El eje del bien

por GEES, 23 de diciembre de 2003

En física, toda fuerza encuentra otra fuerza de igual intensidad y sentido contrario que tienda anularla. En política, mucho menos racional y lógica, no siempre es así, pues depende no sólo de los astros y movimientos, sino de las voluntades y pulsiones de las personas. Así y todo, al famoso y a la vez infame “eje del mal” que describiera en su día el presidente Bush, le ha salido enfrente un “eje del bien”. La primera acción-reacción quedó claramente escenificada en Las Azores, con motivo de Irak y la foto de los tres aliados, Bush, Blair y Aznar, empeñados en hacer valer las resoluciones de la ONU y el sentido común en la agenda internacional. El segundo capítulo acaba de conocerse este fin de semana, con el anuncio del régimen de Gadafi de aceptar el desmantelamiento de sus armas y programas de sistemas de destrucción masiva, nucleares, biológicas, químicas y misiles balísticos, bajo una estricta supervisión internacional.
 
Lo hicieron público Bush y Blair dado que sus expertos de inteligencias y técnicos en armamento fueron los responsables de visitar e inspeccionar en primer grado las diversas instalaciones libias hasta ahora secretas. A ellos, además, le ha correspondido el grueso de las negociaciones en los pasados meses y era su momento de gloria. Pero no se puede negar que los contactos españoles y su culminación con la visita del propio presidente a Gadafi han sido completamente ajenos a este proceso de convencimiento libio de corregir su actitud tradicional.
 
En cualquier caso, lo importante es reconocer el peso que ha gravitado sobre la decisión de Gadafi y que le ha llevado a donde le ha llevado. Y ese peso se resume en un único factor: la consistencia y la ambición compartida del “eje del bien” para evitar un nuevo 11-S, pero esta vez nuclear o bacteriológico. Bush. Blair y Aznar han sido representados cómicamente en este año como imperialistas y militaristas despiadados, cuya secreta motivación no era sino ocupar, matar y vender más armas. Ahora ha llegado uno de los momentos para revindicar su gestión y visión. A veces el empleo de la fuerza en un lugar -como Irak- abre posibilidades diplomáticas insospechadas o largamente abandonadas por impracticables en otros. Irak ha servido no sólo para derrocar a Saddam, que ya es bastante, sino que la apuesta por su estabilización y democratización es percibida como un ejemplo de hasta dónde se está dispuesto a llegar en esta nueva era de vulnerabilidad.
 
Hay quien dice que el mundo de hace 10 años era mucho mejor y más tranquilo; hay quien afirma, por el contrario, que estábamos engañados y que el mundo sigue siendo un lugar peligroso y aún peor, que se volverá todavía más peligroso en el futuro inmediato. Lo que defienden los tres componentes del “eje del bien” es que será más peligroso si dejamos que así sea, pero que los gobiernos cuentan con los instrumentos apropiados para luchar y vencer a los enemigos de las democracias liberales como las nuestras. ES cuestión de visión, voluntad y resistencia. Libia es un buen ejemplo de la explotación pacífica de la fuerza militar; Siria no ha tardado en mostrarse más colaborativa para atacar la financiación de Al Qaeda. Si se hace bien, hasta Francia acabara cediendo.