El juego del calamar II

por Rafael L. Bardají, 24 de febrero de 2022

Siempre se ha dicho que el arte imita a la naturaleza, pero en el caso del PP la realidad supera -y por mucho- a la ficción.  Yo no se si en Génova hay un monstruo como en La Moncloa, pero debe haberlo, porque si no, no se explica tanta estulticia y creerse tan profundamente lo que sólo es obra de su imaginación, de su ficción. Tampoco sé qué guion se habían escrito los inquilinos de la famosa planta séptima a de Génova, con Pablo Casado a la cabeza, pero fuera cual fuese, han acabado interpretando un mal papel en esa serie coreana que se puso de moda hace unos meses, El Juego del Calamar. En ella, a unos pobres desgraciados, desahuciados de la sociedad, se les ofrecía la posibilidad de hacerse supermillonarios si llegase a ganar una serie de pruebas. La parte mala es que, en cada una de ellas, la mitad de los jugadores serían eliminados. Literalmente, vamos, asesinados. Los jugadores podrían parar el juego si una mayoría de los mismos así lo decidía, por lo que eran libres de jugar o no. Y en contra de todo cálculo matemático, decidían seguir adelante una y otra vez. Por una razón evidente: la avaricia; y por otra, antropológica menos visible: el instinto de supervivencia frente a los demás. Vamos, eso de que el hombre es el lobo de los hombres. En Génova, además, se sumaba la envidia de que hiciesen cuanto hiciesen, su líder no era amado por las masas, mientras que otros, como Díaz Ayuso, sí que eran populares.  En fin, como ya sabemos, su película se ha quedado en la versión cutre de la saga de Torrente.

 

Medios, grupo parlamentario y parte de la directiva de Casado se han arrojado en brazos de Núñez Feijóo, el único, auguran, capaz de salvar al PP de sí mismo. Pero se equivocan. Pablo Casado ha fracasado porque ha querido ser al mismo tiempo Vox y Rajoy, Isabel Díaz Ayuso y Núñez Feijoó. Y esa permanente esquizofrenia que lo que perseguía era contentar a todos, acabó por no gustar a nadie. Feijóo llega a Madrid siendo lo que es, el ala más socialdemócrata y pactista del PP. El es el autor de “nunca con Vox” y el defensor y hacedor de políticas dudosamente conservadoras y pro-españolas. Ahí está su discriminación lingüística a favor del gallego, su apoyo a las leyes de género, sus subvenciones a los medios de comunicación, su idea de Galicia como nación sin Estado y tantas otras cosas. No sólo es que esté más a la izquierda que Casado, sino que también es más nacionalista que el hasta ahora presidente del PP. No creo que el dirigente gallego se vaya a desprender de lo que es para venir a Madrid en loor de multitudes.  Más bien traerá a Madrid todo lo que le ha venido bien para mantenerse en el poder autonómico.

 

Quienes piensen que un PP más abierto a pactar con Sánchez, sin principios conservadores y tibio ante la unidad de España es lo que es necesario para llegar a la Moncloa, estarán de enhorabuena. Pero ni idea de dónde sacan sus esperanzas. Sus votantes no se han ido mayoritariamente al ala socialista; se fueron a Ciudadanos y a Vox. Y sin Ciudadanos, seguirán marchándose a Vox. Por una razón muy simple. Es la única fuerza policía que defiende lo que un votante conservador, patriota y sensato lleva dentro de sí. Esto es, menos Estado, más libertad para progresar, libertad de culto, independencia de las instituciones, control de fronteras, un sistema judicial y penal que funcione, y una España unida, rica y fuerte.

En ese sentido, los intentos por parte del PP de reconstruir el bipartidismo, están condenados al fracaso. Lo que ha acabado creando Génova es una nueva bipolaridad: todos frente a Vox. De ahí que se avecinen tiempos difíciles para el partido de Santiago Abascal, porque todo y todos irán a destruir a Vox. Es lo que les une. La suerte es que los votantes de Vox no sólo son cada vez más, sino que son los más fieles a su partido.

 

La autodefenestración de Casado y su equipo sólo acaba de empezar en cuanto a las consecuencias para el mapa político y sus dinámicas. En cualquier caso, la hora de la verdad ha llegado. Si Vox consigue sortear todos los obstáculos que los poderes de todo tipo ya planean ponerle, será su hora. Y ese sí que será el gran cambio. No el cambio de un peón malo al frente del PP por otro peor.