Del hombre-lobo

por Rafael L. Bardají, 1 de marzo de 2020

“El hombre es un lobo para el hombre” quizá sea la frase más conocida del pensador político inglés Thomas Hobbes. Sin un pacto social que conceda al estado el monopolio de la violencia entre otras cosas, los hombres (y ahora habría que añadir también  mujeres, trans, bis y todo tipo de combinación imaginable) vivirían en un perpetuo estado de violencia en el que cada cual intentaría sacar el máximo provecho para sí. Que el hombre es un ser egoísta que ambiciona satisfacer sus deseos por encima de todas las cosas lo tienen claro hasta los cantantes de rock: el hecho que Led Zeppelín hable de una Escalera al Cielo y AC/DC de una Autopista al Infierno deja claro hacia dónde va mayoritariamente el   tráfico humano. El Estado entra en juego para canalizar de manera constructiva las bajas pasiones humanas.  El problema es que si el hombre (mujeres y demás retahíla) no es bueno por naturaleza, ¿cómo evitar que quienes dirijan el Estado no lo corrompan en su beneficio?

 

Hace medio siglo Fernando Díaz-Plaja publicaba una obrita altamente recomendable hoy en día, El español y los siete pecados capitales, muy a mi pesar de que todo lo español esté en entredicho y la noción de pecado haya sido desterrada por completo. A los dos principales defectos que el autor veía en nuestra sociedad entonces, la soberbia (entendida como el desprecio lo que venga del otro) y la envidia (la negación de celebrar el éxito de los demás), cabría añadir hoy el odio. Soberbia es lo que caracteriza a Pedro Sánchez, dispuesto a todo y cualquier cosa con tal de sentarse en el trono del poder; odio –más que ira- es lo que expresan las caras de Podemos. Auténticos lobos y lobas para hombres, mujeres, niños, ancianos y todo lo demás. Los socialistas son vampiros que quieren chuparnos hasta la última a gota de nuestra sangre para vivir eternamente, los bolivarianos son licántropos que, a diferencia del mito, no esperan a cada luna llena para atacar a sus víctimas. Lo pueden hacer todos los días desde sus despachos ministeriales mientras lucen sus pieles de cordero. Eso sí, sintéticas porque son animalistas. Y porque se saben animales odian tanto a los cazadores, agricultores y pastores. Boris Vian y luego La Unión intentaron suavizar la brutalidad del mito con su Hombre-Lobo en París,  será Madrid quien se la devuelva. Los cazados son ahora los cazadores y todos nosotros, los demás, sus corderos. Los días de las bestias han regresado.