El islamismo en Marruecos: Riesgos y amenazas

por Marcos R. Pérez González, 5 de noviembre de 2004

El islamismo no es un fenómeno nuevo en Marruecos. En cualquier caso, la buena imagen de sí mismo que el reino ha sabido vender allende sus fronteras, ha impedido vislumbrar desde Europa un fenómeno que lleva años fraguándose en el país norteafricano. En éste sentido, el país magrebí no ha quedado aislado de las principales corrientes ideológicas de carácter islamista que han surgido en diversos puntos de la geografía del mundo islámico.
 
Desde Pakistán a Arabia Saudita y de Irán a Egipto, la ideología radical de los clérigos chiítas iraníes, el Islam pietista de los pakistaníes, las doctrinas wahabitas saudíes o las más cercanas promovidas por la asociación de los hermanos musulmanes egipcios, han acabado por prender de alguna manera en algunos sectores de la sociedad marroquí, a través de las diversas asociaciones creadas al efecto o simplemente como consecuencia de un proceso de socialización mucho más amplio, proceso condicionado por la existencia de una idea algo tradicional del Islam que impregnaría la cultura, la sociedad, las costumbres y las propias instituciones de gobierno del país.
 
El desarrollo del islamismo durante los últimos años, en especial bajo el reinado de Mohamed VI y el importante papel que comienza a desempeñar en la vida política y social del país, requiere un análisis en la medida en que puede estar condicionando el desarrollo político de Marruecos así como su estabilidad y proyección exterior.
Génesis y evolución del islamismo en Marruecos
El islamismo debe ser entendido principalmente como una opción política, derivada de otra de carácter religiosa, en éste caso el Islam. Pese a ello, el detonante de ésta nueva corriente de ideas habrá que buscarla en el desarrollo de las doctrinas fundamentalistas, generadoras de una nueva visión e interpretación del Islam, en exceso tradicional y en la cual el retorno a las fuentes originales de la religión islámica, sus textos sagrados, parece esencial en la estructuración y buen gobierno de la comunidad de creyentes o umma.
 
El Magreb habría sido la última región o al menos aquella en la que el Islamismo habría penetrado y se habría desarrollado más tardíamente, confiriendo a los movimientos surgidos unas características y estrategias de poder diferenciadas, adaptadas a las realidades sociales y políticas existentes en ésta región. En Marruecos, las particulares instituciones de gobierno, estructura y administración de la sociedad, entre las que destaca con nombre propio la monarquía, confieren al Islam una dimensión social y política ya de por sí peculiar.
 
Entre éstas instituciones cabría destacar al Rey, caracterizado por ostentar el título de guía espiritual y máxima autoridad religiosa de la comunidad, las Zauias, verdadero nexo de unión entre el poder político y la sociedad marroquíes a través de los lazos religiosos[i] y el marabutismo como forma de expansión del Islam a través de la sociedad marroquí. Junto a éstas instituciones algo tradicionales, como fuentes o focos de producción e irradiación de la religión islámica habría que destacar en la actualidad a las numerosas asociaciones islamistas existentes, los ulemas o especialistas en materia religiosa, los imanes o predicadores, los centros de culto controlados por la Administración o en manos privadas, algunos partidos políticos y finalmente las propias formas culturales y costumbres de la población con su propia interpretación particular de la religión.
 
De éste modo, el Islam se convierte en una ideología muy presente en la sociedad marroquí, sin contar con los clérigos no oficiales que circulan por todo el país y cuya formación no sigue los patrones marcados por los estudios oficiales. En una situación como ésta y con una base religiosa tan amplia es fácilmente comprensible la introducción de ideologías extremas, basadas en una interpretación algo rigurosa del Islam que por otra parte ya existe en la sociedad marroquí por ser en exceso algo tradicional.
 
Efectivamente, la interpretación conservadora de la religión ha posibilitado en Marruecos la producción de una equivalencia entre la forma de régimen político y el propio estatuto de la religión de modo que se acaba sacralizando la figura del Rey y convirtiendo el Islam en religión oficial. Por otro lado y por motivos políticos, como era la justificación del poder del Majzén, la monarquía acabará apoyándose, tras la independencia de Marruecos en 1956, en aquellas fuerzas sociales y culturales más conservadoras con el fin de ganar legitimidad ante la ciudadanía. En éste sentido, sus apoyos serán el ámbito rural, los ulemas tradicionalistas así como una concepción fundamentalista de la religión[ii].
 
Si la propia configuración de la sociedad marroquí y de la monarquía se han basado en una interpretación muy tradicional de la religión, representando el primer nivel de islamización del país, el segundo nivel estará compuesto por los Ulemas, los imanes, centros de culto no controlados y, finalmente, algunas formaciones políticas conservadoras.
 
Con relación a los ulemas o especialistas en ciencias religiosas, desde 1964, existe en Marruecos un centro de estudios superiores para su formación. Sin embargo ello no ha impedido que desaparezcan los ulemas autodidactas así como los formados en escuelas rurales, sin ningún control estatal. Por otro lado, en 1979 se crea la licenciatura en estudios islámicos, otra vía de control de las enseñanzas religiosas.
 
La gran afluencia de estudiantes ha creado sin embargo una gran cantidad de licenciados en paro sin ninguna institución oficial donde ejercer sus conocimientos. Su intervención en el campo religioso se hace gracias a la difusión de nuevos medios de comunicación escritos. Su precaria situación los convierte en la categoría más vindicativa y emprendedora en el “mercado de los valores simbólicos”, siendo una vía de penetración de las ideologías islamistas[iii]. Con respecto a los lugares de culto, mezquitas principalmente, su control lo realiza la Administración a través de las autorizaciones concedidas para su construcción. En cualquier caso ello no impide que se construyan mezquitas ilegales en algunos barrios desfavorecidos así como la profusión de mezquitas privadas.
 
De hecho, de las casi 32.000 mezquitas existentes en Marruecos, tan sólo 8659 dependen de la Administración, lo cual da una idea de la dimensión del problema[iv]. En la actualidad, el Ministerio de asuntos religiosos prepara un boletín mensual que serviría para dar unas orientaciones generales a los imanes y predicadores en los lugares de culto.
 
Finalmente, la islamización proviene también de la labor de algunos partidos políticos que como el Istiqlal, conceden a la religión un papel esencial en su doctrina política. Para éste partido, las dos consignas más extendidas serían la arabización de la sociedad y su islamización a través de la aplicación de la ley islámica, además del mantenimiento de las tradiciones y el rechazo de las expresiones de la religiosidad popular.
 
El Istiqlal se ha caracterizado por ser un partido político muy conservador, en exceso beligerante en cuestiones religiosas, defensor de las tradiciones marroquíes más enraizadas en la cultura popular como es el respeto de la predominancia de la monarquía en el sistema político, poco dado a aquellas reformas políticas que pongan en duda la existencia de determinadas instituciones, como el Majzén y muy apegados a una doctrina política confundida la mayor parte de las veces con la doctrina religiosa propia del Islam.
 
De hecho, el propio fundador del Partido, Allal el-Fassi, se caracterizó desde el comienzo por defender y elaborar una práctica política muy apegada a la religión, así como el mantenimiento de una interpretación muy rigurosa del Islam, siendo partidario de la aplicación en la sociedad marroquí de la “charia” o Ley islámica[v].
 
Por último, el tercer nivel de islamización de la sociedad marroquí sería el representado por aquellas asociaciones defensoras de la ideología islamista así como los partidos políticos que como el PJD, han sido autorizados a constituirse como tales y a presentarse en diversos comicios electorales.
 
Éste tercer nivel sería el más característico a la hora de analizar la penetración de la ideología islamista en Marruecos y sus esfuerzos irían orientados hacia la consecución de un proyecto de islamización de la sociedad marroquí y sus instituciones de gobierno, con el fin de lograr un control absoluto del Estado. Si bien es cierto que el asociacionismo islamista ha estado presente en Marruecos desde hace varias décadas, será bajo el reinado de Mohamed VI cuando muchas de esas asociaciones, agrupadas ya en forma de partido político, logren sus mayores éxitos políticos. Pese a ello, el ascenso del islamismo en Argelia obligará a Hassan II a adoptar una serie de medidas en el país, entre otras intentar canalizar el asociacionismo islamista tolerado hacia unos cauces políticos, con el fin de institucionalizarlo y permitir un mayor control del mismo.
 
Cuando Hassan II acomete la tarea de institucionalizar el islamismo a través de un partido político, ya en la década de los noventa del siglo pasado, recurrirá al MPDC (Movimiento Popular democrático constitucional ), partido creado por un antiguo médico y colaborador de Hassan II con el fin de integrar en sus filas a la asociación islamista más importante de Marruecos, “Al Adl Wal Ihsan”. La negativa del jeque Yassin a participar en política llevará al MPDC a orientarse en busca de la atracción de las otras dos asociaciones legales existentes, ya entonces fusionadas bajo el nombre de “Unidad y reforma” y controladas desde el Ministerio del Interior por el temible Driss Basri[vi].
 
En 1996 tendrá lugar el congreso del MPDC, momento que será aprovechado para integrar a “Unidad y reforma” en el mismo. Un año más tarde, en 1997, el MPDC se presentaba a las elecciones legislativas obteniendo nueve diputados e impugnando algunos resultados por considerar que le correspondían varios escaños más. En 1999 le serían concedidos otros tres diputados, logrando formar un grupo parlamentario propio. Finalmente, ese mismo año, el grupo decidiría cambiar de nombre, pasando a denominarse desde entonces “Partido de la Justicia y el bienestar” más conocido como PJD, siendo la única formación islamista presente en el Parlamento[vii].
 
Podemos decir por tanto que el PJD nace en el mismo momento en que accede al trono Mohamed VI, manteniendo un bajo perfil reivindicativo durante los dos primeros años de reinado y comenzando una serie de acciones de movilización de sus simpatizantes y electorado con el fin de obtener unos buenos resultados en las elecciones legislativas del año 2002.
 
En efecto, el PJD se ha convertido en la tercera fuerza política más importante en lo que respecta al número de escaños, aunque todo indica que es la fuerza política con mayor apoyo social si tenemos en cuenta que en las últimas elecciones se presentó tan sólo en cincuenta circunscripciones electorales, apenas la mitad de las existentes.
 
El PJD se puede considerar un partido moderno en lo que respecta a su organización interna, bien estructurada, respetuosos con el marco legal existente e incluso con algunos principios políticos, esenciales para participar en las Instituciones representativas de Marruecos. Así, son respetuosos con la posición central que ocupa la monarquía en el sistema político y con la sacralización de la figura del monarca. A su vez, apuestan por la promoción de los Derechos Humanos en el país, la defensa de la identidad bereber, apoyo a la anexión del Sahara Occidental y el sostenimiento de unas relaciones fluidas con Occidente al estilo del partido islamista turco[viii].
 
Pese a ello, mantiene igualmente un ideario político muy reaccionario, propio de un partido cuya doctrina puede ser catalogada de islamista. De hecho, en el año 2002, tras las elecciones legislativas y ya formados los grupos parlamentarios, el PJD expondrá en un documento de su grupo parlamentario algunos objetivos a defender en la legislatura que comenzaba, entre los que destacaban la necesidad de consolidar la identidad islámica de Marruecos, reforma del sistema bancario en función de lo preceptuado por las leyes islámicas, prohibición de la comercialización de alcohol, introducción de la especificidad islámica en el código de la prensa que debía aprobarse, rechazo del plan de integración de la mujer así como la reforma del código de la familia y finalmente, ruptura de las relaciones con Israel y reforzamiento de la ayuda al pueblo palestino[ix].
 
Como podemos comprobar, el PJD mantiene el referente religioso en sus propuestas, defiende la necesidad de reforzar el papel del Islam en la evolución de la sociedad marroquí, consideración del referente cultural islámico y además evita entrar en contradicción o competición con el Majzén, aceptando la preponderancia del mismo en el sistema político. En cualquier caso, desde el Majzén no se es tan condescendiente, como mostraron las elecciones legislativas del año 2002 en las que se forzó al PJD a reducir el número de sus candidaturas.
 
Mohamed VI está siguiendo una política frente al islamismo muy parecida a la ejecutada anteriormente por su padre, basada en un control político del partido islamista así como un consentimiento del islamismo considerado “moderado”. Los atentados terroristas del año 2003 supondrán un cambio de postura del Majzén frente al islamismo. Sin existir ningún tipo de conexión entre el PJD y el grupo terrorista que perpetró los atentados, una parte de la clase política pedirá la prohibición del partido además de la adopción de ciertas medidas algo contundentes contra algunos miembros del PJD, los más radicales.
 
La reacción de Mohamed VI se orientará en dos direcciones. Por un lado la represión de los grupos islamistas radicales de la clandestinidad como el grupo “salafista” y por otro lado el control sobre el islamismo moderado del PJD. En éste segundo caso, las medidas se concretarán en tres aspectos:
 
Adhesión obligatoria del partido a las llamadas “constantes nacionales”, entre las cuales la más destacada es el reconocimiento de la sacralidad del Rey y su consideración de máxima autoridad religiosa del país. Junto a ello, el respeto del rito malekita en la interpretación de la religión sería también un compromiso importante del PJD.
 
Control político en el interior del partido mediante el apoyo a determinados candidatos o la imposición de otros. Su función sería la de contener a los miembros más radicales, apartándolos de los puestos de responsabilidad y sustituyéndolos por los más próximos al Majzén. En éste sentido, la reciente elección del nuevo Secretario general del PJD ha seguido éste patrón, como tuvimos ocasión de comentar anteriormente.
 
La tercera fórmula para regular al islamismo moderado consiste en la intervención directa sobre los procesos electorales, como ha ocurrido en las elecciones legislativas del 2002 y municipales del 2003, restricciones mediáticas de todo tipo y por último, cuestionamiento de algunos fundamentos del partido como puede ser su referente religioso. En éste último caso, la reforma de la Ley de partidos se encamina en esa dirección, al pretender prohibir los partidos de referencia religiosa en Marruecos. Las acciones emprendidas por Mohamed VI contra el PJD han sido contundentes aunque no tanto como para limitar el apoyo social al mismo. De hecho, pese a las restricciones operadas contra el PJD, en las elecciones municipales del año 2003, el partido islamista lograría hacerse con algunas ciudades importantes como Mequinez o Kenitra además de acabar como primera fuerza votada en treinta y una ciudades marroquíes. Y todo esto lo consiguió tras haber reducido su participación al 3’48% de las candidaturas posibles.
 
La fuerza del islamismo en Marruecos es algo evidente, razón por la cual Mohamed VI no se ha limitado a actuar sobre un partido político. En éste sentido, las medidas adoptadas pasan igualmente por una reestructuración del Ministerio de Asuntos islámicos. La reforma acometida ha supuesto la creación dentro del Ministerio de tres Direcciones Generales, una relativa al control de las mezquitas, otra al control de las enseñanzas religiosas y finalmente, otra relativa  asuntos islámicos en general. Junto a ello, se ha creado una nueva estructura de los consejos locales en materia de control de los discursos religiosos. Formados por unas treinta personas, su misión consiste en aplicar la política religiosa del Estado[x].
 
El último campo donde ha tenido que actuar Mohamed VI ha sido el militar. En éste sentido algunos soldados habrían colaborado con el terrorismo islamista mediante el robo de material militar para ser utilizado en algún atentado[xi]. Por otro lado, un año después de los atentados de Casablanca, unos cien soldados y otros tantos suboficiales, además de algún mando habrían sido expulsados del Ejército al contar entre sus familiares algunos miembros identificados como próximos a los movimientos islamistas.
 
Un informe de la Dirección militar había precisado que las tropas estacionadas desde hace veinte años en el Sahara Occidental serían las más vulnerables a las tesis islamistas[xii]. Éstos datos no hacen sino confirmar la extensión del islamismo por todas las capas sociales del país así como en numerosas instituciones, algunas tan vitales para la estabilidad de la monarquía como el Ejército. En cualquier caso, el islamismo más preocupante sigue siendo el más radical por ejercer la violencia, una de cuyas manifestaciones más graves han sido los actos terroristas perpetrados en Casablanca, motivo por el cual analizamos a continuación la existencia del fenómeno así como la reacción de Mohamed VI en ésta cuestión.
 
El islamismo violento en Marruecos  
 
A diferencia del islamismo moderado que en cierto modo está siendo controlado desde el Majzén por las vías que hemos apuntado, el radical o integrista, caracterizado por proclamar la violencia a través del discurso religioso, se desenvuelve dentro de una cierta clandestinidad, su red asociativa es diversa y  generalmente escapa del estrecho margen de vigilancia estatal al que está sometida la religión en Marruecos. Éste islamismo, salvo la corriente salafista, está escasamente estructurado, no se predica en las mezquitas públicas y se nutre de las enormes capas de población marginal que habitan los arrabales de las populosas ciudades marroquíes. Éstos rasgos definen por sí mismo el problema planteado por éste islamismo que ya ha puesto en entredicho la actuación de las fuerzas de seguridad marroquíes, más preparadas para reprimir que para garantizar la seguridad de la población. En la actualidad, el islamismo radical se desenvuelve en Marruecos en tres direcciones.
 
Por un lado estaría la corriente salafista, estructurada en forma de asociación, implantada en el país desde hace varias décadas y visible, pues tanto su doctrina como parte de sus clérigos son conocidos. El origen del salafismo en Marruecos se remonta a la década de los años sesenta del siglo XX. Durante éstos años, tal corriente era marginal dentro del panorama asociativo de carácter religioso. Una década más tarde, Mohamed Magraui, un profesor de la Universidad de Marrakech fundaría dos asociaciones a través de las cuales pretendía expandir la ideología islamista wahabita, originaria de Arabia Saudita.
 
Magraui rechazará toda forma de sistema político proveniente de Occidente, en particular el modelo democrático, criticando igualmente al resto de movimientos islamistas existentes en Marruecos. A su vez, creará varias escuelas coránicas que en el año 2001 se repartían por treinta ciudades del país, componiendo una red de más de cien centros coránicos[xiii]. Éste sería el primer nivel en el que se estructuraría el salafismo. En un segundo nivel se situarían toda una serie de pequeños grupos de carácter violento que, amparados en la doctrina salafista y en la “Jihad” o guerra santa por ellos proclamada, habrían cometido todo tipo de actos vandálicos y delictivos. Al frente de muchos de ellos se situarían antiguos combatientes marroquíes de la guerra de Afganistán quienes, a la vuelta de la guerra y tras haber practicado la “Jihad” estarían dispuestos a desarrollar una nueva cultura de la violencia amparada en doctrinas islamistas radicales aprendidas, con el objetivo de “purificar la sociedad”[xiv].  
 
Junto a ella, coexisten en Marruecos dos corrientes violentas, una representada por la presumible extensión de la organización terrorista Al-Qaeda en el país magrebí, escasamente creíble y otra, compuesta por pequeños grupos que se fragmentarían y recompondrían cíclicamente en función de las nuevas y variadas interpretaciones religiosas elaboradas por un número indeterminado de clérigos que operarían de forma oculta[xv].
 
Ésta última sería la más peligrosa por ser desconocida e imprevisible en sus actuaciones y a ella podría adscribirse en cierto modo la recluta de terroristas para el GICM (Grupo islámico combatiente marroquí), aunque Al-Qaeda también habría utilizado éstas redes locales para nutrir sus filas y determinar algunos posibles objetivos para sus atentados. A pesar de haber existido en Marruecos un incipiente terrorismo, tanto en tiempos de la colonización francesa así como tras la independencia del país, en especial por parte de algunas formaciones políticas que apelaban a ciertas ideas revolucionarias con fines políticos además del practicado por el propio Majzén, el verdadero salto cualitativo en el terrorismo marroquí se producirá tras los atentados islamistas del 11 de Septiembre en Nueva York.
 
La implicación en los mismos de algunos marroquíes comenzaría a poner en entredicho la mal llamada excepcionalidad marroquí en lo referente al Islam practicado en el país así como la salvaguardia del mismo frente a las corrientes islamistas más radicales. Por otro lado, desde los servicios de información de algunos países europeos comenzará a advertirse de la posibilidad de que Marruecos pudiera convertirse  en una gran base logística para el terrorismo islamista habida cuenta de la implicación de varios ciudadanos marroquíes en dichos atentados.
 
En efecto, todo parece indicar que es en 1998, cuando Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda, elige a Marruecos, Argelia y Yemen para ampliar su campo de reclutamiento de posibles terroristas y realizar una hipotética revolución “jihadista”[xvi]. Las razones de tal elección no están claras pero podría deberse a la necesidad de utilizar la estructura existente en Argelia y Europa por parte del GIA argelino, la cercanía de Maruecos a Europa, con una fuerte migración hacia el continente, permitiendo utilizar las redes logísticas creadas por numerosos marroquíes en Europa así como en su propio país y finalmente Yemen por su posición estratégica en la península arábiga, siendo un Estado débil y escasamente controlado por Estados Unidos.
 
En lo que respecta a Marruecos, la primera señal de alarma se producirá en Mayo de 2002, cuando los servicios de seguridad marroquíes consiguen neutralizar a un comando terrorista, presumiblemente de Al-Qaeda y con pretensiones de cometer actos terroristas en el Estrecho de Gibraltar, contra buques de la OTAN[xvii]. La necesidad de Marruecos de intoxicar a la opinión pública de su país y del extranjero en sus pretensiones anexionistas sobre Ceuta y Melilla le hizo cometer el grave error de considerar que tales atentados se iban a perpetrar desde las dos ciudades españolas, lo que motivó las dudas de los servicios de información españoles y europeos en torno a la misma.
 
En cualquier caso sería desmantelada una célula compuesta por tres saudíes y siete marroquíes, detectada por la CIA, quien alertaría a las autoridades del país magrebí sobre ésta cuestión. Pero sin lugar a dudas, el salto cualitativo en la estrategia del terrorismo islamista de origen marroquí se producirá el mismo año 2002 en Londres con la creación del Grupo islámico combatiente marroquí (GICM) por parte de Mohamed Guerbouzi, un inmigrante marroquí. Todo parece indicar que un año más tarde, en una reunión mantenida por Guerbouzi y algunos miembros de Al-Qaeda en Estambul se habría tomado la decisión de desencadenar la guerra santa “Jihad” en Marruecos[xviii].
 
Es en éste momento cuando Marruecos pasa a ser considerado por los terroristas, de base logística a objetivo potencial, en razón presumiblemente de los estrechos lazos mantenidos y la colaboración ofrecida a Estados Unidos en su lucha global contra el terrorismo islamista internacional. Se planearan varios atentados terroristas en Casablanca, Essauira, Fez, Tánger y Marrakech aunque tan sólo se llevarán a cabo los atentados de Casablanca y alguna acción aislada en Essauira, en ésta segunda sin ningún plan organizado o estructurado.
 
Todo estaba ya preparado para un gran atentado y éste se produciría el 16 de Mayo de 2003 en la populosa ciudad de Casablanca donde morirían más de cuarenta personas. Los objetivos fueron seleccionados entre los intereses israelíes y españoles principalmente. Las investigaciones posteriores llevarían a la detención de una serie de cabecillas, dirigentes de asociaciones e imanes de algunas mezquitas, algunos autoproclamados “emires”, muy relacionados con el movimiento salafista marroquí pero sin ninguna conexión aparente con dichos atentados. Así, el que sería considerado cabecilla de los atentados, según los servicios de seguridad de Marruecos, acabaría en manos de la policía en la ciudad de Fez. Finalmente moriría durante su traslado a Rabat, algo contestado por las asociaciones de defensa de los derechos humanos marroquíes.
 
Junto a él, un francés convertido al Islam, Richard Robert, afincado en Marruecos desde 1996, será detenido como presunto implicado en los atentados, acusado igualmente según sus propias declaraciones de instigar la creación de una especie de guerrilla islamista en el Norte de Marruecos. Junto a ellos serán detenidos algunos imanes, en especial en Tánger, donde el salafismo tiene uno de sus mayores filones. El interés de las autoridades marroquíes será doble, intentando hacer ver que los atentados de Casabalanca fueron obra de los grupos salafistas marroquíes en su conexión con Al-Qaeda. Pese a ello, no se ha podido demostrar la pertenencia de ninguno de ellos al grupo terrorista que atentó en la principal ciudad del país.
 
Algunos de éstos imanes serán acusados incluso de no respetar el rito malekita en la interpretación religiosa efectuada en sus sermones[xix], algo por lo demás evidente, teniendo en cuenta que el salafismo es una doctrina basada en el wahabismo saudita, de alguna manera tolerado en Marruecos según pudimos apreciar. Lo que sí determinarían las investigaciones realizadas sería un dato hasta entonces desconocido y es que el 70% de las mezquitas de Casablanca estaban controladas por el wahabismo, lo cual da una idea del problema que padece en la actualidad el reino alauita en la progresión del islamismo radical[xx].
 
La confusión desatada a lo largo de las investigaciones no tenía otro objetivo que ocultar lo que parecía evidente y es que a pesar de los lazos detectados entre algunos terroristas y Al-Qaeda, lo sucedido en Marruecos es completamente autóctono  y se ha generado tras la acción y expansión continua del Islam radical en el país. En éste sentido, el reino alauita ya no estaría a salvo ni de las doctrinas islamistas radicales, ni de la violencia generada por las mismas.
 
La peregrina idea tan expandida en Occidente de considerar a Marruecos un actor esencial en la contención del radicalismo islámico ha quedado definitivamente desbaratada tras los hechos acaecidos en el año 2003 más tarde agravados en el año 2004 tras los atentados terroristas de Madrid en los cuales estuvieron implicados varios inmigrantes marroquíes.
 
Marruecos ha dejado de ser fiable quedando en entredicho la política religiosa desplegada en años anteriores por el Majzén, ya sea directa o consentida, orientada hacia una islamización de la sociedad y las instituciones de la administración con el fin de respaldar la autoridad de la figura del Rey. Por otro lado, las masivas detenciones practicadas en el país no han conseguido extinguir por completo las células terroristas y las de apoyo logístico como ponen de manifiesto las continuas redadas efectuadas a lo largo del año 2004, en especial en Fez, donde tendría lugar en el mes de Febrero la más importante de ellas.
 
Estos hechos no hacen sino mostrar de nuevo la debilidad de un Estado como el marroquí, incapaz en éstos momentos de controlar un fenómeno ya creciente en el país. Las actuaciones realizadas son fruto de la improvisación más que de una política clara de contención y lucha contra el islamismo, en numerosas ocasiones fomentado desde las propias instituciones de gobierno. La lucha contra una ideología intolerante y radical como el islamismo, asentada en la sociedad marroquí desde hace varios años necesitará algo más que un reforzamiento de los mecanismos represivos del Estado que por otra parte se han mostrado ineficaces en la prevención del terrorismo.
 
España frente a la amenaza islamista
 
El fuerte auge del islamismo en Marruecos no puede por menos que plantear una serie de cuestiones relativas a la incidencia que dicha ideología así como los diversos grupos islamistas puedan tener en la estabilidad y seguridad de un país fronterizo con el Magreb como es España. La pregunta podría resumirse de otra forma, a saber, ¿constituye el islamismo generado en Marruecos una amenaza seria para la seguridad tanto interior como exterior de España? Los recientes atentados perpetrados en España ponen de manifiesto que el peligro potencial del terrorismo islamista es ya una realidad constatable, razón por la cual la amenaza islamista podría concretarse en varias hipótesis, todas ellas perjudiciales para la seguridad del Estado y en cierto modo verosímiles.
 
Así, podríamos diferenciar las amenazas islamistas en función del área geográfica o espacial donde se produjeran. El peligro islamista se concretaría por tanto en dos dimensiones, a saber, aquella originada tanto dentro como fuera de España pero con el objetivo de actuar dentro del país o bien la concebida en el exterior bien para actuar contra intereses españoles en el extranjero o sencillamente para generar una cierta tensión con el fin de conseguir determinados objetivos políticos. Las hipótesis de trabajo podrían desglosarse del siguiente modo:
 
Existencia de células terroristas dentro de España. Es la peor de las hipótesis y lamentablemente ya ha sido confirmada por los hechos. España ya no es una excepción frente al terrorismo islamista. Los dos atentados más sangrientos, ambos producidos en Madrid, el primero en los años ochenta del siglo pasado y el más reciente del año 2004, muestran que nuestro país es vulnerable al terrorismo. La detención en España de marroquíes implicados en los atentados de Septiembre del 2001 en Nueva York así como la desactivación de algunas células de apoyo revela la existencia en el país ibérico de una bien estructurada base terrorista islamista. Las detenciones de terroristas del GIA argelino vendrían a confirmar igualmente ésta hipótesis.
 
Control y reclutamiento de potenciales terroristas entre la población inmigrante musulmana. Éste se llevaría a cabo esencialmente a través de las mezquitas y los imanes que en ellas predican, esencialmente marroquíes. De hecho, tanto en Ceuta como en Melilla se han denunciado las predicas radicales de algunos de ellos.  Por otro lado, el intento de control de la población de origen marroquí ya quedó escenificado en el año 1986 y 1987 por parte del Gobierno marroquí, en las ciudades de Melilla y Ceuta, durante los conflictivos procesos de regularización de la población marroquí inmigrante asentada en la ciudad.
 
Unos años más tarde en el año 1999 y 2000, la DST marroquí intentaría controlar y manipular al colectivo inmigrante marroquí de El Ejido, tras la ola de violencia generada contra el mismo. Nada impediría que el islamismo radical hiciera lo propio. No olvidemos que de ambas ciudades han salido colaboradores del islamismo radical, como el practicado por los talibanes en Afganistán. El caso más notorio sería el de el ceutí encarcelado en la base militar norteamericana de Guantánamo.
 
Atentados contra intereses españoles en Marruecos. Hipótesis igualmente confirmada por los hechos pues los dos atentados islamistas más graves contra intereses españoles se produjeron en éste país, en el año 1994, contra un grupo de turistas españoles en Marrakech y en el más reciente 2003 en Casablanca. Lo más relevante de éstos atentados fue precisamente la consideración como objetivo a los propios ciudadanos españoles residentes o en tránsito por Marruecos, situación que debería comportar cuando menos una reflexión en torno a las posibles causas de tales ataques, siendo la mezcla de islamismo y nacionalismo una posible explicación.
 
La posible conexión entre la ideología islamista y el ideario nacionalista debería hacernos pensar en una posible colaboración entre el islamismo radical y algún partido o asociación política de carácter nacionalista extremo, nacional o extranjero. Partidos nacionalistas de ésta índole ya existen en Marruecos, como el PLR( Partido liberal reformador) creador de un grupo armado, el FLAM(Frente para la liberación de la Argelia marroquí).
 
Nada impide pensar que pudieran crearse otros grupos armados para actuar en España, en concreto en aquellos territorios que, por ser fronterizos, parecen más vulnerables como es el caso de Ceuta y Melilla. Por otro lado tampoco es desechable una posible colaboración entre el islamismo radical y alguna organización terrorista española como ETA. Conexión entre las Instituciones políticas marroquíes y el islamismo. Es la última hipótesis pero no menos descabellada, teniendo en cuenta que el islamismo es mayoritario en el país y será necesario e inevitable un pacto entre la monarquía y el mismo a medio plazo. Esa conexión implicaría igualmente la de los servicios secretos marroquíes. No olvidemos que las investigaciones llevadas a cabo en España tras los atentados de Madrid no han podido ni confirmar ni desmentir su posible implicación en los mismos.
 
Nótese que en todas las hipótesis planteadas, Marruecos es considerado como actor principal, tanto en su componente humano, organizativo y armado. Los mismos criterios aplicados al país magrebí podrían ser tenidos en cuenta en el análisis practicado con relación a otros Estados del entorno y a otras poblaciones islámicas inmigradas.
 
El caso de Marruecos es esencial por su proximidad geográfica, la amplitud del colectivo inmigrante marroquí en España, la permeabilidad de las fronteras entre ambos países y como no podía ser menos, la propia Historia de las relaciones hispano-marroquíes, habiendo sido utilizado el terrorismo en alguna ocasión contra el país ibérico. El reto planteado al sistema de Seguridad español, tanto interior como exterior, es notable. Una profunda revisión de los análisis practicados con relación al vecino del Sur, excesivamente condescendientes con el mismo se tornan por tanto imprescindibles. Los enfoques actuales son incapaces de explicar mínimamente las profundas transformaciones sociales y políticas operadas en Marruecos en los últimos años, causantes en último extremo de la conflictividad generada desde el otro lado del estrecho.
 
* Marcos R. Pérez González  es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, licenciado en Derecho, Sociólogo y experto en el Magreb así como el mundo árabo-islámico en general.
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Notas al pie:
 
[1] “La Zauia es un establecimiento religioso, afecto a alguna  cofradía religiosa, un lugar de enseñanza del Islam así como del derecho islámico. Durante mucho tiempo sirvieron para ejercer el poder del Majzén allí donde éste no podía llegar” en Mouhtadi. N. “Povoir et religión au Maroc”, Ediciones Edif., 1999.
2 Tozy. M. “El fin de la excepción marroquí. El islamismo de Marruecos frente al reto del salafismo” en AFKAR/IDEAS, nº1, Diciembre de 2003.
3 Tozy. M. “Monarquía e Islam político en Marruecos”. Ediciones Bellaterra, 2000.
4 TELQUEL, del 5-11 de Julio de 2003.
5 VV. AA. “Penseurs maghrebins contemporains”. Edditions Eddif, 1993.
6 LE JOURNAL Hebdomadaire, 20-26 de Marzo de 2004.
7 Escobar. Stemmann. J. Op, cit.
8 LE JOURNAL Hebdomadaire, 17-23 de abril de 2004.
9 LE JOURNAL Hebdomadaire, 28 Septiembre-3 de Octubre de 2002.
10 LE JOURNAL Hebdaomadaire, 1-7 de Mayo de 2004.
11 LE JOURNAL Hebdaomadaire, 15-21 de Mayo de 2004.
12 Ibid.
13 Tozy. M. “El fin de la excepción marroquí”. Op, cit
14 Ibidem.
15LE JOURNAL Hebdomadaire, 19-25 de Julio de 2003.
16 LE JOURNAL Hebdomadaire, 3-9 de abril de 2004.
17 ABC, 12-6-2002.
18 JEUNE AFRIQUE/L’INTELLIGENT, Nº2217, 6-12 de Julio de 2003.
19 LE JOURNAL Hebdomadaire, 19-25 Julio de 2003.
20 LE JOURNAL Hebdomadaire, 3-9 de Abril de 2004.