El año del cambio

por Rafael L. Bardají, 2 de enero de 2019

El 2019 que entra puede resultar siendo un año decisivo para el futuro de España. Incluso para su Historia. Varias situaciones contradictorias lo auguran: la más inminente, la sustitución del gobierno socialista en su cortijo de Andalucía gracias, no lo olvidemos, a que Vox ha entrado en escena significativamente y con sus doce diputados regionales puede dar la llave de la gobernación al PP y Ciudadanos. El cambio de color político en San Telmo, sede del gobierno andaluz, es importante en sí misma, por lo que de rechazo al actual PSOE puede suponer, pero quizá sea todavía más relevante por el hecho de que es la conjunción de tres fuerzas políticas, PP, C´s y Vox, quienes desalojan al socialismo. Aún más, es importante porque el mito de la fragmentación de la derecha se ha ha dicho añicos: sin la irrupción de Vox,  Susana Díaz seguiría hoy al frente de la autonomía.

 

Se avenga, aunque de mala gana, Ciudadanos a que sea Vox quien le aúpe al gobierno de coalición con PP o no, haya nuevo gobierno bipartito o se tenga que volver a convocar elecciones por la revulsión de Albert Rivera y su altavoz en Barcelona, el ex primer ministro francés, Manuel Valls, que les provoca el partido liderado por Santiago Abascal, el cambio indiscutible ya se ha producido: en España, el discurso simple y llano pero patriota, sí tiene sus réditos. Más aún, lo que Vox ha puesto de manifiesto con su espectacular avance electoral es que la era de la sumisión a la izquierda, la era de la pasividad antes sus provocaciones, la era de aceptar lo marginal como normal, la era de permitir que nuestra identidad nacional esté en constante revisión, ha acabado.

 

Televisiones, periódicos y dirigentes políticos españoles han corrido a denigrar a Vox calificándolo de partido de “extrema derecha”, a lo que su presidente, Santiago Abascal, ha respondido con sorna diciendo que Vox es de “extrema necesidad”. Yo me atrevería a decir que Vox es una fuerza  basada en el sentido común. Ese sentido común, llano y sabio, encapsulado socarronamente por Cervantes en Sancho Panza. Que ese personaje de la izquierda española, como es el actual alcalde de Cádiz, el famoso Kichi, diga que Vox es un “excremento”, es sólo una manifestación más de lo que es la izquierda española, totalitaria y antidemocrática, incapaz de aceptar que cualquier otro pueda gobernar en vez de ellos. Eso el llamamiento del jefe de Kichi, Pablo Iglesias, a salir a la calle para luchar contra “los fascistas” de Vox.

 

Pero lo más importante está por venir. Después del calendario parlamentario para formar gobierno en Andalucía vienen las elecciones locales, autonómicas y al parlamento europeo. Nada puede ser más prometedor para los españoles que apoyan a Vox. Muchos de los que han votado por Ciudadanos, por aquello del voto útil, ya se pueden volver a plantear votar a Vox, no sólo porque hoy es más creíble, sino porque Ciudadanos no ha hecho sino frustrarles con sus escarceos permanente con el PSOE en Andalucía o por su incomprensible apoyo a Manuel Valls para alcalde de Barcelona, un candidato del peor socialismo galo que ha renunciado a los colores españoles en su candidatura y que se presenta bajo los colores de la bandera francesa. La supeditación abierta de Ciudadanos al grupo político europeo en el que está ahora integrado, también merma su discurso pro-español, que queda siempre supeditado a los dictados de Bruselas o de quien mande en la UE. Ciudadanos parece aspirar a sustituir al PSOE socialdemócrata en el espacio político que ha dejado vacío el socialismo ultra de Pedro Sánchez, fiel heredero de Zapatero.

 

Tampoco debe preocupar mucho el supuesto giro del “nuevo” PP bajo el liderazgo de Pablo Casado. Para empezar porque, de momento, es más retórico que real. Dos ejemplos: su acuerdo de gobierno con Ciudadanos para Andalucía, que es, en la práctica, una aceptación de lo peor cito del socialismo español, sobre todo en asuntos tan fáciles de resolver como la Ley de Memoria Histórica, cuyo fin es la desmemoria de la Historia real de España y el sometimiento a los visión que quiere imponernos la izquierda, o las leyes de género, cuyo único resultado práctico no ha sido acabar con la violencia, sino con la criminalización de todos los varones por el mero hecho de serlo, amén de causar numerosas injusticias contra padres e hijos.

 

Es más, el nuevo PP lo que se plantea es volver a ser el viejo PP que ganó en 1996. El mismo PP que nunca se planteó luchar con dos de los monstruos que amenazan a España, su identidad y su bienestar: el régimen autonómico y la inmigración ilegal. Desde Génova se puede decir lo que se quiera, pero los hechos en las autonomía donde el PP sí gobierna, de Madrid a Galicia, van en contra de los grandes discursos de la nueva dirección. El PP ha tenido todas las oportunidades en estos largos años para cambiar muchas cosas y atajar los males que nos aquejan. Pero no lo hizo por ambición de poder, comodidad y faltan de visión. Y en estos dos flagrantes casos que he mencionado, es que ni siquiera aceptan lo que una gran parte de españoles saben: que son insostenibles y que su mantenimiento amenazan a España y a los españoles. La unidad de la nación está en peligro; y la seguridad personal cada vez está menos garantizada por las instancias públicas. 

 

En los años 50, en Estados Unidos, William Buckley, se puso por de pie y gritó, ante las Historia que querían dibujar e impulsar los liberales e izquierdistas, “¡Pare!”. Su rechazo a lo establecido y lo políticamente correcto dio paso al gran movimiento conservador que, años después, llevó a Ronald Reagan a La Casa Blanca. El grito de los votantes de Vox en 2018 y 2019 tendrá la misma importancia.