Ecologista y nuclear. Valga la redundancia

por Gerardo del Caz, 6 de julio de 2009

(Del libro El Ecologista Nuclear, de Juan José Gómez Cárdenas. Editorial Espasa, 2009)
 
Una de las mayores y más repetidas falacias de los llamados 'ecologistas' consiste en presentar a la energía nuclear como contraria a los intereses medioambientales. Esta valoración, incansablemente difundida, ha calado en algunos sectores de la sociedad que, ya sea por ignorancia voluntaria, consentida o deseada, han impregnado a la energía nuclear de unas connotaciones negativas para, posteriormente, transformarla en otro blanco del que el buenismo y el pensamiento débil de algunos políticos pueden sacar partida.

La energía nuclear, discreta por naturaleza, ha adquirido una particular relevancia pública en las últimas semanas a raíz de la polémica que se ha suscitado por la decisión pendiente de renovar o no la licencia de operación a Garoña por parte del Gobierno. Por tanto no es de extrañar que lleguen a las librerías títulos específicos y centrados en la energía nuclear. Uno de ellos es 'El ecologista nuclear', de Juan José Gómez Cadenas.
El profesor Gómez es catedrático de física nuclear y desarrolla una interesante actividad investigadora en el dominio de las partículas subatómicas. Su conocimiento de la tecnología nuclear es por tanto sobresaliente y, si a ello añadimos una considerable capacidad divulgadora combinada con un rigor y una narrativa científica, hace que la obra, en cuanto a su contenido, sea de utilidad y sirva para dar a conocer los fundamentos teóricos y técnicos de esta forma de generación eléctrica.
 
Sin embargo cuando se aborda el tema de la energía nuclear, es necesario proceder a una dimensión más allá de la tecnología para abordar otras cuestiones de tipo político y económico. Es en este campo donde la energía nuclear se revela como la opción más interesante a largo plazo de generación eléctrica y, además, como dijo el ministro de Industria recientemente, 'la energía nuclear a día de hoy en España es indispensable'. Es decir, la cuestión no es si debe o no haber energía nuclear sino que lo que se debe plantear es cuál debe ser la contribución de ella al conjunto total. 
 
El libro contextualiza perfectamente a la energía nuclear, es decir, para empezar no cae en la falsa polémica promovida por algunos medios interesados en el que se plantea una disyuntiva entre la energía nuclear o las fuentes renovables. En pocos años el planeta multiplicará por dos y por tres su consumo de energía y el modelo actual de consumo de energías fósiles es pernicioso desde el punto de vista económico y medioambientalmente. Una pena que el autor no haya entrado más a fondo en las cuestiones políticas adyacentes y en los riesgos de suministro de esos combustibles fósiles.
 
En el libro existen algunas sombras. Además de la ya citada ausencia de referencias a la necesidad de seguridad de suministro -que es uno de los argumentos con más peso a favor de la energía nuclear- dada la visión más internacionalista del libro, hay que añadir un cierto alarmismo medioambiental en lo que respecta a la asunción, por parte del autor, de los controvertidos, disputados y discutibles postulados del Panel Internacional para el Cambio Climático en el que se afirma que a) la tierra se está calentando (respecto a lo cual hay discrepancias), b) que ese calentamiento es debido a la concentración de CO2 (lo cual no está demostrado) y c) que el aumento de temperatura será negativo (lo cual no se ha estudiado). Del mismo modo asume posiciones que rozan el malthusianismo cuando se identifica con el matrimonio Meadows que en su informe del club de Roma proclamó el final del petróleo en el año 2000 -30 años-. Hoy se sigue diciendo que quedan 30 años de petróleo. Y finalmente una gran incoherencia del autor que califica a la actual ministra de innovación como la mejor que España ha tenido. Recordemos que es la misma ministra que hace pocos meses afirmó que la energía nuclear no tenía futuro. 
 
No obstante, dejando de lado algunas interpretaciones y valoraciones que afectan más a esa segunda dimensión político-económica que mencionábamos, el libro proporciona una información científica muy extensa y precisa sobre la energía nuclear y contribuyen a despejar importantes mitos y a que el lector pueda formarse una opinión sobre la misma. Por ejemplo, el autor señala que algunas centrales térmicas emiten más radiactividad que una central nuclear en función del tipo de carbón que se consuma y de su contenido en uranio o que, 10 gramos de uranio sirven para generar más energía que una tonelada de carbón o, por ejemplo, que para producir una potencia equivalente a una central nuclear, se debería instalar una línea de generadores eólicos desde Barcelona a Ginebra y que el viento soplara simultáneamente en todos ellos. Las paradojas son sorprendentes: fumarse un cigarrillo equivale al riesgo de vivir dos años junto a una central nuclear; los desechos radiactivos de la energía consumida por una familia en toda su vida ocupan menos que el tamaño de una pelota de golf.
 
Justamente la parte correspondiente a los residuos es una de las más interesantes del libro y en donde el autor explica que, en primer lugar los residuos están controlados en todo momento y que su reciclaje para poder servir de combustible posterior es cada vez una realidad más cercana.
 
Den definitiva se trata de una obra interesante y que recoge muchísima información útil para formarse una opinión y comprender el funcionamiento de los reactores nucleares y desmitificar el miedo que producen. Otra cosa es analizar algunas de las valoraciones y de los postulados en el ámbito económico en donde el autor deja de lado la ciencia y se inmiscuye en planteamientos políticamente discutibles.