Egipto: hacer el mundo seguro para la democracia

por Juan F. Carmona y Choussat, 16 de febrero de 2011

Hay que hacer al mundo seguro para la democracia.
(Woodrow Wilson, 1917, pidiendo autorización al Congreso para entrar en la I Guerra Mundial)
 
1. Egipto desde América
 
El problema no está en Egipto, está en América.
 
Primero fue Reuel Marc Gerecht, en el New York Times del 6 de febrero. Luego Charles Krauthammer, en el Washington Post del 10. A continuación, Michael Rubin, en la página Web de Commentary, hoy desaparecida en combate, el 11. Y, por fin, decididamente, Niall Ferguson, el 14. Un observador americano podría haber repetido las palabras del poeta Walt Whitman destinadas al ensayista Emerson cuando decidió escribir Leaves of Grass: “yo estaba a fuego lento, y me llevó a ebullición”. Es el amateurismo de Obama el que, si no es corregido a tiempo, está desaprovechando los dramáticos acontecimientos del mundo árabe.
 
Gerecht trabaja en la Fundación para la Defensa de las Democracias. Es el discípulo de un gran orientalista, Bernard Lewis, el mismo que había dado ideas a Huntington al usar la expresión choque de civilizaciones en su artículo de 1990 “Las raíces de la furia musulmana”, y que había dicho en 2006 “O les llevamos (a los musulmanes) la libertad, o nos destruyen”. En una interesante pieza del New York Times fechada en Tel Aviv, y titulada “Cómo la democracia se hizo halal” en referencia a las prácticas permitidas por la religión musulmana, dice que Obama debe aclarar que no tiene miedo al voto de los islámicos y poner así fin al mal hábito occidental “de tratar a los potentados de Oriente Medio respetuosamente y a los ciudadanos musulmanes como niños”.
 
Krauthammer es el afamado comentarista del Washington Post[1], que propone una doctrina de la libertad definida como una agenda de la libertad, la diseñada por Bush, a la que se otorgan principios rectores. “Truman lo hizo” decía recordando la doctrina del mismo nombre que comenzó la Guerra Fría, “nosotros también podemos”.
 
Michael Rubin es uno de los mejores analistas del American Enterprise Institute para Oriente Medio y considera que ha de ser política de los Estados Unidos suprimir las cómodas relaciones con autócratas regionales y sustituirlas por los auténticos intereses de la seguridad nacional, que a su entender implican la mejora de las sociedades árabes.
 
Finalmente, el profesor de Harvard y enfant terrible de la historiografía contemporánea Ferguson, hoy contribuyendo para la revista no precisamente conservadora Newsweek, reclama de Obama una estrategia digna de ese nombre. “La ola que Obama acaba de dejar pasar – de nuevo – es la ola revolucionaria de la democracia en Oriente Medio. Se elevó sobre la región dos veces desde que fue elegido: una vez sobre Irán en el verano de 2009, la segunda vez a través del Norte de África…”.
 
Su fracaso, continúa diciendo[2],
 
Fue la predecible consecuencia de la ausencia de una gran estrategia coherente en el gobierno de Obama, un déficit que ha preocupado a más de unos pocos veteranos de la política exterior americana, acerca del cual el presidente no es culpable enteramente. Aunque cosmopolita por nacimiento y educación, Obama era un político inusualmente aldeano antes de su elección…
 
Seguidamente el escritor pasa a relatar la parte de culpa que corresponde a su entorno dedicado a los asuntos de seguridad nacional. Pasa a criticarlos a la luz de sus carencias en comparación con la brillantez del mejor asesor de seguridad nacional a sus ojos, Henry Kissinger.
 
Pero lo crucial acerca de Kissinger como asesor de seguridad nacional no era la velocidad a la que aprendió las artes oscuras de la guerra interdepartamental. Era la capacidad con la que él, en asociación con Richard Nixon, forjó una gran estrategia para los Estados Unidos en un tiempo de alarmante inestabilidad geopolítica.
 
Y esto, que es rigurosamente cierto, lo es aún más en comparación con los años de Jimmy Carter,
 
Recuerdo de cuán fácilmente puede irse a pique una política exterior cuando hay carencia de pensamiento estratégico.
 
Porque
 
No puedo pensar en mayor acusación contra el pensamiento estratégico del gobierno que este: nunca consideró un escenario en que Mubarak se enfrentara a una revuelta popular. Y sin embargo, la misma esencia del pensamiento estratégico riguroso es idear tal escenario y pensar en las mejores respuestas al mismo, de preferencia con dos o tres movimientos de ventaja sobre los potenciales adversarios. Sólo haciendo estas cosas – poniendo orden a las prioridades e imaginando escenarios – se puede construir una política exterior coherente.
 
Tras recordar unas palabras del discurso de Obama en El Cairo evocando los principios comunes de América y el Islam e identificando entre ellos el de la dignidad de la persona, Ferguson remata
 
Esas líneas volverán como fantasmas para aparecerse a Obama si, como no puede descartarse, el último beneficiario de su chapuza egipcia es la Hermandad Musulmana, que sigue siendo con mucho la fuerza opositora mejor organizada en todo el país, plenamente dedicada a la restauración del califato y a la estricta aplicación de la Sharia. (…) La característica definitoria de Obama no ha sido sólo una incapacidad para priorizar, sino también la incapacidad de reconocerlo como una necesidad. Una sucesión de discursos diciendo, sustancialmente, “No soy George W. Bush”, no sustituyen una estrategia.
 
El día de rabia de la inteligencia y conglomerados burocráticos de los Estados Unidos en que hasta el jefe de la CIA había anunciado la marcha de Mubarak que no se produjo, Obama pronunció unas lacias palabras en las que subrayó que estábamos “presenciando la historia”. Lo peculiar de la posición de presidente de los Estados Unidos es que no puede “presenciar la historia”, se le pide que la protagonice. Por ejemplo, siguiendo la tradición secular pro-democrática que le precede y que a continuación se describe.
2. ¡Elevo mi antorcha junto a la puerta dorada![3]
 
En 1917 el compositor popular americano George M. Cohan, sobre el que Hollywood hizo la fabulosa película de 1942 Yankee Doodle Dandy, escribió una canción para animar a los soldados que iban al frente. Se titulaba Over there! y su estribillo decía así:
 
Hacia allí, hacia allí
Manda el mensaje, manda el mensaje
De que van los Yankees, de que van los Yankees
Los tambores sonando por doquier
Prepárate, reza una oración
Manda el mensaje de que se preparen
Vamos para allá, vamos hacia allá
Y no volveremos hasta que hayamos terminado
 
La tonadilla formó parte de las canciones patrióticas que estimulaban a tropa y ciudadanía cuando se hacían inminentes los peligros bélicos. Era, efectivamente, otra época, en que el mundo del cine, en lugar de agonizar en críticas paternalistas y arrogantes hacia el militar, apoyaba a su país en las circunstancias difíciles. Nada que ver con el presente. Lo que, sin embargo, es actual es el fundamento de la participación de Estados Unidos en aquella guerra, y, en especial, el afán wilsoniano de hacer al mundo seguro para la democracia, que la revolución egipcia ha recordado.
 
Porque sólo haciendo el mundo seguro para la democracia podrá Egipto avanzar hacia ella. O dicho de otro modo, sólo cumpliendo, después de que los informes acerca de su muerte hayan resultado apresurados, la Doctrina Bush, podrá Oriente Medio alcanzar esa aspiración de los hombres todos a la que, albricias, se ha unido súbitamente la izquierda como un solo hombre.
 
Decía esta así. Primero, había que moralizar la política exterior, en contra del criterio de mantenimiento del equilibrio a toda costa defendido por los realistas. En palabras del autor:
 
Durante décadas las naciones libres toleraron la opresión en Oriente Medio a cambio de la estabilidad. En la práctica esta posición trajo poca estabilidad y mucha opresión. Así que he cambiado esta política.
 
Más específicamente:
 
Algunos que se llaman a sí mismos realistas cuestionan si la expansión de la democracia en Oriente Medio debería ser una de nuestras preocupaciones. Pero los realistas en este caso han perdido el contacto con una realidad fundamental: América siempre ha estado menos segura cuando la libertad ha estado en retirada; América siempre está más segura cuando la libertad está en marcha.
 
Por fin, a favor del final de la historia de Fukuyama, y en contra del choque de civilizaciones de Huntington, es decir, sonando actual como nadie:
 
El siglo XX terminó con un solo modelo superviviente de progreso humano basado en exigencias no negociables respecto a la dignidad humana, el estado de derecho, la limitación del poder del estado, el respeto a las mujeres; y la propiedad privada, y la libertad de expresión, y la justicia igual para todos y la tolerancia religiosa.(…) Los pueblos de las naciones islámicas quieren y merecen las mismas libertades y oportunidades que la gente de cualquier país. Y sus gobiernos deberían escuchar sus esperanzas.
 
Segundo: había que identificar a los terroristas con los países que los cobijaran: “perseguiremos a las naciones que proporcionan ayuda o refugio al terrorismo”. Tercero: había que neutralizar los peligros antes de que se materializasen las amenazas, para impedir cualquier repetición del 11 de septiembre, especialmente con armas de destrucción masiva. Y cuarto: había que aplicar toda esta estrategia al llamado conflicto palestino-israelí. De ello surgió la sustitución de Arafat, la desgraciada victoria electoral de Hamas - la sección oriental de la Hermandad Musulmana - en Gaza, seguida de un golpe militar de estos contra la Autoridad Nacional Palestina, y culminada con la propuesta, por primera vez expresada públicamente por un presidente americano, de una solución de dos estados.
 
Es oportuno recordar, cuando comienza la ofensiva de primavera en Afganistán, que esta doctrina sigue vigente allá, con apoyo de la OTAN, mientras Pakistán redobla sus fuerzas nucleares, y es el fundamento último de la democracia iraquí a la que aún protegen 50.000 soldados americanos.
 
Y es aún más oportuno recordar lo que Philip Gordon de la fundación cercana al partido Demócrata, Brookings Institution, dijo acerca de ella. Y lo es porque es probable que la radicalización del mundo entero contra esta doctrina que hoy tan incoherentemente abrazan sus críticos, empezara con esa convicción. A saber:
 
Que las elecciones exitosas en Irak y Afganistán, que la revolución en Líbano seguida de la retirada siria, que el desarme nuclear de Libia y que los pasos hacia la democracia en el resto del mundo…
 
Hacían temer:
 
Renovados progresos en estas áreas, (que) podrían dar nuevo vigor a la idea de que unos Estados Unidos decididos pueden transformar el mundo, y nuevos argumentos a aquellos que creen que Bush no debe vacilar en la promoción de su doctrina.
 
Lo que demostraba por otra parte que lo que inquietaba a la extremista oposición a Bush no era el fracaso de una política arriesgada, sino su éxito, que hoy con tanta desfachatez como escasa memoria reclama para sí misma.
 
Pero fue el activista, precisamente egipcio, originalmente opuesto a la invasión de Irak, Saad Eddin Ibrahim, el que proporcionó la mejor metáfora de lo que Bush había logrado en el mundo árabe:
 
Aquellos (en Oriente Medio) que creen en la democracia y la sociedad civil son finalmente actores… (porque la invasión de Irak) ha descongelado Oriente Medio, tal como lo hizo la expedición de Napoleón en 1798. Las elecciones en Irak fuerzan a los teócratas y a los autócratas a poner la democracia en la agenda, aunque sólo fuera para combatirla. Mire, ni Napoleón ni el Presidente Bush pudieron impregnar la región de cambio político, pero fueron capaces de ser sus comadronas.
 
Respecto a Ibrahim y la agenda de la libertad de Bush, Rubin nos cuenta lo siguiente. Cuando Mubarak, enfadado por la actividad de Ibrahim encarceló al activista sexagenario en 2002, Bush suspendió más de cien millones de dólares en ayudas. Mubarak liberó a Ibrahim. El 21 de enero de 2005 fue cuando Bush pronunció su segundo discurso inaugural diciendo entre otras cosas que:
 
Todos los que viven en tiranía y desesperación pueden saber que los Estados Unidos no ignorarán su opresión ni excusarán a sus opresores. Cuando defiendan la libertad, la defenderemos con ustedes. Los reformistas democráticos que se enfrentan a la represión, la prisión o el exilio pueden saber algo: América os ve como lo que sois, los futuros líderes de vuestro país libre.
 
Mubarak puso a prueba la persistencia de Bush y arrestó a Ayman Nour, el líder de la oposición liberal con pruebas falsas. Condoleezza Rice, entonces secretaria de Estado, criticó a las autoridades egipcias en una rueda de prensa en su presencia. Seguidamente pasó de largo en un viaje en que tenía pensado hacer parada en Egipto. Mubarak, furioso, usó su prensa de estado para criticar a los Estados Unidos, acusándolos de ser peores que Hitler, en lo que se quedó corto en comparación con lo que por entonces decían los medios que hoy de pronto se rinden a sus encantos. Lo cierto es que la invasión de Irak dió sus frutos y que no fue sólo la Libia de Gadafi la que entregó sus armas nucleares al ver pelar las barbas de Sadam, sino que Mubarak no sólo ordenó al parlamento la reforma de la constitución para permitir elecciones, sino que liberó a Nour. Sin embargo, como estos días, estaba dispuesto a cansar a sus oponentes. Impidió la campaña electoral y utilizó a las fuerzas de seguridad para atemorizar a la oposición. Fue entonces cuando se encontró con el inesperado aliado de la secretaría de estado americana, y, se puede añadir, del establishment todo en Europa, América, las redacciones occidentales y virtualmente todas las televisiones del mundo, empeñadas en disminuir el poder de influencia de Bush. Con las cosas yendo mal en Irak, Bush dejó el campo libre a su ministerio de exteriores, cuyos embajadores trabajaron por la estabilidad, en lugar de por el cambio. Concluye Rubin:
 
Después de que Mubarak volviera a arrestar a Nour, cancelara elecciones municipales, y arrestara a los jueces que se atrevieran a quejarse, (el embajador americano en Egipto) Ricciardone aseguró a un entrevistador televisivo egipcio que los Estados Unidos no ejercerían presión sobre Mubarak para aplicar reformas políticas o respetar los derechos humanos.
 
Pero Bush, no estaba solo en su voluntad de democratizar el mundo, o, como ha expresado con mayor concreción un escritor americano de hacer el mundo seguro para América, haciéndolo seguro para la democracia, sino que lo que hizo, lo hizo subiéndose en los hombros de los anteriores presidentes americanos que fomentaron lo mismo a lo largo de la historia. Mientras, era atacado por todos los frentes de aislacionistas, realistas y progresistas internacionalistas, hoy en la vanguardia de la recogida de laureles, por oponerse a los valores americanos de siempre.
 
Así, Franklin D. Roosevelt, después de que pudiera pensarse que la sangre de las trincheras, y el matizado resultado del idealismo wilsoniano habían acabado con la expansión democratizadora, decía lo siguiente preparando el camino para la entrada americana en la II Guerra Mundial:
 
Miramos esperanzados hacia un mundo basado en cuatro libertades humanas esenciales. La primera es la libertad de expresión – en todo el mundo. La segunda es la libertad de toda persona para dar culto a Dios a su manera – en todo el mundo. La tercera, es la liberación de la pobreza… – en todo el mundo. La cuarta, es la liberación del miedo… - en todo el mundo.
 
O Harry Truman, dando inicio a la Guerra Fría:
 
En el momento actual en la historia del mundo casi todas las naciones deben elegir entre alternativos modos de vida. Esta elección no es libre, en demasiadas ocasiones. Nuestro modo de vida está basado en la voluntad de la mayoría, y se distingue por sus instituciones libres, gobierno representativo, elecciones libres, garantías de libertad individual, libertad de expresión y de religión, y liberación de la opresión política. El segundo modo de vida se basa en la voluntad de una minoría impuesta sobre la mayoría por la fuerza. Se fundamenta en el terror y la opresión, una prensa y radio controladas, elecciones amañadas y la supresión de las libertades personales.
 
Por seguir sólo con Demócratas, John F. Kennedy, 1961:
 
He jurado ante vosotros y Dios omnipotente el mismo juramento solemne que nuestros antecesores prescribieron hace casi un siglo y tres cuartos. El mundo es muy distinto ahora…Y sin embargo, las mismas creencias revolucionarias por las que lucharon siguen siendo controvertidas alrededor del globo – la creencia de que los derechos del hombre vienen no de la generosidad del estado, sino de la mano de Dios.
 
Y, claro, Ronald Reagan, cuyo mandato desembocó en la caída del Muro de Berlín:
 
Debemos ser persistentes en nuestra convicción de que la libertad no es sólo la prerrogativa de unos pocos afortunados, sino el derecho inalienable y universal de todos los seres humanos…Sería ser condescendiente culturalmente, o peor, decir que cualquier pueblo prefiere la dictadura a la democracia.
 
Todos ellos se basaban en un precedente significativo, el de Abraham Lincoln:
 
Aquellos que le niegan la libertad a otros no la merecen para sí mismos; y, bajo la ley de un Dios justo, no pueden conservarla mucho tiempo.
 
A todo ello es a lo que George W. Bush daba justa culminación en su extraordinario discurso de inauguración del segundo mandato:
 
Desde el día de nuestra Fundación, hemos proclamado que todo hombre y mujer en este mundo tiene derechos, y dignidad, y un valor incomparable, porque están hechos a la imagen del Hacedor del Cielo y de la tierra… Cuando la Declaración de Independencia fue primero leída en público y la Campana de la Libertad sonó en celebración, un testigo dijo: “Sonó como si significara algo”. En nuestro tiempo sigue significando algo. América, en este joven siglo, proclama la libertad a todo el mundo, y a todos sus habitantes”
 
De modo que el Obama dubitativo y taciturno de estos días no sólo no se ha comportado como el fiel heredero y continuador de una historia sin par, sino que se ha convertido en su excepción. ¿A qué suena hoy el discurso complaciente de El Cairo, o las felicitaciones en persa a los tiranos de Teherán del mismo año 2009? ¿Qué significan los cánticos decepcionados de la calle iraní ¿Obama, estás con nosotros? del verano de aquél año? Obama, prudente hasta el temor, ha fallado en los momentos decisivos por falta de convicción. Hace poco todavía, el embajador especial enviado por él a Egipto decía haber sido convencido por Mubarak de que debía quedarse. Obama se había parecido hasta ahora más a Nixon, obligado tras Vietnam a la retirada estratégica apodada détente, que a Kennedy, que fue el primero que envió americanos allá.
 
Hoy el deber le incumbe a Obama. Si algo bueno ha de suceder, no se hará solo. Si lo que no se quiere, por ejemplo, es que participen en elecciones fuerzas convencidas de que la democracia en Oriente Medio se define como un hombre, un voto, una vez, es muy sencillo, que no les dejen. Habrá de ser no el testigo de la historia, sino su actor. Esta responsabilidad no está por encima de su nivel retributivo, como dijo en otra ocasión que sería preferible olvidar, cuando le preguntaron acerca del aborto, fingiendo que le preguntaban por el comienzo de la vida humana. Al contrario, ese es su trabajo.
 
Tendrá que respaldar con toda la fuerza del gigante americano para que el final de la historia de Fukuyama tenga lugar, porque el Muro de Berlín no cayó por su propio peso, sino que Reagan tuvo que concluir el esfuerzo de generaciones. Como aquél, este. No se puede jugar a hacer el mundo seguro para la democracia; comprometerse con ello implica asumir sus consecuencias, en un mundo que rara vez, si acaso, la da a luz sin dolor. Desde Lincoln a Wilson, no ha sido precisamente fácil. Defender la libertad es un honor, pero un honor costoso. La herencia de tus padres, conquístala para poseerla, decía Goethe. O sea, y esta es la cuestión: ¿es Obama un Yankee Doodle, o no?


 
 
Juan F. Carmona y Choussat es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.
 
 
Notas
[1]http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/linkset/2005/03/24/LI2005032401690.html 
[3] Del poema de Emma Lazarus al pie de la Estatua de la libertad:
Dame a tus cansados, a tus pobres, /A tu gente apiñada que anhela respirar libertad,/A tu miserable escoria congregada en las costas./Envíamelos junto con los destituidos y los maltratados,/¡Elevo mi antorcha junto a la puerta dorada!