El futuro pasa por Irak
por Alberto Acereda, 14 de diciembre de 2005
Una mirada atenta a la situación internacional y al actual estado de la política norteamericana verifica el importante papel que tiene la cuestión de Irak. El futuro inmediato, y también a largo plazo, de la estabilidad mundial pasa por la implantación de la democracia en Irak. El llamado efecto dominó que el éxito en Irak podría desencadenar en Oriente Medio -y que ya empieza a notarse en el entorno israelí-palestino- garantizaría el avance de la democracia en el planeta. Alcanzar ese objetivo supondría otro triunfo de la democracia norteamericana en el mundo, y particularmente del ideario liberal-conservador sostenido por el Partido Republicano y por la actual Administración. De hecho, la presidencia de Bush pasará a la historia en función de lo que ocurra en Irak en estos próximos tres años. El primer objetivo son las elecciones del 15 de diciembre, paralelas en el tiempo a la celebración del juicio a Sadam Husein.
La estabilización del frente iraquí, como inicio de la democratización de Oriente Medio en el siglo XXI, será el fiel de la balanza histórica que juzgará a George W. Bush, el presidente más ferozmente criticado y atacado en varias décadas. Plantearemos a continuación por qué consideramos que el futuro de buena parte del mundo civilizado pasa por Irak y a qué se debe la gran importancia que tiene para la derecha liberal-conservadora ganar en Irak. Al hacerlo, nos daremos cuenta de que en la oposición a Bush y al triunfo en Irak se injertan, una vez más, los intentos de las izquierdas -incluidas las del seno de la sociedad norteamericana- por acabar con los valores fundamentales de la democracia y la libertad estadounidense.
1. ¿Es Irak o es la economía?
Hemos escrito ya en otro lugar que el mundo civilizado está inmerso en la III Guerra Mundial, la que se inició el 11-S tras los ataques procedentes del terrorismo islámico-yihadista. Hemos afirmado también que esa lucha, dirigida estratégica y militarmente por Estados Unidos se debe sobre todo a la inalterable determinación de la derecha liberal-conservadora, la representada por la mayoría del pueblo norteamericano, su ejército y los líderes del Partido Republicano y de su Presidente. Aún cuando uno pueda estar o no de acuerdo sobre las razones, las estrategias o los detalles de la Administración Bush en el entorno de esta guerra, lo que resulta innegable es la permanente decisión de llevar a Irak la democracia y acabar con la dictadura de Sadam Husein.
En directa oposición a esa voluntad de mantener el Ejército norteamericano en Irak para ayudar a los iraquíes a defenderse de los ataques de los terroristas se halla el Partido Demócrata que es -digámoslo ya- la versión norteamericana de los apaciguadores fraternales, solidarios millonarios de caviar que tan bien conocemos en la izquierda española. Por algo el actual líder del socialismo español deseaba tanto -hasta llegar a declararlo públicamente- el triunfo de John F. Kerry sobre Bush en las elecciones de 2004. Al igual que ocurre con el Partido Socialista en España, el Partido Demócrata carece de una agenda clara de futuro y de una verdadera política nacional. En el caso del Partido Demócrata -controlado ahora por aquellos voceros de los años setenta- la única solución que consideran viable para poder soñar al menos con su triunfo electoral en 2006 es el del ataque a Bush, la negación de la derecha y el intento de crear otro Vietnam.
Estamos ante la misma táctica de la campaña electoral del pasado otoño de 2004: Bush miente, Bush engaña, Bush es el terrorista, Bush es idiota; y el mismo cuento sobre Dick Cheney, el vicepresidente, y así toda la derecha republicana. El objetivo ahora es intentar robar la mayoría republicana en las elecciones al congreso y al senado en 2006. Lo lamentable para el Partido Demócrata es que lleva desde 1980 sin ganar ni una sola elección presidencial por encima del 50% del voto popular. Y aun así, prosiguen con la cantinela de los setenta, intentando crear otro Vietnam, otro Watergate y cuanto haga falta para desbancar a los demonios de la derecha, seres protervos de afilados dientes. Tan gustosa carnaza le viene como anillo al dedo a los aliados mediáticos del antiamericanismo internacional, desde Abu Ghraib a las armas de destrucción masiva, desde las filtraciones de la CIA a los vuelos secretos, un día sí y otro también.
La realidad norteamericana, sin embargo, no es la que a modo virtual y cibernético manda las ondas de buena parte de los medios de comunicación que tanto y tan bien sirven al antiamericanismo. El ciudadano norteamericano vive ahora mismo en una economía que está progresando, pese al alarmismo de los voceros del Partido Demócrata. La América de Bush ha añadido este pasado mes de noviembre un total de 215.000 nuevos puestos de trabajo y ha creado más de 4 millones de empleos en un solo año. El desempleo tiene ahora una tasa del 5%, la mejor en la media de Estados Unidos en las décadas de 1970, 1980 y 1990. El crecimiento económico en el tercer trimestre de 2005 ha sido del 4.3% en medio de situaciones tan perjudiciales como los huracanes Katrina y Wilma (que habrían desquiciado cualquier otra economía), además de la subida del petróleo y los permanentes desembolsos militares en Afganistán y en Irak. Cuando se considera estos positivos informes y datos económicos sobre el empleo, el sólido crecimiento, la baja inflación, la alta productividad, el fuerte mercado de la vivienda, los índices de aumento en la confianza del consumidor y la inversión comercial, cualquier economista objetivo concuerda con que la realidad económica de Estados Unidos es mucho mejor de lo que se cuenta.
No negamos el urgente problema de reducir el déficit norteamericano, presente también en épocas de avance económico como la presidencia de Reagan y explicables en parte en el caso de Bush por el alto desembolso bélico. Con todo, aquellos pronósticos tan borrascosos de la izquierda norteamericana y del Partido Demócrata sobre la ineptitud de Bush y los errores de los recortes de impuestos hoy resultan claramente erróneos. Las bases del crecimiento económico norteamericano son más sólidas de lo que parece. Se apoyan en la bajada de impuestos promovida por la derecha republicana, en la reducción de gastos por parte del gobierno federal y en las reformas jurídicas, así como los incentivos para el ahorro y la inversión. Frente al Gran Gobierno de talante socializante que proponen los demócratas, la derecha de Bush ha llevado a la creación de un sector de pequeñas empresas altamente enérgico. De hecho, la mayoría de los nuevos empleos nuevos en Estados Unidos los crea ese mismo sector de pequeños empresarios, esos ricos tan odiados por las izquierdas.
Brian Westbury analizaba recientemente en un artículo en las páginas del Wall Street Journal cuanto apuntamos. Su artículo retaba a los pesimistas sobre la economía norteamericana y bajo el título 'Pouting Pundits of Pessimism apuntaba que tras un cuarto de siglo analizando y pronosticando la economía norteamericana, nunca antes se había visto el actual fenómeno de presentar la economía con tanto pesimismo y con tanto desdén en contra de la labor de la administración. Todo se niega -señalaba Westbury- y sean cuales sean los índices, los datos se ven siempre desde los enemigos de Bush con el cristal de la negatividad. Pero frente al avance real y palpable en la economía norteamericana, los datos positivos son innegables. Frente a ellos, vale la pena recordar lo que hace un año decían los líderes del Partido Demócrata sobre la economía. El candidato John Kerry afirmaba que estábamos en la peor economía desde Herbert Hoover. Y agregaba en uno de sus mítines: La gente lo pasa mal. Tres millones de americanos han perdido sus empleos. Tenemos las peores cifras de crecimiento económico en nuestro país desde la II Guerra Mundial.
Hoy sabemos - a la luz de los índices económicos- que aquellas predicciones de Kerry y sus correligionarios eran falsas. Pero así era y es todos los días, con el bombo de sus aliados mediáticos. El detalle que traemos a colación del error Kerry representa ese mismo error del Partido Demócrata en los últimos años: error en la economía, en los impuestos, en la defensa nacional, en el sistema judicial, en Irak
y en casi todo. Bastaría traer aquí a colación las barbaridades que dijeron contra la economía de Bush hace ahora un año demócratas como Donna Brazille, Nancy Pelosi, Terry McAuliffe, y por supuesto Howard Dean, fallido candidato que lidera ahora las campañas electorales del Partido Demócrata y que sigue desbarrando en declaraciones tan fuera de tono que hasta los mismos demócratas se avergüenzan y distancias, como en la reciente afirmación de Dean sobre la imposibilidad de que Estados Unidos pudiera ganar en Irak.
Sin embargo, los excelentes datos económicos parecen contar poco cuando la vida política en Estados Unidos es una jaula de víboras dirigida por el cada vez más izquierdista Partido Demócrata y sus aliados mediáticos de los que habrá que tratar en otra colaboración de forma particular. Esos medios siguen obsesionados con Irak, juzgan que tal es el campo de batalla mediática donde desprestigiar a Bush. Por eso, el Partido Demócrata y sus voceros regresan a Vietnam y a los años sesenta y setenta, se convierten en pacifistas a la violeta, anti-belicista del Make Love not War, anti-militaristas admiradores de Fidel y aun de Sadam y acaban rozando con la traición a su propia nación. Como en Vietnam, ahora en Irak también la derecha es la culpable, de ahí el intento de crear virtualmente otro Richard Nixon sobre la sombra de Bush. Todo vale, hasta un huracán, para culpar de ello a este Bush y su base social fanática poblada de cristiano-fascistas de la derecha. Tal es el pensamiento y tal la confusión. Ni entones ni ahora toda esta farsa va a funcionar. A inicios de los setenta, un político demócrata -menos mediocre que los de hoy- llamado George McGovern acabó pagando su demagogia y perdiendo con una buena manita las elecciones presidenciales. Ahora, y contra lo que las encuestas parecen señalar respecto a la baja popularidad de Bush, nuestra impresión es que el camino que está tomando Bush -tanto en la economía como en la estrategia sobre Irak- invita a pensar que la derecha republicana tiene la oportunidad de reafirmarse y aun mejorar sus posiciones en 2006. Pero en esto, otra vez, el futuro pasa por Irak.
2. La negación de la realidad sobre Irak
La manipulación de las realidades económicas y la negación de los éxitos sobre Irak son parte de una nutrida campaña mediática y partidista de acoso y derribo contra la derecha republicana. Así se explica la baja popularidad de Bush en las encuestas en estas últimas semanas. Sin embargo, debe hacerse notar que el punto más bajo de popularidad de Bush no ha sido nunca inferior a ninguno de los anteriores presidentes en momentos de bajón popular -incluidos el mismo Bill Clinton o Ronald Reagan-. Con todo, no puede olvidarse que la baja popularidad del Presidente coincide también con la misma desconfianza popular en cuanto a los demócratas, cuya escasa credibilidad es notable entre el ciudadano medio norteamericano. La respuesta de Bush a los ataques de los demócratas, iniciada el Día de los Veteranos de Guerra, el pasado 11 de noviembre, y seguida en los discursos lanzados estos días ha marcado ya la recuperación de los niveles de popularidad del Presidente. Será interesante comprobar el cambio de esas encuestas y la subida del presidente, frente a lo que muchos demócratas desean.
Lo preocupante, sin embargo, no son las encuestas porque bien es sabido el poco interés que presta el actual Presidente norteamericano a las encuestas. En esto, como en otras muchas cosas, se diferencia sustancialmente de su antecesor. Lo que verdaderamente debe preocupar al mundo, y no sólo a los estadounidenses, es la permanente negación de la realidad sobre Irak, negación que surge del seno mismo del Partido Demócrata. De esos senadores y líderes demócratas beben muchos medios de comunicación, siempre tan opuestos a la verdadera democracia y al ejército norteamericano. De ahí beben centros informativos tan antidemocráticos como Al-Jazeera y que son caldo de cultivo para el odio internacional a Estados Unidos y que apoyan y defienden a un asesino tan miserable como Sadam Husein. No olvidemos el circo que de ese juicio está pretendiendo hacer el ex-dictador al amparo de las sandeces pronunciadas por varios líderes del Partido Demócrata y bajo la supervisión sonriente de Ramsey Clark, otro superviviente de aquella especie izquierdista del Partido Demócrata norteamericano de los años sesenta y setenta.
Ya contamos hace unos días, en otra columna de opinión titulada jocosamente Donde dije digo, digo Diego, la inestabilidad del Partido Demócrata -desde Clinton y sus asesores hasta nuestros días- respecto a la cuestión de las armas de destrucción masiva en Irak. El lector interesado, puede ver un vídeo clarificador, de apenas tres minutos de duración y preparado por la derecha norteamericana, donde se incluyen imágenes y opiniones textuales de los líderes y senadores del Partido Demócrata. En ellas comprobamos con claridad sus declaraciones pasadas sobre el peligro de Sadam Husein y la indudable existencia de arsenales de armas de destrucción masiva. Ya en 1998, así lo afirmaron Madeleine Albright, Bill Clinton, Howard Dean, Sandy Berger; en 2002, Nancy Pelosi, Jay Rockefeller, Joe Biden, Harry Reid, Hillary Clinton; y de nuevo en 2003, John Edwards o Evan Bayhn, personajes todos del Partido Demócrata. Por eso resulta tan lamentable verlos ahora, uno por uno, desdecirse de lo que afirmaron en el pasado y cargar contra el Presidente Bush, quien aparece también en el vídeo mostrando clara consistencia en sus opiniones, al hilo de su pasado discurso del 11 de noviembre de 2005 por el Día de los Veteranos de Guerra.
Por eso decimos que el futuro pasa por Irak. Por eso también, el 30 de noviembre pasado, ante los miembros de la Academia Naval en Anápolis (Maryland), Bush lanzó un nuevo contraataque en un discurso [versión en español] donde expuso la estrategia para la victoria en Irak. De nuevo, el pasado 7 de diciembre Bush volvió a exponer otro discurso sobre lo que se está haciendo en Irak y sobre la batalla contra el terrorismo. Es curioso que Bush mencionara -aunque de pasada- a España como parte de esos países acechados por el terrorismo. Este discurso de Bush, frente al Council of Foreign Relations en Washington, supone otra más de las varias respuestas que -por vía de los discursos- suponen la claridad de ideas del Presidente en torno a la cuestión y la estrategia de Irak. Hemos insistido en que se trata de la misma estrategia de siempre, la de la victoria como fin último e incuestionable y sólo por eso hay que agradecer el compromiso de un Presidente y de la nación norteamericana.
Insistimos que el futuro pasa por Irak, en especial cuando el 15 de diciembre de 2005 marca la elección democrática de un gobierno iraquí, salido del pueblo y para el pueblo, en respuesta a la tiranía de un dictador ahora hecho reo que está siendo juzgado y que es ejemplo del camino que seguirá el terrorismo islámico-yihadista. En el avance hacia la democracia en Irak vamos presenciando paulatinamente cómo los mismos grupos iraquíes que, sin éxito, intentaron boicotear las dos anteriores elecciones en Irak se van uniendo ya al proceso político. Por eso resulta tan lamentable ver cómo -en medio de una sangrienta guerra por la libertad de Irak- los líderes del Partido Demócrata -a excepción de algunos honestos políticos de ese partido como Joe Lieberman- siguen exigiendo la salida de Irak. Frente al noble apoyo público del senador Lieberman para que los soldados prosigan en Irak, el resto de los políticos demócratas viven agarrados a patéticos reclamos.
El senador demócrata por Nueva York, Charles Schumer, por ejemplo, auguraba estos días el inminente fracaso del gobierno democrático de Irak que salga de las urnas. Schumer alegaba que dicho voto ha sido impuesto por Estados Unidos. Schumer, como su partido, goza con disminuir la moral del ejército norteamericano y del esfuerzo político en Irak. Porque cuanto mejor avance Irak, más avanza la derecha republicana y Bush. Paradójicamente, mientras el futuro de la civilización occidental pasa por el triunfo en Irak, el futuro del Partido Demócrata da la impresión de que pasa por el fracaso en Irak. Sólo ahí sostienen sus esperanzas electorales los miembros del Partido Demócrata: Harry Reid, Nancy Pelosi, Joe Biden, Howard Dean y el resentido John Kerry, quien hace unos días, y en el programa televisivo dominical Face the Nation, acusó a las tropas norteamericanas de aterrorizar a los niños y mujeres iraquíes. Kerry vuelve a ser genio y figura, igual que en Vietnam, igual que en la campaña de 2004.
Hemos recordado ya en otro lugar que Bush cumple su segundo mandato, que le restan por delante todavía tres años de presidencia y que no necesita ganar ninguna elección presidencial más porque no puede presentarse ya a ninguna otra. Lo que sí quiere hacer Bush -y así lo ha declarado varias veces- es ganar esta guerra contra el terrorismo, la misma que en España el socialismo y sus aliados secesionistas se niegan a pelear. Por eso, con más aciertos que errores, Bush persevera junto a la derecha liberal-conservadora en esa guerra que es también la de todo Occidente. Por eso insistimos que el futuro pasa por Irak. Es, por decirlo en palabras de Victor Davis Hanson, una guerra moral, justo lo que nunca ha entendido -lamentablemente- el congresista demócrata John Murtha, otro político que -pese a su pasado militar- se equivoca fatalmente al hacer declaraciones y críticas sobre el ejército norteamericano, como cuerpo roto y casi vencido ya por los insurgentes. Se equivoca Murtha porque no es esa la realidad que viven las tropas allí enviadas, según han declarado los mismos soldados y los altos mandos del Ejército Norteamericano. Yerra, en fin, porque da cancha al enemigo en tiempos de guerra.
Los demócratas en Estados Unidos son -como la izquierda en España- quienes se sienten bendecidos por el don del diálogo, la virtud, la fraternidad y la solidaridad. Pasan por virtuosos dialogantes, seres abiertos a los problemas del mundo cuyas soluciones son impedidas por el egoísmo de la derecha conservadora. Ellos asumen esa idea de estar haciendo algo por su nación frente a los malvados insolidarios, reaccionarios, absolutistas y fanáticos judeo-cristianos de la derecha. Según ellos, Bush, Rumsfeld, Rice, Cheney, los conservadores y los nuevos neocons
. todos, todos son la ruina del mundo y la raíz verdadera del terrorismo. Pero hoy entendemos ya que todo esto no es más que una farsa. Sabemos, desde Berlín a Bagdad pasando por la historia que estamos ante las mismas mentiras de las que ya escribimos, con otros personajes pero con parecido fondo ideológico antiamericano. Quienes abogan por la salida de las tropas norteamericanas olvidan que todavía hoy sigue habiendo -porque resulta necesario- tropas norteamericanas en varias bases militares del mundo: en Japón (MCAS Iwakuni), Korea (Kunsan), Italia (Aviano) o Alemania (Ramstein), entre otras. Por eso Murtha se equivoca, igual que los líderes de su partido.
En definitiva, que agobiados por sus continuos fracasos electorales, los líderes del Partido Demócrata no quieren o no saben entender con perspectiva histórica la importancia de este momento histórico para nuestra civilización. El futuro, sí, pasa por Irak y también por la necesaria batalla de las ideas, por la defensa de los valores verdaderamente democráticos. Por eso el terrorismo está lanzando día a día en Irak un último intento, tan desesperado como vano, por impedir la llegada de la Libertad y la vida democrática. Por eso Sadam Husein, nervioso y acosado por la verdad y la justicia, manda al Juez al infierno y muestra que él fue ciertamente la gran arma de destrucción masiva. Por todo esto y por mucho más hace falta seguir explicando todo esto; hace falta entenderlo desde la mirada a la realidad y no a la de una falsa bola de cristal de lo políticamente correcto. Hace falta seguir viendo claro y escudriñar una historia que se repite y de la que debemos aprender. Por eso también importa tanto poder librar una seria y honesta batalla de ideas: para exponer sin miedos ni complejos lo que ocurre, lo que uno ve a este otro lado del Atlántico y en medio de una sociedad que está convencida -pese a lo que se diga- de ganar en Irak por el bien de la libertad. La opinión pública debe comprender la necesaria prevención ante las informaciones que llegan y valorarlas siempre en función de lo que constituye la verdadera libertad e imparcialidad informativa. Este último punto, especialmente delicado, nos llevará a escribir en una próxima colaboración sobre las falacias de algunos medios de comunicación.
Alberto Acereda es catedrático universitario, escritor y analista político, especialista en temas culturales transatlánticos.