Defensa: ¿la revisión que no cesa?

por Pablo Rodríguez Soto, 22 de junio de 2001

Siguiendo el ejemplo de nuestros principales aliados, el Gobierno español ha iniciado una revisión estratégica de la defensa, de la que nada ha trascendido hasta la fecha pero sobre la que ya comienzan a oírse opiniones encontradas. Casi todo el mundo coincide en que es necesaria una modernización global de los ejércitos españoles, pero casi todos discrepan sobre el sentido exacto del término modernización y en cómo conseguirla.
Para altos mandos militares, aparentemente, la revisión estratégi-ca debe perseguir eliminar la brecha existente, en su opinión, entre la política declaratoria del Gobierno - internacionalista y relativamente intervencionista- y la escasez de recursos que se le dedican a la defensa, cuyos presupuestos para el año 2001 están por debajo del 1% del PIB. Igualmente este proceso debería fijar definitivamente un objetivo de fuerzas que no se viera sometido, como en la actualidad, a los vaivenes y dificultades del reclutamiento de los soldados profesionales. Sin embargo, la revisión estratégica no debería entrar a discutir la orgánica ni el equipmiento, cuestiones técnicomilitares a definir por los Cuarteles Generales y el JEMAD.

Al mismo tiempo, hay otra escuela de pensamiento militar, menos tradicional, más convencida de la necesidad de encarar con honestidad y libre de prejuicios una reforma en profundidad de la defensa española, incluidas sus fuerzas armadas. Sin embargo, el escepticismo ante lo que consideran un ejercicio más, de tantos otros llevados a cabo en los últimos 20 años y que a duras penas se han cumplido, deja entrever una falta de compromiso con decisiones, como unificar la logística o modificar el sistema de ens-ñanza militar, que por fuerza resultarían traumáticas.
 
En España hasta nuestros ejércitos carecen de la cultura de combate, habiéndose contentado en mostrar su sentido y utilidad a través, exclusivamente, de misiones humanitarias y manteniendo todo un despliegue y estructuras territoriales ancladas en el pasado. De ahí que nuestra revisión estratégica, en el fondo y en la forma, no puedan seguir el buen ejemplo de la británica del 98 o de la actualmente en curso en los Estados Unidos. Cuando más podrá compararse a la alemana, un ejercicio político justificativo de las fuertes reducciones de personal y medios materiales y financieros en el ejército germano.

Durante la anterior legislatura la defensa española ya pasó por una profunda revisión estratégica de sus presupuestos básicos, al incorporarse plenamente a la cadena de mandos de la OTAN y apostar por la defensa europea, en el terreno internacional, y optando por un modelo de tropa y marinería totalmente profesional. Con la creciente participación de nuestras tropas en misiones de paz, las grandes líneas estratégicas están sentadas. Por eso no es posible quedarse en el nivel declaratorio que preferirían algunos altos mandos, pues el éxito de la revisión estratégica no se medirá por repetir una vez más los principios generales ya codificados en el Libro Blanco del año pasado, sino por los cambios que introduzca sobre todo en dos aspectos: la estructura de fuerzas y la política de adquisiciones.
 
Las fuerzas armadas españolas siguen siendo caras en términos comparativos de rendimiento: un soldado español en los Balcanes es tres veces más caro que uno británico y el doble que uno francés. Y no se debe simplemente a una cuestión de escala, sino, sobre todo a que nuestros ejércitos sufren de una gran burocratización, algo que debería intentar remediar esta nueva revisión estratégica. Por otro lado, el reparto relativamente equitativo entre los tres ejércitos de los grandes programas de armamento lleva a dudar sobre su racionalidad estratégica, presentando una imagen, tal vez falsa, de reparto obligado del pastel. Sentar una priorización de los sistemas que no tenga por guía contentar a los Cuarteles generales por igual también será una asignatura de la revisión estratégica.
 
En todo caso, la expresión, por primera vez, de una visión global de hacia dónde quiere ir no hacia donde va o se deja llevar nuestra defensa es de por sí un ejercicio que merece todo el respeto. Pero es un ejercicio que siempre antes sólo ha conducido al fracaso.