El Eurocuerpo y el futuro marco jurídico de la defensa en Europa

por Carlos Eymar, 1 de enero de 1997

Revista Española de Derecho Militar, nº 69

Europa y el ideal de la paz
 
El nacimiento del Eurocuerpo constituye un pequeño capítulo dentro de ese gran proceso histórico que es la construcción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Sus raíces remotas hay que buscarlas pues en el intenso deseo de paz y de cooperación, que tiene como trágico telón de fondo las dos guerras mundiales. El siglo XX ha sido el siglo de la guerra en Europa y, en cierto sentido, el de la destrucción de Europa. La historia había conocido guerras, totalitarismos, racismos y genocidios, pero nunca hasta entonces habían llegado a un grado tan alto de destructividad. Las nociones de derechos del hombre, de tolerancia, de respeto por el otro, fueron absolutamente ignoradas. Por esto hay que admitir, como señala Finkielkraut (1), que el siglo XX ha sido el teatro de un enfrentamiento entre las dos componentes de la idea moderna de humanidad: la dignidad y el progreso, y esta batalla ha desembocado en un triunfo sangrante del progreso sobre la dignidad. Si en el pensamiento ilustrado y en concreto en Kant, las ideas de progreso de la historia y dignidad humana eran complementarias, tras las dos guerras mundiales pasaron a ser incompatibles, hasta el punto que Hannah Arendt pudo afirmar que 'creer en el progreso es contrario a la dignidad del hombre' (2). Es así como la poderosa voluntad de defender y afirmar la dignidad humana, surge en Europa con el telón de fondo de un paisaje de ruinas, las mismas ruinas que testificaron el fracaso de una ciencia deformada por sus aplicaciones técnicas y su fe ciega en el progreso.
 
Pero el de la ciencia y la creencia en el eterno progreso, no fue el único fracaso que reveló la guerra. Fué también el fracaso del Estado nación y el de la política internacional que se basaba sobre él. Puede decirse que con las guerras mundiales del siglo XX, hemos asistido al total desprestigio de la idea de nación y nacionalismo que se había constituido como uno de los fundamentos de la vieja Europa.
 
Así pues, la Europa de 1945, reacciona contra la guerra intentando reafirmar la paz, reacciona contra la creencia en el progreso exaltando la idea de la dignidad humana, reacciona contra el nacionalismo fomentando la creación de proyectos multinacionales. Como ha destacado Edgar Morin: 'Fue necesaria la muerte de la Europa de los tiempos modernos para que hubiera un primer anhelo de nacimiento europeo. El motor de esta primera encarnación de una idea europea metanacional es la voluntad vital de exorcizar el espectro de la antigua amenaza y el de la nueva amenaza' (3).
 
Para eliminar todas aquellas amenazas, con las heridas aún sangrantes, se da comienzo a un largo y tortuoso camino de reconstrucción europea, regido por el ideal de paz. Pero, como escribía por aquellos años Jean Monnet, no podrá haber paz en Europa si los Estados vuelven a constituirse sobre una base de soberanía nacional, con lo que esto entraña de política de prestigio y de protección económica. Si los países se protegen de nuevo los unos contra los otros, la constitución de grandes ejércitos se hará de nuevo necesaria. Algunos países podrán hacerlo, conforme al nuevo tratado de paz; a otros les será impedido. Hicimos esta experiencia en 1919 y ya conocemos sus consecuencias. Se concluirán nuevas alianzas intereuropeas: ya conocemos su valor. Se impedirán o se retrasarán las reformas sociales debido al peso de los presupuestos militares. Europa volverá a recrearse una vez más sobre el temor (4).
 
La cooperación y la superación de los puntos de vista exclusivamente nacionales, se revelan como una necesidad para evitar el hundimiento de Europa y luchar contra el hambre, la desesperación y el caos. En este ambiente de exaltación postnacionalista provocado por el fin de la guerra, con el objetivo de crear una paz duradera, surgen los primeros tratados fundadores de un nuevo orden: El de la OECE, (Organización Económica de Cooperación en Europa) en 1948 y el Estatuto del Consejo de Europa en 1949, encargado de dar cumplimiento a la prioridad de reconocer y garantizar los derechos del hombre en todo el espacio europeo. El espíritu de estos tratados, tal y como se hace constar en sus respectivos preámbulos, es el de vincular la restauración de la prosperidad económica a la salvaguardia de las libertades públicas y éstas al mantenimiento de la paz.
Siendo fundamentales la cooperación económica y la garantía de los derechos humanos, se hacía preciso, sin embargo, tener en cuenta el elemento específicamente militar, sin el cual se hacía ilusorio cualquier deseo de mantenimiento de la paz. En 1948, bajo la presión comunista en la Europa del este, el general Lucius Clay, comandante en jefe de la zona americana de ocupación en Alemania, llegó a expresar en una carta su impresión de que la guerra podía estallar de forma dramática en cualquier momento (5) . En este contexto, hay que situar la firma del pacto de Bruselas en marzo de 1948 entre Francia, Inglaterra y los tres Estados del Benelux, creador de una Unión Occidental de cooperación económica, cultural y fundamentalmente militar. Fué este pacto, el que hizo exclamar al presidente Truman: 'estoy seguro de que la determinación de las naciones libres de Europa para defenderse encontrará su eco en una determinación igual por nuestra parte de ayudarlas' (6). Apenas un año más tarde, el 4 de abril de 1949, se firmaba en Washington el Tratado del Atlántico Norte, y fué así como la Unión Occidental acabó viéndose englobada y suplantada por una organización más vasta y más eficiente dirigida por los americanos. Ello no evitó que el problema de la defensa europea se siguiera planteando, con el trasfondo de la espinosa cuestión del rearme alemán visto con lógico recelo por los franceses que ni siquiera dejaron abierta la posibilidad de una participación alemana en el pacto de la Unión Occidental. La cooperación económica, por el contrario, funcionó con la aceptación del plan Schuman lanzado el 9 de mayo de 1950 de colocar el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y acero bajo una Alta Autoridad común, en una organización abierta a la participación de otros paises europeos. Las dificultades de la cooperación con Inglaterra, llevaron a Francia a apostar por la construcción de una Europa supranacional, aunque limitada al sector económico, en torno a un núcleo franco-alemán. Esta propuesta, condujo a la creación de una pequeña Europa de los seis, que nace oficialmente con la firma del tratado de Paris, el 18 de abril de 1951, que crea la CECA, primera comunidad supranacional europea.
 
Poniendo en común las industrias clave, se llegó a pensar que cualquier posibilidad de conflicto franco-alemán había sido suprimida, pero la invasión de Corea del Sur el 25 de junio de 1950, vino a alterar aquél convencimiento inicial. Ante la inminente posibilidad de un ataque comunista, pues se pensaba que el de Corea era una especie de ensayo general para la invasión de Europa, los Estados Unidos, ante la dificultad de mantener dos frentes abiertos, se mostraban partidarios de que Alemania tuviera una participación más importante en la defensa de Occidente, a lo cual Francia se oponía. El propio Schuman, cuando Francia ratificó el tratado de Washington, en 1949, había declarado: 'Alemania no tiene armamento, ni lo tendrá; es impensable que pueda ser admitida a adherirse al pacto atlántico, como una nación susceptible de defenderse o de ayudar a la defensa de otras naciones' (7). El propio Adenauer, poco antes de la invasión de Corea del Sur, había rechazado la posibilidad de formar una nueva Wehrmacht, aunque como caso extremo admitía la participación de un contingente alemán encuadrado en un ejército de la federación europea y bajo mando europeo. Poco después de la invasión, Churchill proponía en Estrasburgo la creación de un ejército europeo bajo mando de un ministro de defensa europeo, pero los gobiernos francés e inglés mantuvieron una actitud de rechazo a esta propuesta. Jean Monnet, comentaba así la situación creada: 'En 1950, a pesar de las duras lecciones sufridas, los reflejos de protección contra el retorno de la fuerza eran actitudes puramente nacionales que nos volvían a llevar muchos años atrás y ponían en peligro la construcción apenas bosquejada' (8). Cuando se soñaban formas nuevas de cooperación, las tentaciones del repliegue nacionalista volvían a ser muy fuertes. Fue entonces cuando se aceleró el proyecto de crear un ejército europeo bajo el nombre de la Comunidad Europea de Defensa. Más que entregar las armas al antiguo agresor que por su parte se encontraba aliviado de haberlas depuesto, se prefirió que aquél se integrara en un ejército europeo unificado bajo un mando único y sometido a la dirección de una Autoridad supranacional única. Bien es sabido que el proyecto de la CED llegó a consolidarse como tratado internacional que fue firmado por los ministros de asuntos exteriores de Alemania, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Italia y Países Bajos, pero que fue rechazado por la Asamblea Nacional francesa en agosto de 1954. Sin duda las heridas de la guerra estaban aún recientes y la opinión pública francesa no podía admitir que sus soldados vistieran el mismo uniforme que sus antiguos invasores.
 
No se trata tanto de describir aquí los pormenores de los logros y dificultades que se presentaron en las primeras etapas de la construcción europea, como de subrayar su sentido dominante. El ideal fundamental que surge en la Europa de la postguerra es un ideal de paz duradera que se traduce en unas instituciones de cooperación económica y de garantía de los derechos humanos. Si bien, las instituciones que, a estos efectos, se crean de forma un tanto apresurada al terminar la guerra, revelan una cierta insuficiencia. Pronto se comprueba que, para que la paz sea estable, es preciso también una fuerza propia cuya creación topa con un grave obstáculo: la persistencia de los puntos de vista nacionalistas que se traducen en el miedo que los alemanes tienen de sí mismos, en el miedo que los franceses tienen de los alemanes, y en el miedo que todos tienen de la amenaza comunista.
 
Pasados cincuenta años de aquella etapa inicial, Europa se ha consolidado como un espacio de paz y de razón. Se ha creado un sistema de interdependencia voluntario, inédito en la historia mundial, que redime a Europa de sus antiguos yerros. En ese vasto proyecto de construcción europea que es construcción de paz , y en el que aún sigue faltando la guinda de la defensa común, la creación del Eurocuerpo representa un pequeño pero significativo capítulo.
 
El contexto histórico de la creación del Eurocuerpo
 
En el seno de la nueva Europa que se abre con la caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989, Francia trata de disputar el liderazgo a los Estados Unidos. El prurito de independencia frente a los Estados Unidos, expresado en la decisión del general De Gaule de salir de la estructura militar de la OTAN en 1966, es seguido en cierta forma por Miterrand veinte años más tarde. La decisión de De Gaule fue explicada en su día por relación al hallazgo en 1957 del primer misil intercontinental soviético. Si la OTAN, razonaba De Gaule, no podía garantizar eficazmente la protección de los europeos ¿por qué confiar el destino al protector? (9). La subordinación política europea no tenía ya razón de ser. Dos décadas más tarde, un observador americano afirmaba: 'Durante mucho tiempo fue halagador ser el generoso protector de una Europa indefensa. Pero el niño de pañales es hoy un adolescente de 90 kilos y los Estados Unidos ya no disponen de un excedente económico que les permita hacer para los demás lo que, desde hace mucho tiempo estos son capaces de realizar por sí mismos' (10). Régis Debray, asesor de Miterrand, en su conocido ensayo Los Imperios contra Europa, en 1985, afirmaba que la supremacía americana, a diferencia de la soviética que se fundaba solo sobre las armas, actuaba sobre Europa con un gran poder de persuasión. El protectorado americano - decía Debray - no es ya una compulsión diplomática o militar impuesta desde arriba, sino un placer colectivo y una fiesta permanente. El sistema atlántico es interiorizado por los europeos que corren el riesgo de asumir, de forma natural, el vasallaje militar y cultural que el atlantismo que impone. Tanto la pax americana como el bloqueo soviético inhiben el deseo de afirmar la identidad europea y cantar el Himno a la Alegría (11).
 
Fundada en ese deseo de reafirmación de una identidad europea, Francia trata de liderar un movimiento de creación de una defensa europea para los europeos, que sustituya al papel hegemónico desempeñado por la OTAN. En los meses decisivos que van de noviembre de 1989 a la caída de la URSS en 1991, el presidente Miterrand no dejó de insistir en su llamada a una identidad europea de defensa en la que la UEO estaría destinada a ocupar un importante papel. Evidentemente, para que esta propuesta fuera aceptada por todos los países europeos, era preciso que, como ha señalado Lelouche, Francia saliera de la disyuntiva que había planteado ddurante tres decenios: o una Europa sin los americanos o una OTAN sin Francia (12).
 
Por el contrario, los británicos, holandeses e italianos, consideraban que la relación con los Estados Unidos era un componente esencial de la defensa europea la cual nunca podría plantearse como una fuerza en oposición a la OTAN. Se admitía la utilidad de la UEO, pero concebida siempre como un medio de refuerzo, en un doble papel de pilar europeo de la Alianza Atlántica y posible componente de defensa de la Unión Europea.
La posición de Alemania participaba de una cierta ambigüedad, sin definirse claramente con respecto a las dos anteriores y daba la impresión de que Kohl se encontraba atenazado entre ambas. No era la primera vez que Alemania se veía sometida a parecida disyuntiva. En 1963, el Tratado del Elíseo entre Francia y Alemania, llevaba incorporadas unas ambiciosas claúsulas de tipo militar que tendían a instaurar el germen de una defensa europea sobre una base intergubernamental. Pero el Bundestag introdujo un preámbulo en el que se hacía constar que la admisión de una defensa intraeuropea, estaba condicionada al respeto de los vínculos transatlánticos existentes. En 1991 la posición de Alemania basculó hacia el otro extremo. Su apoyo a la posición francesa tuvo, sin duda, que ver con el nombramiento de un británico a la cabeza de la nueva fuerza de reacción creada por la OTAN en mayo de 1991 (13).
 
Fue de este modo como Francia y Alemania, en octubre de 1991, dirigieron una carta conjunta a la presidencia del Consejo Europeo, en la que proponían la puesta en funcionamiento de una política exterior y de seguridad común que 'a largo plazo' pudiera llevar a una defensa común. Esta propuesta daría lugar al famoso artículo j.4 del Tratado de Maastrich firmado en febrero de 1992, en el cual hay que destacar también la vinculación expresa que, por primera vez en un tratado, se hacía entre la UEO y la Unión Europea.
 
Es bajo el impulso de Maastrich, del entusiasmo europeísta de una Alemania recién unificada y del siempre profesado por Miterrand, cuando se celebra en La Rochelle, en mayo de 1992, la reunión del Consejo franco-alemán sobre defensa y seguridad. En este Consejo tiene lugar la presentación de un informe, fruto de los trabajos de una comisión de los ministerios de defensa francés y alemán, en el cual se sientan las bases y el calendario para la constitución de un Cuerpo europeo, gran unidad en la que podrán participar otros socios europeos a cuyo efecto se realizan los primeros contactos. El que más tarde será conocido como Informe de la Rochelle, presentado por los ministros de defensa francés y alemán y aprobado por Kohl y Miterrand el 22 de mayo de 1992, puede ser considerado, pues, como el documento fundador del Eurocuerpo. Un año más tarde, el 22 de mayo de 1993, Bélgica se adherirá a la invitación, y España lo hará por acuerdo del Consejo de Ministros de 1 de mayo de 1994.
 
Sin embargo, en el contexto de diferentes concepciones de la defensa europea que hemos venido exponiendo, el proyecto del Eurocuerpo no podía dejar de levantar suspicacias por parte de los americanos. Frente a las discusiones intraeuropeas acerca de la defensa común, los americanos mantenían una actitud ambivalente. Por una parte parecían satisfechos del deseo de los europeos por asumir responsabilidades en materia de defensa y seguridad, por otra, lógicamente molestos por esos intentos de independencia que podían amenazar su liderazgo. En la cumbre de la OTAN en Roma, en noviembre de 1991, se había formulado por primera vez el apoyo americano a la perspectiva de una unión política así como al objetivo de una identidad europea de defensa. El presidente George Bush se encargó, no obstante de revelar la verdadera dimensión de este apoyo cuando afirmó que la Unión europea no convertirá en supérfluo el papel americano en la defensa y en los asuntos europeos (14). Con esta actitud, es evidente que la iniciativa de la creación del Eurocuerpo, al no especificar con claridad sus misiones y dependencias, fuera vista con clara hostilidad. Las presiones americanas y atlantistas sobre Francia y Alemania se intensificaron hasta lograr que el Eurocuerpo se pusiera también a disposición de la OTAN. Efectivamente, el 21 de enero de 1993, tiene lugar la firma de un acuerdo específico que regula las condiciones de utilización del Eurocuerpo en el marco de la Alianza Atlántica. Este acuerdo, firmado entre SACEUR (Comandante supremo de los ejércitos aliados en Europa) y los Jefes de Estado mayor de los países participantes en el Eurocuerpo, fue aprobado por el Consejo Atlántico.
Por otra parte, el Consejo de Ministros de la UEO, reunido en Roma el 19 de mayo de 1993, confirmó que el Eurocuerpo, en tanto que fuerza multinacional que participa de la UEO, podía subordinarse, en caso de una operación y previa decisión de los Estados participantes, a un mando de la UEO.
 
De esta forma quedaban sentadas las bases provisionales para el emplazamiento del Eurocuerpo en el complejo sistema institucional de la defensa europea. Andrés Ortega, resumía así la situación: Este Cuerpo Europeo independiente, tiene una vinculación estrecha con la OTAN y la UEO y está pensado fundamentalmente para Europa. Este tipo de iniciativa, aunque complica el panorama institucional, sirve para contribuir a dotar a la Unión Europea de una capacidad militar propia y garantizar que se avance en esta dirección aunque solo sea a través de un núcleo duro de países. El Eurocuerpo refleja la alianza bipolar entre Estados Unidos y Europa y puede ser el germen de una defnsa europea autónoma (15).
 
El Eurocuerpo como escenario de símbolos de reconciliación
 
La creación del Eurocuerpo representa una cierta novedad histórica, al ser la primera gran unidad que se crea en Europa bajo el impulso de una situación de paz. Todas las grandes unidades hasta entonces existentes en Europa, se habían erigido bajo la cobertura de estatutos de ocupación y con la finalidad de buscar un equilibrio de fuerzas y un papel disuasorio con respecto a la amenaza comunista. En el año 90, apenas un mes después de la unificación alemana, tiene lugar en Paris, del 19 al 21 de noviembre, la cumbre de la CSCE en la que se aprueba la Carta sobre la Nueva Europa. Ella es también un símbolo de los nuevos vientos de paz y cooperación que, sin embargo, recogen muchos elementos del Acta Final de Helsinki de 1975, fundamentalmente en lo que se refiere a la dimensión humana o el respeto a los derechos humanos. El sentimiento de comienzo, de que una nueva etapa política se abre, es dominante, aunque no se traduzca en una ruptura con los principios del pasado. Los ideales de paz, cooperación y de derechos humanos son, si cabe, igual de fuertes que en la postguerra, pero con la indiscutible ventaja de tener a sus espaldas un periodo de paz efectiva de más de cincuenta años y una situación en la que las amenazas son mucho menores. Es una circunstancia idónea para afrontar el reto de la defensa común de Europa como una manifestación de la paz que reina dentro de sus fronteras.
 
El Eurocuerpo, pese a su carácter novedoso, constituye en sí mismo un primer símbolo de reconciliación con la historia de Europa. Reconciliación con toda la tradición expresada en todos los textos fundamentales sobre derechos humanos, paz y cooperación. Pero también reconciliación con la Europa surgida de la pax americana, pues, como acabamos de ver, las primeras orientaciones hacia una defensa europea independiente bajo la dirección de la UEO, fueron pronto neutralizados por el acuerdo con SACEUR. El propio canciller Kohl, afirmaba que el carácter modélico del Cuerpo europeo estaba en esta equilibrada coordinación con la OTAN y la UEO. De una forma muy especial, el Eurocuerpo hace compatible su orientación eminentemente europea con su incorporación a la defensa y a la comunidad de valores transatlánticos (16).
 
Otro de los aspectos en que se muestra el carácter reconciliador de la creación del Eurocuerpo está en su misma condición de unidad multinacional. Los ejércitos nacionales, constituyen la expresión máxima del vínculo del individuo con su nación, que se revela en la institución del juramento de fidelidad a la bandera. Ese estrecho vínculo entre fuerzas armadas y Estado nacional, se relajó notablemente después de la Segunda Guerra mundial. El desprestigio del Estado nación corría paralelo al de las fuerzas armadas nacionales, mientras que el de las unidades multinacionales iba en aumento. Es evidente que el hecho de crear una alianza de ejércitos impide o dificulta que quienes la crean puedan entrar en conflicto y eso ya constituye un primer paso hacia la paz.
Evidentemente, la existencia de ejércitos multinacionales no es un fenómeno nuevo, a este respecto pueden citarse, a título de ejemplo, las unidades creadas bajo la monarquía austrohúngara en las que llegaban a hablarse más de cinco lenguas, el Ejército rojo soviético, las legiones extranjeras, las brigadas internacionales en la Guerra de España, el ejército internacional para la represión de los boxers en China en 1900...Sin embargo, se trata en general de fuerzas ad hoc para una circunstancia concreta o sometidas siempre a un mando superio común de la misma nacionalidad.
 
Frente a aquellas unidades, las nuevas unidades multinacionales surgidas en Europa después de la Guerra fría, de las cuales el Eurocuerpo tiene un carácter pionero, ofrecen un carácter particular, Según Paul Klein el Eurocuerpo representa algo esencialmente nuevo ya que las formaciones nacionales que lo constituyen son, al mismo tiempo, parte integrante de sus respectivos ejércitos. Alemanes, franceses, belgas, españoles y luxemburgueses, son iguales en el seno del Eurocuerpo (17). Aparte de las unidades o estados mayores multinacionales creados en el seno de la OTAN, el primer cuerpo multinacional que surge con una vocación específicamente europea tras la caída del muro es precisamente el Eurocuerpo. Bien es verdad que con anterioridad existía la Brigada franco-alemana, creada en 1989, pero, además de su carácter binacional, ha sido luego subordinada al Eurocuerpo en 1993. Binacional es también el cuerpo germano-neerlandés de Münster puesto en funcionamiento en 1995. Unidades multinacionales como Eurofor y Euromarfor, fueron creadas con posterioridad al Eurocuerpo. El ministro de defensa alemán Volker Rühe, resumía así la situación en 1993: 'Nos sería preciso crear fuerzas militares que pudieran establecerse, en tanto que piedras fundadoras para la defensa europea, sea para la cooperación con nuevos Estados miembros, sea incluso con Estados no miembros' (18). No cabe duda de que en lo que respecta a Alemania esta política ha sido ampliamente cumplida pues con la excepción del cuerpo de Postdam que permanece sobre mando estrictamente nacional, el resto de las unidades alemanas están integradas en unidades multi o binacionales.
 
La agrupación militar multinacional, y el Eurocuerpo en particular, lleva en sí una tensión latente entre los dos extremos de lo nacional y lo postnacional. Una unidad postnacional del tipo de la imaginada en la frustrada Comunidad Europea de Defensa, con uniformes, lengua, procedimientos de formación, disciplina y métodos operativos comunes, podría funcionar con mucha mayor facilidad y crearía una mayor cohesión entre sus miembros. Tiene el inconveniente de no contar, hoy por hoy, con la voluntad política necesaria para llevarla a cabo. Las tentaciones de repliegue nacionalista son por el contrario más fuertes y se oponen a cada paso a los pequeños logros en el ámbito de los procedimientos comunes. Lo multinacional representa así un ámbito en el que se mezclan el diálogo, la capacidad de compromiso, la tolerancia y el resentimiento, dominados por la sentida necesidad de llegar a una actuación común, a una deseada operatividad. Pero el funcionamiento en común tiene que abarcar forzosamente dos aspectos: el material y el humano. En lo que respecta al material, el principio rector de la actuación es el de la interoperabilidad que tiende forzosamente a una normalización o estandarización de los sistemas de comunicación, armas, suministros, vehículos, procedimientos etc. Que todos esos sistemas funcionen, precisa, además, de una actitud positiva de cooperación y un sentimiento de cohesión entre el personal multinacional encargado de utilizarlos. La motivación que normalmente se trata de ofrecer al personal militar que participa en el Eurocuerpo, o en unidades multinacionales similares, es la económica. Es, ciertamente, una motivación precaria si no se acompaña de un apoyo político o informativo. La reconciliación de los sistemas y de los individuos que el Eurocuerpo promueve, solo podrá lograrse con un plus de motivación idealista, de interiorización y educación en los valores que representa Europa.
 
Especial importancia simbólica tiene la incorporación de España al Eurocuerpo. Desde la Paz de los Pirineos en 1659, las tropas españolas no habían pisado tierras europeas. El aislamiento de España en los tres últimos siglos sólo empezó a romperse en 1977 con nuestra transición a la democracia. Antes de esta fecha, la única experiencia de cooperación militar internacional se había realizado en el marco del convenio hispano-norteamericano de 1953, en claras condiciones de desigualdad. Aún en 1976, España no pertenece a ninguna institución europea, mientras hay clara conciencia de que, como dijera en su día Ortega, Europa es el único remedio de los males de España. Por esta razón la política exterior de la transición va a fijar como meta esencial la normalización europea de España. Según ha señalado Barón, las líneas fundamentales de la política exterior y de seguridad de España, expresadas en el decálogo presentado por el gobierno González en 1984 y reactualizadas diez años más tarde, explican claramente que el ingreso de España en el Eurocuerpo es una lógica consecuencia de las tesis europeístas allí mantenidas (19). La participación española en el Eurocuerpo es, por tanto, uno de los signos más representativos de ese retorno de España a la Europa que había abandonado hacía más de trescientos años.
 
Sin embargo el símbolo más fuerte de reconciliación que el Eurocuerpo representa es el de la amistad franco-alemana. A lo largo de estas líneas ya henos podido ver cómo fue la desconfianza hacia Alemania la que provocó primero el plan Pleven que ideó la Comunidad Europea de Defensa, y luego su posterior rechazo por la Asamblea Nacional francesa. La ambigüedad francesa hacia Alemania se manifiesta en esa oscilación entre los Tratados de amistad y cooperación y la desconfianza que, por ejemplo, movió a Miterrand a oponerse a la reunificación alemana. Un autor como Chevènement no se reprime al expresar su miedo a una Europa carolingia dominada por una Alemania que hace sentir su peso de forma aplastante en el Banco Central Europeo, en el Parlamento y en el Tribunal de Justicia que se rigen por procedimientos alemanes. Pero, al mismo tiempo, no duda en afirmar que Francia y Alemania se necesitan mutuamente y que tienen el mismo interés en la paz del continente: 'Para llenar el vacío dejado en Europa por el descompromiso inevitable a largo plazo de los Estados Unidos, la conjunción equilibrada del poder francés y el poder alemán, puede crear las condiciones para un equilibrio continental' (20). No cabe duda de que en este equilibrio jugaría un papel importante el Eurocuerpo como instrumento común en el cual países como España y Bélgica pueden ejercer, como de hecho vienen haciéndolo, una función moderadora tendente a hacer prevalecer una visión más europeísta.'El reforzamiento de la 'amistad' franco-alemana - dice Gaumont - es esencial para asegurar la paz en el continente. La 'entente cordiale' franco-británica también. Pero la pareja franco-alemana ha agotado su papel histórico y ya no puede pretender guiar a Europa. Si durante mucho tiempo, los malentendidos entre Francia y Alemania no han impedido los progresos de la construcción europea, cada día es más evidente que son un factor de bloqueo. Pero ya no se trata de una cuestión francesa o alemana, es una cuestión europea, que exige una respuesta europea' (21)
Todas esos símbolos de reconciliación de los que hemos venido hablando, pueden encontrar su común denominador en la idea de Europa con toda su carga de unidad en la diversidad. El Eurocuerpo puede poner en dinamismo, puede fomentar el surgimiento de un patriotismo europeo que supera los límites y las connotaciones peyorativas que ha ido acumulando el concepto de nacionalismo. El patriotismo europeo significa identificación con los valores surgidos en Europa como el de dignidad humana, como los de derechos humanos, democracia, cultura del diálogo y la tolerancia...Representa, por tanto una apertura a la universalidad y es totalmente incompatible con el sentimiento exclusivista y narcisista que pudiera llevar a la constitución de una Europa como fortaleza económica. A propósito de la identidad alemana, el filósofo Habermas ha hablado de un necesario patriotismo de la constitución a modo de identidad postnacional ya que, especialmente para un alemán, una identidad nacional aparece contagiada por la continuidad con la barbarie de Auschwitz. 'Para nosotros, ciudadanos de la República Federal, - dice Habermas - el patriotismo de la Constitución significa, entre otras cosas, el orgullo de haber logrado superar duraderamente el fascismo, establecer un Estado de Derecho y anclar éste en una cultura política que, pese a todo, es más o menos liberal' (22). La superación del fascismo y del nacionalismo en nombre de una identidad postnacional, cristalizada en torno a principios universalistas, no es solamente asunto de la República Federal de Alemania, sino que concierne a todos los países europeos. También estos países, según Habermas, se hallan en camino de convertirse en sociedades postnacionales y para ello basta recordar, entre otras cosas, la integración europea y las alianzas militares supranacionales (23). Ahora bien, la integración de la vida según principios universales, como los derechos humanos, exige un contexto particular y un ambiente político cultural que le sirva de soporte. El patriotismo, en cuanto vinculación afectiva a un espacio y a unos valores, necesita ciertas mediaciones. Hoy por hoy, en la mayoría de los paises europeos, se carece de estas mediaciones y las que existen, como la bandera y las instituciones europeas, no están arropadas por el necesario ambiente y el apoyo caluroso de una sociedad civil europea sin conciencia de serlo. En este contexto, el Eurocuerpo, concebido como el embrión de un ejército postnacional, representativo de todas las promesas de reconciliación que surgen de la nueva Europa, puede contribuir a ese necesario patriotismo de los derechos, de vocación universal.
 
El Eurocuerpo y las operaciones de mantenimiento de paz.
 
Hay que dar por supuesto que el patriotismo europeo de vocación universal del que hablábamos no necesita de un tercero para afirmarse, no se constituye contra nadie. Ese enemigo contra el que luchar, podría muy bien tratarse, como ha indicado Brieskorn, del hambre, la miseria o la injusticia (24). Admitiendo que la identificación de Europa con la idea y la realidad de paz es lo suficientemente fuerte, se impone claramente, como uno de los principios rectores de una posible política común, el del mantenimiento de la paz. Fuera de los elementos retóricos de afirmación de los principios, la necesidad europea de encontrar los medios para contribuir a la paz, surge de la experiencia de fracaso sentida a raíz del conflicto en la ex-Yugoeslavia. Allí se puso de manifiesto que Europa, si hubiera dispuesto de una sola voz y de los medios militares apropiados, hubiera podido ahorrar muchas vidas humanas, evitando o, al menos, reduciendo el conflicto. La PESC y el Eurocuerpo son los primeros intentos de respuesta a las carencias sentidas.
 
Está claro que el Eurocuerpo es sólo el instrumento de una política exterior y de seguridad común de la Unión Europea, y su sentido no puede entenderse al margen de ella. Según señala Remacle, la política exterior de la UE se puede distribuir en cuatro grandes niveles: el de las políticas exteriores nacionales, el de las políticas de cooperación interestatales realizadas en el marco de la UE y el de las políticas en las que la UE aparece con personalidad jurídica internacional (ej: política comercial común, agricultura y pesca etc). Habría un cuarto nivel en el que podría situarse el Eurocuerpo y que se concreta en acuerdos de cooperación funcional ad hoc suscritos de una forma flexible, aunque su vocación última sea la de un tratado internacional, actualmente en vías de negociación (25).
 
Tomado así, como un nivel más de la política exterior de la unión, el Eurocuerpo debe participar dentro de esa compleja red de relaciones de la UE con lo universal. La dimensión de seguridad va ciertamente más allá del aspecto puramente militar. Si pretende ser fiel a sus principios y a la percepción que los demás países tienen de su seguridad y estabilidad, Europa debe desarrollar una política de cooperación y ayuda al desarrollo, así como promover el establecimiento de un orden mundial más justo, basado en el reforzamiento de la ONU. El éxito de la UE - señala Barón - dependerá de su capacidad de apaciguar los conflictos regionales, liquidar el enorme arsenal nuclear de la URSS y proporcionar la necesaria ayuda económica para que las nuevas democracias se consoliden (26).
 
Todos aquellos objetivos, fueron expresamente formulados y reconocidos por el Artículo J.1.2 del Tratado de Maastrich, el cual, además de referirse a la defensa de los valores comunes, al fomento de la cooperación internacional y a la consolidación de la democracia y los derechos humanos, señalaba como uno de los objetivos fundamentales de la política exterior de la Unión: 'el mantenimiento de la paz y el fortalecimiento de la seguridad internacional, de conformidad con los principios de la Carta de las Naciones Unidas, con los principios del Acta Final de Helsinki y con los objetivos de la Carta de Paris'.
 
La declaración de principios de Maastrich, coincide con las perspectivas que la mayoría de los analistas presentan para el siglo XXI. Del horizonte va quedando fuera, como una hipótesis poco creíble, el nacimiento de una 'sociedad sin guerra' o de un 'nuevo orden mundial' en el que las formas suaves de poder sustituirían a las formas fuertes representadas por los ejércitos (27). No menos improbable parece el retorno de formas duras de relación internacional que no excluyen la posibilidad de guerras incluso entre los países industrializados del continente europeo (28). La posición intermedia que dibuja un panorama en el que la guerra, más económica que militar, entre los tres grandes bloques de países industrializados (Europa, Norteamérica y Japón), subsistiría con las guerras civiles o tribales de países en desarrollo, parece la más plausible (29). Yugoeslavia - como ha señalado Ramonet - solo ha sido el dramático laboratorio en el que se pueden medir los peligros que arrastra el final de la guerra fría. Los regímenes comunistas han caído, pero aquí y allá (Albania, Rumanía, Serbia, Bulgaria, Rusia...), las penurias permanecen (30).
 
Ante esta situación, el islote de estabilidad y seguridad formado por la UE, rodeado de zonas de conflicto, sólo puede reaccionar tratando de imponer un modelo pacificador y de exportar operaciones de mantenimiento de paz.
 
La importancia de las misiones de paz y su incorporación a la política exterior europea, fue enunciada con toda claridad por los ministros de asuntos exteriores y de defensa de los Estados miembros de la UEO, el 19 de junio de 1992 en la llamada Declaración de Petersberg. En el intento de consolidar el papel operativo de la UEO como componente de defensa de la Unión Europea y como pilar europeo de la Alianza Atlántica, se creó una célula de planificación y se estudió la posibilidad de poner a su disposición determinadas unidades militares. Las misiones que se podrían encomendar a aquellas unidades militares que actuaran bajo el mando de la UEO, serían las siguientes:
  • misiones humanitarias y de rescate,
  • misiones de mantenimiento de la paz,
  • misiones de fuerzas de combate en gestión de crisis, incluyendo las de restablecimiento de la paz.

Estas misiones conocidas como misiones Petersberg, fueron literalmente recogidas en el Artículo J.7.2 del Tratado de Amsterdam firmado el 2 de octubre de 1997, en el cual se contempla, asimismo, en su apartado 1, la posibilidad de un vínculo institucional definitivo con la Unión Europea, si así lo decidiera el Consejo Europeo y lo ratificaran los Estados miembros.
Es cierto, sin embargo, que toda la visibilidad declaratoria de la UEO, desde Petersberg a Amsterdam, no ha ido acompañada de una visibilidad operativa. Las experiencias del Golfo, el Adriático, el Danubio y Mostar, han mostrado las evidentes carencias operativas de la UEO. No obstante, desde 1992, la UEO ha ido identificando una serie de fuerzas que, conocidas bajo las siglas de FRUEO, están integradas por el Eurocuerpo, Eurofor y Euromarfor (31).
 
En el informe de la Rochelle, se establecía que las misiones del Eurocuerpo eran fundamentalmente de dos tipos: misiones de defensa común de los aliados, en aplicación del artículo 5 del Tratado de Washington, y misiones de restablecimiento de la paz y acciones humanitarias. De acuerdo con lo que hemos señalado a propósito de las perspectivas de posibles escenarios estratégicos, no parece que el empleo del Eurocuerpo en tareas de defensa principal del artículo 5 sea muy verosímil a corto o medio plazo. Por el contrario, las llamadas operaciones Petersberg, que el Eurocuerpo ha hecho suyas incorporándolas al actual proyecto de estatuto jurídico, sí parecen entrar en la órbita de lo probable. Más en concreto, en relación con los posibles escenarios, se podrían distinguir, al menos, cuatro tipos de esas operaciones:
 
La observación militar o el mantenimiento de la paz en la periferia próxima de centro -europa, del tipo Alba;

Una proyección más lejana y políticamente más compleja en los aledaños del espacio postsoviético (Moldova, Estados bálticos, Caúcaso...).

Operaciones de evacuación y de tipo humanitario en Africa.

Posibles operaciones para defender o apoyar los intereses europeos, si bien, en relación con estas operaciones, existe una oposición norteamericana en el seno de la OTAN. A pesar de lo cual, en junio de 1996, en el Consejo Atlántico de Berlin, se creó el concepto de Grupos de Fuerzas interejércitos multinacionales (GFIM), que pueden ser desgajadas de la OTAN y puestas a disposición de la UEO (32).
 
La preparación operativa del Eurocuerpo, tiene como objetivo fundamental el profundizar en aquellos tipos de misiones. Fruto de un cierto compromiso estratégico entre Alemania, más interesada en las operaciones en Centroeuropa o Eurasia, y Francia, Bélgica o incluso España, más proclives hacia intervenciones lejanas en África o América del Sur, el Eurocuerpo trataría de adaptarse a todo ese abanico de operaciones. En concreto, en lo que se refiere a una proyección de fuerzas, rápida y a larga distancia, el Eurocuerpo ha desarrollado el concepto HARPON, una especie de módulo de puesto de mando proyectable, para dirigir una operación de mantenimiento de paz y establecer sobre el terreno los primeros contactos con la población. En diciembre de 1996, tuvo lugar un ejercicio conjunto con la UEO, denominado CRISEX. El ejercicio consistía en un supuesto de operación de mantenimiento de paz, dirigida por la UEO y bajo mandato de la ONU, que supuso una proyección real desde Estrasburgo a las Islas Canarias, a fin de comprobar las capacidades de movilidad y desplazamiento. Apenas medio año después, en junio de 1997, se desarrolló en Zaragoza el ejercicio COBRA, sobre un supuesto de restablecimiento de la paz, también bajo mandato de la ONU.
 
Lo que interesa resaltar de todos estos ejercicios, es no solamente el avance en los mecanismos de coordinación de los procedimientos puramente operativos, sino también en la consolidación de una cierta cultura de paz común a todos los países cuyos ejércitos participan en el Eurocuerpo. Existe total unanimidad, por ejemplo, en el hecho de afirmar que todas las operaciones de mantenimiento de paz, necesitan un mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Aunque este presupuesto ha sido aceptado por todos los participantes en el Eurocuerpo, únicamente en Alemania requirió una decisión expresa del Tribunal Constitucional en mayo de 1994. La República federal alemana, con base en el artículo 24 de la Constitución, admitía la actuación de los soldados de la Bundeswehr fuera de sus fronteras, siempre que se realizase en el marco de un sistema de seguridad colectiva y con el fin de 'promover y asegurar un orden pacífico y duradero en Europa y entre los pueblos del mundo'. Esta vinculación con lo universal vía ONU, tiene también lugar a través de los procedimientos utilizados en la conducción de las operaciones de mantenimiento de paz. Mediante la presencia de asesores jurídicos, el Eurocuerpo, pretende garantizar que en las operaciones de paz se respeten y se cumplan las normas básicas de derecho internacional como la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Europea de Derechos Humanos, Las Convenciones de la Haya de 1907, Los cuatro Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales de 1977, así como que en el uso de la fuerza se respeten en todo caso las reglas de enfrentamiento. Asimismo, mediante la presencia de una sección CIMIC, de relación cívico militar, se busca mantener una adecuada relación con la población local, basada en el conocimiento previo de las costumbres y de la situación social, la garantía de unas reglas de comportamiento, la coordinación con las ONGs, y en especial con la Cruz Roja, para lograr que los heridos, refugiados o desplazados en una determinada situación de conflicto vean atenuados sus males.
 
No se puede cerrar este apartado sin mencionar el hecho de que, además de consolidar unos modos propios de conducta, en estrecha coordinación con las instrucciones de la célula de planificación de la UEO sobre operaciones de mantenimiento de paz, el Eurocuerpo participa actualmente en la SFOR encargada del mantenimiento de la paz en la antigua Yugoslavia. Efectivamente, en el mes de marzo de 1998, los gobiernos de los países cuyos ejércitos participan en el Eurocuerpo, previo acuerdo con la OTAN, encargada de la operación en la ex-Yugoslavia, decidieron la integración de 147 miembros del Cuartel General del Eurocuerpo en Estrasburgo, en el estado mayor de la SFOR en Sarajevo bajo la dirección de la OTAN. No cabe duda de que este hecho, aparte de la valiosa experiencia que pueda suministrar, es una muestra de ese modelo futuro que se anuncia en el que la UEO, en este caso a través de una de sus fuerzas como el Eurocuerpo, se presenta como el pilar europeo de la OTAN.
 
La nueva Europa, con su modelo de estabilidad, exportadora de pacificación y cooperación, vinculada a la ONU y a valores universales como los derechos humanos, lucha por borrar su antigua imagen belicista que le llevó a instaurar, entre 1492 y 1914, su hegemonía sobre el planeta. El Eurocuerpo tiene que ser entendido como un mero instrumento al servicio de esa nueva Europa.
 
Notas
 
1) Alain Finkielkraut, L'humanité perdue, Essai sur le XX siècle, Paris (seuil), 1996, p.87
2) Hannah Arendt, Juger. Sur la philosophie politique de Kant, Paris (seuil), 1996, p.117.
3) Edgar Morin, Pensar Europa (Gedisa), 1988, p.117
4) Jean Monnet, Mémoires, Paris (Fayard), 1976, p.263
5) Cit. por Marie-Thérèse Bitsch, Histoire de la Construction Européenne, Paris (Complexe), 1996, p.41
6) Ibid., p.42
7) Cit. por Jean Monnet, Op. cit., p. 394.
8) Ibid., p.396
9) De Gaule, Mémoires d'espoir I, p.213
10) Ronald Steel, 'Ending the american protectorate of Europe' en Harper's, 1982.
11) Régis Débray, Los Imperios contra Europa, Barcelona (versal), 1986, pp. 97-99
12) Pierre Lellouche, Légitime défense, vers une Europe en sécurité au XX siècle, Paris (Patrick Banon), 1996, p.135
13) Armand Menon, Les difficultées d'une identité européenne de défense, en el libro colectivo, Les Armées en Europe, Paris, La découverte, p.93
14) Andrés Ortega, La Razón de Europa, Madrid, p.206
15) George Bush, cit por Lellouche, Op. cit., p.167.
16) Enrique Barón, Eingliederung in das Eurokorps: Spanien setz auf Europa, en el libro colectivo Eurokorps und Europäische Einigung, Bonn, 1996, p.127.
17) Paul Klein, Vers des armées postnationales? en el libro colectivo cit. en nota 13
18) V. Rühe, Gestaltung euro-atlantischer Politik en Europäische Sicherheit vol.42, 1993.
19) Barón, Op. cit., p. 124
20) Jean Pierre Chevenement, France Allemagne, Parlons franc, Paris (Plon), 1996, p.145
21) André Gauron, Le malentendu européen, Paris (Hachette),1997, p.20
22) J. Habermas, Identidades nacionales y postnacionales, Madrid, Tecnos, 1989, p. 115.
23) Ibid.
24) Brieskon, Le Patriotisme est-il nécessaire, en Un Patriotisme européen, Objectif Europe, 41-42
25) Eric Remacle, La Politique étrangère de l'Union au délà de la PESC, en el libro colectivo De Maastrich à Amsterdam, Editions Complexe, 1998, p.184
26) E. Barón, Europa en el alba del milenio, Madrid, 1994, p.123
27) F.Fukuyama, El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, 1991.
28) Mearsheimer, 'Back to the future: Instability in Europe after the cold war', International Security, vol.15, 1990.
29) Dandeker, War and the Nation State en New Perspectives on Security, Braseys Londres, 1993
30) Ignacio Ramonet, Géopolitique du Chaos, Paris, 1997
31) Remacle, Op. cit., p. 199.
32) Ibid.