El BCE: los precios y los riesgos de la economía

por José María Rotellar, 12 de septiembre de 2007

Vivimos momentos de vértigo en los mercados financieros y en la economía mundial. La crisis hipotecaria desatada en Estados Unidos ha hecho sonar las alarmas y los inversores han cobrado conciencia del elevado riesgo asumido por el sistema financiero internacional.
 
Numerosas entidades de crédito en Estados Unidos tienen sus balances contaminados -tal y como temía la SEC- con créditos de baja calidad (las famosas hipotecas “subprime”), que a algunos de ellos podría llevarles a la quiebra. Esto suscita el temor de los inversores, ya que una quiebra bancaria es mucho más grave que cualquier otra del mundo empresarial, por los efectos de colapso que se pueden cernir sobre los sistemas bancario y financiero, para desembocar en un grave impacto en la economía real.
 
La interconexión global internacional, especialmente ágil en el mundo financiero, hace que el riesgo no se limite simplemente a los accionistas de aquellas entidades que concedieron dichos créditos. Tras anunciar varios bancos estadounidenses que suspendían pagos -los ligados al mercado hipotecario de alto riesgo- o que asumían pérdidas cuantiosas en sus fondos “subprime”, otras entidades europeas cancelaban algunos de estos fondos. Además, la entidad que provocó las tensiones en el mercado crediticio fue una francesa, al anunciar la congelación de tres fondos que invierten en títulos “subprime”. Esto dejó a la luz la falta de liquidez existente en el mercado, con un interbancario a un día que ascendió hasta el 4,7%. Todo ello motivó la intervención, a través de una operación de ajuste, del BCE y de la Reserva Federal. La autoridad monetaria europea inyectó casi 95.000 millones de euros en un solo día, y tras tres jornadas de intervención conjunta de estos dos emisores con otros bancos centrales, la cifra suministrada al mercado ha alcanzado los 264.000 millones de euros, cifra que fue creciendo los días posteriores.
 
En los días previos, la Fed aparcó lo que podría haber sido el inicio de una bajada de tipos y el BCE dejó entrever que los elevaría tras ser cauto en su reunión del seis de septiembre. De esta manera, las espadas están en todo lo alto, pero un movimiento desacertado puede hacer que caigan con toda su contundencia sobre el entramado económico y empresarial internacional, especialmente europeo.
 
La economía del conjunto de la Unión Europea presenta un cierto crecimiento -Eurostat  ha adelantado un crecimiento para el segundo trimestre (en términos interanuales) del 2,5% para la Unión Monetaria y del 2,8% para la UE-27. Sin embargo, se antoja un crecimiento demasiado endeble para los problemas estructurales que acechan a la economía europea, de forma especial en los momentos coyunturales de crisis de liquidez en los mercados, y con inicios de desaceleración. La UE mantiene, en comparación con Estados Unidos, una baja productividad, tanto del trabajo como total de los factores, elemento realmente fundamental para una mejora en la competitividad de nuestras empresas en el entorno internacional. Bien es cierto que los precios han tenido que ser vigilados durante los últimos meses, pero la política contractiva del BCE los ha estabilizado, de manera que tenemos IPC armonizado de la UE que sitúa la inflación en el 1,8% para la eurozona; por tanto, el objetivo del BCE (2%) parece que está controlado. Y si resultan reconfortantes las mejoras que en este ámbito se han podido producir gracias al control de la inflación, no hay que olvidar que el tipo de cambio nominal del euro continúa apreciado en exceso frente al dólar, lo que frena nuestras exportaciones.
 
Si en las actuales circunstancias de falta de liquidez el BCE mantiene su empeño de subir tipos en otoño, el saldo exterior se vería perjudicado, y en un entorno de inestabilidad, desconfianza y nerviosismo como el que se está empezando a dar, no es tan sencillo captar las inversiones necesarias para compensarlo. Por otro lado, las empresas verían cómo la financiación que necesitan se encarecería -hay que recordar el alto grado de apalancamiento existente en las operaciones corporativas financiadas- y las opciones para acudir al mercado en busca de la misma se restringirían, al insistir el BCE en un drenaje monetario. Además, si este torbellino bursátil ha venido dado por una crisis hipotecaria, ¿qué podría suceder en Europa si continúa la subida de tipos y donde en alguno de sus miembros, como España, las familias destinan -según BE- el 45% de su renta a la compra de una casa? Bien es cierto que el mercado de las “subprime” no es tan relevante en este lado del Atlántico, pero después de duplicar el precio del dinero desde finales de noviembre de 2005, incrementos adicionales podrían ahogar el consumo privado, todo ello dentro de este entorno inestable. El modesto y frágil crecimiento de la economía europea -que en el caso de España comienza a dar señales de desaceleración, tal y como ha adelantado el INE- puede tornarse en estancamiento o recesión si esta coctelera de problemas estalla.
 
Por todo ello, quizás sea el momento de que el BCE se tome un respiro en su política monetaria contractiva y, sin quitar la vista de la evolución de los precios, se cuide mucho de no introducir elementos que puedan motivar un descarrilamiento de la economía. Mientras, en Europa -y España debe aplicarse más todavía que el resto y seguir la estela de la Comunidad de Madrid- llega el momento de las reformas, para tener una economía saneada, ágil y flexible que permita minimizar los momentos turbulentos que se puedan producir en los mercados financieros y en el conjunto de la economía real.

 
José María Rotellar es Profesor de Teoría Económica de la UAM y Director Adjunto del Centro de Economía Política. Es Analista del Grupo del área de Economía y Energia.