirse en la barricada que le impida el paso. Claro que si quiere frenar la deriva latinoamericana de la sociedad española, debe dar un giro de 180 grados: en ideas, pero también en procedimientos. El primer paso es una convocatoria de primarias abiertas, de las que salga un candidato que presente tres características: primero no estar contaminado por el decadente marianismo, que es corrosivo; segundo, poseer unas ideas fuertes y sólidas; y tercero, con un liderazgo que cuente con el apoyo de la base social popular.

La bunkerización del marianismo no es una opción, al menos para el PP. Los últimos cálculos sitúan unas hipotéticas elecciones a finales del mes de junio. Es un horizonte lo suficientemente lejano como para que este proceso se inicie, concluya y el nuevo PP eche a andar. El Comité Federal del PSOE ya ha fijado una fecha para tratar de rearmarse políticamente ante unas elecciones, dotando a su dirección de la legitimidad de los afiliados: no se entiende por qué la Junta Directiva del PP está dispuesta a permitir que el marianismo arrastre al partido en su caída.