El miedo de la Liga Antidifamación

por Robert Spencer, 4 de octubre de 2007

(Publicado en Human Events.com, 4 de septiembre de 2007)

Mientras el vuelo 11 de American Airlines comenzaba a enfilar hacia la torre norte del World Trade Center, Mohamed Atta anunciaba a los pasajeros: 'Tenemos algunos aviones. Permanezcan sentados y estarán bien... Que nadie se levante. Todo saldrá bien. Si intentan hacer cualquier movimiento, se pondrán en peligro a ustedes y al aparato. Solamente permanezcan sentados'.
 
Éste ha venido siendo el modus operandi de los criminales y los maleantes a lo largo de la historia: decir a las víctimas que se mantengan en silencio, que simplemente traguen, o las cosas irán a peor. Y por supuesto, la única respuesta eficaz a la intimidación al débil por parte del poderoso ha sido siempre no mantenerse quieto, sino hablar claro, resistir, y así llamar la atención sobre el que intimida y hacer la vida tan incómoda como sea posible para él a menos que, y hasta que, se detenga. Pero desafortunadamente ésta es una lección que los seres humanos han tenido que aprender de nuevo una y otra vez. El impulso a quedarse tranquilo, apaciguar, dar al maleante lo que quiere, no fue inventado por Neville Chamberlain en su reunión de Munich con “Herr Hitler”: es tan antiguo como el propio conflicto humano, y disfruta de buena salud hoy a pesar de las aplastantes pruebas de que solamente refuerza a los maleantes en lugar de aplacarlos.
 
Y así se cumplía de nuevo en las últimas semanas, cuando el director nacional de la Liga Antidifamación, Abraham H. Foxman, despedía al director regional de Nueva Inglaterra, Andrew H. Tarsy. ¿El crimen de Tarsy? Reconocer el genocidio turco de los armenios entre 1915 y 1918 y expresar su apoyo a la resolución 106, una resolución del Congreso que reconoce y condena ese genocidio. Tras afrontar un temporal de desaprobación, Foxman volvía a contratar a Tarsy y reconocía que las acciones turcas eran 'equivalentes al genocidio', pero aun así se resistía a añadir el apoyo de la ADL a la resolución 106, explicando: 'Seguimos creyendo firmemente que una resolución del Congreso en temas así es un recurso contraproducente y no fomentará la reconciliación entre turcos y armenios, y podría poner en peligro a la comunidad judía turca y la importante relación multilateral entre Israel, Turquía y los Estados Unidos”.
 
En otras palabras, uno de los principales motivos de que tengamos que guardar silencio en materia del genocidio armenio es el miedo a que el gobierno turco, que aún se niega a reconocer lo sucedido, cause problemas a los judíos que quedan en Turquía.
Permanezcan sentados y todo irá bien. Y Foxman no es el único en absoluto. Steven M. Goldberg, de la Organización Sionista de América, observa que 'La resolución 106 ya tiene 227 co-patrocinadores en la Cámara de Representantes y es apoyada por la mayoría de Senadores y Congresistas judíos de toda la nación, incluyendo a los Senadores Dianne Feinstein y Barbara Boxer (D-Calif.), y los Representantes Henry Waxman (D-Los Ángeles), Howard Berman (D-Van Nuys), Brad Sherman (D-Sherman Oaks) y Jane Harman (D-Venecia). La mayor parte del estamento orgánico judío, no obstante, intenta evitar desesperadamente el tema o le da poca importancia. Los hechos son embarazosos”.
Realmente lo son. Al margen del gobierno turco y de aquellos que quieren crear diferencias, la realidad del genocidio turco está fuera de duda. El 15 de diciembre de 1915, el New York Times informaba de unas declaraciones de Samuel T. Dutton, secretario del Comité Americano de Ayuda Armenia y Siria: 'de los 2 millones de armenios que había en Turquía hace un año, al menos un millón ha sido asesinado u obligado a convertirse al islam, o forzado a abandonar el país, o ha muerto camino del exilio, o se encuentra ahora de camino a los desiertos del norte de Arabia, o ya está allí'. El Times incluía un notable comentario del sultán otomano Abdul Hamid II: “El modo de librarse de la cuestión armenia es deshacerse de los armenios'. Las masacres se prolongaron durante varios años después, y fueron ampliamente difundidas en la prensa norteamericana; Literary Digest aludía en 1921 a 'la destrucción sistemática de los pueblos cristianos de Oriente Próximo'. Un millón y medio de armenios fueron asesinados entre 1915 y 1923.
 
¿Qué puede salir de permanecer en silencio ante estas atrocidades? Solamente una nueva audacia por parte de aquellos que emulan a los turcos -- como dijo Adolfo Hitler, 'Nuestra fuerza descansa en nuestros ataques intensivos y nuestro barbarismo... Después de todo, ¿quién recuerda hoy el genocidio de los armenios?' De todas las organizaciones, la ADL, que se pronuncia tan contundente y elocuentemente contra el revisionismo del Holocausto, debería reconocer esto.
 
Pero el silencio temeroso y vergonzoso frente al barbarismo no es coto en exclusiva de la ADL. El rechazo de Foxman a apoyar la resolución 106 es parte de una negación mucho mayor: la negativa por parte de los medios de referencia y los funcionarios del gobierno a examinar la ideología jihadista de la supremacía islámica que ayudó a alimentar el genocidio armenio y que alimenta el terrorismo contemporáneo. Gran parte de este rechazo se deriva de un impulso similar al de Foxman: el deseo de evitar ofender a los musulmanes, como para impedir que aquellos que no están aún radicalizados se radicalicen.
 
Pero esto, como deja claro el consejo de Mohamed Atta al pasaje del vuelo 11 de American Airlines, solamente refuerza a los jihadistas. Aquellos que permanecen sentados y evitan las desagradables realidades con la esperanza de apaciguar así al violento están preparados para un difícil despertar. Su servil respuesta sólo hará que los maleantes incrementen su intimidación, seguros de saber que la gente decente no tiene voluntad para detenerlos.


 

 
 
Robert Spencer es director de Jihad Watch y autor de 5 libros, 7 monografías y numerosos artículos acerca del terrorismo islamista. Licenciado con honores en Estudios Religiosos por la Universidad de Carolina en Chapel Hill, lleva desde 1980 estudiando teología, derecho e historia islámicos en profundidad. Es adjunto de la Free Congress Foundation, y sus artículos acerca del islam aparecen en el New York Post, Washington Times, Dallas Morning News, el National Post de Canadá, FrontPage Magazine, WorldNet Daily, Insight in the News, Human Events o National Review Online entre otros. Entre sus textos se encuentran algunos de los libros más conocidos acerca del terrorismo islámico, como “El mito de la tolerancia islámica” (Prometheus Books, 2005. ISBN 1591022495), “La guía políticamente incorrecta del islam” (Regnery Publishing, 2005. ISBN 0895260131), o “El islam al descubierto: cuestiones preocupantes sobre la religión de mayor crecimiento del mundo.”