El lujo de pensar, hoy cosa de militares

por George F. Will, 17 de septiembre de 2007

(Publicado en The Washington Post, 9 de septiembre de 2007)

Los oficiales que estudian en el Army War College caminan por el suelo de Gettysburg cercano al que los hombres de Picket abrieron una cuña bajo el fuego enemigo. Se preguntan cómo hicieron los oficiales de la Confederación para hacer que los hombres hicieran eso. La lección: los hombres pueden ser conducidos a lugares donde no se les puede enviar.
 
Los oficiales de hoy encabezan un ejército que fue enviado a Irak en el 2003, y hacia el 2004 la operación se había convertido, como dice aquí un oficial, en 'un despliegue en busca de una misión'. Desde entonces, las misiones se han multiplicado. La de hoy es hacer posible una estrategia de salida. El Manual de campo de contrainsurgencia del Cuerpo de los Marines / ejército, del General David Petraeus, dice que el principal objetivo de la contrainsurgencia es asegurar a la población civil en lugar de destruir al enemigo. Esto implica inevitablemente que el ejército organice a la sociedad civil, una tarea que exige habilidades que son escasas por todo el gobierno y que hasta la fecha no han sido, y quizá no deberían ser, centrales para la formación y la doctrina militares. No obstante, el War College se está reconciliando con el hecho de que lo que los soldados llaman facetas 'no cinéticas' de su profesión -- significa no violentas -- en Irak suponen quizá el 80% de su profesión.
 
Para los soldados, el ritmo del cambio, tecnológico como intelectual (y el cambio tecnológico es un impulsor del cambio intelectual) se está acelerando. Durante siglos, las naciones asumían que solamente podían ser amenazadas seriamente por otras naciones; que el terrorismo era el arma de los débiles, y por tanto un arma débil; y que las guerras se ganan a través de grandes batallas decisivas.
 
La doctrina Weinberger-Powell de los años 80 parecía justificada en la Operación Tormenta del Desierto de 1991: la fuerza se debía utilizar como último recurso, de manera aplastante y a título de objetivos claramente definidos. Esa doctrina fue lanzada en el 2003, cuando una fuerza de menos de un tercio del tamaño de la desplegada en 1991 con el objetivo más modesto de liberar Kuwait era enviada a Irak para implementar los grandiosos objetivos de construcción de naciones e implantación de democracia.
 
Hoy, aquellos que están seguros de que la Operación Libertad Iraquí fue bautizada adecuada y acertadamente también están seguros de que el incremento de Petraeus está teniendo éxito y de que la crítica al disfuncional gobierno de Irak es principalmente un complot de los críticos de la guerra para distraer la atención de ese éxito. Petraeus dice sin embargo que su misión es ganar tiempo para que tenga lugar la reconciliación política. El National Intelligence Estimate más reciente afirma que aunque el incremento está dando lugar a mejoras reales en la seguridad, aunque dispares, el progreso hacia la reconciliación política ha sido insignificante y podría tener fecha de caducidad. De ahí que el incremento sea un éxito táctico desvinculado del objetivo estratégico al que se supone que sirve.
 
Los americanos deben saber que, como dice el general en jefe David Huntoon, comandante del War College, las aptitudes intelectuales de Petraeus (doctorado en Princeton) 'son notables pero no anómalas'. Los oficiales actualmente aquí -- el 71% ha servido en Irak, el 34% en Afganistán, muchos en ambos sitios -- están haciendo algo que sus líderes civiles hicieron negligentemente hace 5 años -- pensar.
 
Piensan que América necesita, en palabras de un oficial, 'una fuerza expedicionaria aparte de la militar'. Los oficiales aquí admiran especialmente la introducción del Manual del campo de la contrainsurgencia en la edición de la Universidad de Chicago. Redactada por Sarah Sewall, de la Escuela Kennedy de gobierno en Harvard, reza:
 
En Irak vemos 'doctrina militar intentando ocupar un vacío civil'. En contrainsurgencia, 'la capacidad no militar es la estrategia de salida', lo cual es problemático cuando 'más gente forma en el ejército de la que sirve en el servicio exterior norteamericano'. La contrainsurgencia 'depende de actividades no cinéticas como proporcionar electricidad, empleo y un sistema judicial que funcione… Pero la capacidad civil norteamericana ha demostrado ser completamente inadecuada en Afganistán e Irak'. El ejército está 'enfrascado en un dilema sobre los límites de su papel' y se ve obligado a 'asumir los papeles de alcalde, basurero y empleado de obras públicas”.
 
El ejército tiene, y debe tener, una actitud de 'poder hacer'. Una de las cosas que tiene que ser capaz de hacer, sin embargo, es decir la verdad a los líderes civiles de América acerca de lo que no puede hacer. 'Eso', dice un oficial del 'poder hacer' aquí, 'va contra nuestra cultura militar'. Pero otro participante en un debate abierto destaca la importancia de 'transmitir los riesgos a nuestros mandos civiles”.
 
Una cosa es segura; los enemigos de América comprenden el tipo de guerra -- prolongada e inconclusa - que colma la paciencia de América. Un oficial recién llegado de Afganistán observa un axioma Talibán: 'Los americanos tienen los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo'. Algunos oficiales aquí visitaban recientemente Appomattox para ayudarse a pensar sobre 'la finalización de la guerra'. Afortunadamente, gracias a las instituciones de servicios tales como el War College, los llamativamente reflexivos servicios militares de América, sus lastres promiscuamente multiplicados por los civiles al otro extremo en Washington, están a la altura de otro desafío que los civiles han descargado en ellos: pensar.


 

 
 
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