El escenario en el 2025: implicaciones para la defensa
por Rafael L. Bardají, 1 de febrero de 2001
Previsiones y predicciones
- Si se pretende sentar las bases de las fuerzas armadas del mañana, es imprescindible que la política estratégica se despegue de los acontecimientos recientes y de sus implicaciones en el corto plazo para pasar a considerar las tendencias y factores que regirán el mundo dentro de 25 años.
- Ahora bien, predecir siempre ha sido una actividad arriesgada, como cualquier repaso a la literatura de las últimas décadas pone claramente de manifiesto. Es más, en un período de tan acelerado ritmo de innovación como en el que nos encontramos, la posibilidad de sorpresas radicales puede llegar a ser muy alta.[i]
- La mayoría de los trabajos sobre el futuro tienden a concentrarse en una variable, la que se considera central para el desarrollo del sector que tratan, por ejemplo el energético o el militar, relegando otros factores que, a la larga, en un mundo tan interdependiente y cargado de sinergias ocultas, se muestran como más determinantes de lo que se contaba.
- Por todo ello, la aproximación de la Revisión Estratégica, siendo ambiciosa, también debe ser prudente. Es ambiciosa porque adopta como referencia temporal el largo plazo y, más concretamente, el horizonte del 2025. Esto es así porque los temas de defensa conllevan una larga maduración y dar forma a unas nuevas fuerzas armadas requieren decisiones y acciones cuyo impacto no se verá hasta pasado bastante años. De hecho, en lo tocante a los sistemas de armas mayores, es muy probable que dentro de 25 años continúen en servicio muchos de los que hoy ya lo hacen, aunque se modifiquen sustancialmente sus capacidades al incorporárseles nuevos componentes. El 2025 es, quizá, la primera fecha donde los ejércitos ya no sean prisioneros de las decisiones que se acaban de tomar hoy.
- Pero al mismo tiempo es prudente por que no pretende realizar un ejercicio de futurismo puro. Es previsible que en 25 años se produzca algún acontecimiento que altere dramáticamente nuestras vidas, desde un colapso económico a una epidemia descontrolada, pero no es tarea de esta Revisión Estratégica intentar predecir qué, cuándo y cómo podrían materializarse tales acontecimientos. No hay nada en dichos eventos que sea de relevancia para la planificación de nuestras fuerzas armadas ya que su naturaleza les hace radicales e impredecibles.
- La Revisión Estratégica se centra, por el contrario, en la identificación de las tendencias más probables que pueden conformar el mundo de las próximas décadas y su impacto en el terreno de la defensa, pues el objetivo último es servir de guía para un planeamiento y una transformación de los ejércitos.
- Contar con una visión aceptada sobre lo que nos depara el futuro y sobre qué clase de futuro queremos resulta esencial para determinar qué política de defensa y qué fuerzas armadas necesitaremos y, en consecuencia, para comprender qué caminos y medidas debemos empezar a tomar para adecuarnos a ese futuro.
- En este capítulo se abordarán primero los elementos que inspiran y alimentan el cambio, para pasar, a continuación, a dibujar los posibles escenarios de seguridad resultantes de la interacción de dichas fuerzas.
Las fuerzas motoras del cambio en el entorno estratégico
- Demografía y seguridad
- Las guerras las hacen los hombres y es en el terreno de la demografía donde encontramos un primer elemento de cambio para nuestro entorno. Como tendencia global, la población mundial seguirá creciendo, aunque a tenor de las sucesivas revisiones a la baja por parte de las Naciones Unidas, es de prever que dicho crecimiento se ralentice y en el 2025 suponga una tasa de un 1% anual frente al 13% actual. En cualquier caso, el mundo pasará de los 6 mil millones de hoy a cerca de 8 mil millones de seres en el 2025.
- El crecimiento seguirá siendo desigual por regiones, diferenciándose claramente el mundo desarrollado de los países en desarrollo. Más del 95% del aumento global de la población tendrá lugar en países pobres y en desarrollo y a partir del 2025 prácticamente la totalidad del crecimiento tendrá lugar en estos países. No obstante, allí donde enfermedades como el Sida tienen una gran incidencia hoy, la creciente tasa de mortalidad, particularmente entre población en edad fértil, llevará a una disminución de su población.
- La disparidad entre tasas de nacimientos y de mortalidad configurará una clara divergencia en las pirámides de población del mundo desarrollado y de los países en desarrollo. Los problemas derivados de esta divergencia se notarán tanto en el ámbito doméstico como en la esfera internacional, pudiendo provocar serios incidentes de seguridad. Así, en el mundo occidental avanzado, la proporción de la población por encima de los 64 años crecerá hasta el 30% en las prismas tres décadas, y seguirá creciendo hasta mitad de siglo, lo que provocará una enorme presión y demanda en el sistema sanitario y de pensiones. Por el contrario, la proporción de la capa juvenil en la población de los países en desarrollo continuará aumentando, especialmente en el África subsahariana, Latinoamérica y el Oriente Medio. Mientras que la tendencia la envejecimiento de los votantes en el mundo avanzado puede llevar al crecimiento de formaciones políticas conservadoras, la pobreza y la falta de expectativas laborales en los países pobres puede desembocar en tensiones y fuerzas desestabilizadoras, particularmente si se acoplan a otras tensiones de carácter tribal o étnico.
- El envejecimiento de la población occidental plantea, además, la necesidad de mantener la base productiva con mano de obra proveniente de la emigración, algo que, en teoría, podría equilibrar el exceso de población juvenil en zonas en desarrollo. Sin embargo, la práctica ha demostrado que la integración social de bolsas de población cultural, religiosa y socialmente dispares, resulta un fenómeno complejo y difícil y que en numerosas ocasiones da a lugar a conflictos sociales y raciales importantes. En la medida en que dichas bolsas de población no autóctona crecen en los países occidentales, las tensiones sobre la cohesión social nacional tenderán a acrecentarse.
- Al mismo tiempo, la caída de la población juvenil occidental significará una menor base social de la que extraer los futuros miembros de las fuerzas armadas. Los intentos de paliar este déficit mediante la incorporación de emigrantes pueden llegar a ser una solución, pero también plantean serios inconvenientes respecto a los valores militares tradicionales y exigirán la puesta en marcha de mecanismos de absorción que no pongan en peligro la cohesión de las unidades.
- Otra característica de la evolución demográfica de los próximos años será el espectacular aumento de la urbanización. En la actualidad la mitad de la población habita en zonas urbanas o semiurbanas y en el futuro, esta proporción aumentará inexorablemente. El número de habitantes en megacities (ciudades de más de 10 millones), que hoy alcanza los 200 millones, se doblará en los 15 próximos años y superará los 600 millones en el 2025.
- Este proceso acelerado de urbanización presenta teóricamente oportunidades como el mejor acceso a servicios pero, a tenor de lo que ya se observa en ciudades como Sao Paulo, El Cairo y México D.F., normalmente se ve acompañado por una enorme dislocación social, al ser incapaces las autoridades locales de dar satisfacción a las necesidades mínimas de servicios, infraestructuras, educación y trabajo. En esa medida, la urbanización puede conllevar una mayor fragilidad social y el riesgo permanente de revueltas altamente desestabilizadoras.
- La urbanización, por último, plantea serios problemas para las operaciones de paz que puedan conducir los ejércitos occidentales. De conducirse éstas, en el futuro tendrá que ser desarrolladas cada vez más en medios urbanos, medios que plantean retos importantes para el logro de sus cometidos, la protección de las fuerzas y la limitación de los daños colaterales en los que se pueda incurrir.
- El desequilibrio demográfico, unido a las disparidades económicas, alimentará una tendencia creciente a la emigración desde los países pobres hacia los más ricos. En la actualidad más de 50 países albergan un 15% de emigrantes ilegales entre su población. Es presumible esperar que estas cifras aumenten sustancialmente, incrementando las tensiones sociales en los países de residencia, máxime si se tiene en cuenta la dispar tasa de natalidad entre población autóctona y la emigrante. Para los países receptores con una riqueza alta, la cuestión estribará en cómo garantizar su cohesión social; para receptores con una riqueza per capita baja, la emigración y desplazados precedentes de conflictos o catástrofes, supondrá un serio reto para su estabilidad.
- El aumento de los flujos y movimientos de población está teniendo y tendrá serias repercusiones sobre los problemas de salud, particularmente cuando, tras décadas de tratamientos generosos en medicinas, diversas enfermedades de transmisión que se consideraban controladas o extinguidas, como la tuberculosis, el cólera o la malaria, renacen bajo formas resistentes a los medicamentos.
- De no encontrarse solución a través de avances en la biotecnología y en la bioquímica, regiones enteras de África y Asia verán aumentar su tasa de mortalidad, impidiendo el crecimiento de su población y dañando gravemente su economía.
- La creciente resistencia de los agentes causantes de las enfermedades infecciosas llevará a poner mayor atención en la protección del personal militar y civil involucrado en las misiones de paz. El temor a contraer enfermedades infecciosas de dudosa curación puede significar unas crecientes reticencias a la hora de decidir el envío de tropas a zonas poco salobres o muy contaminadas.
- Por último, el aumento de la población mundial significará una creciente presión medioambiental cuyo principal problema será el llamado efecto invernadero. No es previsible que la temperatura media del planeta se eleve alarmantemente en el plazo utilizado por esta Revisión Estratégica, pero podría a llegar a ser un problema, de no ponerse freno, a lo largo de este siglo. Los expertos de la ONU estiman que un aumento de la temperatura media de entre 2 y 4 ºC entraría dentro de sus cálculos y que esto provocaría numerosos fenómenos naturales indeseados, desde la inundación de zonas costeras, al cambio de la flora y fauna en determinadas regiones, pasando por la incidencia de mayores desastres.
- Con mayor impacto a medio plazo en la seguridad del planeta se revela el impacto demográfico en las zonas de escasos recursos naturales, especialmente el agua. En el año 2015 la mitad de la población mundial vivirá en zonas de aguas sobre explotadas, proporción que habrá crecido hasta los dos tercios en el 2025. En ese momento, y a pesar de las posibles medidas que se adopten para conseguir agua o utilizarla de manera más eficiente, una gran proporción de la agricultura de irrigación será inviable.
- Aunque hasta la fecha la escasez de agua ha provocado mayor cooperación internacional que conflictos, a medida que la sequía y la desertización avanzan inexorablemente, no se puede descartar que se produzcan rivalidades y conflictos por el acceso garantizado a un bien escaso como será el agua. Proyectos políticos como el de Turquía y las presas sobre los ríos Tigris y Eufrates, o el egipcio sobre el Nilo, auguran contenciosos regionales de compleja solución.
La población española
- Según las proyecciones moderadas de la ONU, España en el 2025 tendrá unos 36 millones de habitantes, esto es, un 10% menos que lo que hoy tiene y seguirá perdiendo población hasta situarse en los 31 millones (un 22% menos respecto a la actualidad) allá por el 2050.
- Paralelamente, nuestra población experimentará, como la de la mayoría de nuestros vecinos europeos, un notable envejecimiento. La expectativa media de vida se incrementará casi en cinco años, pasando de los 78 años de hoy a casi 83. de manera simultánea los nacimientos disminuirán creando una situación en la que el 32% de la población tendrá más de 60 años en el 2025, cuota que alcanzará el 45% en el 2050. igualando entonces a la parte productiva de la sociedad (entre 15 y 59 años de edad). España, de hecho será el país con la media de edad más alta en esa fecha (552 años de edad).
- Independientemente del significado que este envejecimiento - y su consiguiente pirámide poblacional- tenga sobre la economía y el régimen de la seguridad social, es indudable que sus efectos se harán notar de manera evidente sobre las Fuerzas Armadas. El grupo de edad en torno a los 20 años se reducirá en un 30% en las próximas tres décadas, lo que hará más difícil el reclutamiento, simplemente debido al encogimiento de la base natural de extracción. Aún más, con toda probabilidad los jóvenes españoles estarán muy demandados por un mercado altamente competitivo, lo que no sólo no favorecerá el reclutamiento sino que complicará aún más la retención de los soldados profesionales en sus puestos. Obtener el personal adecuado y con la calidad requerida será un reto progresivamente más complejo.
Consecuencias para la defensa
- La evolución demográfica, solapada con los riesgos medioambientales, tendrá un evidente impacto tanto para la seguridad internacional, como para las defensas y fuerzas armadas nacionales.
- Mientras que en los países occidentales la caída de la natalidad impondrá severas restricciones al reclutamiento, las posibles disputas e inestabilidades en países en desarrollo derivadas de la escasez de ciertos recursos naturales o de fuertes flujos migratorios, exigirán una mayor anticipación a la hora de prevenir y gestionar las crisis.
- De la misma forma, es previsible que las peticiones de participación en tareas de ayuda humanitaria seguirán creciendo, si se produce una mayor incidencia de las catástrofes naturales.
- De la misma forma, si la diplomacia preventiva fracasa y estallan nuevos conflictos civiles, la presión para que la comunidad internacional -y de ella aquellos países más ricos y adelantados- intervenga exigirá un creciente esfuerzo y compromiso con las misiones de paz.
- El principal reto en este terreno para España será conseguir un reclutamiento eficaz, incluyendo, llegado el caso, a población extranjera y la adopción de medidas que aseguren una buena retención de los soldados profesionales.
- Al mismo tiempo, el Gobierno deberá impulsar una política informativa y educativa que prepare a la opinión pública para los crecientes compromisos internacionales que España tendrá que asumir en el futuro y que, con toda probabilidad, exigirán una presencia mayor de nuestras tropas en misiones de paz, particularmente si éstas obtienen resultados políticos ambiguos y exigen el despliegue durante muchos años.
Turbulencia technológica
- Un segundo elemento, factor o fuerza, que configurará el panorama estratégico del 2025 será la tecnología. A diferencia de la demografía, cuyas proyecciones para esa fecha son ya bien conocidas, el curso que pueda tomar la evolución tecnológica, siempre expuesta a innovaciones revolucionarias e impredecibles, resulta más difícil de calibrar. Es más, aún cuando pudiéramos conocer con relativa exactitud qué tecnologías serán las dominantes dentro de un cuarto de siglo, su impacto en la vida de todos nosotros, su influencia política y social, sería incalculable.
- En cualquier caso, algunas tendencias básicas sí pueden tomarse como seguras en el tiempo. La primera de ellas es la continuada aceleración de la innovación tecnológica. Lo hemos visto en los últimos 10 años y todo apunta a que el ritmo de cambio se sostendrá en el futuro, o incluso aumentará, por diversas causas: Para empezar, porque la I+D básica, asociada comúnmente con grandes descubrimientos e innovaciones, ha ganado en volumen en universidades y empresas privadas que ven en ella el camino para la mejora y evolución de la cartera de sus productos, produciendo una, si se quiere, sistematización de la innovación y nuevos descubrimientos; pero también debido a que las nuevas tecnologías dependen menos de las unidades de producción tradicionales, al basarse más en el conocimiento que en recursos materiales; de la misma forma, el cambio alimenta una propensión o gusto social por más cambio, llevando a que los mercados sean capaces de asimilar la rápida comercialización de nuevas tecnologías y productos.
- En esa medida, y como segunda tendencia, se acortarán los plazos entre nuevos descubrimientos, su aplicación y la comercialización de nuevos productos y servicios. En parte esto será el producto no sólo del ritmo e importancia del esfuerzo en I+D, sino del peso que juega en ésta el sector privado, altamente motivado para traducir comercialmente cuanto antes sus avances científico-técnicos.
- Las consecuencias para el mundo de la defensa de esta tendencia son profundas, ya que plantea un ritmo de obsolescencia muy significativo para la mayoría de sus sistemas, cuyo ritmo de asimilación es normalmente bastante más lento que en el caso de los productos y servicios civiles.
- La tercera tendencia tecnológica que se mantendrá en estos años consistirá en la creciente difusión de las nuevas tecnologías, social e internacionalmente, debido, esencialmente, al abaratamiento de sus costes lo que, a su vez, llevará a una creciente demanda de nuevos aparatos y aplicaciones, sobre todo en el campo de la informática y las comunicaciones. Así, por ejemplo, el desarrollo de comunicaciones no dependientes del cable, permitirá la plena conectividad de las zonas rurales; e igual ocurrirá con numerosos países, como China, que hoy se encuentran relegados en estos terrenos a causa de los grandes costes en el desarrollo de las infraestructuras necesarias.
- La creciente difusión de nuevas tecnologías dará lugar a una proliferación imparable de las capacidades militares tanto al nivel de Estados como de grupos subestatales. El incremento del conocimiento y la facilidad de acceso al mismo, permitirá que individuos y grupos puedan organizarse y dotarse de medios de destrucción más fácilmente, siempre y cuando dispongan de los recursos financieros y del deseo de hacerlo.
- Ahora bien, la difusión tecnológica no avanzará por igual en todas las regiones del globo, sino que se producirá de forma desequilibrada. Teóricamente los países que hoy disfrutan de una base tecnológica desarrollada se beneficiarán más y más rápido de la innovación. No obstante, esta nueva división entre naciones tecnológicamente avanzadas y las que no lo serán, abre una nueva brecha para la estabilidad del planeta. La dinámica comercial lleva a pensar que determinadas tecnologías (como el GPS, las imágenes tomadas por satélites y las telecomunicaciones, entre otras) se generalizarán, como lo hará también el conocimiento sobre determinadas investigaciones básicas (biotecnología, por ejemplo) permitiendo que aquellos países que concentren sus esfuerzos en campos específicos, podrán disputar, a la larga, la superioridad tecnológica del mundo occidental.
- Una ley que se mantendrá será que quien más invierte hoy en I+D e innovación se asegurará el liderazgo tecnológico en el mañana. Es indiscutible que el motor del cambio tecnológico en la actualidad son los Estados Unidos. Su nivel de inversión en I+D y su peculiar estructura social y empresarial le seguirán otorgando una ventaja competitiva en este terreno, afianzando, así su liderazgo tecnológico sobre el resto del mundo.
- Mientras que el indiscutible liderazgo norteamericano significará un seguro contra elementos potencialmente perturbadores del orden internacional del que se beneficiarán todos, no es menos cierto que un ritmo de innovación desigual y sostenido acabará generando una divergencia real en términos de interoperatividad entre Norteamérica y el resto de sus aliados. En ese sentido, o se produce una eficaz colaboración multinacional para la innovación o la tecnología se convertirá en u arma de doble filo.
- Esta tendencia a la difusión tecnológica y a la proliferación se verá reforzada por otro aspecto que se consolidará en estos años: el liderazgo innovador por parte del sector privado frente a la I+D estatal y, más en concreto, a la de defensa. 1980 fue el primer año en que la I+D civil sobrepasó a la militar en el mundo y desde entonces la divergencia, a favor de la primera, no ha hecho sino aumentar. Aunque es obvio que desarrollo específicos para el uso militar (blindajes, PGM, etc.) sólo se llevarán a cabo por el esfuerzo en defensa, el aumento de tecnologías civiles con impacto notable en sistemas militares es innegable (polímeros y materiales stealth, guerra electrónica, sensores, satélites, etc.). Es más, desarrollo plenamente civiles (en medicina y biotecnología, por ejemplo) repercutirán también en los sistemas de defensa, particularmente en aquellos destinados a la protección.
- El sostenido esfuerzo privado y civil y la explotación generalizada de las tecnologías duales harán que la proliferación de capacidades militares, particularmente en el terreno químico y biológico, pero también en sistemas de armas sofisticados o exóticos (laseres y de energía dirigida), sea más fácil porque se vuelva más complejo su control y prevención.
Algunos desarrollos futuros
- Es evidente que entenderemos mucho mejor el ambiente tecnológico de los próximos 15 años que en el 2025. Nadie podía sospechar en 1975 que los teléfonos móviles no sólo existirían sino que superarían en número al de los fijos, por no hablar de la popularización del PC o de la existencia y acceso a Internet. Incapaces de prever lo desconocido, tendemos a proyectar un sentido de familiaridad para lograr, así, hacer más comprensible lo que nos puede deparar el mañana. Y en muchos factores el mundo de dentro de un cuarto de siglo será como el de hoy, lo verdaderamente difícil es alcanzar una visión de lo que será distinto. A continuación se abordarán algunos terrenos altamente prometedores y que pueden afectar notablemente a nuestra vida en los próximos tres decenios, a pesar de que, por lógica prudencia, no podamos decir ni cuánto ni en qué manera.
- En todo caso es claro que las denominadas Tecnologías de la Información (IT) producirán nuevos aparatos y permearán numerosos sistemas permitiendo un mayor control y conectividad en nuestra vida. Los individuos - y también los soldados- se rodearán de su propia infoesfera, desde la que tendrán acceso a la información que necesiten -y trasmitirán la que quieran- sin límites ni temporales ni espaciales.
- Las IT están dando ya lugar a nuevas formas organizativas, más descentralizadas y menos jerárquicas y que prometen en el futuro nuevos tipos de relaciones profesionales basadas en el establecimiento de redes horizontales y con escasos niveles verticales. Lo que hoy se augura como una manera más eficiente y productiva de las nuevas empresas, no deja de conllevar ciertos aspectos turbadores, particularmente para organizaciones como las fuerzas armadas, cuya cohesión se fundamenta en la jerarquía y la disciplina. La creciente conectividad e interactividad que permiten las IT tienden a simplificar los organigramas, pero a la larga eso acabará por mermar el respeto institucional a la autoridad; simultáneamente, ponen en el circuito y hacen más accesible para cualquiera una voluminosa y relevante información, lo que volverá más crítica la aceptación de las decisiones, particularmente las que se imponen desde arriba en función del status jerárquico en la organización. Presumiblemente, lo que se entrevé para el mundo empresarial también se dejará sentir en las instituciones públicas y en las militares, aunque más lentamente.
- En el plano internacional, las IT crearán una creciente polarización, no tanto por la capacidad tecnológica o económica para su desarrollo, adquisición y sostenimiento, sino en el terreno educativo. Para que los países puedan explotar al máximo las IT se requiere una población preparada y para esto una política consistente y unos recursos que no siempre están disponibles en los países en desarrollo y con un gran crecimiento demográfico. La capacidad de adaptación social a los cambios incesantes será la clave para estar en el tren tecnológico del Siglo XXI.
- Como subproducto de la explotación de las IT, y en la medida en que sirve de medio para multitud de las plataformas ligadas a las mismas, el espacio ganará una importancia creciente, tanto para usos civiles como militares. En el futuro tendrá enorme relevancia estratégica disfrutar de una posición dominante en tiempo de paz, así como contar con la capacidad de controlar y dominar el espacio en tiempo de crisis. La protección de los satélites de comunicaciones es un campo al que se deberá prestar de nuevo una atención especial.
- Un segundo terreno de desarrollo espectacular será la biotecnología. De hecho, según todos los expertos, este campo científico sustituirá progresivamente a la IT como motor de desarrollo. Se estima que en el año 2010 la biotecnología ya supere en términos de inversión a las IT y su impacto social y económico puede, en el 2025, dejar muy atrás a las mismas. Los terrenos específicos de innovación tendrán que ver, sobre todo, con la ingeniería y terapia médica, así como con las modificaciones genéticas.
- Ahora bien, dos problemas surgen de la aplicación de estos avances. El primero, su elevado coste, lo que augura una mayor divergencia entre el mundo opulento y el pobre. En términos de salud, el mundo se divide y polariza. Posiblemente, el atractivo para la emigración del futuro no resida tanto en el aspecto de bienestar económico, como en el sanitario y en la creciente expectativa y calidad de vida.
- El segundo puede frenar de alguna forma el desarrollo de ciertos aspectos de la aplicación de la biotecnología, pues todo lo referente a la manipulación genética no deja de levantar cuestiones morales y de juicio en la población occidental. De la misma forma, la capacidad de control mediante elementos genéticos (bases de datos poblacionales según el ADN) provocará el rechazo de grupos pro derechos civiles, como hoy grupos ecologistas se han levantado contra los alimentos transgénicos. Así y todo, es de esperar que la manipulación genética acabará por abrirse paso.
- Los desarrollos en nanotecnologías, particularmente en electromecánica, se prometen como una tercera gran área de potenciales avances. El impacto de estas nanotecnologías no debe subestimarse ya que, de hecho, se mueven a caballo entre las IT y la biotecnología y permitirán integrar en numerosos sistemas distintos elementos, como sensores o circuitos, otorgando nuevas y mayores capacidades, productos inteligentes, de mayor durabilidad y adaptables a las necesidades de los diferentes usuarios.
- Este aspecto es especialmente relevante para el terreno militar, ya que permitirá dotar de mejores capacidades de información y, sobre todo, defensivas a los soldados individuales.
- Más adelante, la nanotecnología permitirá un mejor conocimiento del mundo físico y molecular, con promesas que hoy por hoy se nos escapan.
- En término de aplicaciones para la defensa, y en el plazo de los próximos años, es innegable que la capacidad de procesado de las nuevas generaciones de ordenadores permitirá la fusión en tiempo real de toda la información suministrada por los sensores en aplicación. De ahí que las capacidades de mando y control se expandirán hasta hacer casi transparente un teatro de operaciones; la habilidad ara captar la información a través de nuevos sensores también se multiplicará exponencialmente, permitiendo una cobertura multiespacial tanto de las fuerzas propias como sobre el enemigo; al mismo tiempo, nuevos materiales y sistemas de propulsión más eficaces harán que los sistemas de disparo a distancia permitan golpear con precisión a grandes distancias, asegurando las supervivencia de las fuerzas atacantes.
- En el largo plazo, las IT y la nanotecnología permitirán la descentralización del mando y la orgánica centrada en redes, equipo personal automatizado y en el que los elementos de supervivencia primarán; armas exóticas, de alta discriminación y no letales; en fin, la automatización plena del campo de batalla gracias al desarrollo de la inteligencia artificial.
Tecnologías y economía
- En todo caso, aunque las tecnologías base alberguen promesas revolucionarias, la mayoría de ellas presumiblemente no lo serán en las próximas décadas, particularmente en el terreno de la defensa donde, como ya se ha dicho, las armas que entren en servicio en los próximos 20 años responden a decisiones que ya se han adoptado y a conocimientos, que si bien se pueden adaptar a los nuevos tiempos, estaban bien establecidos en la fase de diseño.
- Por otro lado, aunque el mundo vive una etapa de globalización e interdependencia como nunca antes había conocido, y a pesar de que se prevé un ciclo económico relativamente expansivo para el conjunto de la economía global, es más que dudoso que todos los gobiernos sean capaces o estén dispuestos a invertir las sumas de dinero y recursos humanos en el desarrollo de las nuevas tecnologías y, más en concreto, de ciertas de sus aplicaciones militares. La importancia de determinados desarrollos ligados al C2[ii] o a armas inteligentes, que en poco contribuirían al tipo de conflicto étnico o tribal en el que están pensando o al que pueden acabar enfrentándose, no puede ser muy alta.
- Es más, es posible que conciente de la dificultad de enfrentarse a las potencias occidentales con sus mismas armas, un posible agresor acabe optando por una estrategia esencialmente asimétrica, por lo que su interés esté centrado en el desarrollo de tecnologías diferentes a las que ahora centran el interés de los ejércitos avanzados.
- Sea como fuere, el caso es que las nuevas tecnologías de aplicación a la defensa resultan siempre caras, sobre todo en momentos como el actual de grandes incertidumbres sobre su futuro y desarrollo. A pesar de que el crecimiento económico, salvo una crisis o un shock imprevisto de por medio, parece asegurado para el mundo avanzado, la evolución social que se prevé, con un aumento importante de la presión de las partidas de la seguridad social, no permite pensar en aumentos sustantivos de los presupuestos de defensa, al menos en Europa.
Implicaciones para la defensa
- Le evolución tecnológica es imparable. Los ejércitos deberán adaptarse y conformarse a un mundo cuyos sistemas van a estar en continuo cambio. De hecho, lo primero que experimentarán las fuerzas armadas, será el creciente ritmo de obsolescencia de sus sistemas. Las grandes plataformas no se volverán antiguallas, pero sus sistemas sí. De ahí que se deba conceder una atención especial a las políticas de modernización, pues se deberá primar, sobre todo, una política de inserción tecnológica en sistemas en funcionamiento. Es posible que el portaaviones, el carro de combate y el bombardero mantengan su aspecto exterior, pero su interior estará auténticamente trufado de nuevas tecnologías que tendrán que ser continuamente reemplazadas por módulos más modernos.
- A fin de ser capaces de seguir el ritmo de la innovación, las políticas de adquisiciones tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias. El objetivo será volverse más flexibles, de tal forma que se permita la experimentación con prototipos, por un lado, evitando así comprometerse con la compra de tecnologías que se quedarán rápidamente obsoletas, pero garantizado que el conocimiento científico y técnico se mantiene en vigor.
- Por otro lado, las adquisiciones tendrán que conseguir acortar los plazos entre las definiciones y diseño de los sistemas, su fabricación y su entrada en servicio. El ejército tecnológicamente más avanzado no será en las próximas décadas aquel que aplica un mayor número de nuevas tecnologías, sino el que consiga aplicarlas en el menor plazo de tiempo posible.
- El entorno, presumiblemente, de constreñimientos presupuestarios de los años por venir, exige que se profundice en la colaboración internacional para que aliados como los europeos puedan continuar en la carrera tecnológica, pero se deberán tener en cuenta aquellas tecnologías que pueden ser incorporadas directamente o con modificaciones mínimas desde el sector civil, para concentrarse en las áreas seleccionadas que no encuentren otra forma de seguir adelante siempre y cuando sean relevantes para la defensa.
- Un terreno en el que hay que profundizar, puesto que la evolución social así lo exige, es en el armamento de precisión, encaminado a minimizar los daños propios y en el enemigo. De igual forma, todo cuanto tenga que ver con medidas de autoprotección, activas y pasivas, cobrarán renovada importancia.
- En fin, un último aspecto relativo a la introducción de nuevas tecnologías y sistemas de armas tiene que ver con el personal. Por un lado, la explosión de la información disponible en todos los niveles de la cadena de mando hace que las decisiones se tomen un universo más complejo. El universo cognitivo se vuelve más estresante a medida que se cuenta con más información para decidir en un tiempo cada vez más breve.
- Paralelamente, las demandas técnicas operativas para el manejo de los sistemas de armas y de las propias situaciones de combate, requerirán un perfil de personal, desde la tropa a los cuadros de mando, con un nivel de conocimientos, decisión, autonomía e iniciativa, en grado muy superior al actual. Las nuevas tecnologías, para explotarse con corrección, conllevarán cambios profundos en el sistema educativo militar.
- La difusión tecnológica plantea, en fin, un grave dilema para la seguridad y la defensa: por un lado es necesaria para poder continuar con el ritmo de los cambios, por otro, permite que grupos hostiles tengan acceso a sistemas más letales y, por tanto, a la emergencia de nuevos riesgos. La proliferación de sistemas convencionales es importante en términos de impacto regional, aunque de momento resulta secundaria para las preocupaciones de seguridad de los aliados occidentales, muy por delante de sus posibles competidores. Sin embargo, la proliferación de sistemas de destrucción masiva, particularmente biológicos, plantea todo un nuevo conjunto de problemas.
- De la misma forma, una dependencia extrema de sistemas muy vulnerables, como hoy por hoy son las comunicaciones y los ordenadores, abre la puerta a nuevas armas (de dislocación masiva más que de destrucción masiva) y a un nuevo campo de batalla, el ciberespacio. La protección de las infraestructuras nacionales críticas es algo que va más allá de las competencias de Defensa y que exige, como casi todos los nuevos escenarios de seguridad, el concurso de toda la administración.
- En todo caso, la existencia de estos nuevos riesgos no significa que plataformas más tradicionales, como los satélites, se vean libre de amenazas a su uso o supervivencia. En concreto, el espacio exterior experimentará una militarización inexorable a medida que los ejércitos dependan más y más de los satélites tanto para su información como para sus comunicaciones.
Valores y política en la sociedad postmoderna
- Aunque el Estado seguirá disfrutando de un papel preponderante en la escena mundial y, desde luego, seguirá siendo el principal agente de orden en la esfera doméstica, tanto en una terreno como en el otro su capacidad de actuación se verá seriamente mermada.
- La revolución informativa que estamos viviendo, está dando lugar a una auténtica revolución de conocimientos y de las destrezas de los ciudadanos quienes, sin lugar a duda, hoy están mejor preparados y son más sofisticados a la hora de decidir sobre su propia vida y evaluar las alternativas que se abren ante ellos. Por otra parte, la propia dinámica de la globalización no sólo incide en este aspecto formativo, sino que permite y exige la constitución de organizaciones privadas de tal actividad y envergadura que en numerosas ocasiones cuentan con una influencia cuando menos pareja a la de muchos Gobiernos. El resultado es un entorno más complejo para el ejercicio de la autoridad.
- En el plano internacional, la crisis de la gobernabilidad tenderá a agudizarse porque el poder soberano de los Estados será puesto en cuestión. Por un lado, la dinámica empresarial está dando lugar a un nuevo estadio donde las empresas multinacionales se están convirtiendo en auténticos conglomerados transnacionales y cuya lógica de resultados les exige una visión global. Su identificación con un país tenderá a borrarse a medida que su capital se diversifica y que su equipo de dirección también se vuelve más multinacional. Su competitividad global llevará a que su respeto por las situaciones regionales o locales sea menor.
- Estas transnacionales se medirán con la voluntad de muchos gobiernos y allí donde éstos sean débiles o dependan en gran medida de la presencia de dichas empresas, se plegarán a sus designios, volviéndose más dependientes y más débiles.
- Por otra parte, en los próximos años asistiremos a un crecimiento y fortalecimiento de las ONGs de todo tipo. Aumentarán sus recursos, dedicación y personal y se volverán más activas de cara al público en general. La experiencia del Movimiento Internacional para la prohibición de las minas antipersona y la influencia de organizaciones como Greenpeace auguran situaciones donde estas ONGs serán capaces de movilizar grupos sociales de suficiente entidad y relevancia y condicionar las opciones y decisiones gubernamentales. A medida que sus miembros se especializan, las esferas técnicas, como la defensa, también atraerán su atención y tenderán a formar opinión sobre las mismas.
- Además, el desarrollo de nuevos elementos en el derecho internacional, como el Tribunal penal Internacional, los procedimientos contra individuos que han atentado contra los derechos humanos o la nueva Ley del Mar, no deja de ser un factor añadido para constreñir aún más la libertad de los Estados quienes deben sentir cada vez más el atento escrutinio judicial sobre sus actuaciones.
- Activismos y legalismo se aliarán ante la opinión pública dando lugar a una suerte de ética de la que los asuntos de defensa no podrán sustraerse. Temas como el comercio de armas, el desarrollo, ensayo y producción de determinados tipos de sistemas, la conducción de las operaciones y la proporcionalidad de los daños o la decisión de intervenir ante una crisis, por citar algunos casos, levantarán debates e impondrán mayores controles a las políticas de los gobiernos democráticos.
- La Gobernabilidad también se verá en entredicho a causa de la extensión y endurecimiento de las redes criminales internacionales que sabrán explotar con éxito, como lo están ya demostrando, las ventajas de la globalización en términos de información, transporte, desterritorialización y acceso a las tecnologías avanzadas. El mundo el crimen resulta especialmente apto para el desarrollo de redes y relaciones flexibles muy difíciles de desmontar con éxito por un solo país.
- Paralelamente a sus capacidades soberanas, el Estado sufrirá una creciente crisis de su autoridad y legitimidad frente a sus propios ciudadanos nacionales. La explosión del conocimiento y del acceso al mismo está suponiendo, en la práctica, una permanente y creciente sofisticación de los individuos para enjuiciar su entorno y las decisiones que les afectan. En ese sentido, los ciudadanos son más refractarios a aceptar las cosas porque sí.
- Es más, el conocimiento se mide a su vez por una creciente capacitación técnica y profesional que lleva a primar, como fuente de autoridad, no la jerarquía tradicional, sino los rendimientos de cada uno. Esto es, la tradición se ve superada por la profesionalidad y la ejecución de las tareas.
- De esa manera, mayor conocimiento y búsqueda de eficacia en el desempeño profesional se aúnan para dar lugar a una nueva forma de juzgar y evaluar las decisiones y acciones de los Gobiernos y entidades públicas. Hoy es más difícil ejecutar las políticas estatales que deben tener en cuenta, cada vez más, la comprensión y el grado de apoyo público ante las mismas. No es casual la importancia que se otorga en las contiendas electorales al lema de la eficacia.
- En cualquier caso, también se está produciendo, por la erosión de la autoridad tradicional, una pérdida del respeto por las instituciones, particularmente por aquellas cuyos fundamentos se basan en valores tradicionales, como jerarquía, disciplina, etc., donde las líneas de mando no siempre -o casi nunca- coinciden con los niveles técnicos y de conocimientos.
- Por último, el fenómeno de la globalización se suma a la crisis de gobernabilidad y a la erosión de la autoridad del Estado, no sólo porque agudiza el cambio en las fuentes de autoridad, sino porque genera, con su propia dinámica, unas nuevas lealtades que chocan frontalmente con la tradicional al Restado Nación. Por un lado es evidente que se acentuará en los próximos años la constitución de una elite educada y dinámica que por su trabajo y contactos será, de hecho, transnacional y con su territorialidad en función no de su nacimiento o pasaporte, sino por los servicios y bienestar que encuentra en una determinada zona.
- Esta franja de población, relativamente reducida en número, será significativa políticamente ya que estará constituida por responsables, decididores o comentaristas de las decisiones empresariales, económicas y políticas. Es más, en la medida en que la autoridad del Estado se vaya moviendo hacia arriba a favor de uniones multinacionales y supranacionales, como la UE en Europa, la lealtad de esta elite se vinculará progresivamente con las nuevas entidades y no con los viejos Estados.
- La presencia de ONGs globales favorecerá también esta tendencia a la supranacionalización de las elites, puesto que sus temas de preocupación suelen alimentar una visión global de las cosas.
- Al mismo tiempo, la globalización está mermando de manera clara la autoridad del estado hacia abajo, alimentando el resurgir de lazos ancestrales por parte de grupos y comunidades subnacionales que encuentran en estos lazos reforzados, sean localistas, religiosos o tribales, un sentido y una defensa frente a las macrotendencias del mundo.
- El impacto de este fenómeno de tribalización o balcanización dependen en gran medida del grado de cohesión social del que disfrute una nación, pero, en cualquier caso, sus efectos se están revelando desastrosos en países esencialmente multiétnicos donde han provocado numerosos enfrentamientos y guerras.
- En ese sentido, la globalización generará, por fuerza, violencia allí donde los Gobiernos fracasen en la integración nacional y, en consecuencia, la globalización exigirá mayor cooperación por parte de las naciones más estables, una dedicación reforzada a la prevención de crisis y, llegado el caso, un esfuerzo extra en la intervención militar ya que muchos países afectados la demandarán, como también lo hará la opinión pública de los países más avanzados, incapaces de sustraerse al horror y a la violencia emitida en tiempo real por los modernos medios de comunicación.
Consecuencias para la defensa y las fuerzas armadas
- La sociedad postmoderna es paradójica respecto a los ejércitos. Por un lado tienden a colocar a las fuerzas armadas en un lugar secundario en tanto que institución del Estado y como herramientas para resolver los problemas que principalmente le preocupan, como se ve por la constante despreocupación sobre los recursos de la defensa; pero, por otro, les exige el eficaz cumplimiento de nuevas misiones en todo lo referente al mantenimiento de la paz y la exportación de estabilidad. Se exige, en consecuencia, mayor actividad igual o menor precio.
- No obstante, el debate no gira en torno a los presupuestos de defensa, pues los valores de la sociedad postmoderna están más volcados en cuestiones de eficacia, moralidad y ética de la actividad militar. Así, en tiempo de paz, no es de extrañar el interés social por constreñir temas como el comercio de armas y las exportaciones, ámbito en el que públicamente funciona una moralidad, no ya como la tradicional en décadas anteriores, sino que se centra en la condena de determinados sistemas que considera particularmente perjudiciales (el caso de las minas antipersona y, en el futuro, las armas ligeras).
- Paralelamente, ciertas actuaciones, como las maniobras y ejercicios, particularmente los vuelos rasantes y nocturnos, tenderán a levantar oposiciones más fuertes en la medida en que no se vincule tales ejercicios con la efectividad de las fuerzas armadas en las tareas que desempeñan.
- Por otro lado, la nueva permisividad social exige que las fuerzas armadas asimilen, con las misma intensidad y ritmo que la sociedad en general, el rechazo a la intolerancia y la discriminación. La presencia creciente de sin trabas de la mujer en los ejércitos, los derechos religiosos de las minorías o el respeto de la libertad sexual, en concreto de los colectivos homosexuales, son imposiciones de la propia evolución social y que en su adaptación quiebran, de alguna manera, el sentido clásico de la disciplina y los valores militares.
- Los valores postmodernos también tendrán una notable incidencia en la conducción de las operaciones. No sólo será más necesario para los Gobiernos explicar sus razones y causas para emprender una intervención militar sino que la ejecución se verá sometida a un escrutinio permanente por el que la opinión pública ejercerá un veto importante a acciones determinadas.
- Así, por ejemplo, hoy es ya evidente que ciertas armas no son moralmente aceptables en todas las circunstancias y que el uso indiscriminado de la fuerza es generalmente rechazo. De ahí que sea importante, en el cumplimiento de las misiones de paz con una fuerte componente policial y de orden interno, el desarrollo de las arma son letales y de las operaciones psicológicas.
- En fin, los conflictos recientes han mostrado que las sociedades son reacias a apoyar actuaciones donde se producen daños colaterales importantes o donde el riesgo de sufrir daños propios, bajas, es potencialmente elevado. La operación Fuerza Aliada sobre la antigua Yugoslavia mostró, además, una nueva faceta que augura el fututo: la guerra no sólo debe ser relativamente limpia y sin bajas, sino que no puede permitirse errores de ningún tipo, ni siquiera sobre el enemigo.
- La consecuencia de todo ello es una mayor limitación a la libertad de acción por parte de las fuerzas armadas y, por ende, una exigencia creciente de ajustar la planificación militar a estas nuevas circunstancias porque si no, se producirá un irreparable divorcio entre planes militares y autorizaciones políticas para su ejecución.
- La opinión pública no es ya más una constante ni en la acción exterior ni en las operaciones militares. Es un factor de doble cara: por una parte, resulta imprescindible ya que sin su apoyo no puede sostenerse decisión alguna; por otro, supone una restricción muy importante al cómo de las intervenciones armadas.
- Una política pedagógica por parte de los Gobiernos podrá sensibilizar a la población y hacer crecer el grado de conciencia de defensa y, en esa medida, contar con una mayor complicidad social a la hora de decidir sobre una intervención o misión de apoyo a la paz, pero dada la evolución de los valores sociales es altamente improbable que pueda modificar las actitudes básicas sobre los medios y la forma de conducir las operaciones.
- En otro plano distinto, y para concluir con este apartado, la sociedad postmoderna, con su énfasis en la profesionalidad, está cambiando aceleradamente la motivación para ingresar en las fuerzas armadas. No sólo es que se juzgue la profesión militar en términos de empleo, sobre todo en tropa y marinería, sino que la actualización y progresión de conocimientos, dentro de las fuerzas armadas, está siendo un elemento al cual muchos candidatos supeditan su disposición a ser soldado.
- Al mismo tiempo, la mejor preparación individual de los miembros de las fuerzas armadas conlleva una mayor conciencia crítica respecto a su propio entorno. La creciente preocupación por su bienestar social se separa del patrón tradicional donde al soldado se le suponía una obediencia ciega y una capacidad de sufrimiento y entrega casi infinita. Hoy estos valores, aunque debidamente cumplidos por muchos, no representan ya los patrones dominantes de la profesión militar.
- La mayor capacitación para juzgar el entorno, unida a la creciente competencia profesional tenderá a minar la disciplina en los ejércitos, que deberán encontrar nuevas formas para asegurar su cohesión y coherencia. La consolidación de asociaciones o agrupaciones no sindicales pero de naturaleza reivindicativa será un reflejo imparable de lo que ocurre en la sociedad.
- En fin, todo ello llevará a modificar sustancialmente la forma de entender y motivar el reclutamiento, así como para garantizar la retención del personal adecuado para las necesidades de los ejércitos. Demografía y nuevos valores se alían para exigirlo.
El orden post-polar
- La globalización será la característica dominante en este nuevo periodo. El sistema internacional se verá unificado por mor de las tecnologías de la comunicación, así como por el creciente abaratamiento del transporte de bienes y personas. No sólo el mundo estará conectado 24 horas sobre 24 a través de Internet y los diversos canales temáticos de televisión (particularmente los de noticias), sino que tenderá a encoger geográficamente, sobre todo tras la entrada en servicio de las nuevas generaciones de trenes de alta velocidad y aviones supersónicos de pasajeros.
- La globalización, no obstante, seguirá siendo desigual en términos de sectores afectados y en términos de zonas geográficas, pero en todo caso tendrá como referencia de su propia extensión el desarrollo de la alta tecnología, pues serán sus productores más que sus consumidores quienes marquen el alcance de la globalidad.
- En ese sentido, la globalización no traerá automáticamente consigo un universo unificado y coherente, sino que, al contrario, ahondará en la bifurcación de dos mundos coexistentes. El mundo en el 2025 estará dividido en dos grupos de países muy distintos entre sí y con dinámicas muy dispares uno del otro. Se pueden dibujar numerosas líneas de fractura, desde la riqueza y el subdesarrollo, a las demográficas, pasando por las culturales y de valores y se ha hablado tanto de sociedades fuera y dentro de la Historia como de Estados post y premodernos.
- Sea como fuere, por un lado estarán las democracias avanzadas, prósperas y liberales, dinámicas y cultural y políticamente homogéneas. Serán las potencias dominantes a la hora de decidir la dinámica del sistema mundial, pues serán las principales generadoras tanto del conocimiento como de su aplicación; dispondrán de los medios militares necesarios para hacer valer sus intereses y estarán comprometidas con la estabilidad internacional, de la que dependen para su propio bienestar.
- La característica esencial de este grupo de países, auténtico núcleo duro del sistema mundial, no será únicamente la riqueza económica y el desarrollo tecnológico, sino, en términos de seguridad, su rechazo formal y práctico a resolver sus disputas mediante el recurso a la fuerza. El carácter moderador de sus sistemas políticos, unido a la nueva cultura postmoderna desincentivadora del belicismo está en la base de esta actitud.
- Es más, no sólo se trata de tener asumido social y políticamente el rechazo a la violencia armada entre democracias, sino que las propias sociedades democráticas suelen plantearse con gran celo y cuidado el comprometer tropas para una intervención aunque sea de carácter humanitario. Las posibilidades de una acción militar por parte de los miembros de este reducido grupo de países no estarán tan determinadas por sus capacidades militares cuanto por la disposición de sus opiniones públicas.
- Esta zona de estabilidad, prosperidad y paz, se verá acompañada, en todo caso, por otra zona, mucho más amplia en términos geográficos y poblacionales, donde la constante común será la inestabilidad y la presencia permanente del conflicto armado.
- Ciertamente, una agrupación así resulta muy dispar en lo que respecta a sus integrantes, pues convivirán países en su transición a formar parte de la primera capa del mundo (como podrán ser algunos centroeuropeos), con países económicamente emergentes pero que padecen una fuerte inestabilidad política (la zona del Sudeste asiático), sufren fuertes tensiones (India y Pakistán, por ejemplo) o están sumidos en una espiral de destrucción y pobreza que augura un futuro aún peor que su presente (zona de Los Grandes Lagos).
- En cualquier caso, el denominador común es que el imperio del uso de la fuerza sigue siendo dominante en estas zonas del mundo, aunque no necesariamente se manifieste como guerras entre Estados. Como se verá más adelante, los conflictos civiles, productos de las rivalidades étnicas y del fracaso de las instituciones para encontrar soluciones compartidas, serán los dominantes en los próximos años.
- La nota más sobresaliente, paradójicamente, del nuevo orden post-polar y globalizado, será la coexistencia relativamente imperturbable de la zona de paz con la zona de inestabilidad. Los conflictos en la segunda capa del mundo raramente afectarán al funcionamiento del sistema y sólo representarán una amenaza cuando se encuentren en la periferia in mediata de alguno de los miembros del primer mundo.
- Solamente un conflicto generalizado en el Oriente Medio y el Golfo, que pusiera en entredicho el suministro de petróleo, sería potencialmente desastroso para el buen funcionamiento del sistema internacional, globalmente considerado.
Los principales actores
- En términos de los actores internacionales, su poder, y por lo tanto su posición relativa, seguirá estando en función de sus recursos (entendido como dinamismo económico y tecnológico), poder militar (particularmente en términos de proyección de fuerzas y protección de las mismas) y por su voluntad de presencia e influencia internacional. Sólo una sabia y apropiada combinación de estos elementos garantizará una posición dominante en la jerarquía internacional.
- En los próximos 25 años los Estados Unidos seguirán siendo la nación más importante del globo, aunque no disfrutarán ni de una posición hegemónica ni de un liderazgo indiscutido. Es innegable que Norteamérica estará en el centro del desarrollo económico, científico y tecnológico de las próximas décadas; que seguirá defendiendo y exportando un conglomerado de valores que caracteriza al mundo occidental; y que su poderío militar será, tanto en fuerzas nucleares como convencionales, muy superior al del resto. Así y todo, su papel tenderá a disminuir eliminando un futuro de hegemonía unipolar.
- Políticamente, aunque se reconozca la posición de cabeza de los Estados Unidos, la ausencia de una amenaza vital externa permitirá que sus socios y aliados se muestren menos favorables a ceder en sus posiciones en aras de un entendimiento estratégico superior. Dicho de otra manera, no existirá un imperativo de seguridad que supedite la voluntad o decisión política de los socios a la de Estados Unidos. Ante la falta de acuerdo o consenso, existe la tentación al unilateralismo, pero esta es una opción que no puede sostener durante mucho tiempo si se manifiesta en contra de la voluntad de los otros actores.
- Es más, resulta lógico pensar que la hegemonía americana tiene un límite claro en su propia política interna. La fragmentación social americana de los próximos años y la tendencia ya manifiesta a la ruptura del bipartidismo en los asuntos de política exterior y de defensa, permite imaginar que, cada vez más, las decisiones de la acción exterior americana serán vistas, debatidas y juzgadas en estrecha relación a las cuestiones de política doméstica, limitando, así, la capacidad de acción gubernamental.
- Por otro lado, política y culturalmente, las fuerzas de la globalización están generando un creciente sentimiento de reafirmación local y regional que se suele expresar -y lo hará con mayor fuerza en los próximos años- como antiamericanismo. Este rechazo puede, a su vez, retroalimentar una actitud pública americana más y más reticente a sacrificarse en pos de la estabilidad internacional, lo que volverá más penosa toda decisión presidencial en ese sentido.
- Económicamente, y aunque la actual revolución tecnológica prima a quien ya ahora lleva ventaja, como los Estados Unidos, la formación de entidades de integración regional en Europa y, en menor medida, en el Pacífico, tenderá a recortar la distancia entre unos y otros.
- En fin, militarmente, aunque los Estados Unidos cuenten con una máquina militar altamente sofisticada y preparada, flexible y equilibrada, no deja de ser cierto que países o grupos subestatales se beneficiarán también del avance tecnológico, volviendo más vulnerable el suelo americano y, en ocasiones, las tropas desplegadas en el extranjero.
- En ese sentido, la capacidad de contar con sistemas de defensa para las tropas y la población, así como con los elementos capaces de responder adecuadamente a estrategias asimétricas de un contrario inferior según una comparación de fuerzas tradicional, se constituirán en elementos esenciales a la hora de entender la acción exterior de los Estados Unidos.
- Europa caminará, en las próximas décadas, hacia una nueva y lógica división del continente: Por un lado, la UE se expandirá geográficamente a la vez que asumirá, con toda probabilidad, nuevas competencias, particularmente en el terreno de la seguridad y defensa, consolidando, así, una Unión más fuerte y coherente; por otro, Rusia seguirá en su búsqueda de soluciones a los problemas causados en su reconversión del socialismo a la democracia formal y a las leyes del mercado. Al igual que le sucederá a Ucrania.
- Indudablemente, en términos estratégicos la clave europea estriba en el desarrollo de una capacidad de decisión y de actuación militar autónoma capaz de hacer que la UE se convierta en un actor decisivo a la hora de intervenir ante una crisis. Aunque el test de su capacidad a medio plazo vendrá dado por la solución global que se encuentre a la inestabilidad de los Balcanes, la propia existencia de un instrumento militar para la exportación de estabilidad y el apoyo a la paz, teniendo en cuenta la propia historia de la Unión Europea, alimentará su ambición por convertirse en un actor pleno en la esfera exterior y de seguridad.
- El éxito del proyecto europeo de defensa estará determinado en buena medida por cómo se gestionen las relaciones Europa-Estados Unidos, pues aun que el resultado final no sea otro que un refuerzo de las relaciones transatlánticas, la mayor autonomía europea en medio de posibles diatribas políticas puede tender a exacerbar las diferencias, oscureciendo el objetivo último.
- La ampliación, además, reforzará la necesidad de ahondar en las cooperaciones reforzadas y, en todo caso, independientemente de que se logren adaptar las instituciones para su buen funcionamiento a 25 o más miembros, el papel de un pequeño grupo motor o directorio encubierto se verá subrayado. Ningún país aisladamente podrá servir de locomotora, pero los tres más grandes más España e Italia sí.
- Rusia no es ni se convertirá en una amenaza militar contra el sistema, los Estados Unidos o Europa. Su declive demográfico, la debilidad económica, la debilidad institucional y la falta de coherencia nacional se combinan para anular su retórica imperial. En los próximos años continuará siendo la segunda potencia nuclear del mundo, papel que declinará a medida que se reducen los arsenales estratégicos y la disuasión pasa a ser garantizada por una combinación de sistemas ofensivos y de defensas antimisiles. Su fuerzas convencionales, en ausencia de mayores recursos y de una reestructuración general, seguirán también perdiendo capacidad de acción. Si bien su seguridad territorial quedará garantizada, la posibilidad de imponerse en su entorno cercano o de proyectar su poder militar será prácticamente nula.
- Ahora bien, que Rusia no represente una amenaza no quiere decir que no sea un problema. Su evolución política interna puede ser impredecible, a pesar del compromiso presente de avanzar en la senda de la reforma democrática; la capacidad de las autoridades rusas para imponer una saneada economía y romper con la corrupción galopante está también sujeta a todo tipo de suerte. De ahí que, con el horizonte actual, tanto el escenario de una recomposición de corte autoritario, como el de una mayor fragmentación, sean igualmente pensables.
- Las aspiraciones de China para convertirse en el líder regional de Asia estarán determinadas por su evolución interna, particularmente en su gestión de las tensiones que provoque su crecimiento económico desigual y el mantenimiento de estructuras de poder de corte comunista o autoritario. En cualquier caso, China está desarrollando una modernización de su potencial militar tanto a nivel estratégico como en fuerzas convencionales.
- Aunque sus aspiraciones sean regionales, su peso económico y demográfico, su área de influencia sobre el Sudeste asiático y, sobre todo, su permanente disputa con Taiwán, hacen que China cuente, de hecho, con una notable influencia global. Sus relaciones con los Estados Unidos serán el termómetro real de sus aspiraciones y límites. China no representa, obviamente, una amenaza para la OTAN (aunque sus misiles intercontinentales podrían impactar en territorio aliado), pero puede arrastrar a los Estados Unidos a una política de confrontación en la zona del Pacífico de indudables repercusiones globales.
- Por otra parte, China está desarrollando una política armamentística que favorece la proliferación de sistemas altamente desestabilizadores y de tecnologías duales que pueden acabar modificando los equilibrios de fuerzas en diversas zonas del mundo, como Oriente Medio y el Norte de África.
- En el subcontinente asiático, la interacción entre India y Pakistán fijarán la importancia global de esta región. Ambos países están de momento embarcados en una espiral armamentista, incluyendo sistemas nucleares estratégicos y se ven incapaces de resolver su disputa sobre la provincia de Cachemira. Las expectativa de un crecimiento económico desigual que favoreciera, como se espera, a la India, crearía una creciente brecha donde las fuerzas indias se verían claramente favorecidas, pues Pakistán no podría seguir el ritmo de modernización de su arsenal. Dependiendo de cómo se gestione esta situación, la tentación a un choque armado puede disiparse o, desgraciadamente, volverse más fuerte.
- El escenario de un intercambio nuclear limitado, en teoría no tendría por qué impactar directamente en la seguridad europea u occidental, ya que sus efectos no sobrepasarían los límites regionales. Sin embargo, los efectos indirectos serían muy graves para la estabilidad del sistema: la ruptura de la concepción de que las armas nucleares no son para ser usadas, sino para la disuasión de su empleo, volvería más complejos los esfuerzos contra la proliferación y, desde luego, rebajaría sustancialmente el umbral del no uso de los sistemas nucleares para los que ya hubieran proliferado.
- El Oriente Medio y el Norte de África comparten la misma problemática económica y social y que tendrá como resultado una mayor inestabilidad política interna, dada la incapacidad crónica de dar satisfacción a las demandas