El error de Nasralah se vuelve contra el jefe de Hez

por Amir Taheri, 5 de septiembre de 2006

Bien, lo que sabemos: lo que era presentado como 'una gran victoria estratégica Divina' hace apenas una semana está comenzando a tener cada vez más el aspecto de un error caro. Y el hombre que hace la maniobra revisionista es el mismo que hizo la declaración original de victoria: el jeque Hassán Nasralah, secretario general de la rama libanesa de Hezbolá.
 
En una entrevista televisiva en Beirut el sábado, Nasralah admitía dudas acerca de la inteligencia de capturar dos soldados israelíes, un incidente que provocó la guerra: 'la dirección del partido nunca esperó una respuesta a tal escala y volumen sin precedentes [por parte de Israel]'. Dijo. 'De haber sabido a dónde llegaríamos, ciertamente no nos habríamos embarcado en ello'.
 
Como ronda de humillación a causa de las circunstancias, esto no está mal viniendo del hombre al que los medios occidentales han retratado como el último héroe árabe o como (en palabras de un semanario norteamericano) un nuevo Saladino.
 
¿Por qué decidió Nasralah cambiar su declaración de victoria sin condiciones en una admisión indirecta de derrota? Dos motivos.
 
El primero refiere a los hechos sobre el terreno: Hezbolá perdió alrededor de 500 de sus guerrilleros, casi un cuarto de su fuerza de lucha de élite. Sus familiares persiguen ahora a Nasralah para que rinda cuentas de 'los errores de cálculo' que llevaron a su muerte.
 
Por todo el sur del Líbano, punto fuerte una vez de Hezbolá, las imágenes de 'los mártires' adornan muchos hogares y tiendas, desvelando el hecho de que murieron muchos más guerrilleros de Hezbolá de los 110 inicialmente anunciados por Nasralah. Lo que enfurece a las familias de 'los mártires' es que a los guerrilleros de Hezbolá, el jeque no les había dicho que iniciaba una guerra para complacer a sus amos de Teherán, y que debían prepararse para ello.
 
Los guerrilleros solamente descubrieron que había guerra después de que los israelíes comenzasen a disparar sobre el sur del Líbano. En la práctica, nadie - aparte de los contactos iraníes del jeque y un puñado de funcionarios de seguridad de Hezbolá vinculados a Teherán y Damasco - sabían que Nasralah estaba provocando una guerra. Ni siquiera los dos ministros de Hezbolá en el gobierno libanés fueron consultados, tampoco los 12 miembros de Hezbolá en la Asamblea Nacional libanesa. El principal órgano de gestión del partido, la Shura (asamblea consultora), no ha celebrado una sesión plenaria desde el 2001.
 
El 'nuevo Saladino' también ha perdido la mayor parte de sus misiles de alcance medio sin provocar ningún daño serio a Israel. Casi todas las plataformas de lanzamiento de misiles de Hezbolá (colocadas con frecuencia en mezquitas, escuelas y edificios residenciales) al sur del Río Litani han sido desmanteladas.
 
Lo que es peor, los israelíes capturaron una cifra indeterminada de funcionarios políticos y guerrilleros de Hezbolá, incluyendo varios líderes locales en el Valle de la Bekaa, Jyam y Tyro.
 
El segundo motivo por el que Nasralah ha tenido que retractarse de su versión de victoria es el fracaso de la maquinaria propagandística a la hora de enganchar a los libaneses. Está siendo objeto de creciente crítica de todas las franjas del espectro político, incluyendo el propio Hezbolá.
 
La semana pasada cancelaba apresuradamente una serie de desfiles de victoria planeados en los suburbios chi'íes de Beirut después de que importantes figuras chi'íes criticasen la maniobra como 'indecente y falta de méritos'. En lugar de eso, cada aldea y cada ciudad celebran ceremonias típicas funerarias chi'íes, conocidas como tarhym (búsqueda de clemencia) en honor a los muertos.
 
Nasralah ha intentado movilizar su base de apoyo distribuyendo enormes sumas de dinero iraní a través de su red - hacia el final de la semana pasada, alrededor de 12 millones de dólares contantes y sonantes. Pero si Nasralah esperaba comprar el silencio, o la tolerancia en su defecto, ha quedado en evidencia que se equivocó. Algunos chi'íes libaneses están escandalizados por ser tratados como mercenarios por parte de los mulás iraníes, y ven las entregas de dineros de Nasralah como diyah (dinero manchado de sangre) a cambio de sus muertos. Y el finado que recibe una diyah no puede reclamar la posición de 'mártir' ni disfrutar de sus ceremoniales en el Paraíso.
 
Conforme queda más clara la escala de la destrucción del sur chi'í, la euforia pro-Hezbolá (creada en su mayor parte por los medios occidentales y devuelta al Líbano a través de la televisión vía satélite) se está evaporando. La realidad está comenzando a reclamar su espacio.
 
Y eso podrían ser buenas noticias para el Líbano como nación. Es improbable que Hezbolá recupere alguna vez la posición que ha perdido. Los libaneses de todas las bandas del espectro político están unidos en su determinación de no permitir a ningún grupo armado continuar actuando como estado dentro del estado.
 
Lo decente que tendría que hacer Nasralah sería dimitir y permitir que su partido eligiese un nuevo líder, distanciarse de Irán y Siria, fusionar su milicia con el ejército libanés y convertirse en parte de la corriente política de la nación.
 
En las elecciones del año pasado, Hezbolá terminó con 12 escaños en la Asamblea Nacional de 128 escaños, gracias a una serie de alianzas con otros grupos chi'íes, así como con los partidos cristianos y drusos. Conforme la escala del error de Nasralah va quedando más clara, es improbable que Hezbolá vaya a ser capaz de forjar tales alianzas en el futuro.
 
Cierto, Nasralah sigue siendo un hombre poderoso. Tiene a su disposición a centenares de hombres armados mas una fuente inagotable de dinero y recursos en Irán. Aún puede hacer que se asesine a sus contrincantes políticos dentro y fuera del Líbano, ya sea por sus secuaces o por los hombres de Damasco y Teherán. Pero sus posibilidades de hacerse con el poder a través de un golpe de estado o provocar una guerra civil disminuyen día a día.
 
Los líderes árabes nunca dimiten, ni siquiera cuando admiten haber cometido errores trágicos. Y Nasralah no es ninguna excepción. En realidad, no obstante, el Líbano ya ha entrado en la era post-Nasralah. Y ésa es la única buena noticia que sale de la mini-guerra que él provocó.

 
 
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.