El despertar de la fuerza

por Rafael L. Bardají, 3 de diciembre de 2018

José Félix Tezanos, profesor mío en el siglo pasado, llevó a su Centro de Investigaciones Socialistas a cocinar una encuesta sobre las elecciones andaluzas en las que daba a Vox entre 0 y 1 escaño (y al PSOE 13 escaños más de lo que ha logrado).  Mientras escribo estas líneas, Susana Díaz está haciendo la valoración del resultado en la que, básicamente, afirma dos cosas: que los socialistas han ganado y que hay que parar a la extrema derecha. No puedo más que sonreír. Muchos de nuestros políticos, tan volcados sobre sí mismos como están, siguen sin entender lo que está pasando.

 

En las elecciones en España es bien sabido que todos ganan. Nuestros dirigentes creen que somos el país de lo imposible y que los españoles somos tontos de remate. Pero no lo somos. En estas elecciones andaluzas, no todos han salido ganadores: el PSOE ha perdido casi medio millón de votos y 14 diputados; el PP, más de un cuarto de millón de votantes y 7 diputados; Podemos o como se quiera llamar en su continuo juego del despiste, pierde 3 diputados… Por el contrario, Ciudadanos gana 250 mil votos, pasando de 9 a 21 diputados autonómicos y la gran sorpresa la da Vox, que pasa de cero a 12 diputados, gozando del apoyo de casi 400 mil andaluces. Más de lo que obtuvo Ciudadanos en 2015.

 

Mientras que los famosos “expertos” empiezan con sus cábalas para discernir qué pactos pueden ser posibles, arranca el desfilar de líderes políticos para congratularse de los resultados. Unos con cara de felicidad otros deseando que pase el mal trago. La izquierda rabiosa de perder el poder tras cuatro décadas de hacer y deshacer a su antojo; el centro y la derecha saboreando las mieles de desalojar a los socialistas y de verse en el gobierno andaluz. La hora del cambio, es lo que se repite.

 

Pero pocos son capaces de entender lo que se está fraguando en realidad en España. Y ese algo se resume en algo tan sencillo como claro. Desde 1978, es posible otra forma de hacer política en España. Los españoles simplemente están hartos de esa política que bajo el paraguas atómico del constitucionalismo promete lo que nadie está dispuesto a cumplir, que bajo la filosofía del moderantismo no está dispuesta a hacer nada, que desde un elitismo desprecia los valores básicos y los intereses de los ciudadanos españoles.

 

No hay nada tan sencillo en política como prometer lo que se quiere cumplir y hacer lo que se dice. Nada tan fácil como aplicar el sentido común y llamar al pan, pan y al vino, vino.  Pero qué difícil le resulta eso a los dirigentes de los partidos tradicionales españoles. Oigo a mi amigo Pablo Casado hablar de “victoria histórica” del Partido Popular cuando no ha sido capaz de detener la hemorragia de votos que sufre su partido desde la etapa de su expresidente Mariano Rajoy. Perdiendo fuerza y dependiendo de Ciudadanos y Vox no puede dejar de decir que son los grandes ganadores. Ay, los complejos que no se pierden…

 

Si las elecciones andaluzas son un síntoma y adelanto del devenir político español, más vale que los líderes políticos se vuelvan de una vez algo honestos. Porque lo que se ha manifestado en Andalucía, fortín histórico de la izquierda, es que buena parte del pueblo español exige con claridad y rotundidad un cambio. Y no un mero cambio ni de caras ni de gobierno. Quiere un cambio radical, profundo. Que devuelva al ciudadano español al lugar que se merece, el centro de las políticas públicas; un cambio que refuerce el estado español y derrote a los separatismos; un cambio que haga de España lo primero y ponga a los españoles ante todo; un cambio que haga efectiva la igualdad de oportunidades y que haga que la ley se cumpla por igual para todos, ricos y pobres, banqueros y asalariados, hombres y mujeres; un cambio para una política que no sea prisionera de lo políticamente correcto.

 

Los portavoces socialistas se lamentan de la entrada de la extrema derecha en el parlamento andaluz, no tanto por esos 12 diputados de Vox, sino por lo que se les avecina en el Congreso en Madrid. E insisten en llamar a Vox una amenaza anticonstitucionalista.  Estoy escuchando al triste ministro Abalos.  No me sorprende. La izquierda está a lo que está.

 

Pero la verdad es que no Vox es de extrema derecha ni mucho menos anticonstitucionalista. Si lo fuera, ya estaría prohibido. Lo que Vox es, llanamente, el sentir y el pulso de mucha gente común. Y su apoyo sólo tiene una posible explicación: que la gente ansía simplemente el triunfo del sentido común

 

El establishment político español sigue anclado en el siglo XX, cuando no en el XIX. Esa es su perdición. Siguen ciegos a lo que pasa más allá de nuestras fronteras y absolutamente autistas a lo que pasa en nuestro suelo. 

 

Yo no sé qué va a pasar a partir de ahora. En la tertulia de la 1 abogan por un bloque mal llamado constitucionalista contra la extrema derecha. Asumo que quieren un gobierno del PSOE y PP. Allá nuestros expertos. Si esa es su solución, estarán cavando la tumba de Sánchez y Casado. Pero si las andaluzas son un aviso de lo que sucede en el resto de España, sólo cabe decir, de momento, que la fuerza del español de a pie, del español de bien, del español del sentido común, ya ha despertado. Puede que la reconquista 2.0 esta vez haya comenzado desde Granada hacia arriba.